miércoles, 25 de octubre de 2023

HACE 53 AÑOS FUE ASESINADO UN COMANDANTE EN JEFE DEL EJÉRCITO CHILENO

 


  

                                                                                       Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                                                      Centro de Extensión e Investigación

                                                                                      Luis Emilio Recabarren,  CEILER

 


 


 

La CIA elaboró dos proyectos principales para impedir la llegada de Allende a La Moneda. Sus nombres en clave eran Track I y Track II (Vía 1 y Vía 2). Para contribuir a su realización, llegaron a Chile 400 agentes de la Agencia en septiembre, que se agregaron a los de la Estación de la CIA, que funcionaba desde antes en Santiago.


LA VÍA UNO

El Proyecto Track I fue conocido como "Fórmula Alessandri". Según el Informe Church "consistía en inducir una cantidad suficiente de votos parlamentarios para elegir a Alessandri, en el entendido que éste renunciaría de inmediato, abriendo así el camino para una elección especial en que Frei podría legalmente presentarse como candidato."

 

Jorge Alessandri, el derrotado abanderado de la oligarquía, dio su aprobación al plan de la CIA.

 

Eduardo Frei Montalva, entonces Presidente de la República, y la derecha del PDC apoyaron este camino.

 

La ITT comprendió la importancia de respaldar el Proyecto Track I  con una buena y eficaz campaña de prensa. En el Memorándum, ya parcialmente reproducido, se sostenía: "Los diarios de 'El Mercurio' son otro factor clave. Es extraordinariamente importante mantenerlos vivos y publicando entre ahora y el 24 de octubre. Son la única voz francamente anticomunista que queda en Chile y están bajo gran presión, especialmente en Santiago. Este puede resultar el talón de Aquiles de la gente de Allende."

 

La decisión de la DC de apoyar a Allende en la votación del Congreso Pleno sepultó la “fórmula Alessandri”. Entonces la CIA echó manos al Track II.

 

 

 

 


 

LA VÍA DOS: LOS COMPLOTADORES

Según se relata en el libro: “El Caso Schneider. Operación Alfa”, editado por Quimantú, en el fallo de primera instancia suscrito por el Juez Militar Titular, General de División Orlando Urbina H. y por el Auditor de Ejército en propiedad, Coronel de Justicia Francisco Saavedra M., relativo al “Caso Schneider”, se lee:

 

“Elementos contrarios a la posibilidad constitucional –ya cierta– de que se eligiera al candidato Salvador Allende Gossens, por ser de ideología marxista, en reuniones efectuadas, entre otros lugares, en Diagonal Oriente N.º 1410, domicilio del reo Roberto Viaux, en la oficina del reo Julio Fontecilla ubicada en calle Huérfanos ‘en la cuadra del 900’ y en un departamento de un edificio ubicado en Hernando de Aguirre con Providencia, conversaron, discutieron y se concertaron para lograr ese su objetivo por medio de actuares estudiados  y correlacionados destinados a producir pánico, temor y desconcierto en la ciudadanía, terreno propicio, necesario –según ellos– para que las Fuerzas Armadas se decidieran a asumir el control total del país con miras de que éstas hicieran un gobierno fuerte y de tipo nacionalista.”

 


 

 



Entre los uniformados de “alto rango” involucrados en el movimiento sedicioso estaban el General de División, Comandante de la Guarnición de Santiago, Camilo Valenzuela Godoy; el Vicealmirante y Comandante en Jefe de la Primera Zona Naval, Hugo Tirado Barros; el Comandante de la FACH, Carlos Guerraty, y el Director General de Carabineros, Vicente Huerta.

  

LA DOCTRINA SCHNEIDER

El plan consistía en derrocar el Gobierno de Frei a través de un golpe e instaurar una Junta Militar, encabezada por el general Camilo Valenzuela. Con ello le cerrarían el paso a Salvador Allende. 

Un obstáculo se alzaba ante los sediciosos: el Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider Chereau.


Este tenía a la fecha 41 años de edad. Oficial de Estado Mayor, de brillante carrera; designado Comandante en Jefe el 23 de octubre de 1969, reemplazando al General Sergio Castillo Aránguiz, llamado a retiro a raíz del “Tacnazo”, movimiento sedicioso del Regimiento Tacna de Santiago, que encabezó el general Roberto Viaux.

 

El General Schneider había expresado  en una entrevista  publicada por El Mercurio el 7 de mayo de 1970, que el Ejército era “garantía de una elección normal y de la asunción al poder de cualquiera que hubiese sido elegido por el pueblo, fuera de que hubiese logrado la mayoría absoluta o por decisión del Congreso Pleno, en el caso de que ninguno de los candidatos hubiera obtenido más del 50% de los sufragios.”   Nació  así la Doctrina Schneider.

 

Después del 4 de septiembre, Schneider insistió en su posición constitucionalista. Cuando detectó pasos sediciosos en las filas del Ejército, no vaciló en salirle al encuentro. Se reunió con la alta oficialidad y con la tropa, repitiendo – incansable – su posición.

