Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Juan Segundo Leiva Tapia nació el 30 de junio de 1897, en
el pueblo de Chos Malal, provincia de Neuquén, Argentina. Años más tarde diría:
“pero soy chileno por sangre y vecindad”.
Desde que se firmó el tratado de límites con Argentina en
1881 y se definió la línea de las más altas cumbres y la divisoria de aguas
como criterio de delimitación, el valle de Lonquimay fue el único lugar que
quedo en territorio chileno y que está ubicado al este de la Cordillera de los
Andes. Posteriormente se les ofreció a los habitantes del lugar elegir a qué
país serían repatriados.
Entre 1896 y 1898 en Chile se dictaron decretos que
instalaron a los nuevos colonos. Es en este contexto en que los padres de Juan
Leiva Tapia ingresaron a Chile en 1905, por el paso cordillerano del valle de
Lonquimay.
Sus padres murieron cuando aún era un niño, quedando al
cuidado de doña Candelaria Ramos a quien conoció como madre legítima. Se casó
con Valentina Muñoz Sáez, con quien tuvo dos hijos: Renalda y Juan Lenin.
Se trasladó a Santiago. En 1913 ingresó a estudiar
Castellano al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, del cual egresó
en 1917, como se constata en los libros de Actas de dicha universidad.
Siendo estudiante, se incorporó al Partido Comunista, en el cual militó hasta
su muerte.
El pulpero Harry
Fahrenkrog, empleado de Bruno Ackerman, un comerciante alemán que formó parte
del ala derecha del Sindicato Agrícola de Lonquimay y contemporáneo a los
hechos, relata sobre Juan Leiva: “Cuando cursaba el 2º año [Leyes], su espíritu
inquieto y su inclinación a la rebeldía lo llevaron a participar en una huelga
estudiantil, por lo cual fue expulsado de la Universidad. Se estableció en la
ciudad de Victoria como profesor primario y a la vez defendía causas ante los
tribunales de justicia”.
EL SINDICATO AGRÍCOLA DE LONQUIMAY
El 30 de abril de 1928, Juan Leiva fundó el Sindicato
Agrícola de Lonquimay, quedando como Secretario General, lo que nos da un
ejemplo del reconocimiento que tenía entre los campesinos pobres e inquilinos
asociados al sindicato, los que vivían constantemente hostigados por las
ambiciones de los latifundistas de robarles sus tierras.
En esta labor fue ayudado por el obrero de Lota Máximo
Alarcón, quien pertenecía a la Federación Obrera de Chile (FOCH), organismo
clasista de los trabajadores dirigido por el Partido Comunista.
Juan Leiva fue comisionado por el Sindicato para defender
las demandas más sentidas de los pobladores y sus hijos en el valle de
Lonquimay. Juan Leiva realizó esta defensa ante muchas instancias, llegando
incluso a la máxima autoridad del Estado.
Fue así como el 20 de noviembre de 1928, Juan Leiva se
entrevistó con el Presidente Carlos Ibáñez del Campo. Éste se comprometió con las demandas del
sindicato, tales como: tierra, crédito para la compra de ganado y escuelas. No
cumplió ninguna.
Por esta fecha, en el diario El Comercio de Curacautín, aparecen artículos
publicados por Juan Leiva, en su calidad de profesor y dirigente sindical,
donde denuncia los abusos de los terratenientes, el contrabando de ganado desde
Argentina, el constante ataque a los socios del sindicato y defiende la
organización sindical y la creación de escuelas.
Durante 1929, en una entrevista para la prensa local donde
habla de la importancia de la organización campesina, señala: “¡Bello día, no
lejano para los chilenos, en que toda nuestra organización social, económica,
política y administrativa descanse sobre la base sólida de la organización
social!”
En julio de 1932 el Sindicato Agrícola de Lonquimay, se
unió a otras organizaciones locales de la zona, creando el Consejo Social
Obrero de Curacautín. Juan Leiva, fue
designado secretario general del naciente organismo, lo que refleja el
peso del sindicato y de Leiva en la zona.
El 26 de diciembre de 1932 se inició el segundo gobierno
de Arturo Alessandri Palma, en el cual prosiguió con su policía antipopular.
Durante este período se perpetraron cuatro masacres.
