Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Uno de los hechos más importante en la lucha contra la
dictadura lo constituyó la primera huelga de hambre de familiares de detenidos
desaparecidos, a cuya cabeza estuvo Sola Sierra.
NO SE DETIENE LA LUCHA
A tres años del inicio de la dictadura fascista y del
cotidiano empleo por ésta del terrorismo de Estado, los sectores más
consecuentes continuaban la lucha por la democracia.
Hacia fines de abril de
1976, según informa “El Mercurio”, en San Miguel, La Granja , Pudahuel y otras
comunas, volantes mimeografiados fueron “distribuidos clandestinamente con
ocasión del 1º de Mayo, conteniendo alusiones contra la Junta de Gobierno, la política
económica y abogando por la libertad de Luis Corvalán”. (“El Mercurio”, edición
internacional, 9 a
15 de mayo de 1976, página 8)
LAS OPERACIONES DE NOCHE Y NIEBLA
La presión de la solidaridad internacional y las denuncias
de la Iglesia
Católica chilena obligaron a la dictadura a esconder sus
garras. Entonces
recurrieron al ejemplo de las “Operaciones de Noche y Niebla” de la policía
secreta de Adolfo Hitler, A partir de 1976 los agentes de Pinochet
privilegiaron el siniestro método de los detenidos desaparecidos. Por ejemplo,
en junio de ese año, el 52% de los patriotas detenidos desaparecieron sin dejar
rastros en manos de los órganos represivos.
Con este sistema, la tiranía creyó perpetrar el crimen
perfecto. Sin testigos, sin cadáveres de las víctimas, no existían
pruebas de sus fechorías.
Pero no contaron los fascistas
con la heroica lucha de los familiares de los secuestrados, quienes con ayuda
de la Vicaría
de la Solidaridad
del Arzobispado de Santiago de la Iglesia Católica , presentaron 4.783 recursos de
amparo entre 1973 y 1976. De éstos, ninguno fue acogido por la Corte de Apelación o la Corte Suprema de
Justicia. (Revista “Hoy” N.º 52, 24
a 30 de mayo de 1978, página 11).
La abierta complicidad de la “Justicia” con los crímenes
de la dictadura, no desanimó a los familiares de los secuestrados que
continuaron su lucha por saber el destino de sus seres queridos.
El 21 de septiembre de 1976,
nuevo crimen de la DINA
en el exterior. En las calles de Washington, capital de Estados Unidos, fueron
asesinados el ex Ministro y Embajador del Gobierno Popular, Orlando Letelier,
junto a su secretaria, la estadounidense Ronnie Moffit.
El 14 de junio de 1977, en la
sede de la Comisión
Económica para América Latina de las Naciones Unidas
(CEPAL) se inició la primera huelga de
hambre de los familiares de detenidos desaparecidos, que se prolongó hasta el
23 de ese mes. Tomaron parte en ella 26 familiares: 24 mujeres y dos
hombres.
Estando en el exilio en la República Federal
Alemana y siendo director de la revista “Don Reca”, que editábamos los
comunistas chilenos exiliados, recibimos de Sola Sierra emotivo testimonio
sobre la preparación y desarrollo de esa audaz acción:
“La acción fue preparada cuidadosamente, tomando todas las
medidas de seguridad. Sólo un pequeñísimo número de mujeres sabíamos qué tipo de acción se preparaba,
dónde y cuándo se efectuaría.
Conversamos individualmente con alrededor de cien
familiares de detenidos desaparecidos. Les preguntábamos si estaban dispuestos
a participar en una protesta cuya forma,
fecha y lugar les sería comunicados oportunamente. Todos respondieron
afirmativamente. La inmensa mayoría eran mujeres. Se les hizo un chequeo médico. Este descartó a
más de la mitad , por no tener las condiciones mínimas de salud requeridas. Los
rechazados se sintieron muy apenados con la noticia. Pero pronto se alegraron
al saber que todos ellos tendrían importantes labores que desarrollar.