 

El 8 de octubre, los altos mandos de las Fuerzas. Armadas, presididos por el General Schneider, resolvieron  -según informaba Ercilla en su edición N.º 1947, del 8 al 14 de noviembre de 1972-   “acatar la decisión que adopte el Congreso Pleno”.  

 

 

 

 “OPERACIÓN ALFA”: PRIMER FRACASO

Los sediciosos confeccionaron la llamada “Operación Alfa”. Su objetivo: secuestrar al Comandante en Jefe del Ejército.

 

Relata el General Prats, en sus “Memorias”: “El lunes 19 de octubre, los generales ofrecemos una comida de camaradería a Schneider, anticipando la celebración de su primer aniversario de Comandante en Jefe que, en realidad, se cumplía el 27... Esa noche se viven gratos momentos de camaradería, de los que hacía tiempo no teníamos oportunidad de disfrutar.

 

“Bastante pasada la medianoche – continúa el General Prats -, Schneider se despide y luego lo hago yo. Nos dirigimos a los sendos domicilios, conduciendo nuestros autos particulares, pues no quisimos ocupar los conductores, porque los dos vivíamos muy próximos a la casa del Comandante en Jefe. Jamás se nos pasó por la mente la siniestra celada que a ambos se nos había tendido esa noche y de la que nos libramos fortuitamente, porque no fueron oportunamente identificados nuestros automóviles.”

 

 

 


 

En el fallo de la Justicia Militar, suscrito por el General de División, Orlando Urbina, y el Coronel de Justicia, Francisco Saavedra, se explica:

 

“El conocimiento de que el 19 de octubre el cuerpo de generales le ofrecía una comida a su Comandante en Jefe en la casa fiscal de éste, ubicada en calle Presidente Errázuriz, resolvieron efectuar su secuestro esa misma noche, el trayecto de regreso a su domicilio particular de calle Sebastián Elcano y, al efecto, premunidos todos de armas, gas lacrimógeno, éter, cuerdas, algunos se apostaron frente a la casa donde se efectuaba esa reunión, con un equipo de Walkie Talkie, los que se encargarían de avisar a los otros que se ubicaron en otros automóviles, en las cercanías, la salida del General Schneider, los que a su pasada, lo seguirían en calle Del Inca; pero cuando pretendieron cumplir su designio, el plan les fracasó pues el Comandante en Jefe, en vez de usar el automóvil Mercedes Benz, que conocían y preveían que ocuparía, se fue a su domicilio en su auto particular marca Opel, lo que los confundió perdiéndolo de vista.” 

 

SEGUNDO FRUSTRADO INTENTO

Al día siguiente, 20 de octubre, los complotadores volvieron  a llevar a cabo la “Operación Alfa”. Se apertrecharon de pimienta, cloroformo, tela adhesiva y cuerdas. Embarcados en varios autos se ubicaron en la Plaza Bulnes, a la espera de la salida del Comandante en Jefe desde el Ministerio de Defensa Nacional, en dirección de su domicilio particular.

 

Son las 18,30. El General Schneider subió al Mercedes Benz. En medio del intenso tránsito de esa hora, el chofer se adelantó, sin sospechar lo que estaba ocurriendo. Los terroristas intentaron seguirlo. La gran cantidad de vehículos le dificultaron el paso y lo perdieron de vista.

 

Fue el segundo fracaso en la realización de la “Operación Alfa”.

 

Los conspiradores debían llevar adelante su acción a más tardar el 22 de octubre en la mañana. De otra manera, no tendría los efectos esperados por ellos en las Fuerzas Armadas antes del Congreso Pleno. Se reunieron en un departamento de la calle 10 de Julio N.º 066. Allí ultimaron los detalles del plan que debían llevar a cabo el 22, en Martín de Zamora con Américo Vespucio.

 

El 21 de octubre, cerca de las 20 horas, se juntaron en un camino de tierra cerca del puente que une Avenida Matta con el Parque Cousiño. Sobre hojas de diario, con automóviles de juguetes estudiaron los movimientos que realizarían.

 

Esa noche, a las 23 horas, hicieron un simulacro de la maniobra en el sector de Los Domínicos. Participó un vehículo que simuló ser el Mercedes Benz. El golpista Jaime Requena hizo el papel de Schneider; Carlos Labarca, el de su conductor.

 

Se pusieron de acuerdo en el rol de cada uno en el criminal atentado que perpetrarían en la mañana del día siguiente: el 22 de octubre de 1970.


ACORRALANDO AL COMANDANTE EN JEFE

La tercera tenía que ser la vencida. Eran las 7 de la mañana. Los terroristas se reunieron en Américo Vespucio Norte. Dieciséis de ellos fueron identificados en el fallo de la Justicia Militar ya citado.

 

Luego de impartirse las últimas instrucciones, se dirigieron en sus vehículos a la esquina de Martín de Zamora con Américo Vespucio. Allí esperaron. Conocían bien el recorrido habitual que realizaba el General Schneider. Cada uno se ubicó en el lugar asignado. Todos estaban armados y contaban con los elementos necesarios.

 

Minutos después de las 8 salió el Comandante en Jefe de su hogar. Se ubicó en el costado derecho del asiento trasero del Mercedes Benz, modelo 1966. Su conductor era el Cabo Primero Leopoldo Mauna Morales. Se inició el acostumbrado camino.

