Evo Morales
no le deja pluma libre al halcón
HUGO MOLDIZ, PERIODISTA BOLIVIANO
Fuente: cubadebate
Evo Morales puso el dedo en la llaga. El Presidente del Estado
Plurinacional, en su intervención en la Asamblea General de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), demostró que el mundo de hoy es escenario de dos
movimientos radicalmente contradictorios: la contraofensiva del imperialismo
para recolonizar el mundo, por un lado, y la rebelión de los pueblos y de los
estados para conquistar su plena emancipación o al menos una mayor autonomía.
Las palabras del primer presidente indígena de Bolivia y América Latina no
dejaron pluma puesta al halcón. Evo habló fino y en los pocos minutos que se
paró ante los otros presidentes del mundo, insistió, con ejemplos
histórico-concretos, en el nefasto papel que el imperialismo liderado por
Estados Unidos, junto a la complicidad de las Naciones Unidas, está jugando en
el planeta.
Vayamos por partes
Evo afirmó que el capitalismo está en una crisis. ¿Verdad o mentira? Un
rápido recorrido a los sucesos de los últimos diez años permite constatar que
la crisis cíclica del capitalismo no solo es menos espaciada en el tiempo sino
que su carácter es multidimensional.
El capitalismo ya no enfrenta solo una crisis de sobreproducción típica. Lo
que caracteriza a la actual crisis es la convergencia de varios factores que la
convierten en explosiva ante la falta de respuestas. Ya es imposible ocultar
que las dimensiones financieras, climáticas, alimentarias, energéticas,
productivas y morales son parte de la mayor crisis del capitalismo en su
historia.
Esta forma de organizar la vida social basada en la ley del valor afecta
progresivamente, desde 1997, a los países del capitalismo central. Estados
Unidos y Europa ya no pueden ignorar lo que está sucediendo y las reuniones del
G-20 de los últimos años —empezando por la de Londres y terminando en Cannes,
pasando por Seúl— representan esfuerzos desesperados por encontrar la puerta de
salida.
¿Cuál es la salida imperial a la crisis?
La intervención del presidente Morales dio bastantes elementos de la
realidad concreta imposibles de rebatir: intervenciones militares con el
pretexto de la lucha por la democracia y contra el terrorismo y el narcotráfico
por solo mencionar a los más importantes.
Afganistán e Iraq fueron intervenidos a partir del 2001 y el 2003,
respectivamente, con el argumento de "de-sactivar" el grupo
terrorista Al Qaeda liderado por Osama bin Laden —antiguo aliado de los Estados
Unidos en la lucha contra el comunismo— en el primer caso y las armas de
destrucción masiva en el segundo caso. Miles de soldados, miles de millones de
dólares y formas de privatizar la guerra han sido empleados en esta cruzada por
la libertad y la justicia.
Pero a ese primer momento se ha sumado un segundo en esa misma parte del
mundo. Estados Unidos lleva adelante una nueva contraofensiva militar: en marzo
del 2011 —tomando como cortina la lucha por la democracia de los pueblos
árabes—, inició la ocupación militar de Libia y ahora dirige su mirada contra
Siria e Irán, aunque esta vez sus planes no han prosperado por la enérgica
negativa de China y Rusia —que geopolíticamente tienen presencia en esa región—
y por la capacidad de resistencia del pueblo y gobierno iraníes.
Cuando la luz desplaza a la oscuridad se ven mejor los hechos. Es evidente
que el imperialismo y su hegemonía: los Estados Unidos, buscan encontrar en la
militarización del planeta la salida a la actual crisis de reproducción del
capital y a la disminución de su hegemonía política e ideológica.
La recolonización del mundo, por la vía de una suerte de retorno a formas
de acumulación originaria del capital (vías extra-económicas como las
invasiones y los saqueos de recursos naturales), busca ser la respuesta a la
crisis de reproducción ampliada (métodos económicos). Este proceso es llamado
por el geógrafo David Harvey como acumulación por desposesión.
¿Y políticamente, cuál es el manto que encubre las acciones del
imperialismo liderado por Estados Unidos? ¿Desde dónde parte la legitimación de
esas ocupaciones militares?
Evo Morales vuelve a poner el dedo en la llaga. Sin dubitación de ningún
tipo, la crítica se dirigió a las Naciones Unidas que, por su estructura
actual, se ha convertido en cómplice de la mayor parte de las intervenciones
militares. Ya nadie puede negar que el Consejo de Seguridad de la ONU tiene
virtualmente secuestrado a ese organismo mundial supraestatal y que la OTAN es
el brazo militar transnacionalizado y prolongado de los Estados Unidos.
