Hace 95 años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
La masacre de Maroussia no es sólo una matanza olvidada.
Además, sobre ella hay versiones encontradas. Hay quienes, dando una serie de
argumentos y señalando diversas fuentes, niegan rotundamente su existencia.
Otros sostienen que en ella se libró una enconada batalla entre los pampinos y
sus mujeres contra las fuerzas represivas (Siguiendo esta versión, Patricio
Manns escribió la excelente novela “Actas de Marusia” en 1974; al año
siguiente, el cineasta Miguel Littin basado en esa obra rodó el film del mismo
nombre).
NOSOTROS NOS QUEDAMOS CON DOS
TESTIMONIOS
El poeta y escritor antofagastino, Andrés Sabella, en su
libro “Norte Grande” editado el año 1945 señala sobre Maroussia: “Y en su
derredor el lápiz de la muerte dibujaba las circulares de la venganza : En la
oficina Maroussia morían los obreros protegiendo las puertas del local de la Federación Obrera
de Chile. Mirad hacía el Cementerio de Huara. Los federados aguardan en filas
con los torsos morenos desnudos y las pupilas como granos de hombría. Mientras
unos cavan sus fosas , otros a las orillas de las suyas ,ya terminada son
baleados y caen, como barcas, trágicamente, silenciosa…”
Existe además el valioso testimonio de un pampino, el
obrero Miguel López Rojas, uno de los sobrevivientes de la masacre de Maroussia, que conocemos
gracias a la entrevista realizada por la periodista de “El Siglo”, Adriana
Searle, publicada por ese periódico en
1965.
La masacre de Maroussia
existió y fue perpetrada en forma paralela a la de La Coruña , el 5 de junio de
1925.
VIDA DE
UN PAMPINO
Miguel López Rojas nació en
San Clemente de Talca. A
los 14 años llegó a la pampa salitrera. Corría el año 1915. Su primer trabajo
fue lavar platos en la fonda de la Oficina Araucana del Cantón Pampa Unión, en
Antofagasta. Al poco tiempo, comenzó a
laborar en una chancadora. A los 17 años, fue “carretero” en la Oficina Santa Anita.
Luego trabajó como “particular” en la Oficina Ausonia.
Por entonces conoció a Recabarren.
Estuvo en la Oficina Constanza donde fue “arrenquín”. Después
se trasladó a la
Oficina Maroussia.
HUELGA EN LA OFICINA MAROUSSIA
Relata el pampino Miguel López: “La situación era
insostenible en 1925. Los abusos de los empresarios y administraciones
se pasaban de la raya. Los obreros del salitre querían, a cambio de su trabajo,
‘dinero constante’ y no vulgares fichas de bronce, que los obligaba a comprar
en las pulperías de las Oficinas, donde el empresario aumentaba más sus ganancias...
Ante la irreductibilidad de los obreros cuyas huelgas se extendían como reguero
de pólvora, fue declarado el estado de sitio para la zona norte bajo el mando
del jefe militar, Ascanio Rodríguez. Se suspendieron todos los derechos, hasta el de reunión, con
clausura de diarios, allanamientos y relegaciones sin sumarios. Los obreros
respondieron con la huelga total del salitre. Los trabajadores de Maroussia se
reunieron para estudiar la situación.
“Era el 5 de junio de 1925.
Habíamos sido citados los delegados de la Oficina ante el Consejo de
Huara. Estábamos en el local de la
FOCH , que se encontraba lleno. No habíamos comenzado a
discutir la cuenta, cuando a las 8 de la noche sentimos fuertes golpes en la
puerta, que habíamos cerrado. Eran carabineros. El secretario dio orden de no abrir. No volvieron a
golpear sino que emplazaron una ametralladora y, antes que nos diéramos cuenta
de lo que pasaba, lanzaron una descarga cerrada contra el local. Cayeron
heridos y muertos en una algarabía horrible. La descarga fue hecha a la altura
del pecho y fueron segados todos los trabajadores que estaban de pie. Yo
alcancé a atender a Lorenzo Vargas, encargado de finanzas de la FOCH , y lo arrastré hasta una
pieza donde lo dejé escondido. Volví al local a reunirme con los míos, cuando
sentí que alguien gritaba ‘¡tenderse!’, no sé quien sería, pero me tiré de
bruces bajo una banca. En ese momento se produjo una segunda descarga. Ahora
más baja, a la altura del estómago...