ELÍAS LAFERTTE CONOCE A LEIVA TAPIA
Elías Lafertte, señala que conoció a Juan Leiva en el
Congreso de la FOCH de febrero de 1933 celebrado en el Sindicato de Choferes de
calle Cumming. Cuenta en sus memorias “Vida de un Comunista” que entre los
delegados asistentes de provincia: “se levantó con relieves impresionantes la
figura de Juan Segundo Leiva Tapia… aunque vestía como sus compañeros de
trabajo, botas de montar, chaqueta corta
y manta de castilla, era un hombre cultivado que argumentaba admirablemente y
hablaba con lógica y al mismo tiempo con pasión… conmovido por la miseria de
los campesinos, había dedicado a ellos su vida, a organizarlos, a levantarlos y
para esta tarea hizo lo que debe hacer un luchador, se identificó plenamente
con los campesinos pobres, pasó a ser uno más de ellos”.
La segunda vez que lo vio fue ese mismo año, en la reunión
del Comité Anti guerrero que tuvo lugar en el local de la Federación de
Maestros, organismo clasista de los profesores del Partido Comunista. Juan
Leiva formó parte de la delegación elegida para ir a una Conferencia en
Montevideo. Al ingresar a Uruguay fueron detenidos. Pasaron 20 días en la
cárcel de Montevideo y se dio la orden de deportación. El 1º de mayo de 1933,
en que se conmemoraba el día internacional de los trabajadores, lo pasaron en
un calabozo de un barco inglés que los traía a Chile, sin embargo, el presidio
no impidió que cantaran la Internacional y que se sumara al canto un obrero
griego que también estaba detenido en dicho barco.
Cuando llegaron a Punta Arenas, Juan Leiva fue deportado
al puerto de Melinka, en el Archipiélago de las Guaytecas, actual XI Región
PESE A LA REPRESIÓN, CONTINÚA CON MÁS
FUERZAS.
Cinco meses más tarde, en noviembre de 1933, regresó a
Curacautín y fue entrevistado por el diario local en su calidad de líder
campesino.
Explicó su ingreso a la FOCH de la siguiente manera: “el
ingreso del Sindicato Agrícola Lonquimay a la FOCH y mi participación en la
directiva es justa y legitima alianza entre campesinos y obreros para
defenderse de esos dos poderosos aliados que estrangulan la clase trabajadora
de la ciudad y del campo: el capitalismo extranjero (yanqui, inglés, japonés,
alemán, etc.) y el latifundio feudal burgués.”
Agregó: “la FOCH procura la entrega de la tierra al
verdadero campesino, al que la trabaje. La FOCH respeta y defenderá los
intereses del campesino, obrero, de los pequeños ocupantes y colonos y del
propietario pobre, medio y aún del rico que administre y cultive su fundo
estaría siempre que no sea un enemigo de la transformación económica ni sea con
el latifundista feudal para combatir la organización de la clase trabajadora de
la ciudad y del campo”.
En mayo de 1934 fue
candidato a diputado por el Partido Comunista en una elección complementaria
por Laja, Maullín y Angol.
EL LEVANTAMIENTO DE RANQUIL
Por ese tiempo, siendo Arturo Alessandri Palma presidente
de la República, había comenzado el desalojo de campesinos. Carabineros
los expulsaban de sus tierras y quemaban sus pertenencias.
Juan Leiva Tapia se puso a la cabeza de la lucha de campesinos y mapuches. A ellos se unieron obreros del Túnel Las
Raíces y de los lavaderos de oro, más cesantes. Primero fue la resistencia
pacífica, luego una breve lucha arma. Un combate de importancia en el Puente
Ranquil el 2 de junio de 1934. Fueron derrotados los campesinos. Luego la
masacre y persecución perpetradas por
poderosas fuerzas de carabineros. Más de
600 víctimas.
El profesor Juan Segundo Leiva Tapia logró salvar su vida ocultándose junto a
otros combatientes. Pero fue encontrado por los carabineros.
El periódico “Defensa", de Temuco, en su edición del 2 de diciembre
de 1935, en un artículo titulado "La represión de los campesinos de
Lonquimay", afirma que a "Juan Leiva Tapia lo encontraron en su
propia casa, durmiendo; lo flagelaron bárbaramente, en seguida lo ataron de un
brazo al pigual de un caballo llevándolo al trote, atravesando el río Ranquil,
llegando con él hasta la orilla del Llanquén, donde fue asesinado
bár¬baramente, torturándolo hasta que exhaló el último suspiro". Tenía 37
años de edad.
Así fue asesinado, una noche de julio de 1934, el profesor comunista que tuvo por aula las
tierras del Alto Bío-Bío y, como discípulos, a los pobres y explotados de
esa región.