viernes, 12 de octubre de 2012

Algunas lecciones de este vergonzoso presente










Editorial de El Siglo, edición 1632 del 12 de octubre de 2012



Algunas lecciones de este vergonzoso presente



Con el espacio suficiente, o al menos adecuado, trae este número del semanario la información del triunfo de Hugo Chávez, en Venezuela, y las consideraciones que de él se desprenden tanto para su país como para el ancho espacio de América Latina y aun –quién podría negarlo- el mundo.

En el circunscrito espacio doméstico, cubren las pautas noticiosas hechos como el crítico estado de un joven “testigo” de una manifestación en las calles, en manos de un gendarme de “gatillo fácil”.

Le compiten notas sobre las diversas precariedades que deben sufrir cientos de miles de “pobladores” a lo largo y estrecho del país. Son una suerte de “tratamiento de realidad”, en medio de las altaneras y satisfechas declaraciones que emanan de La Moneda.

No se apagan los ecos del “pequeño traspiés” sufrido por el gobierno en la licitación del litio, que acarreó cambios en el ministerio comprometido, sin que hasta ahora se haya observado un tratamiento más riguroso y acorde con los intereses nacionales.

Y estalla el caso de la compra de insumos para el combate al narcotráfico, y de lo que puede desprenderse hasta ahora surgen responsabilidades que alcanzan, o al menos salpican, a los más altos niveles de la administración de Piñera.

Agréguese a esto los altos oleajes que se observa en el conglomerado oficialista a la hora de decidir a su representante para las presidenciales, y obtendremos un cuadro al menos caótico, pero, sobre todo, particularmente pedagógico en cuanto al carácter de clase del régimen como a la catadura moral de quienes lo sustentan.

Un alcalde que postula a su reelección y que, insolentemente, deja vacía su silla al ser invitado a debatir públicamente con su retadora, en la comuna de Providencia. Y se trata, nada menos, que del “candidato símbolo” de una Alianza “por Chile” que no puede ocultar su estrechísima filiación con la dictadura.

Se dice que la búsqueda de responsabilidades en el escándalo más reciente, no se detendrá al nivel de los “mandos medios”, sino que escalará hasta los más altos responsables del daño que se quiso infligir al fisco.

Eso está por verse…

Suma y sigue la discusión sobre la urgencia de una nueva constitución política, y en lugar de discutir la legitimidad y extrema necesidad de esa reivindicación mayoritaria, se intenta el empantanamiento en asuntos de procedimiento.

Que si hay o no hay las mayorías parlamentarias suficientes, mientras la base de ello, que es la continuidad de un sistema electoral binominal –absurdo, por decir lo menos- sigue intocada.

De haberse atenido el país al “realismo de las mayorías parlamentarias”, no habría habido en Chile ni reforma agraria ni nacionalización del cobre. Lo que hubo –sí, y a pesar de la porfiada resistencia de los intereses privados de una minoría, por un lado, y de empleados de las compañías extranjeras del cobre, por otro- fue una intensa campaña que despertó las conciencias y confluyó en una marea de voluntades transformadoras imposible de contener en los estrechos marcos institucionales. Y hubo reforma agraria y hubo nacionalización del cobre. Y así habrá una constitución política, redactada idealmente por la vía de una asamblea constituyente y refrendada por un plebiscito, que represente, tras discusión abierta, libre e informada, las opiniones e intereses de la mayoría de las chilenas y los chilenos.

Y entonces, y sólo entonces, podremos hablar de democracia y de haber comenzado seriamente a cerrar, junto con la verdad y la justicia alcanzadas, las páginas más negras de nuestra historia: una dictadura militar del gran empresariado nacional y extranjero, que está dando desde La Moneda un examen que dice claramente que las extremas minorías sólo pueden gobernar sobre la base del cohecho, el engaño y la impunidad.

La oportunidad viene pronto: las elecciones municipales de este mes de octubre deben ser el escenario de un fuerte tapa-bocas a la soberbia de “los excelentes” y para demostrar que, efectivamente, un Chile Justo es, no sólo necesario, sino posible y ahora.

EL DIRECTOR