 

En la esquina de Sebastián Elcano, donde debían doblar a la derecha, se les adelantó un Fiat 1500, de color blanco. No les llamó esto la atención. Pero si se hubieran fijado mejor, habrían reparado en un pañuelo en el espejo retrovisor exterior. Era la señal para indicar que se trataba del coche guía del operativo.

 

En el recorrido por Martín de Zamora hacia el poniente, el Mercedes Benz fue sobrepasado por otro vehículo de los fascistas que, junto al Fiat blanco, marcharon precediendo al General.

 

Al cruzar la calle Soria, Jeep Willys se ubicó detrás del Mercedes. Poco antes de llegar a Américo Vespucio, un Dodge Dart azul maniobró de tal manera que obligó al chofer militar virar hacia el lado sur de Martín de Zamora, por el cual continuó su recorrido. Al Jeep Willys se le sumaron otros tres vehículos.

 

A pocos metros de Américo Vespucio, los coches que precedían al Mercedes frenaron bruscamente, obligando a éste a detenerse. El Jeep lo chocó por detrás, inmovilizándolo.

 

 

 

EL  ATENTADO

De inmediato, Jaime Melgoza Garay corrió  hacia el costado izquierdo del auto del General Schneider. Llevaba una pistola Colt en la mano. Con él, se acercaron otros dos terroristas. Uno de ellos, con un combo, rompió el vidrio trasero de ese lado. Simultáneamente otros tres individuos se aproximaron por la parte derecha. Uno de éstos, con otro combo, destrozó el vidrio trasero de su lado.

 

El ya citado fallo de la Justicia Militar dice textualmente:

 

“Producido el primer rompimiento de vidrios por el costado izquierdo del coche militar, el General Schneider, presumiblemente habría tomado su pistola Star calibre 6,35 mm, N.º 111.451, en espontánea actitud defensiva ante la agresión de que era objeto por ese costado, momento en que el reo Melgoza apunto y disparó la pistola que portaba hacia el interior del vehículo, hiriendo al Comandante en Jefe del Ejército en su mano derecha. Seguidamente después de aquel disparo, dos de los tres participantes que actuaban al lado derecho del Mercedes Benz, de pie y situados frente a la ventanilla trasera, dispararon repetidamente sus revólveres Ruby Extra hacia el interior del vehículo, impactando dos de ellos en la espalda del General... Producido lo anterior, los participantes en calidad de actores de estos hechos huyeron desordenadamente.”


OPINIÓN DE LA ITT

Un Memorándum de la ITT, enviado por Hal Hendrix  a Edward J. Gerity, con fecha 22 de octubre, relataba: 

“Bob Berrellez llamó desde Santiago para informar que poco después de las 8 horas de hoy se había producido un atentado contra la vida del General René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército de Chile...

“Los observadores –agrega– especulan que el atentado es una revancha contra Frei que no habría impedido asumir a Allende o un atentado para provocar una violenta reacción de la extrema izquierda. Lo último es considerado improbable por la rígida disciplina lograda por el Partido Comunista.”

 

Otro documento de la ITT, de fecha 25 de octubre, enviado por Robert Berrellez a Hal Hendrix, afirma:

 

“La eliminación del General Schneider de un puesto clave de comando (Jefe de las Fuerzas Armadas) hace a Allende y a los comunistas aún más vulnerables que antes. El General Schneider herido mortalmente en un atentado la semana pasada, ha sido descrito como favorable a Allende. Se sabe que continuamente bloqueó los intentos golpistas de generales más decididos... Se piensa que si los balazos a Schneider no fueron realmente el preludio al golpe, fueron una hábil maniobra para eliminar de las alturas al único hombre que habría permitido a Allende infiltrar y neutralizar al Ejército.”


CONGRESO PLENO PROCLAMA  A  ALLENDE

Apenas conocida la noticia del atentado contra el General Schneider la indignación estalló en todo el país. Desde el primer momento estuvo claro para las fuerzas populares de dónde venía la violencia terrorista. Por ello, los sectores democráticos se movilizaron contra el peligro de un golpe militar. Se reunieron las organizaciones políticas de la Unidad Popular, los comités de base, la Central Única, los sindicatos. Chile entero estaba alerta.

 

 


 

En medio de este clima sesionó, el 24 de octubre, el Congreso Pleno, formado por el Senado y la Cámara de Diputados, que contaba con un total de 200 parlamentarios: 80 de la Unidad Popular, 75 democratacristianos y 45 del Partido Nacional y de la Democracia Radical.

 

Se produjo la votación. Allende recibió 153 sufragios; Alessandri, 35. Siete parlamentarios votaron en blanco y 5 no concurrieron a la sesión. 

A las 13 horas del sábado 24, Salvador Allende fue proclamado Presidente de la República por el Congreso Pleno, por el período 1970 – 1976.

