Ignacio Ramonet, presentando el libro CIEN HORAS CON FIDEL
en la Cumbre de los Pueblos, realizada en Chile el año 2007
Foto: Oscar Dante Conejeros E.
La Jornada, 5 de
octubre de 2012.
¿Por qué Chávez?
Jean-Luc
Mélenchon e Ignacio Ramonet*
Hugo Chávez es, sin duda, el jefe de Estado más difamado en el mundo. Al
acercarse la elección presidencial del 7 de octubre, esas difamaciones se
tornan cada vez más infames, tanto en Caracas como en Francia y en otros
países. Atestiguan la desesperación de los adversarios de la revolución
bolivariana ante la perspectiva (que las encuestas parecen confirmar) de una
nueva victoria electoral de Chávez.
Un dirigente político debe ser valorado por sus actos, no por los rumores
vehiculados en su contra. Los candidatos hacen promesas para ser elegidos:
pocos son los que, una vez en el poder, las cumplen. Desde el principio, la
promesa electoral de Chávez fue muy clara: trabajar en beneficio de los pobres,
o sea –en aquel entonces–, la mayoría de los venezolanos. Y cumplió su palabra.
Por eso, este es el momento de recordar lo que está verdaderamente en juego
en esta elección, ahora cuando el pueblo venezolano se alista para votar. Venezuela
es un país muy rico, por los fabulosos tesoros de su subsuelo, en particular
sus hidrocarburos. Pero casi todas esas riquezas estaban acaparadas por las
elites políticas y las empresas trasnacionales. Hasta 1999, el pueblo sólo
recibía migajas. Los gobiernos que se alternaban, democratacristianos o
socialdemócratas, corruptos y sometidos a los mercados, privatizaban
indiscriminadamente. Más de la mitad de los venezolanos vivía por debajo del
umbral de pobreza (70.8 por ciento en 1996).
Chávez hizo que la voluntad política prevaleciera. Domesticó los mercados,
detuvo la ofensiva neoliberal y posteriormente, mediante la implicación
popular, hizo que el Estado se reapropiara los sectores estratégicos de la
economía. Recuperó la soberanía nacional. Y con ella, ha procedido a la
redistribución de la riqueza, en favor de los servicios públicos y de los
olvidados.
Políticas sociales, inversión pública, nacionalizaciones, reforma agraria,
casi pleno empleo, salario mínimo, imperativos ecológicos, acceso a la
vivienda, derecho a la salud, a la educación, a la jubilación… Chávez también
se dedicó a la construcción de un Estado moderno. Ha puesto en marcha una
ambiciosa política del ordenamiento del territorio: carreteras, ferrocarriles,
puertos, represas, gasoductos, oleoductos.
En materia de política exterior, apostó por la integración latinoamericana
y privilegió los ejes sur-sur, al mismo tiempo que imponía a Estados Unidos una
relación basada en el respecto mutuo… El impulso de Venezuela ha desencadenado
una verdadera ola de revoluciones progresistas en América Latina, convirtiendo
este continente en un ejemplar islote de resistencia de izquierdas alzado en
contra de los estragos del neoliberalismo.
Tal huracán de cambios ha volteado las estructuras tradicionales del poder
y acarreado la refundación de una sociedad que hasta entonces había sido
jerárquica, vertical, elitesca. Esto sólo podía desencadenar el odio de las
clases dominantes, convencidas de ser los legítimos dueños del país. Son estas
clases burguesas las que, con sus amigos protectores de Washington, vienen
financiando las grandes campañas de difamación contra Chávez. Hasta llegaron a
organizar –en alianza con los grandes medios que les pertenecen– un golpe de
Estado, el 11 de abril de 2002.
Estas campañas continúan hoy día y ciertos sectores políticos y mediáticos
europeos se encargan de corearlas. Asumiendo –lamentablemente– la repetición
como si fuera una demostración, los espíritus simples acaban creyendo que Hugo
Chavez estaría encarnando "un régimen dictatorial en el que no hay libertad
de expresión".
