Inevitable el desafío de cambiar la Constitución
Por Guillermo Teillier
Hablemos
claro. Dejemos de lado el histrionismo, las falacias y las frases mediáticas
que ganan titulares pero dejan las ideas de lado.
La
inmensa mayoría del país quiere cambiar la Constitución heredada de la
dictadura. No es que los ciudadanos se hayan puesto a fumar cualquier cosa.Es
que la actual institucionalidad ampara, legitima y legaliza la inequidad
social, económica, electoral, cultural, educacional y de los pueblos
originarios.
La actual letra constitucional produce amarres con altos quórum que no
permiten que se pueda avanzar en reformas sustanciales para el desarrollo y
progreso real del país. De eso viene abusando la derecha hace más de 20 años.
Hay
derechos ciudadanos tácitamente conculcados y se impide, por ejemplo, la
regulación y el control del sistema financiero, de las trasnacionales y de los
recursos naturales del país, beneficiando a una minoría, incluso extranjera,
con recursos de todas y todos los chilenos.
No es
posible que el Estado no pueda tener empresas ni desarrollar proyectos en ese
ámbito dejando cancha libre a los privados que, por lo demás, han demostrado
que cometen trampas como fue el caso de la colusión de las farmacias, el fraude
de La Polar a millones de personas, entre otras situaciones.
Que la
actual Constitución imponga el sistema electoral binominal y no proporcional,
es una afectación institucional a la representatividad ciudadana. Que no
contemple la consulta popular a través de plebiscitos, es una falencia
descomunal. Que se limite la elección de representantes sociales y sindicales
en el Parlamento, y peor aun que no voten los chilenos en el exterior, es una
insana situación.No se puede pasar por alto un hecho de trascendencia ética e
histórica que lastima la conciencia ciudadana y el espíritu democrático del
país.
La actual Carta Magna tuvo origen ilegítimo, en un plebiscito amañado por
la dictadura, sin registro electoral, sin partidos u organizaciones sociales de
oposición legales, sin discusión ni consulta a la sociedad, excluyendo a
intelectuales y juristas democráticos y progresistas. Las actuales
disposiciones constitucionales fueron elaboradas por conspicuos colaboradores
de la dictadura y de la élite de la derecha.
Es cierto
que se realizaron modificaciones positivas a parte de la Constitución que hoy
permiten tener un marco menos deplorable. Pero lo sustancial del texto está sin
modificar.
Este
tema no se puede minimizar, singularizar, estigmatizar, ni se puede manejar con
posturas reduccionistas. Juristas, historiadores, constitucionalistas,
parlamentarios, intelectuales, dirigentes sociales y sindicales, han expresado
en sendos y consistentes estudios, documentos y declaraciones la necesidad de
que Chile cuente con una nueva Carta Magna.
No
sólo se trata de dejar atrás un texto anómalo desde el punto de vista
democrático y ciudadano, sino de construir un marco constitucional apropiado al
siglo que vivimos, dando cuenta de las realidades contemporáneas, de las
demandas sociales y ciudadanas, de la protección de recursos naturales y el
medio ambiente, de un desarrollo económico que apunte a la justicia social, de
respeto y promoción a la soberanía popular, que dé cuenta de una democracia
moderna y real, donde derechos civiles, sociales, humanos, económicos y
culturales estén garantizados.
Nunca
en la historia de Chile la Constitución ha sido el resultado de la consulta, la
participación y la decisión del pueblo. Por variadas razones, la decisión quedó
en manos de una minoría. Esto no puede volver a ocurrir, aunque a algunos les
parezca un imposible. De imposibles está plagado el camino de proyectos que
hacen historia y definen a un país.
Por
ello es trascendental la amplia exigencia ciudadana de una Asamblea
Constituyente con participación del conjunto de actores de la sociedad. Ello es
fundamental.
Si existiera otro camino para avanzar a la concreción de la nueva
Constitución, estoy dispuesto a discutirlo, pero estimo que es esencial
contemplar y garantizar la consulta y participación de la ciudadanía.
Cómo
cambiar la Constitución es un tema central para mejorar la salud de la
institucionalidad del país, tiene que estar integrado en cualquier programa
progresista y democrático, en cualquier nivel y en todo espacio.
Es así
de concreto. Chile está ante el desafío de plantearse una nueva Carta Magna y
ello requiere de una respuesta.