Estimados compañeros y compañeras
Se cumplen 176 años de la publicación
en Londres, en idioma alemán, del Manifiesto Comunista escrito por Karl Marx y
Friedrich Engels.
Les enviamos un artículo escrito por el compañero Iván Ljubetic Vargas, donde nos cuenta sobre la historia y su influencia en los orígenes del pensamiento revolucionario chileno.
Saludos fraternales
Carlota Espina
CEILER
I.- “EL
MANIFIESTO COMUNISTA” Y SU INFLUENCIA EN
LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO CHILENO
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
I.- ¿CUÁL FUE EL ORIGEN DEL
“MANIFIESTO”?
Exiliados alemanes que
vivían en París fundaron en 1834
A mediados de 1847 esta
asociación realizó en Londres su Primer Congreso, al que asistió Federico
Engels.
En este evento efectuado
en la más estricta clandestinidad, se produjo el cambio de su nombre por el de
Liga de los Comunistas.
Entre fines de noviembre y
comienzos de diciembre de 1847, se celebró, también en Londres y
clandestinamente, el Segundo Congreso de
El Segundo Congreso de
Tal fue el origen del
Manifiesto del Partido Comunista.
El 21 de febrero de 1848
se publicó en Londres, en idioma alemán, la primera edición del Manifiesto del
Partido Comunista, redactado por Marx y Engels.
II.- SOBRE EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA.
Es un texto breve. Su
primera edición tenía sólo 23 páginas.
Esta obra –pequeño libro
que vale por tomos enteros, al decir de
Lenin- consta de una Introducción y cuatro partes.
Se inicia con la famosa
frase: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”.
Agregando: “Ya es hora que
los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y
sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un
manifiesto del propio partido”
La primera parte tiene por
título “Burgueses y Proletarios”. Y allí se expone de entrada su tesis central:
“La historia de todas las sociedades
hasta nuestros días, ha sido la historia de la lucha de clases”.
En esa parte Marx y
Engels escribieron (atención, pues
parece que no fue escrito hace ya 170
años) “Mediante la explotación del
mercado mundial, la burguesía dio un
carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países... Ha
quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han
sido destruidas y están destruyéndose
continuamente... En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones
que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal... Los bajos
precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas
las murallas de China...”
La segunda parte:
“Proletarios y Comunistas”, aplican a la práctica los enunciados de
”Los comunistas consideran
indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus
objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia
todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar
ante una Revolución Comunista. Los Proletarios no tienen nada que perder en
ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios
de todos los países, uníos!”
III.- EN CHILE, CATORCE AÑOS
ANTES DEL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA
En 1834, catorce años
antes de que se publicara la primera edición del Manifiesto de Marx y Engels,
los obreros del mineral de Plata de Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó
llevaron a cabo la primera huelga obrera
en nuestro país.
Según el investigador
Roberto Hernández “El alzamiento de peones de 1834 se repitió más tarde, causando con ello una
enorme intranquilidad en Copiapó mismo, en donde la población llamada
Lo de Chañarcillo fue una
acción espontánea, una elemental reacción a la superexplotación. El trabajo en
ese mineral era inhumano.
Ocho años después de esa
explosión proletaria, el escritor José Joaquín Vallejo, que usaba el seudónimo
de Jotabeche, escribió en “El Mercurio” sobre las labores en Chañarcillo:
”A la vista de un hombre
medio desnudo que aparece en su bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas de piedras ( una
arroba equivale 11,5 kilos, por tanto, estamos hablando de 92, 115 y 138
kilos), después de subir con tan enorme peso por aquella larga sucesión de
galerías, de piques y de frontones; al oír el alarido penoso que lanza cuando
llega a respirar el aire libre, imaginamos que el minero pertenece a una raza
más maldita que la del hombre, nos parece un habitante que sale del otro mundo
menos feliz que el nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja al
hallarse entre nosotros es una reconvención amarga dirigida al cielo por
haberlo excluido de la especie humana.
“El espacio que media
entre la bocamina y la cancha, en donde deposita el minero los metales, lo baña
con el sudor copioso que brota por todos sus poros; cada uno de sus acompasados
pasos v acompañado de un violento quejido; su cuerpo encorvado, su marcha
difícil, su respiración apresurada, todo en fin, demuestra lo mucho que sufre”.
(“El Mercurio”, 5 de febrero de 1842)
IV.- ORIGENES Y DESARROLLO DEL
PROLETARIADO CHILENO.