Lo militar como prolongación de la política y la política como la economía
condensada, se han expresado en la Cumbre de la OTAN en Lisboa en el 2010,
donde se construyó un nuevo concepto estratégico por el cual esa organización
—construida por los países del capitalismo central en respuesta al Pacto de
Varsovia entre los países socialistas—, puede intervenir en cualquier parte del
mundo y por el motivo que sea.
Y entonces adquiere sentido la pregunta de Evo, tras escuchar a muchos
presidentes y al secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, ¿cómo podemos
cambiar el mundo si no cambiamos a las Naciones Unidas?
La afirmación de Morales adquiere sentido, sobre todo cuando sostiene que
hay que acabar con las bases militares y los pretextos de intervención. No
necesitó mencionar grandes ejemplos, ahí están las viejas y nuevas bases
militares que Estados Unidos está construyendo en el mundo.
Pero la mirada del presidente boliviano no se quedó en lo universal y
también aterrizó en América Latina, donde se registra una rebelión de los
estados y de los pueblos contra el dominio y la imposición imperial,
independientemente del horizonte de los proyectos políticos que hay en cada uno
de los países.
"No estamos en tiempos de seguir adulando a las potencias, estamos en
tiempos de los pueblos; estamos en tiempos para liberar a los pueblos, estamos
en tiempos de la búsqueda permanente de la igualdad económica y social de todos
los seres humanos", afirmó el líder indígena.
Esas palabras fueron la culminación de todo ese recuento del
intervencionismo imperial, pero también de la insurgencia emancipadora de los
pueblos, particularmente de América Latina.
Evo hizo referencia a los temas pendientes en América Latina: la devolución
a la Argentina de la soberanía sobre las Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña en
1833 y que provocó una guerra en 1982, luego que el gobierno argentino
pretendiera recuperar esas islas; el cese del criminal bloqueo contra Cuba,
endurecido progresivamente por Estados Unidos desde 1961 hasta alcanzar un
carácter extraterritorial y, como no podía faltar, la resolución del injusto
enclaustramiento marítimo boliviano desde 1879, cuando poderosos intereses
británico-chilenos impulsaron una ocupación del territorio y las costas
bolivianas.
La intervención del presidente boliviano, rechazada de nuevo por el
gobierno chileno, cuestionó la validez del Tratado de 1904 impuesto por la
fuerza de Chile, y demandó la participación de la comunidad internacional para
resolver la reivindicación histórica de los bolivianos. Tomó el ejemplo de los
Tratados Torrijos-Carter de 1977, que son la revisión y reversión del Tratado
de 1903 que le daba poder a Estados Unidos sobre el canal de Panamá, para
demostrar que la voluntad política es indispensable y suficiente para la
solución pacífica de los conflictos.
Está claro que no es aceptable que en pleno siglo XXI se continúe sin
solucionar esos temas pendientes de América Latina. Quizá lo que le faltó al
presidente fue mencionar la necesidad de resolver el carácter colonial de
Puerto Rico, la devolución de una parte de Guantánamo (donde Estados Unidos
tiene una base militar) a la soberanía cubana y respaldar la posibilidad
—abierta hace poco— de una salida política negociada al largo conflicto armado
colombiano.
Cuba y Puerto Rico siempre estuvieron en la mirada de Estados Unidos. De
hecho, el nuevo imperialismo en construcción se opuso en la primera parte del
siglo XIX a la independencia de ambos países, considerados por el Destino
Manifiesto, de interés estratégico para Estados Unidos. El primero alcanzó su
independencia plena en 1959 con el triunfo de la revolución conducida por
Fidel, el segundo aún lucha para liberarse de su condición colonial disfrazada
bajo la figura de Estado libre asociado.
Y puso al desnudo la doble moral de los Estados Unidos en la lucha contra
el narcotráfico. Tras hacer énfasis en el carácter tradicional, inofensivo y
medicinal de la hoja de coca —sin desconocer que una parte ilegal es materia
prima del narcotráfico—, rechazó el intervencionismo de Estados Unidos en los
países andinos con el pretexto de la lucha contra las drogas.
De los tres países andinos donde se cultiva coca, Bolivia es el que más ha
disminuido los cultivos excedentarios de esa planta en los últimos años, de
manera concertada y no represiva, pero ha sido desertificada nuevamente por los
Estados Unidos, cuya autoridad moral fue cuestionada por el presidente
boliviano.
No quedó espacio para nada. Evo puso el dedo en la llaga. Demandó la
libertad de los cinco cubanos presos injustamente en cárceles de los Estados
Unidos desde 1998 por solo haber alertado sobre planes terroristas de los
grupos de ultraderecha asentados en Miami.
Evo, con el dedo en la llaga.