 

MUERE EL GENERAL SCHNEIDER

Ese día, a las 19 horas,  los tres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas - los Generales Prats y Guerraty y el Almirante Tirado  - más el General Director de Carabineros, Vicente Huerta, visitaron en cumplimiento protocolar al Presidente electo en su domicilio. Todos, excepto el General Prats, estaban comprometidos con el plan sedicioso, dirigido por la CIA.

 

Pero el Proyecto Track II ya no corría. La valiente actitud del Comandante en Jefe lo había echado por tierra.

 

El General Schneider falleció diecinueve horas después de la proclamación de Allende.

 

 "El domingo 25 de octubre - relata el General Prats en sus Memorias -, a las 7,30, me avisan telefónicamente del Hospital Militar que Schneider ha sufrido un paro cardíaco. Llego a las 7,50 a la sala de operaciones, en el momento en que el Comandante en Jefe deja de existir”.  

 


HOMENAJE A UN SOLDADO EJEMPLAR

El lunes 26, sus restos fueron llevados a la Catedral Metropolitana a las 8 horas. Mucha gente concurrió a expresar su dolor y el respeto al militar constitucionalista. A las 15 horas se ofició una misa de Réquiem. Asistió Frei y el Presidente Electo. Fueron ellos los que encabezaron los multitudinarios funerales. En el Cementerio, habló el General Prats en nombre de las Fuerzas Armadas. Definió a Schneider como "héroe de la paz y mártir de la democracia."

 

Las fuerzas populares le rindieron homenaje en uno de sus cantos de lucha:

 

 

 

                  "Recordando al soldado valiente

                   cuyo ejemplo lo hiciera inmortal

                   enfrentemos primero a la muerte

                   traicionar a la Patria jamás."

 

 


UN BUMERANG

La "Operación Alfa" resultó un bumerang para los sediciosos. El asesinato del Comandante en Jefe del Ejército logró un efecto contrario del que esperaban: se consolidó la posición de Salvador Allende y de la Unidad Popular.

 

Un Memorándum de la ITT, de fecha 25 de octubre, enviado por Robert Berrellez a Hal Hendrix, informaba:

 

"Contra lo que todos esperaban, los militares no se movieron contra Allende durante el fin de semana. Se creía que el asesinato de Schneider era el preludio al golpe."

 

El 27 de octubre, el Presidente Frei nombró al General Carlos Prats Comandante en Jefe del Ejército. Éste narra así su primer acto en ese puesto:

 

"A las 10,30 del miércoles 28 de octubre, reúno a los generales y les informo de mi nombramiento como Comandante en Jefe en propiedad y les declaro que, mientras dure mi gestión de mando, mantendrá inflexiblemente la misma línea doctrinaria defendida por Schneider con el sacrificio de su vida."

 






HERNÁN RAMÍREZ NECOCHEA: A 44 AÑOS DE SU PARTIDA FÍSICA

 

 

 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

                 

               

 


Hernán Ramírez Necochea falleció en el exilio, en París, el 21 de octubre de 1979. Había nacido en Santiago el 29 de marzo de 1917.

 

SU PRIMER LIBRO

Corría 1951. Por entonces yo estudiaba en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Ese año se publicó el libro “La Guerra Civil  de 1891. Antecedentes Económicos”. 

Su autor, era el profesor Hernán Ramírez Necochea, que a la fecha tenía 34 años.

  

En 1934   ingresó al Partido Comunista de Chile, en el que militó hasta su muerte y, en ese mismo año,  comenzó a estudiar en el Instituto Pedagógico. En 1938  recibió el título de Licenciado en Filosofía con mención en Historia. 

Realizó estudios en Estados Unidos, Inglaterra, España, Unión Soviética y Checoslovaquia.

 

Ejerció como profesor de historia en liceos de Santiago. En 1945 comenzó  a trabajar en  el Instituto Pedagógico, como ayudante de cátedra del profesor Juan Gómez Millas.

En 1952,  fue profesor fundador de la cátedra de Historia Económica y Social.

 

UNA LECCIÓN DE AMPLITUD

Al  leer  La Guerra Civil de 1891”, me sorprendió constatar que el extenso prólogo llevaba la firma de uno de mis profesores, don Guillermo Feliú Cruz. 

Mi  sorpresa era causada porque el historiador Feliú Cruz, un liberal de viejo cuño, que nada tenía que ver con el marxismo, prologaba el libro de un conocido comunista, además,  en tiempos en que  estaba en vigencia la mal llamada ley de defensa de la democracia,  la bien bautizada “Ley Maldita”. 

Con su actitud, don Guillermo Feliú Cruz,  no sólo dio una lección de amplitud a sectarios como yo, sino que en ese prólogo hizo gala de erudición y una emocionante modestia. 

Refiriéndose a Hernán Ramírez, relató: “Me tocó conocerlo y apreciarlo  en el Departamento de Historia en la época en que fue mi alumno. Era casi un niño. Dentro de una seriedad desconcertante, disciplinado, estudioso, fino y delicado en su trato, Hernán Ramírez poseía un temperamento ardiente, apasionado y reflexivo. Un profundo don de observación le distinguía de sus compañeros”. 

“En Hernán Ramírez –continuaba don Guillermo Feliú Cruz- me ha parecido ver, por la claridad del pensamiento y la disciplina de su espíritu, un artista embebido en los estudios históricos. El don de la armonía me parece su más acentuada característica intelectual”. 

