domingo, 28 de octubre de 2012

UN MAESTRO POETA: JORGE TEILLIER SANDOVAL











El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos entrega una breve reseña de un poeta que dedicó un hermoso poema a su padre, un comunista de toda la vida.

Carlota Espina
Editora


UN MAESTRO POETA: JORGE TEILLIER SANDOVAL


                                                                               Iván Ljubetic Vargas


El poeta y educador Jorge Teillier Sandoval. Nació en Lautaro, provincia de Cautín, Novena Región, el 24 de junio de 1935, el mismo día que moría Carlos Gardel en el accidente de Medellín.

LAUTARO

Conocí a Jorge Teillier a comienzos de los años 60 del siglo XX en  casa de su padre, Fernando Teillier Morin, de la calle Colón de Lautaro. Una ciudad muy larga y angosta, cortada longitudinalmente por  la línea ferroviaria que iba de Santiago a Puerto Montt.

El poeta-maestro  recuerda este hecho cuando escribe: “porque los trenes caminos y ríos simbolizan el paso del tiempo y me recuerdan la infancia en un pueblo con el corazón atravesado por un  tren”.

EN CASA DE  SUS PADRES

El padre,  era descendiente de agricultores  franceses que habían llegado desde Burdeos y se habían radicado en ese lugar. Era de profesión contador y de militancia comunista. Ibamos continuamente a su hogar, donde nos atendía con gran  amabilidad, la madre del poeta, doña Sara Sandoval Matus, que había nacido en  Chillán.

Allí llegaba desde Santiago Jorge con su esposa Sybila Arredondo y sus hijos. El era muy delgado, quitado de bulla, lo contrario de su padre, que con su sonora risa celebraba cualquier broma.

EDUCADOR POR POCO TIEMPO

Jorge Teillier había estudiado Historia  en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Era director de  “Clío”, revista de Historia y Geografía de la Universidad. Más tarde sería director del Boletín de la Universidad de Chile, cargo que ejerció hasta renunciar al producirse el golpe fascista encabezado por Pinochet.

Ejerció como educador por algún tiempo. Decía que no era un buen profesor porque “sólo me fijaba en los buenos alumnos”.

SUS PRINCIPALES OBRAS

Es considerado uno de los importantes poetas de la llamada “generación del 50”. Entre sus libros figuran  “Para Ángeles y gorriones”, escrito en 1956;
“El cielo cae con las hojas” (1958); “Para un pueblo fantasma” (1978).

Escribió artículos para diversos periódicos y publicaciones. Entre ellos “El Siglo”, “El Mercurio”,  “La Nación”,  “Boletín de la Universidad de Chile”, “Atenea”, de Concepción; “El Diario Austral”, de Temuco.

UN COMUNISTA NO PODÍA SER BOMBERO

En una entrevista le preguntaron si su padre había sido bombero. Respondió:

“Sí, mucho tiempo, pero después lo echaron cuando salió la ley de defensa de la democracia, en tiempos de Videla, le prohibieron a todos los comunistas ser bomberos”.

Y fue al compañero Fernando Teillier Morín, quien sería Gobernador de Lautaro, durante el Gobierno Popular, presidido por Salvador Allende, a quien Jorge Teillier le dedicó un hermoso poema, que tituló

“RETRATO DE MI PADRE, MILITANTE COMUNISTA”

En las tardes de invierno,
cuando  un sol equivocado busca a tientas
los aromos de primaveras perdidas,
va mi padre en su Dodge 30
por los caminos ripiados de la Frontera
hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.

O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches
cuyas tierras se achican cada día,
para hablarles del tiempo en que las tierras
se multiplicarán como los panes y los peces
y será de verdad para todos.

Desde hace treinta años grita “Viva la Reforma Agraria”
y canta “Arriba los pobres del mundo,
de pie los esclavos sin pan”
con su voz desafinada, en planicies
barridas por el puelche, en sindicatos
o locales clandestinos, rodeado de campesinos
y obreros y maestros y estudiantes
arroja un puñado de semillas para que crezcan
los árboles del mundo nuevo.

Honrado como una manta de castilla,
lo recuerdo defendiendo al  Partido y a la Revolución
sin esperar ninguna recompensa,
así como Eddie Polo, su héroe de la infancia.

Porque su esperanza ha sido hermosa
como ciruelos florecidos para siempre a orillas de un camino,
pido que  llegue a vivir en el tiempo que siempre ha esperado,
cuando las calles cambien su nombre y se llamen
Luis Emilio Recabarren o Elías Lafertte
(a quien conoció una mañana lluviosa de 1931 en Temuco,
cuando al Partido sólo entraban los héroes).

Que pueda cuidar siempre los patos y gallinas
y ver  crecer los manzanos que ha destinado a sus nietos,
que siga por muchos años cantando “La Marsellesa”
el 14 de julio en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos,
que sus días lleguen a ser tranquilos
como una laguna cuando no hay viento
y se pueda reunir con sus amigos,
de cuyas bromas se ríe más que nadie,
a jugar al tejo y comer asado al palo
en el silencio interminable de los campos.


UN MODESTO HOMENAJE


Rendimos nuestro homenaje a este poeta- profesor de historia y poesía, que nació el día en que el pueblo mapuche celebra la llegada de un nuevo año, y   que falleció en Viña del Mar, un 22 de abril de 1996.