Hace 81 años, el 1º de Septiembre de 1931 se produjo uno de los
acontecimientos más sobresalientes de la Historia de Chile: la Sublevación de
la Marinería.
El Círculo Virtual de Estudios
Histórico-Políticos entrega una reseña de los hechos.
Carlota Espina
Editora
LA
SUBLEVACIÓN DE LA MARINERÍA
Iván Ljubetic Vargas
Coquimbo, fines de agosto de 1931.
Los oficiales de las naves de la Armada, surtas en ese puerto, elevaron una
petición solicitando anular la orden impartida por el ministro de Hacienda
Blanquier, de rebajar los sueldos en un 30%. El comodoro de la Escuadra y
comandante del "Almirante Latorre", Alberto Hozven, retuvo la
solicitud. Los oficiales, no se atrevieron a insistir. En vez de eso,
instigaron a las tripulaciones para que presenten un pliego de peticiones.
Había inquietud entre los marinos por este problema económico. Al enterarse
de ello, el comodoro Hozven reunió en el Latorre a 20 representantes de cada
unidad anclada en la bahía de Coquimbo. Les dijo, entre otras cosas:
"Es una cobardía pedir que no se efectué la rebaja de sueldos de un
30% sabiendo que el país está en bancarrota. Castigaré con la expulsión
cualquiera que sea el número de cobardes, a quién intente presentarme esas
peticiones..."
COMIENZA LA INSURRECIÓN
Día 31 de agosto, 20 horas. En el Latorre se llevó a cabo una reunión
clandestina de los tripulantes. Comenzaba la insurrección. Acordaron:
1.- A las 0,40 horas del 1º de septiembre las tripulaciones deben
apoderarse de los barcos y mantener en sus camarotes, con centinelas a la
vista, al comodoro, al almirante, a los comandantes y a los oficiales de las
dos flotas (Escuadra y División);
2.- Redactar un Manifiesto explicatorio de la acción,
3.- Obtener la adhesión o el rechazo de la totalidad de suboficiales y
sargentos;
4.- Designar un Estado Mayor de las Tripulaciones y Comités Ejecutivos para
encabezar la sublevación;
5.- Apoderarse de todo el armamento menor y de las municiones.
EL 1º de septiembre es un día pleno de sorpresivos y audaces
acontecimientos. Cuando recién comienza, suboficiales y marineros se apoderan
del Latorre. A las 4,05 horas, una luz roja se enciende en seis naves: en el
O'Higgins, Orella, Serrano, Lynch, Videla y Hyalt. Según lo acordado por los
insurrectos, significa: barco tomado. A
las 4.10, hacen otro tanto el Aldea y el Riquelme.
LAS TRIPULACIONES TIENEN EL
CONTROL
Aún no asomaba el sol, cuando se constituyó el Estado Mayor de las
Tripulaciones, encabezado por el sargento, Ernesto González, un profesor
primario enrolado en la Marina. Este Estado Mayor envió, por radio, un
Manifiesto al Ministro de Marina, cuando eran las 16.15 horas.
En él, entre otros planteamientos, se señalaba: "Desde hoy 1º de
septiembre tripulaciones de la Armada tienen control de todos los buques,
Escuadra y División, obedeciendo anhelo
obtener cumplimiento puntos contemplados en proclama que enviamos en
esta misma fecha...
"... un deber de patriotismo obliga a las tripulaciones de la Armada a
no aceptar dilapidaciones ni depreciaciones en la Hacienda del país, por la
incapacidad imperante del gobierno actual y la falta de honradez de los
anteriores".
COMO PALIAR LA CRISIS ECONÓMICA
La Moneda, Santiago, 23:30 horas. Apresuradamente se reunió el
Vicepresidente Manuel Trucco con sus ministros y dirigentes de los partidos de
derecha y centro. Se tomó conocimiento de los acontecimientos de Coquimbo y se
acordó enviar a parlamentar con los
sublevados al almirante Von Schroders.
Esa misma noche. El Estado Mayor de las Tripulaciones envió un segundo
mensaje radial al ministro de Marina, en el que planteaban algunas medidas para
paliar la crisis económica del país:
"1.- Calcular el tiempo prudencial para suspender el pago de la deuda
externa, bajo el punto exclusivo que dentro de ese plazo se restablezca el
orden financiero interno del país;
2.- Subdividir las tierras productoras persiguiendo el fin de que haya el
mayor número de productores y propietarios nacionales;
3.- Que las Cajas de Créditos, las Agencias Fiscales, la Mutual de la
Armada y Ejército, reúnan entre todas un capital de 300 millones de pesos o más
para invertirlos en industrias productivas, en las cuales se dé trabajo al
mayor número de obreros sin ocupación... Economía en el cierre por dos años de
la Escuela de Grumetes, de Torpedos, de Comunicaciones, de Artillería Naval y
de Máquinas..."
