Articulo del cro. Jorge Insunza B. escrito para la publicación teórica Marxistische Blätter -Cuadernos Marxistas- ligada al DKP (PC de Alemania), titulado VOCACION DE LUCHA Y UNIDAD
Jorge Insunza Becker
miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de
Chile
Vocación de
lucha y unidad
Nuestro partido emergió con el
nombre de Partido Obrero Socialista (POS), bajo la dirección de Luis Emilio
Recabarren en 1912, esto es 5 años antes de la Revolución de Octubre. Fue desde
el inicio clara y definidamente un partido de los trabajadores.
Recabarren inició su vida
política como miembro del Partido Democrático (PD), el partido más de izquierda
de esos años en Chile. El PD, vinculado a los sectores populares, no asumía,
sin embargo, la lucha por superar el capitalismo y avanzar a una sociedad
socialista. Omitiendo el carácter de clase de la sociedad no se apropiaba del
rol decisivo de los trabajadores en la transformación de la sociedad. La
estrecha relación de Recabarren con centros decisivos del proletariado en
formación, especialmente salitrero, (el gran recurso natural de la época
explotado por capitales ingleses) lo llevó a la convicción de la necesidad de
un partido de la clase obrera como condición insoslayable de éxito en la
batalla por alcanzar trasformaciones sociales de fondo. Así emerge el POS con
un definido sentido de clase.
La convicción que el
internacionalismo es un componente fundamental de la política de un partido de
la clase obrera estuvo presente desde el comienzo. Recabarren y los suyos
constataban que un elemento decisivo del dominio capitalista en la sociedad
chilena era y es la presencia del imperialismo como un factor no externo sino
activamente interno, que interviene decisivamente en nuestra vida social y
política en connivencia con la oligarquía agraria y otros sectores del
capitalismo interno. La convivencia en las salitreras con obreros peruanos y
bolivianos y de otras nacionalidades, explotados a la par con los chilenos,
fortalecía esa convicción.
La victoria de la Revolución de
Octubre en el imperio ruso y su irradiación mundial hizo profundo eco en el
POS. Recabarren viajó a conocer esa nueva realidad. Sus vivencias, transmitidas
a sus compañeros a lo largo del país, condujeron de modo natural a la adhesión
del POS a la Internacional Comunista y al cambio de la denominación del
Partido: el POS se convirtió sin deserciones en Partido Comunista de Chile en
1922.
La dirección del PC consideró su
deber ayudar a la formación de partidos de clase en otros países de nuestro
entorno. Recabarren fue también fundador del PC de Argentina y compañeros suyos
de salitreras, especialmente peruanos y bolivianos, contribuyeron a la creación
de partidos de clase en sus respectivos países.
El surgimiento del partido
autónomo del proletariado en nuestro país no excluía la unidad de acción con
otras fuerzas políticas y sociales. Asumió desde su emergencia que capitalistas
y trabajadores no son las únicas clases componentes de la comunidad nacional.
En el campo de los dominados hay un espectro numeroso de sectores intermedios
como artesanos y otros trabajadores independientes, comuneros agrícolas,
pequeños y medianos empresarios de la ciudad y el campo, profesionales asalariados que no se
sienten parte del proletariado, y un incidente sector de intelectuales y
artistas que son también afectados, en grados diferentes, por el dominio
impuesto por el gran capital nacional e internacional. Siendo el partido de los
trabajadores, el PC no limitaba ni limita su accionar a la lucha por los
intereses sólo de ellos. Desde los tiempos de Recabarren su mirada fue siempre
más abierta, asumiendo la defensa de todos los sectores afectados por la
dominación oligárquica e imperial
Lo esencial de nuestra política
de alianzas se ha determinado históricamente por el análisis de las
contradicciones sociales existentes en cada período histórico y, como resultado
de tal análisis, definiendo la contradicción principal del período. Ésta es la
que confronta, de una parte, a los componentes decisivos de la dominación de
clase y, de la otra, a las clases y capas sociales agredidas por el sistema en
formas diversas en distintos períodos. Sobre esa base actuamos para hacer
converger en un frente común al máximo de esas clases y capas, tanto sus
organizaciones sociales como sus expresiones políticas, en pro de la
acumulación de fuerzas para derrotar a los enemigos principales, exponiendo
siempre nuestra perspectiva de construcción de una sociedad de nuevo tipo en la
perspectiva del socialismo.