Finalizaba  su prólogo  afirmando: “Lo que yo no había conocido y nunca consideré un factor decisivo en las causas de la Revolución de 1891, era la acción de esta aristocracia, mejor dicho, ahora con precisión, de una plutocracia al servicio de intereses que no fueran los permanentes del país... Esta es una conclusión desafortunada a la que  he llegado después de la lectura de este libro.”


MI PROFESOR GUÍA

Ya en esa, su primera obra, Hernán Ramírez Necochea, demostró sus  notables cualidades: un historiador serio, documentado y muy riguroso que, utilizando el marxismo, desentrañó las claves para explicar muchos momentos de la historia de Chile. 

En 1952 fui su alumno en la cátedra de Historia Social y Económica. Al  conocerlo no tuve duda alguna: él debía dirigir mi Memoria de Prueba. Ya había elegido el tema: “Origen y desarrollo del proletariado chileno en el siglo XIX”. Cuando hablé con él me acogió con una amabilidad, exenta de paternalismo. 

Me alentó en mi proyecto, trazó  las líneas generales del trabajo,  entregándome  una extensa bibliografía.

 

Al despedirnos, me dijo entre serio y sonriente: “Tómelo como una tarea de Partido”.


UN BUEN TRABAJO, PERO...

Cuando llevaba algunos meses leyendo libros y la  prensa de la época, le  presenté   las fichas confeccionadas. Las revisó cuidadosamente. Me dijo: “Ha hecho un trabajo de investigación muy prolijo. Tiene prácticamente reunido todo el material disponible sobre la minería en el siglo XIX. Pero le falta sobre la industria y el comercio. Hay una compañera de su curso que ha realizado una investigación excelente en esos aspectos que a usted le faltan. Ella trabaja sobre el tema del artesanado en el siglo XIX. He pensado que, si ustedes unieran sus investigaciones, tendríamos un panorama completo. sobre el siglo XIX, porque –además-  es posible y bueno que trabajen dos personas en una Memoria.” 

No me gustó para nada la idea. Pero no me quedó más que preguntarle: ¿quién es esa compañera?  Marcia Ortiz, me contestó.

 

Le repliqué con mi mejor sectarismo: Pero... ¡Es que ella no es comunista!   Me miró y no dijo nada. No insistió. Seguimos hablando sobre mi tesis...


IR POR LANA...

Al día siguiente me dijeron en la Universidad: Marcia Ortiz te anda buscando. Nos encontramos en un corredor del Pedagógico. Antes de saludarme me dijo: ¡No pienso trabajar contigo! 

¡Menos yo!, le respondí. Y ella me desafió: vamos al tiro a la casa de don Hernán para decirle lo que pensamos. Vamos,  repliqué con digna decisión. 

Y fuimos. Tocamos el timbre salió a abrirnos, siempre cariñosa,  la profesora Matilde Aguirre, esposa de Hernán Ramírez. Nos hizo pasar.  

El compañero Ramírez nos saludó  amablemente: Tomen asiento, ¿se sirven algo?  Y empezó a exponernos su idea del trabajo conjunto. No tuvimos la posibilidad de decir ni pío. Al despedirnos del profesor guía ya teníamos el plan de trabajo listo. Además, una gran responsabilidad, pues el profesor e historiador nos dijo que nuestro trabajo  le serviría para un libro que estaba preparando. Esto, seguramente, para estimularnos.


LA UNIDAD POR LA BASE

En la calle Marcia me dijo: ¿y no estabas tan decidido, por qué  no fuiste capaz de oponerte?   ¿Y tú, que venías tan aleonada? 

Comenzamos a trabajar juntos.  Luego de lograr la aprobación de Marcia, en cada parte de la Memoria colocamos un epígrafe de Federico Engels o  de Carlos Marx. 

Los tres profesores designados para revisar la Memoria fueron  Hernán Ramírez, Olguita Poblete y Guillermo Feliú Cruz. 

Cuando le fuimos a entregar el trabajo a este último, nos recibió en la puerta de su casa, le echó una ojeada y se topó con algo de Engels o Marx. Enojado nos dijo: esto es  tendencioso y nos devolvió el libro. 

Desesperados, porque pensamos que habíamos  perdido cerca de dos años de trabajo, corrimos a donde nuestro profesor guía. Cuando le contamos lo sucedido, sonrió y nos dijo  muy tranquilo: vayan de nuevo donde don Guillermo y díganle de parte mía que lo que él escribe también es tendencioso. Así lo hicimos. Gruñó el querido maestro y recibió nuestra obra. 

Los tres profesores calificaron la Memoria con nota siete y la misma nota  obtuvimos en el examen  final, que era la defensa de  ella. 

Gracias al convincente Hernán Ramírez unimos nuestros esfuerzos con Marcia  allá por 1952. Nos casamos en 1955. Y durante 66 vivimos juntos hasta el triste 23 de febrero de 2021. 

Su esposa, Matilde Aguirre, me contó en una conversación que tuvimos una vez retornados a Chile, que Hernán siempre se acordaba de nosotros y que sonriendo decía que fue una especie padrino de nuestro matrimonio. Y es verdad.