ADHESIONES AL MOVIMIENTO
Al momento de emitir este segundo radiograma, la marinería alzada en
Coquimbo había recibido las siguientes adhesiones: de los buques anclados en
Talcahuano y del personal de Apostadero, la Artillería de Costa, Radio estación
de la Armada, la Escuela de Artillería de Torpedos y Electricidad; del Transporte Maipo, en
viaje a San Pedro de California; del crucero Blanco Encalada; del buque madre
Araucano y cinco submarinos; de las escampavías Janequeo y Sibbald; de la
Escuela de Comunicaciones, Radio de
Playa Ancha, Quintero y la base de Hidroaviones; del Regimiento de Artillería
Arica de La Serena.
El miércoles 2, se produjeron los primeros contactos entre los marineros
sublevados y el emisario del gobierno. Al comienzo, las autoridades colocaron
varias condiciones para conferenciar: que las conversaciones fueran en tierra,
que se repusiera en sus cargos a los
jefes y oficiales.
Pero el Estado mayor de las tripulaciones no las aceptó. Exigió que las
reuniones tuvieran lugar en el Latorre y plantearon que no liberarían a la oficialidad hasta resuelto el conflicto.
SALE A LA LUZ PÚBLICA EL
CONFLICTO
Ese mismo día, la opinión pública recibió, sorprendida y alarmada, la
noticia de los acontecimientos.
El miedo y la inquietud surgió en los sectores de la oligarquía, de la
burguesía y la mayor parte de los sectores medios.
La situación en las Fuerzas Armadas era complicada. Al levantamiento de la
marinería se agregaba a otros viejos conflictos: la pugna en el interior de la Fuerza Aérea
entre los comandantes Vergara Montero y Merino Benítez; los roces existentes en
el ejército entre tropa y oficialidad.
Además, las relaciones de "civilistas" con militares y la policía
eran muy malas a raíz de los acontecimientos ocurridos a la caída de Ibáñez.
Pero, ya con las primeras noticias llegadas desde Coquimbo, los "civilistas"
-gente de derecha y centro- depusieron su
beligerancia hacia las fuerzas armadas y carabineros. Las guardias
cívicas, constituidas en julio de 1931, acudieron a regimientos y comisarías
para engrosar los grupos de reserva. Ello sucedía en Santiago y en provincias.
LOS QUE RESPALDAN AL
GOBIERNO
Entre otras, entregaron su incondicional apoyo al Gobierno, la Legión
Cívica de Valdivia, la Guardia Cívica Nacional, la Unión Cívica de Ñuñoa, el
Ejército Cívico de la Clase Laboral, la Guardia Cívica del Barrio de Vicuña Mackenna, la Guardia
Cívica de Providencia, la Legión Cívica de Antofagasta.
También respaldaban al Vicepresidente Trucco, la Asociación de Arquitectos,
el Colegio de Abogados, el Instituto de Ingenieros, la Sociedad Gastronómica,
la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, la Asociación
Odontológica, la Unión Ferroviaria, el Sindicato de Dueños de Autobuses, el
Directorio de Oficiales en Retiro del Ejército y la Armada, el Cuerpo de
Bomberos, las colonias extranjeras residentes y los partidos políticos de
centro y derecha.
Ese mismo día 2, renunció el gabinete. Manuel Trucco designó nuevos
ministros: Interior, Marcial Mora; de Guerra, Carlos Vergara Montero: Marina,
el almirante Carlos Spoerer; de
Hacienda, Arturo Prat, hijo del héroe de Iquique. La intención de este último
nombramiento era clara.
LA BANDERA PIRATA DEL
ANTICOMUNISMO
Coquimbo, jueves 3 de septiembre. En el Almirante Latorre se llevaron a
cabo las conversaciones entre el Estado Mayor de las tripulaciones y la
delegación del gobierno. Fueron largas y difíciles. Finalmente, se aprobó un
Acta de Acuerdo que pone fin al conflicto, satisfaciendo las demandas de la
marinería.