La atención central ha estado
puesta consistentemente en el desarrollo de las organizaciones sociales y en
primer lugar del movimiento sindical. La primera organización sindical nacional
fue la Federación Obrera de Chile (FOCH). Paralelamente se impulsó las
organizaciones de los estudiantes, las de mujeres, las de pequeños
propietarios, con resultados variables.
La orientación de lucha y trabajo
unitario tuvo una primera formulación explícita en la Conferencia Nacional de
nuestro partido en 1933. Se definió el carácter de la revolución chilena en esa
fase como “antiimperialista,
antioligárquica y democrática, ligada a la lucha por el socialismo”. Se
abrió así un proceso de significativas proyecciones.
En ese cuadro, con una actividad
intensa del PC de promoción de luchas sociales y de propuestas unitarias
amplias para unir el máximo de fuerzas frente al enemigo principal del período
(la oligarquía y los poderes imperiales y de modo preeminente el fascismo
alemán) Un primer resultado fue la formación de una central unitaria de los
trabajadores que reunió a las 3 centrales entonces existentes: la FOCH,
comunista; CNT, anarquista y la CNS, socialista que se unieron en una única
central, la CTCH (1936). Ésta jugó un papel relevante en la formación del
Frente Popular (FP), la primera experiencia exitosa de construcción de alianzas
políticas y sociales que se abrió paso en la convergencia de los partidos
Radical, Democrático, Socialista y Comunista en ese Frente, del que formaron
parte también la CTCH, el movimiento femenino MEMCH y el Frente Único Araucano,
organización de los pueblos originarios.
El Frente confrontó al gobierno
de derecha de Arturo Alessandri, audaz demagogo representante de la oligarquía
y se propuso la conquista de la Presidencia de la República, centro del poder
político en nuestro país. Proclamó para ello la candidatura de Pedro Aguirre
Cerda, militante radical.
La derecha desde el gobierno
instaló como candidato a Gustavo Ross, integrante notorio de la oligarquía.
En el clima político creado por
la unidad de acción de las fuerzas alternativas tal designación se tradujo en
la ruptura de la organización de la juventud del partido oligárquico por
excelencia, el Partido Conservador. Los líderes de la juventud esencialmente
católica, encabezados por Bernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic, apoyados por una sólida mayoría
de los jóvenes conservadores decidieron abandonar el partido en rechazo al
apoyo a la candidatura oligárquica al Frente Popular. Así surgió la Falange Nacional, que más tarde se convirtió en Democracia Cristiana.
La amplitud del campo de fuerzas
reunido abrió paso a una gran victoria popular: Pedro Aguirre Cerda, dirigente
radical, fue electo presidente.
El gobierno del Frente Popular
significó un punto de inflexión en la política chilena. Lo fue desde el punto
de vista de las libertades públicas, de los derechos de los trabajadores, de la
estrategia de desarrollo del país y de las políticas sociales. También en el plano
internacional tuvo una decidida posición antifascista.
En contraposición a las políticas
de la oligarquía se desplegó una estrategia de industrialización del país. Se
creó un ente estatal la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y
sucesivamente otras empresas estatales, en los
campos de la energía eléctrica, del petróleo, del acero, del agro y
otras instalando una visión de desarrollo nacional con una decisiva
participación del Estado que pasaba a actuar como Estado Desarrollista de
Bienestar Social, como lo han denominado ensayistas de relevancia (Manuel
Riesco).
El presidente Aguirre Cerda no
culminó su mandato: falleció en el ejercicio del cargo. El Frente Popular
persistió y llevó a la presidencia a Juan Antonio Ríos, también radical y a la
muerte antes de completar su período el Frente conquistó de nuevo la victoria
con Gabriel González Videla, que se presentaba como el más izquierdista de los
radicales, que era el partido más fuerte de la coalición. Estas victorias
sucesivas dan cuenta de la audiencia popular del Frente Popular.