 

LA CLASE OBRERA

En 1956,  fue publicado su libro “Historia del Movimiento Obrero en Chile. Antecedentes- Siglo XIX”. 

En la introducción de esta notable obra, escribió Hernán Ramírez:

“Ni la clase  obrera ni el movimiento por ella generado han merecido la  debida atención de los hombres de estudio; existe así, inédito, un gran capítulo de la historia nacional...  Ha llegado el momento de llenar este vacío”. 

Uno de los méritos de este libro  fue demostrar con antecedentes irrefutables que la lucha obrera no apareció en Chile, como sostienen algunos historiadores, sólo en el siglo XX, sino en la centuria anterior. En 1834, se produjo en el mineral de plata de Chañarcillo la primera huelga obrera y durante los restantes años del siglo XIX hubo no menos de 110. 

(En la Bibliografía, página 329, se lee: “Ljubetic V, Pedro I.  y Ortiz, Marcia: Estudio sobre el origen y desarrollo del proletariado  en Chile. Memoria de Prueba. Inédita. Santiago, 1954)


CON LA MODESTIA DE LOS GRANDES

Hernán Ramírez tenía una notable modestia y gran sentido autocrítico. En 1958  apareció su tercer libro: “Balmaceda y la Contrarrevolución de 1891”.                            

En él explicó:   “En 1951 publiqué un libro titulado ‘La guerra Civil de 1891. Antecedentes económicos’.  Esa obra, a pesar de sus defectos –que reconozco-, encontró benévola y favorable acogida; tanto así, que, a los pocos meses de publicada, la edición se agotó. 

Desde entonces para acá –continúa el historiador-,  he tenido oportunidad suficiente para reflexionar sobre las observaciones muy atinadas hechas por lectores, colegas y críticos. Por otra parte, en estos siete años, realicé nuevas investigaciones  tanto en Chile como en Inglaterra... A la luz de los nuevos elementos de juicio que había logrado reunir, emprendí la tarea de rehacer el libro publicado en 1951, introduciendo algunas modificaciones importantes en su estructura”.


DIRIGENTE GREMIAL

Siendo dirigente del Centro Gremial del Liceo de Nueva Imperial, me correspondió viajar a Santiago para participar en reuniones  de la Sociedad Nacional de Profesores, que agrupaba a los maestros de liceos. En algunas de ellas me encontré con Hernán Ramírez.  Por ejemplo, en la Tercera Convención Nacional, efectuada en abril de 1958. Recuerdo que el  compañero  Ramírez presentó en esa ocasión un documentado trabajo sobre el profesorado secundario y el Estado Docente. Sus tesis sirvieron de base para algunas de las resoluciones aprobadas en esa Tercera Convención, realizada durante el  segundo Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. 

Una de ellas,  planteaba “la reducción del monstruoso horario de 36 horas que actualmente desempeñan los profesores de Educación 

Secundaria y declarar que ninguna reforma podrá prosperar mientras el profesorado carezca de tiempo suficiente para el estudio, la reflexión y el perfeccionamiento de su profesión docente”. 

Otra resolución, sobre el estado Docente, exigía: “Que el total de subvenciones destinadas a colegios particulares se supriman y los dineros pasen  a integrar el Fondo Nacional de Educación.”   Era abril de 1958. 

En esa Convención de los maestros secundarios del país, Hernán Ramírez fue elegido director de la Sociedad Nacional de Profesores, SONAP.

 

LA INDEPENDENCIA DE CHILE

En 1959 fue editado el cuarto libro de Hernán Ramírez. Su título “Antecedentes económicos de la Independencia de Chile”. En el Prefacio, el autor escribió: “El juicio que merezca este ensayo a los estudiosos y a los lectores interesados en la materia, será una referencia muy valiosa en la prosecución de mis estudios sobre la historia económica de Chile; me permitirá aquilatar en qué medida la orientación de mis esfuerzos es correcta y científicamente válida”. 

En esa obra planteó, refiriéndose a la principal causa de la Independencia:

”Hacia fines del siglo XVIII, las posibilidades de mayor expansión de nuestro país eran entrabadas por su calidad de colonia. Todos sus elementos, comprimidos por la potencia metropolitana y por estructura del Imperio habían llegado a un máximo de crecimiento posible dentro del molde colonial. Pero,  las férreas ligaduras que le ataban a España impedían que tales elementos –dotados ya de propias energías- pudieran continuar su desarrollo. Se suscitó de esta manera un antagonismo o contradicción entre los intereses de Chile y los de la Metrópoli”.

 

En otra parte agregaba: “Los pocos patriotas que ‘pensaron’ la Independencia, representaron la conciencia naciente de un profundo proceso en desarrollo; ellos actuaron con tesón y audacia y, colocados en una encrucijada pudieron dar cima a sus propósitos”.

 

CADA LIBRO UN APORTE

En 1960 publicó Hernán Ramírez su quinto libro, “Historia del imperialismo en Chile”. 

Esta obra le sirvió de base para obtener el grado de Doctor en Ciencias Históricas en la Universidad Carolina de Praga. 