Los que pasaron el examen
médico fueron avisados de los detalles sólo poco antes de iniciarse la
operación. Se trataba de poder ingresar a la sede de la CEPAL (Comisión Económica
para América Latina de las Naciones Unidas), ubicada en Vitacura. No eran pocos los obstáculos a vencer”.
Sola Sierra cuenta su personal experiencia:
“Yo iba en el micro rumbo al lugar indicado. Estaba harto
asustada. Me parecía que toda la gente se fijaba en mí y se daba cuenta hacia
dónde iba y que allí, en la bolsa, llevaba el lienzo que habíamos pintado la
noche anterior. Para disimular mi nerviosismo, miraba por la ventana como si lo
que había afuera me interesara mucho.
Llegamos al lugar donde debía bajarme. Y al pararme me di
cuenta que las piernas me temblaban. Del paradero me dirigí hasta la puerta de control en la
entrada del edificio de la
Naciones Unidas. Sentía miedo, pero apechugué. En la puerta
un carabinero me preguntó qué es lo que deseaba. Le contesté que iba a hablar
con el señor…(di el nombre de un
funcionario que ahí trabajaba, el que antes había averiguado).El policía me
miró. Yo transpiraba helado. Después de unos segundos, que me
parecieron horas, me dijo: pase usted.
Pocas veces me ha perecido un camino más largo que el que tuve que recorrer entre
la puerta de control y el edificio. Ya dentro de éste, me fui reuniendo con los
otros que también habían logrado entrar. Éramos 24 mujeres y dos hombres.
Esperamos un rato por si llegaba alguien más, lo que no ocurrió. Luego nos
dirigimos a hablar con los responsables de la CEPAL , les informamos de nuestra decisión: Hemos
venido para quedarnos y llevar a cabo una huelga de hambre exigiendo que el
gobierno responda por la suerte corrida por los
detenidos desaparecidos. Los funcionarios nos miraban sin creer lo que
escuchaban. Al comprender que hablábamos en serio, intentaron convencernos que
abandonáramos esa idea: es un suicidio, nos dijeron, hay otras formas de más adecuadas para con seguir lo que desean…
Al comprobar nuestra resolución, nos llevaron a la sala de
conferencias N.º 2, donde iniciamos nuestra acción de protesta.
A esa misma hora, grupos de mujeres, también familiares de
detenidos desaparecidos entregaban simultáneamente a 16 órganos de información
una declaración donde se señalaba el
inicio de la huelga de hambre y sus objetivos.
Chile fue conmovido por la noticia. Pronto la prensa y la
radio informaron del hecho.
En
las calles se distribuyeron volantes y aparecieron rayados en las murallas La solidaridad se hizo presente: hubo
declaraciones públicas de juristas, personalidades políticas y sociales, se
ofrecieron misas en su respaldo. En el
mundo se levantó una gran ola solidaria:
Declaraciones, huelgas de hambre en apoyo.
Pinochet se vio obligado a
reconocer, por primera vez, la existencia de detenidos desaparecidos,
comprometiéndose ante el entonces
Secretario General de Naciones Unidas, Kurt Walheim, a entregar información
sobre los 36 parientes de los participantes en la huelga”.
(Sola Sierra: “La primera huelga de hambre”, “Don Reca”,
N. 33, Fráncfort del Meno, marzo de 1983, páginas 16 y 17. Reproducido en “Sola
Sierra, una imprescindible”, de nuestra autoría, páginas 68 y 69)
Naturalmente, el tirano no cumplió. Pero, esta huelga de
hambre marcó el inicio de una nueva etapa en las luchas contra la dictadura.
Estas ya no serán protagonizadas sólo por los sectores más consecuentes, sino
que adquirirán un carácter de masas.
Por otra parte, la solidaridad internacional alcanzó un
momento muy alto, precisamente en respuesta al valiente episodio llevado a cabo
en la sede de la CEPAL
en Santiago, que contribuyó a convertir el “crimen perfecto” tramado por el
dictador, en un bumerang contra él.