Entretanto en Santiago, ese mismo jueves, el general Indalicio Téllez,
Comandante en Jefe del Ejército, designado Jefe de Plaza de la capital, en
virtud del estado de sitio decretado por el gobierno, emitió una circular
-publicada por toda la prensa nacional- en que atacaba virulentamente al
comunismo, calificándolo de doctrina tiranizante. Autorizaba, así mismo, de
acuerdo con las autoridades civiles, a los regimientos para aceptar voluntarios
con o sin instrucción militar. En pocos días se inscribieron ocho mil
voluntarios.
El anticomunismo fue la bandera que levantaba el gobierno y toda la
reacción contra el movimiento de las tripulaciones de la Armada; acusaban a los
comunistas, sin tener prueba alguna, de ser los gestores y promotores de la
sublevación.
Las autoridades civiles y militares decretaron medidas extremas: estado de
sitio, ley seca, prohibición de toda reunión pública y porte de armas de fuego,
militarización de todo el país.
Carlos Maldonado, en su obra “La Milicia Republicana. Historia de un
Ejército Civil en Chile. 1932-1936”, sostiene que "el fenómeno más
sobresaliente de los sucesos que remecieron al país a principios de septiembre
de 1931, fue la formación de batallones de reservistas y voluntarios a las
órdenes del Ejército".
EL PC Y LA FOCH JUNTO A LA
MARINERÍA
Los comunistas no participaron en la gestación del movimiento de la
marinería, ni tuvieron responsabilidad en su desarrollo, pero solidarizaron
incondicionalmente con ese histórico alzamiento.
"Nosotros, en Santiago -relata Elías Lafertte en su libro “Vida de un
Comunista”, publicado en 1971, - procurábamos por todos los medios, ayudar a
los sublevados y contrarrestar las acciones de las guardias blancas, que ya se
habían constituido y desfilaban militarmente por la Alameda para atemorizar a
los obreros que miraban con profunda simpatía el movimiento de sus hermanos de
clase".
En la noche del jueves 3, prosigue el dirigente comunista, "en el
local de los tranviarios se reunieron las organizaciones afiliadas a la FOCH,
de la cual yo seguía siendo Secretario General. Hice un intenso informe,
poniendo el énfasis en que el movimiento de los tripulantes era justo y terminé
planteando una huelga general en su apoyo. Hubo una larga, difícil y enconada
discusión. Los tranviarios, al principio, se oponían a la huelga, pero por
último cedieron, la huelga fue aprobada y se me puso al frente de ella, para
dirigirla de acuerdo con un comité con dos delegados por sindicato y treinta
delegados por tranviarios, diez por cada depósito de tranvías".
ACCIONES DE APOYO A
MARINEROS
La huelga general se llevó a cabo al día siguiente, 4 de septiembre. En
algunos sectores fue total, como por ejemplo, la locomoción. En Santiago, no
corrió un solo tranvía. Varias carretas y carretones de pan y vino, que salieron
a trabajar fueron volcados en las calles. Se produjeron incidentes en que
quedaron varios heridos y contusos. Carabineros, la Escuela de Caballería y
guardias cívicos patrullaban las vías.
"Una manifestación de obreros comunistas y socialistas -narra Lafertte-
fue violentamente disuelta en Amunátegui esquina de Alameda... Entre los
rumores que circulaban -añade-, corrió que yo me hallaba en Coquimbo, al frente
de la sublevación. Dijeron también que había sido muerto por las fuerzas del
gobierno, pero Marcial Mora, Ministro del Interior, declaró que no había tal
cosa y que, simplemente, yo me hallaba escondido. En efecto, esa era la
realidad. Dormía en distintas casas, cada noche en una, para evitar que me
detuvieran, principalmente en casa de profesores..."
También pararon los ferroviarios.
AYUDAS PARA AMBOS BANDOS
"Una comunicación de los empleados públicos -escribe Patricio Manns en
su libro “La Revolución en la Escuadra”, publicado en 1972- aseguraba que
estaban dispuestos a ceder un día de sus sueldos para aliviar la situación
económica, y miles de personas se inscribían en registros especiales, con el
propósito de donar joyas y especies de valor, así como para depositar dinero en
el Banco Central... El Arzobispo de Santiago, Monseñor Campillo, daba el
ejemplo, muy publicitado, al poner a disposición del gobierno las joyas de los
templos 'para mitigar el hambre del pueblo'.
"En el frente contrario -añade Manns- las cosas se daban de un modo
sorprendente, determinando la rápida polarización del país en dos bandos. Lota
y Coronel, en la poderosa y combativa cuenca del carbón, se habían unido a los
amotinados de Talcahuano, mientras la FOCH proseguía organizando a los
trabajadores urbanos y, desde Magallanes, los obreros ofrecían ayuda económica
y enviaban voces de aliento. Lo propio hacían algunos regimientos y dotaciones
completas de Carabineros".