En 1965 apareció su sexto libro. Título: “Orígenes y formación del Partido Comunista de Chile”. En el prefacio escribió: “El estudio de su pasado  (del Partido)  permite desentrañar con nitidez la dinámica de la lucha de clases en Chile; es decir, permite ver la totalidad de las fuerzas que operan en la sociedad, la naturaleza y orientación de esas fuerzas, las contradicciones  que hay entre ellas y la forma cómo se comportan”. 

También en 1965 se publicó su obra “Estados Unidos y América Latina”.

 


DEMOCRACIA INTERNA

Entre el 10 y 17 de octubre de  1965 tuvo lugar el  XVII Congreso Nacional del Partido Comunista.  Participé formando parte de la delegación de los comunistas de Cautín y fue elegido miembro de la presidencia del congreso. 

A ese evento asistió también el compañero Hernán Ramírez.

 

Recuerdo que  su intervención la dedicó a plantear la necesidad de profundizar la democracia interna del Partido. Sus tesis no encontraron  mayor eco en los congresales.  Debo confesar, que entonces no estuve de acuerdo con  él. Incluso intervine intentando rebatir sus posiciones. Estábamos aún impregnados de estalinismo. 

Pero, con el correr de los años, entendí lo fundamental que es este tema. Y, al mismo tiempo,  comprendí cuan   visionaria y  valiente fue la posición del compañero Hernán Ramírez en ese Congreso del Partido celebrado en octubre de 1965. Ahora coincido plenamente con sus planteamientos.

 

LA PROPOSICIÓN DE FIDEL

En 1966 fue invitado por el Gobierno de Cuba a visitar la Isla. Fidel Castro le propuso que formara y dirigiera un equipo para escribir la historia del imperialismo en América Latina. Trabajar en esta línea, le parecía a Hernán Ramírez muy interesante, pues él desde Santiago iba a tener contactos con historiadores marxistas de la Patria Grande. Esto lo daba otra  dimensión a su trabajo. Pero, contra su voluntad tuvo que abandonar esta importante iniciativa.  Ello, debido a que en 1967 en la Facultad  de Filosofía y Educación se creó una crisis al renunciar a su calidad de Decano el profesor Julio Heisse y  Hernán Ramírez  fue elegido por la unanimidad del Pleno de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. A partir de ese momento inició un vertiginoso proceso de modernización y democratización. 

La elección de Hernán Ramírez fue vetada por el Consejo General Universitario de la Universidad de Chile. Éste decretó la intervención de la Facultad. Esto no tuvo lugar debido a que los estudiantes se tomaron la Casa Central de la Universidad, iniciando el proceso de la Reforma Universitaria, que generó en 1969 la nueva legalidad en esa casa de estudios. En base a ella, Hernán Ramírez fue elegido Decano con la nueva forma democrática.

 

EL DECANO DE LA REFORMA

Hernán Ramírez, como decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, jugó un importante papel en las luchas por la reforma universitaria. 

En entrevista publicada por la revista Araucaria N.º 3  de 1978,  a la pregunta  de si   la Reforma 1967- 1969  fue  fundamentalmente obra del  movimiento estudiantil, respondió: 

“En gran medida, sí. Los estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso primero, de  la Universidad Católica de Chile enseguida y luego los de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, fueron quienes asumieron la responsabilidad de promover el proceso reformista en sus respectivas corporaciones. Pero, muy rápidamente, encontraron eco entre los académicos...”

 

El entrevistador interrumpe: “¿Y usted qué papel desempeñó? Porque recuerdo muy bien que se le llamó el ‘Decano de la Reforma’.”

 

Contestó Hernán Ramírez, con su característica modestia:

 

“Me parece que en asuntos como los que ahora merecen nuestra atención, las actuaciones personales no cuentan mayormente. En realidad,  me correspondió desempeñar cierto papel en la reforma de la Universidad de Chile. Creo que, en esto, el azar y las circunstancias tuvieron mucho que hacer. Pienso que fundamentalmente fui intérprete, portavoz y ejecutor de la voluntad de mi Facultad, prácticamente de toda ella. En algún sentido, fui punto de convergencia de aspiraciones colectivas y pude actuar en función de ellas. Por otro lado, pienso que mi militancia política –que de ningún modo menoscababa mi condición de universitario, sino más bien la enriquecía- y aún mi calidad de profesor de Historia, me permitieron ser sensible a los procesos que tenían lugar en el país y comprender el lugar que en ellos correspondía a la Universidad”.

 

MURIÓ EN EL DESTIERRO

El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe militar que instauró la dictadura fascista. Hernán Ramírez, como muchos otros patriotas, debió salir al exilio. Tenía 56 años.  Vivió el destierro en París, junto a su esposa la profesora Matilde Aguirre. Desde Francia siguió atentamente lo que ocurría en Chile.  Participó en las acciones solidarias con la lucha del pueblo contra la tiranía. Trabajó en la Universidad de Vincennes. 