El imperialismo norteamericano,
cuya hegemonía se impuso con la derrota del fascismo, ocupaba un espacio
central en los componentes del enemigo principal. Comenzaba la Guerra Fría y el
anticomunismo se desplegó implacablemente. González Videla se sometió
servilmente a los dictados del imperio. Traicionó sus compromisos, expulsó a
los comunistas del gobierno y con el apoyo de la derecha ilegalizó a nuestro
partido, con campos de concentración incluidos, ante la “inminencia” de una
tercera guerra mundial. Destruyó el Frente Popular. Es hasta hoy el símbolo por
excelencia del político traidor.
La ruptura del Frente Popular
significó un retroceso para el pueblo. La sucesión de victorias llegó a su fin.
En 1952 se instaló en la presidencia Carlos Ibáñez del Campo, antiguo dictador,
que levantó una propuesta populista y derrotó con una no despreciable votación
popular al candidato de gobierno y a la derecha. La representación de las
fuerzas de izquierda la asumió Salvador Allende, con el apoyo comunista y de un
sector minoritario de su Partido Socialista: obtuvo una modesta votación.
No obstante, durante el gobierno
de Ibáñez se reconstituyó la unidad sindical, rota en 1946 bajo presiones del
gobierno de González Videla. Emergió una Central Única de Trabajadores, la CUT.
Hacia el fin de su gobierno fue derogada la Ley de Defensa de la Democracia que
había ilegalizado al Partido Comunista
el que, sin embargo, ya desde años imponía su accionar abierto en las
batallas políticas y sociales.
La regresión que significó la
desarticulación del Frente Popular culminó con el retorno de la derecha al
gobierno del país luego de 20 años, con la elección de Jorge Alessandri
Rodríguez, en 1958 con un 31% de los votos, superando escasamente a Salvador
Allende representante, por segunda vez, de la izquierda alternativa. El
gobierno de derecha no pudo hacer retroceder aspectos esenciales de las políticas
desarrollistas instaladas por el Frente Popular.
Se reinició la tarea de
recomponer una nueva unidad de fuerzas transformadoras en confrontación clara y
resuelta con los sectores dominantes. Para ello había que asumir el
fortalecimiento de la izquierda, dar un relieve mayor a la unidad de los
partidos con presencia en el proletariado y dar un salto cualitativo en la
atención al campesinado y los sectores medios. La convicción de que el país
requería cambios fue asumida también por fuerzas reformistas representadas
especialmente por la Democracia Cristiana, que proponían cambios graduales y
limitados, a la vez que desestimaban la superación del capitalismo y desechando
la perspectiva del socialismo.
Durante el gobierno de Alessandri
se realizaron potentes acciones del movimiento obrero: paros nacionales en
1960, 1962 y dos en 1964. En 1961 emergió desde la entonces Universidad Técnica
del Estado el poderoso movimiento estudiantil que se extendería a todas las
universidades por la reforma educacional con la consigna de “Universidad Para
Todos”. Simultáneamente se fue abriendo camino la organización del campesinado.
Esta fase culminó con la creación
de Frente de Acción Popular (FRAP), unidad de socialistas y comunistas y otras
fuerzas menores. Adelantó la capacidad de la izquierda hasta el punto de hacer
previsible la conquista de la Presidencia. Esto alarmó a los poderes fácticos y
la derecha resolvió abandonar su candidato (Julio Durán, radical de derecha) y
volcar su votación a Eduardo Frei Montalva, demócrata cristiano como mal menor.
Lo propio hizo el imperialismo, que financió copiosamente la campaña de Frei.
La maniobra tuvo éxito en cuanto a conseguir derrotar a la izquierda,
calificada por ellos como enemigo principal.
Ante el gobierno reformista, la izquierda
no tuvo una posición única. Hubo quienes plantearon una oposición cerrada
negando apoyo a toda propuesta. Nuestro Partido se definió como fuerza de
oposición pero dispuesta a apoyar iniciativas del gobierno que fueran cambios
progresistas. Así, con observaciones y propuestas se apoyó la Ley de Reforma
Agraria, la ley de sindicalización campesina y otras. No se hizo lo mismo con
la llamada “chilenización” del cobre que mantenía la presencia imperialista en
el dominio de nuestro principal recurso natural con limitaciones menores.