A partir de los años 20
del siglo XIX, Chile experimentó importantes cambios en su economía. Luego de haber roto la dependencia al rey
español, nuestro país pudo vender cobre y plata a Inglaterra. Con los recursos
recibidos, se ampliaron los minerales, se mejoraron y se construyeron caminos,
puentes, puertos; se empleó el ferrocarril. En todas esas faenas, que eran
formas capitalistas de producción,
laboró un trabajador de nuevo
tipo. Así surgió la clase obrera
chilena. Los primeros destacamentos de
ella, aparecieron en la región de Atacama.
Desde su nacimiento hasta
comienzos del siglo XX, el proletariado chileno alcanzaba la categoría que Marx llamó “una clase en sí”. O sea, existía
objetivamente, pero carecía de conciencia de clase y de organizaciones propias
en lo social y en lo político.
Tenía, eso sí, una
capacidad de lucha por reivindicaciones económico-sociales, como lo demostró
Chañarcillo y otras numerosas huelgas llevadas a cabo en el siglo XIX.
Al publicarse en Londres el Manifiesto Comunista, Chile
contaba con una población de algo más de un millón de habitantes, de los cuales
30 mil eran obreros, estando la mitad de
ellos ocupados en la minería.
V.-
Hacia mediados del siglo XIX, algunos núcleos
obreros habían alcanzado la madurez suficiente para acoger ideas del socialismo
utópico. Este había surgido en Europa en la primera mitad de ese siglo.
Sus representantes fueron
los primeros en criticar en forma apasionada y convincente las injusticias del
régimen capitalista.
Su doctrina era
socialista, porque aspiraba a crear una sociedad nueva. A instaurar, según
decían ellos, “el reino de la razón y de
la justicia eterna”
Era utópico, porque
resultaba incapaz de mostrar el camino
para alcanzar la sociedad que proponían. Ello, debido a que sus exponentes no comprendían que el motor
del desarrollo de la sociedad es la
lucha de clases.
Los teóricos más destacados del socialismo
utópico son los franceses Henri
Saint-Simon y Charles Fourier, junto con
el inglés Robert Owen.
En Chile el escritor y
periodista Martín Palma publicó en febrero de 1858 “El Cristianismo
Político o Reflexiones
sobre el Hombre y las Sociedades”. Es la primera obra que en nuestro país
planteó las ideas del socialismo utópico.
En 1864 Ramón Picarte
Mujica concibió una organización llamada “Sociedad Trabajo para Todos”, con el
fin de ayudar a la gente necesitada.
Para ello recurrió a la clase adinerada.
No recibió apoyo alguno.
Mayor efecto tuvieron las
ideas del socialismo utópico en el espíritu de innumerables obreros y artesanos
semiproletarizados, que iniciaron la crítica social y pusieron la base a los
primeros anhelos reivindicativos.
El 18 de septiembre de
1853, surgió en Chile la primera Sociedad de Socorros Mutuos, llamada
también Mutual.
Las mutuales, sin ser una
organización de la clase obrera, tuvieron entre sus socios a importantes
sectores obreros. Era un grupo de personas, que reunían un fondo social, a
través del pago de cuotas, que se utilizaba para ayudar a los socios enfermos y
a los familiares de los fallecidos. No eran entidades para llevar adelante la
lucha de clase del
Proletariado. Por el
contrario, representaban la tendencia de
conciliación de clases. En su seno podían coexistir patrones y obreros, pero
sobre todo la constituían artesanos.
VI.- EL MARXISMO LLEGA A NUESTRO PAIS.
Después de
Se inició el período
del conocimiento del marxismo en Chile, que se prolongó hasta el primer
decenio del siglo XX.
Surgieron núcleos de
obreros que conocían el movimiento sindical europeo, sus luchas, las ideas que
sustentan. Es por entonces frecuente, que se mencionara a Marx y se citaran
párrafos del Manifiesto Comunista.
Veamos algunos ejemplos.
El periódico “El Pueblo”,
de Valparaíso, en su edición del 31 de agosto de 1892 publicó un Manifiesto de
”No olvidéis las palabras
del gran socialista Karl Marx: la gente de trabajo de todas partes del mundo
debe ser hermana. Ellas deben hacer causa común con los demás. Ellas tienen un
mundo que ganar y sólo las cadenas que perder”.
Ese mismo periódico, trae
el 12 de agosto de 1893 un artículo titulado “
En febrero de 1896 se
fundó en Santiago el Centro Social Obrero, que en noviembre de ese año comenzó
a editar su órgano oficial “El Grito del Pueblo”, que difunde los principios
del socialismo científico. Con fecha 6 de diciembre proclama: “Somos
socialistas. ¡Ya no somos un pueblo ignorante!