Falleció en el exilio, en París, el 21 de octubre de 1979. En 1984 fue publicado por la Casa de Chile en México su libro “Las Fuerzas Armadas y la política en Chile”. En él se explica: 

 

“El profesor Hernán Ramírez Necochea trabajaba aún en el presente texto, cuando la muerte interrumpió una vida y una obra plenas de significado”.

  

EN HOMENAJE A LOS CAÍDOS

También en 1984, la editorial Progreso de Moscú publicó una segunda edición de “Origen y Formación del Partido Comunista de Chile”. En el prólogo  firmado  en París en junio de 1979, sólo cuatro meses antes de su fallecimiento, Hernán Ramírez  relató: 

“Este libro debió haberse publicado en Chile a fines de 1973. Sin embargo, los acontecimientos que han tenido lugar a partir del 11 de septiembre de ese año impidieron que tal cosa sucediera. Sus originales fueron quemados  y sólo pudo salvarse una fracción del primer borrador manuscrito. Venciendo no pocas dificultades, pude rehacer el trabajo que el lector tiene ahora en sus manos”.

 

Más adelante señaló: “He reescrito este libro en un tiempo de tinieblas para mi Patria... Con él he querido, antes que nada, rendir mi modesto  y emocionado homenaje de admiración y respeto a todos mis compatriotas que fueron inmolados o martirizados, que sufrieron y sufren el terror, que no se han doblegado, que conservan su integridad de hombres y de ciudadanos dignos y que combatieron y combaten –hasta el sacrificio- por el restablecimiento de la paz, la justicia y la libertad de Chile y por la reanudación del curso de una historia nacional que nos enorgullece y que ha sido ominosamente  interrumpido.”

 

LA MENTIRA TIENEN PATAS CORTAS

Con fecha 10 de marzo de 1991 El Mercurio publicó en su sección cartas una nota del historiador Sergio Villalobos, entonces director de la Biblioteca Nacional, donde escribió: 

”Con la obra de Harold Blakemore (historiador inglés) ocurrió algo muy singular. En estado de  investigación, los papeles de su tesis doctoral fueron facilitados generosamente a Hernán Ramírez, quien estaba ocupado del mismo tema y pudo contar, así, con buenas informaciones y derroteros que fueron utilizados en Balmaceda y la contrarrevolución de 1891. El investigador chileno, sin embargo, no reconoció la deuda contraída”.

 

El Mercurio en su edición del 17 de marzo de 1991 volvió sobre mismo tema, con un artículo con motivo del fallecimiento de ese historiador británico, que intentó  borrar las huellas del imperialismo inglés en la contrarrevolución de 1891.


LA VERDAD DE LOS HECHOS

Pongamos los puntos sobre las íes. Se equivocó el señor Villalobos. En  “Balmaceda y la contrarrevolución de 1891”, el historiador Ramírez Necochea consignó 163 fuentes de su investigación; de ellas, siete  inglesas. En la página 239 hizo  expresa mención a la tesis de Blakemore, “The Chilean Revolution of 1891”. Mayo de 1955. Inédita.                                      

Por lo demás, las tesis fundamentales sobre la contrarrevolución del 91, Ramírez las expuso –como ya hemos señalado-  en su primer libro publicado en 1951, cuando Blakemore tenía 21 años y aún no comenzaba a estudiar este tema.


EL MERCURIO RINDE HONORES A UN FASCISTA

Las interpretaciones sobre los hechos de 1891 son totalmente distintas entre  ambos historiadores. Según Blakemore fue una revolución contra una dictadura, como él califica al progresista gobierno del presidente  Balmaceda, en la cual –según el inglés-  no hubo mayor injerencia británica. 

Según Ramírez Necochea, fue una contrarrevolución,  financiada por el imperialista británico John Thomas North y la oligarquía criolla. 

¿Por qué El Mercurio rindió tantos homenajes a Blakemore?  Lo explica el mismo matutino:  “Por la ayuda que prestó al país presentando nuestros puntos de vista en los momentos en que el gobierno chileno tenía una pésima imagen en el extranjero”. El Mercurio se refería a la dictadura de Pinochet.

 

En febrero de 1990, el tirano condecoró al inglés con la Orden al Mérito Bernardo O’Higgins,  “en reconocimiento por su multifacética labor en pro de nuestro país”.

 

NUESTRO HOMENAJE

El aporte de Hernán Ramírez Necochea, como investigador e historiador es inmenso. Elaboró las tesis para entender las claves  de la Independencia de Chile, del movimiento obrero en el siglo XIX, de  la contrarrevolución de 1891, de  la Historia del Partido Comunista de Chile,  del Imperialismo en Chile y en América Latina y de las Fuerzas Armadas en nuestro país. 

Rendimos homenaje a un militante comunista y  dirigente sindical del Magisterio, que mantuvo siempre en alto las banderas de la revolución y de la educación pública.

 

Evocamos al decano de la Reforma Universitaria. 

Recordamos sobre todo al maestro, al compañero, al colega,  al amigo. Al hombre sencillo, amable, solidario y consecuente.

 

Y este homenaje que  tributamos  a Hernán Ramírez Necochea, lo hacemos extensivo a su querida esposa y compañera, la profesora Matilde Aguirre, fallecida  el 28 de noviembre de 2005.