La movilización social se mantuvo
sólida. La CUT con participación de sindicalistas comunistas, socialistas,
radicales y democratacristianos realizó 4 paros nacionales en el período. Con
el paro nacional de 1969 se logró establecer la ley de reajuste anual de los
salarios, que rigió hasta 1973. El movimiento estudiantil desplegó también sus
luchas. La sindicalización de los campesinos experimentó un alza considerable.
Lo propio se dio en los pobladores y las mujeres.
Se crearon así las condiciones
para la superación positiva del FRAP y la emergencia de una unidad más amplia,
que se expresó en la Unidad Popular (UP), en diciembre de 1969, conformada con una matriz política comparable a la del
Frente Popular e integrada por el Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Radical, el MAPU (sector disidente de la
Democracia Cristiana), el Partido de Izquierda Radical, la Acción Popular Independiente. La presencia del sector
cristiano estuvo a través del MAPU, incorporándose más tarde la Izquierda Cristiana, ambos segmentos provenientes de
la Democracia Cristiana.
Impulsando la movilización social
y consolidando el frente de izquierda, se logró conquistar la victoria. Las
fuerzas reformistas levantaron la candidatura de Radomiro Tomic, del sector más
progresista de ese partido, la derecha reinstaló a Jorge Alessandri pero
Salvador Allende obtuvo la primera mayoría. Según
la constitución si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta la
elección debería ser realizada por el Congreso Pleno entre los dos candidatos
que obtuvieran la más alta votación. Lo estrecho de los resultados, con menos
de cuarenta mil votos de diferencia entre Allende y Alessandri, puso a la
Democracia Cristiana como el árbitro de la situación. Allende y la Unidad
Popular convocaron al centro a respetar la primera mayoría de Allende ante el candidato de la
derecha que había arribado segundo. Se concordaron acuerdos de profundización de la democracia
que estaban presentes en los programas de ambas candidaturas y que la izquierda
asumió en tanto se correspondían a sus concepciones. En ello, RadomiroTomic,
candidato del centro, jugó un rol relevante.
Antes de la decisión del Congreso, la cual se debía realizar el 24
de octubre, un comando paramilitar de derecha secuestró y asesinó al Comandante
en Jefe del Ejército el General René Schneider, militar democrático, con el fin
de evitar la inminente elección de Allende. El atentado produjo una gran
conmoción pública y su efecto final fue consolidar los acuerdos democráticos.
En la votación Allende venció por 153 votos sobre 35 de Alessandri y se convirtió en presidente al
ser ratificado por el Congreso Pleno.
Una vez asumido el cargo, Allende
comenzó rápidamente a cumplir sus compromisos electorales, orientando al país
hacia el socialismo. Se nacionalizaron las grandes empresas mineras, los bancos
extranjeros y empresas monopolistas. Se aceleró la reforma agraria: en un año
se traspasó más tierras a los campesinos que en todo el gobierno anterior, y
una parte importante de ellas a los pueblos originarios. Se puso en acción un
plan de redistribución de ingresos, aumentó los salarios y se impuso un control
sobre los precios. La oposición de los poderes fácticos al proceso en curso,
con una intensa intervención del imperialismo con acciones abiertas y
encubiertas, fue frenética desde el principio y hacia 1972 había logrado
producir una grave crisis económica: centrada en el desabastecimiento de bienes
básicos y la promoción del mercado negro. Con ello consiguieron generar una
fuerte polarización de la ciudadanía.
Las
fuerzas de izquierda no tuvimos las capacidades de generar los medios para la
defensa del gobierno popular en diversos planos, incluyendo el de la
confrontación de las acciones de fuerza que promovían la oligarquía y el imperialismo.
Esa fue una grave y fatal deficiencia.
Una
mayoría de los dirigentes del centro político se hizo parte, por acción u
omisión, de la acción de los poderes oligárquico e imperialista para derribar
el Gobierno Popular rechazando los
esfuerzos de la UP y del Presidente Allende para alcanzar acuerdos, usando como
pretexto posiciones y acciones extremistas de minorías. En ello,
comportamientos de la derecha democratacristiana facilitaron la puesta en
marcha del golpe de estado pinochetista en Septiembre de 1973.