Pero los hechos son tozudos. ¿Alguién ha visto un "régimen
dictatorial" ensanchar los límites de la democracia en vez de
restringirlos? ¿Y otorgar el derecho de voto a millones de personas hasta
entonces excluidas? Las elecciones en Venezuela sólo ocurrían cada cuatro años,
Chávez organiza más de una por año (14 en 13 años), en condiciones de legalidad
democrática, reconocidas por la ONU, la Unión Europea, la OEA, el Centro
Carter, etcétera.
Chávez demuestra que se puede construir el socialismo en libertad y
democracia. Y convierte incluso ese carácter democrático en una condición para
el proceso de transformación social. Chávez ha probado su respeto al veredicto
del pueblo, renunciando a una reforma constitucional rechazada por los electores
vía referéndum en 2007. No es casual que la Foundation for Democratic
Advancement (FDA), de Canadá, en un estudio publicado en 2011, situara entonces
a Venezuela en el primer lugar de los países que respetan la justicia
electoral.
El gobierno de Hugo Chávez dedica 43.2 por ciento del presupuesto a las
políticas sociales. Resultado: la tasa de mortalidad infantil ha sido dividida
por dos. El analfabetismo, erradicado. El número de docentes, multiplicado por
cinco (de 65 mil a 350 mil). El país presenta el mejor coeficiente de Gini (que
mide la desigualdad) de América Latina. En su informe de enero de 2012, la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, un organismo de la
ONU) establece que Venezuela es el país suramericano que –junto con Ecuador–,
entre 1996 y 2010, ha logrado la mayor reducción de la tasa de pobreza. Finalmente,
el instituto estadunidense de sondeos Gallup ubica al país de Hugo Chávez como
la sexta nación "más feliz del mundo".
Lo más escandaloso, en la actual campaña de difamación, es pretender que la
libertad de expresión esté constreñida en Venezuela. La verdad es que el sector
privado, hostil a Chávez, controla allí ampliamente los medios de comunicación.
Cada cual puede comprobarlo. De 111 canales de televisión, 61 son privados, 37
comunitarios y 13 públicos. Con la particularidad de que la parte de la
audiencia de los canales públicos no pasa de 5.4 por ciento, mientras que la de
los privados supera 61 por ciento... Mismo escenario para los medios radiales.
Y 80 por ciento de la prensa escrita está en manos de la oposición, siendo los
dos diarios más influyentes –El Universal y El Nacional–, adversos al gobierno.
Nada es perfecto, por supuesto, en la Venezuela bolivariana –¿dónde existe
un régimen perfecto?–. Pero nada justifica esas campañas de mentiras y de odio.
La nueva Venezuela es la punta de lanza de la ola democrática que, en América
Latina, ha barrido con los regímenes oligárquicos de nueve países, apenas caído
el Muro de Berlín, cuando algunos vaticinaban "el fin de la historia"
y "el choque de las civilizaciones" como horizontes únicos para la
humanidad. La Venezuela bolivariana es una fuente de inspiración de la que nos
nutrimos, sin ceguera, sin inocencia. Con el orgullo, sin embargo, de estar del
buen lado de la barricada y de reservar los golpes para el malévolo imperio de
Estados Unidos, sus tan estrechamente protegidas vitrinas del Cercano Oriente y
dondequiera reinen el dinero y los privilegios. ¿Por qué Chávez despierta tanto
resentimiento en sus adversarios? Indudablemente porque, tal como lo hizo
Bolívar, ha sabido emancipar a su pueblo de la resignación. Y abrirle el
apetito por lo imposible.
* Respectivamente: copresidente del Partido de izquierda, diputado europeo;
presidente de la asociación Mémoire des Luttes (Memoria de las Luchas),
presidente honorífico de Attac