Editorial de El Siglo, edición 1633 del 19 de octubre de 2012
La pregunta por el voto
Estamos en las vísperas de una jornada política en la que lo decisivo será
la voluntad ciudadana expresada en la decisión “personal” de cada una y cada
uno de los electores.
Como escenario de fondo estarán las valiosas
manifestaciones masivas en pro de la educación, la salud y la vivienda justos;
las grandes marchas por la defensa del medioambiente y las no menos masivas por
la dignidad de las personas, expresadas en la no discriminación a la mujer o a
las minorías sexuales; y las innumerables jornadas de quienes protestan ante la
indiferencia dolosa que los condena a “habitar” viviendas, por decir lo menos,
precarias, y en condiciones de hacinamiento.
El poder del dinero derrochado en múltiples formas
de propaganda, invasiva y demagógica, habrá cesado al menos en la forma.
En la cámara secreta, cada una y cada uno deberá
hacer su elección: votar por sí mismo, o delegar su voluntad en manos de
quienes carecen de todo título para representarlo.
Se ha aducido el carácter “local” de estas
elecciones municipales. Se ha venteado la capacidad de gestión de alcaldes
salientes o pretendientes al cargo, así como de los candidatos a concejales.
Y es posible que tengan la razón y que los tales
alcaldes o alcaldesas sean, efectivamente, buenos administradores. La
disyuntiva que deberá enfrentar la ciudadanía este 26 de octubre no es ésa: lo
que importa es qué administran.
Porque “la gente” tiene derecho a otro porvenir
que el de seguir como clientes de los alcaldes y gobernantes de turno y
continuar como sujetos de algún asistencialismo. Y los ciudadanos lo
saben con cada vez mayor lucidez, por lo que no se dejarán engañar una vez más
por promesas que a lo más se cumplirán a costa de su dignidad y sus derechos.
Se discute entre nosotros si el voto es un
instrumento válido para hacer valer los derechos y para cambiar lo que la
mayoría rechaza en el orden institucional y el modelo económico y social
imperante.
Se alega, por parte de algunos, que aun no es el
tiempo de propuestas transformadoras de fondo, y que lo que se debe hacer es
acumular fuerzas “desde la base” para acometer, y sólo entonces, las acciones
conducentes a ese objetivo.
Se aprovecha el indudable desprestigio de las
instituciones y de los partidos políticos para elevar a la categoría de
conducta “activa” la abstención en las elecciones, hasta que “la base” haya
dado a luz un programa creíble y construido los instrumentos idóneos para su
realización.
Es incuestionable que las grandes exigencias de la
aplastante mayoría de chilenas y chilenos requieren de la construcción de un
vastísimo movimiento que las impulse con tanta fuerza que termine por
imponerlas, como ocurrió en nuestra historia en los casos de la Reforma Agraria
y la Nacionalización del Cobre.
También es incuestionable que en las
transformaciones de fondo a que aludimos, un papel de la mayor importancia lo
jugaron los partidos y coaliciones de izquierda que hicieron de ellas un punto
central de sus programas y de su accionar político. Basta para confirmar ello,
una mirada a nuestra historia de los últimos decenios del pasado siglo.
Resulta por lo menos extraño que para “preparar”
una maduración colectiva de la conciencia que permita alcanzar los propósitos
transformadores, se vacíe la cancha para que jueguen en solitario quienes
defienden el actual estado de cosas, como lo hacen sin complejo ni disimulo los
partidos de la derecha y, por supuesto, el gobierno de Piñera.
“En mi pobreza mando yo”, solía citar Salvador
Allende al referirse, admirativamente, a la dignidad con que los trabajadores y
la gran masa del pueblo rechazaban el cohecho y las presiones de la derecha y
los patrones al momento de emitir su voto.
Y los trabajadores y el pueblo, así lo confirman
todos los datos de la historia, jamás han dejado pasar la ocasión de manifestar
en las urnas, como lo hacen en las calles y lugares de trabajo, su voluntad de
cambio y su instintivo a la vez que razonado rechazo a quienes sostienen las
injusticias y proclaman el apoliticismo como conducta a seguir por los
explotados.
EL DIRECTOR
Fuente: pcchile