El
golpe creó un cuadro dramático de persecución, asesinatos, campos de
concentración, exilio de miles, forzoso funcionamiento clandestino de los
partidos de la Unidad Popular. La
contradicción principal cambió de carácter: pasó a ser “dictadura o democracia”. Hizo indispensable la introducción de
otras formas de lucha, las armadas, que fueron asumidas por una parte de la
izquierda, en particular nuestro partido, aunque de modo insuficiente. Sin
embargo, la contribución de nuestros militantes al despliegue de la
movilización social y la resistencia fue siempre determinante.
La dictadura hizo trizas el
proyecto de desarrollo con bienestar social que el gobierno popular había
fortalecido, e instaló, obediente al imperialismo y la oligarquía, la privatización
máxima posible con la excepción de las grandes minas. Significó un cambio
radical del papel del Estado de un rol productor e interventor, a uno de tipo
subsidiario, inspirado en las doctrinas económicas neoliberales. En lo social significó el
dominio sin contrapeso de los sectores empresariales, el aumento sostenido de
la desigualdad de los ingresos, junto con un incremento en la
precariedad e inestabilidad laboral de los sectores asalariados. En lo
cultural, dio lugar al denominado "apagón cultural", caracterizado
por la represión y autorepresión de manifestaciones culturales consideradas
contrarias a la línea oficial.
La herencia de la dictadura es
nefasta y su rasgo principal es la entronización en nuestra patria de un
capitalismo enmarcado en un desenfrenado neoliberalismo. Atendiendo a esta
realidad, desplazada la dictadura y recuperados parcialmente los derechos
democráticos, caracterizamos la contradicción principal de este nuevo período
como "neoliberalismo o democracia”.
20 años de gobiernos de la
Concertación fueron incapaces de crear instituciones democráticas,
permaneciendo la constitución dictatorial con afeites menores y manteniendo la
desigualdad heredada. Mantuvieron de hecho las orientaciones neoliberales. Se
crearon así las condiciones para el retorno de la derecha al gobierno materializada
en 2010. La batalla por producir cambios de fondo es entonces una tarea aún más
urgente.
La intensa actividad desplegada
por movimientos sociales como el estudiantil, el incremento de las luchas
sindicales, las rebeliones en regiones enteras, sólo podrán realizar sus
demandas desmantelando el sistema y ello no solo es posible si esos procesos
sectoriales convergen en un proyecto político articulado que desplace a la
derecha del gobierno.
Pero ello no puede significar la
instalación de un nuevo gobierno de la Concertación, que se mostró incapaz de
enfrentar el poder del capital interno e internacional, razón esencial de su
derrota. Se requiere un gobierno de nuevo tipo capaz de realizar una política
antineoliberal y anticapitalista que remueva el peso de los poderes fácticos y
sus políticas neoliberales que instaló la dictadura de Pinochet y que persisten
con ligeras correcciones de los gobiernos de la Concertación.
Para ello, las experiencias de
políticas de alianza y unidad de los períodos del Frente Popular (FP) y de la
Unidad Popular (UP) deben estar presentes con clara conciencia de que no habrá
calco ni copia, sino creación acorde con las condiciones del presente. Aprender
no es copiar. Esas experiencias vividas son, sí, la prueba de que romper el
dominio del capital financiero, centro de la oligarquía, y del imperialismo, es
una tarea posible y necesaria. Los recursos nos los enseña la historia: unidad
y lucha, movilización social y construcción de alianzas que unan a la mayoría
inmensa de los chilenos y chilenas para sacudirse de la dominación existente,
tras la bandera de la alternativa que la vida nos ha impuesto.
Actuamos con la comprensión clara
que la lucha contra el neoliberalismo es la forma inmediata de lucha contra el
capitalismo, la forma que permite acumular más fuerzas para derrotar los
poderes del imperialismo y el capital interno. Es claro, sin embargo, que es
una fase en la batalla por la construcción de una sociedad socialista que
presupone la superación plena del capitalismo como sistema.
En esa batalla estamos y
persistiremos.