LOS
PACOS ENTRARON POR UN PROSTÍBULO
“Todos los trabajadores se dispersaron hacia el interior
del local. Yo, con dos obreros, nos escondimos en un water, donde
echamos todos los papeles de propaganda. En ese momento, por el lado Este, por un prostíbulo, le dieron entrada a
los carabineros y los obreros comprendimos que no teníamos escapatoria. Estábamos
rodeados. Llegaron carabineros y nos sacaron y nos juntaron con otros
detenidos. El cuadro
en aquel momento era horroroso, como para no olvidarlo jamás. A la vista
nuestra, muertos y heridos eran lanzados a un camión, todos revueltos, camión
que partió hacia un rumbo desconocido y del cual nunca más supimos. De pronto,
estábamos todos alineados, unos gemidos nos hicieron ver al compañero Hidalgo que
era sacado a la rastra, desangrándose. Y se lo llevaron. Hasta el día de hoy no
se ha vuelto a saber más de él…
NOS AMARRARON CON ALAMBRES
“Acto seguido, todos fuimos amarrados con cordeles, las
manos atrás. Cuando faltó el cordel fuimos amarrados con alambre sacados de los
fardos de pasto. Cuando yo era sacado,
tropecé y caí al suelo. Un carabinero me lanzó un puntapié que me partió
el cráneo y me hizo perder la visión de un ojo. Otro me pegó un culatazo que me
quebró la clavícula, y un tercero, otro puntapié que provocó un tumor en la
ingle.
“Atropellados, vejados y
flagelados, nos trasladaron al cuartel de Carabineros de Huara, donde fuimos
lanzados al patio de las caballadas y después a los calabozos...
ÉRAMOS CIENTOS LOS PRISIONEROS
“En estos calabozos nos
encontrábamos cientos de trabajadores de
diferentes Oficinas que habían sido concentrados juntos con los de la Oficina Constanza...
Noche a noche eran
sacados uno o dos de nuestros compañeros. Nosotros los seguíamos con el oído
alerta. A los pocos momentos sentíamos los disparos. Y todos prorrumpíamos en
insultos contra los carajos que habían llevado a nuestros compañeros al
cementerio de Huara, a la entrada a mano izquierda, frente a una fosa cavada
especialmente, eran fusilados... La tragedia que empezara el 5 de
junio nos tuvo seis días presos en Huara. Al cabo de ese tiempo, llegó la orden
de traslado a Iquique, lo que hicieron en carros para animales de
ferrocarriles. Fuimos echados sin consideración alguna, siempre amarrados con
las manos atrás, como los peores delincuentes.
CANTANDO LA INTERNACIONAL
“En Iquique fuimos llevados al Velódromo, donde la única
comida que recibimos fueron porotos. Después, sesenta de nosotros fuimos
llevados a la cárcel pública... Y sólo el 18 de septiembre de 1925 salimos en
libertad, custodiados por los cuatro costados para que no tuviéramos contacto
con nadie y trasladados directamente al muelle, al lanchón que nos esperaba. En
estos momentos un obrero gritó:
-Ya que no han permitido a nadie que se acerque a
nosotros, hablemos nosotros en nuestro idioma: cantemos ‘La Internacional ’. Y
todos lo hicimos llorando, a pulmón
lleno. Un marino comentó:
-Si después de tantos
sufrimientos lo rebelde no se les quita, es que no hay nada que hacer. No hay remedio...”
(Testimonio recogido por la periodista Adriana Searle y
publicado en “El Siglo”, el viernes 30 de abril de 1965, páginas 20 y 21)
HOMENAJE
A LAS VÍCTIMAS DE MAROUSSIA
Con la señalización de la fosa en el
Cementerio de Huara donde estarían sepultados los mártires de la Masacre de la Oficina Maroussia
, las organizaciones comunales culturales
de este pueblo inician el programa “Los Cien Años de Maroussia”.
La ceremonia se realizó este 1
de Noviembre a las 12 horas, en el lugar donde los antiguos residentes
reconocen el lugar donde está la fosa de los mártires.
Las organizaciones pretenden
con ello rescatar la memoria histórica de los hechos, ocurridos en la ex
oficina Maroussia y agradecen
el apoyo del Departamento de Aseo y ornato de la Municipalidad de
Huara.
Son siete kilómetros los que
unen Huara y la ex oficina Maroussia.
Huara hacia 1925
Cementerio de
Huara, señalizando fosa de los mártires de Maroussia