El 29 de diciembre aparece
en sus páginas el artículo “El Socialismo en Chile”. Lo firma alguien con el
seudónimo Karl Marx, que sostiene:
“Las ideas para esparcirse
no respetan nada... Atraviesan soberbias cordilleras como los Andes, para
sentar sus reales en el indolente Chile y convertir en hijos del pueblo,
acostumbrados a besar la mano del verdugo que los azota, en hombres libres que
luchan sin miedo por emanciparse del yugo burgués”.
Hacia 1896, uno de los
dirigentes de
”Diviso en esos temas al
gladiador temerario que desafiando las fieras humanas esgrime con la seguridad
del éxito las armas de la razón templadas en el yunque de las teorías de
Marx... Tiemble ya la burguesía por su porvenir, que el día fatal de la
vindicación llegará al fin, y entre los escombros de todo un régimen se alzará
triunfante el sol del socialismo”.
El 10 de octubre de 1897,
“El Proletario” trae un artículo firmado por una mujer, Úrsula Bello, donde se
señala:
”Nosotras, las que hemos
cifrado nuestro porvenir y bienestar en la ruda labor de los hombres de
trabajo, las que soportamos las injusticias y desigualdades del actual régimen
social, nos adherimos entusiastas a la falange de los nuevos redentores de la
humanidad: los socialistas”.
En esa misma edición, A.
Araya escribe: “Adelante compañeros de
sufrimientos en la grande idea del socialismo; unámonos como un solo hombre
para rechazar esta sociedad explotadora. ¡Viva el Socialismo! ¡Viva
“El Proletario” en su
número del 17 de octubre de 1897
proclama:
”La lucha de clases, desconocida hasta ayer en Chile, se empeñará desde hoy, frente
a frente proletarios y burgueses, artistas y profanos, reformadores y
reaccionarios, víctimas y verdugos”.
En octubre de 1897 se
funda en Santiago
En Punta Arenas se fundó
en 1897
“La lucha de clases se
desarrolla donde quiera que existan burgueses y proletarios”.
En febrero de 1898 se creó
en Santiago el Partido Obrero Francisco Bilbao, que el 26 de ese mes afirmó en
su periódico “El Trabajo”:
“El obrero no debe esperar
nada de tantos falsos apóstoles. Su emancipación social, política y económica
debe ser obra del obrero mismo y esto lo conseguirá mediante la unión que hace
la fuerza, formando el partido de los explotados”.
En 1907 escribió Luis Emilio Recabarren:
“La emancipación de los
trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, ha dicho Karl Marx hace
60 años en Alemania y esta frase inmortal es el faro que nos guía y vivirá
unida con otra del mismo autor: ¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
VII.- SE INICIA EL PERÍODO DE
Hacia 1910 se inició el período de la aplicación
del marxismo a la realidad chilena, con la aparición de obras marxistas en el
propio país.
Luis Emilio Recabarren
Serrano (1876 – 1924) es el primer autor marxista en nuestro país y uno de los
tres primeros de América Latina, junto al cubano Julio Antonio Mella (1903 –
1929) y al peruano José Carlos Mariátegui (1894 – 1930).
Recabarren escribió en 1910 tres obras de carácter
marxista:
-
“La huelga de Iquique en
diciembre de 1907. La teoría de
-
“Pobres y ricos a través de un
siglo de vida republicana” y
-
“Mi Juramento”.
Son éstas las primeras
expresiones en el país de la doctrina elaborada por Marx y Engels.
Por entonces el
proletariado nacional vivía un momento muy importante de su historia.
Las ideas del marxismo han
sido acogidas por no pocos sectores obreros. La labor de educador de masas de
Recabarren está dando sus frutos. Madura la conciencia de clase en importantes
núcleos proletarios.
En 1900 habían surgido las Combinaciones Mancomunales
Obreros, las primeras organizaciones de carácter sindical en el país, que
desaparecieron con la masacre de
1912 es un año de trascendencia
muy grande en
Y en ello, la influencia
del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels publicado en Londres el
24 de febrero de 1848, fue muy grande.
Bibliografía:
- Engels, Federico: “Del
Socialismo Utópico al Socialismo Científico”
- Marx, Carlos y Engels,
Federico: “Manifiesto del Partido Comunista”
- Ramírez Necochea,
Hernán: “Historia del Movimiento Obrero
en Chile”
- Ramírez Necochea,
Hernán: “Origen y Formación del Partido
Comunista de Chile”
- Ljubetic Vargas, Iván:
“Breve Historia del Partido Comunista de Chile”
- Ljubetic Vargas,
Iván: “Don Reca”
- Ljubetic Vargas, Iván:
“El Manifiesto cruza mares y cordilleras”
en revista “Alternativa” Nº 7, ICAL,
enero-febrero-marzo 1998, pp.