SUCIA MANIOBRA OFICIALISTA
En Coquimbo, el Almirante Schroeders presentó al Estado Mayor de las
tripulaciones una "nueva redacción" del Acta aprobada por ambas
partes el día anterior.
Al tomar conocimiento de esa maniobra del gobierno, los jefes de la
sublevación enviaron un mensaje que, en parte, señalaba:
"Este Estado Mayor ha tomado con profundo pesar nota de la
determinación del gobierno de dar una nueva redacción al acta que pondría fin
al movimiento, considerando que ello no sólo afecta a lo que el gobierno estima
fraseología innecesaria, sino también, y muy especialmente, al fondo y objetivo
de todo el movimiento de las tripulaciones. Creemos, señor Almirante, que esta
determinación del gobierno echa por tierra todos los buenos oficios y nuestros deseos de paz y concordia al no
aceptar el acta que hemos expuesto a su consideración, y que es la única que
las tripulaciones están dispuestas a aceptar..."
UN ULTIMÁTUM Y LA DIGNA
RESPUESTA
En la noche del viernes 4, el gobierno dio por terminadas las
conversaciones. Ya había ganado el tiempo suficiente para poder derrotar
militarmente el alzamiento.
El 5, los marineros recibieron un ultimátum: "Agotados ayer medios
conciliatorios y comenzadas operaciones de fuerza, se exige ahora rendición
incondicional desembarcando inmediatamente tripulaciones desarmadas y
sometiéndose a las órdenes del comandante de la plaza. Si así lo hicieran, el
gobierno atenuará el rigor de las sanciones; de otro modo, aplicará ley marcial
en toda su fuerza... Vicepresidente y ministros".
La respuesta del Estado Mayor de la insurrección enfatizó: "Declaramos
ante la conciencia del país que en estos momentos, las tripulaciones, al ver la
intransigencia antipatriótica del gobierno y al considerar que el único remedio
para la situación es el cambio social, hemos decidido unirnos a las
aspiraciones del pueblo y zarpará junto a nosotros una comisión de obreros que
representa el sentir del proletariado de la Federación Obrera de Chile y del
Partido Comunista. La lucha a que nos ha inducido el gobierno se transforma en
estos momentos en una Revolución Social".
UN SOS A ESTADOS UNIDOS
El sábado 5 de septiembre, el Ministro de Relaciones Exteriores de Manuel
Trucco, Luis Izquierdo, se entrevistó con el Embajador estadounidense en
Santiago, a quien informó que las autoridades chilenas estaban convencidas que
se trataba de una conjura de características continentales, que por ello se
necesitaba de la ayuda de Estados Unidos. El mismo Embajador, reportó que
Izquierdo le había informado que "los rebeldes controlaban el mar y que
estaban inspirados por agitadores que pretendían proclamar una 'República
Independiente en la Pampa’ y que era una
real amenaza para los puertos del Norte".
UN CASO ÚNICO EN LA HISTORIA
NAVAL
Ese mismo día ocurrió un hecho que los marineros insurrectos esperaban
ansiosos. Como escribe Liborio Justo, "por fin, el 5 de septiembre de
1931, los barcos que venían desde el sur arribaron a Coquimbo y ambas
Escuadras, después de saludarse con grandes hurras, izando en sus foques las
banderolas de bienvenida, se unieron en la bahía, para sumar, en total 23
unidades sublevadas y a cargo de sus tripulaciones, caso único en la historia
naval. ¡Quince mil hombres, después de haberse apoderado de todos los barcos de
guerra y puertos militares, con el apoyo de la Federación Obrera y la simpatía
de numerosos cuerpos armados, parecían tener en sus manos la posibilidad de
cambiar los destinos del país! Ya se hablaba, inclusive, de que se iban a
establecer soviets en Chile. Y los diarios, anunciándolo sensacionalmente en
sus pizarras, daban la noticia de última hora: ¡Seis acorazados y varios
portaviones de los Estados Unidos partían de sus bases para dirigirse a Chile,
con el fin de aplastar la 'sublevación bolchevique'".
“DAD ARMAS A VUESTROS
HERMANOS”
La FOCH envió un documento a los marineros insurrectos, donde decía:
"Compañeros tripulantes de la Armada: habéis empezado valientemente la
lucha por nuestro mejoramiento económico; hoy la oligarquía chilena se niega a
oír nuestras reclamaciones, debéis manteneros hasta el final, para terminar
definitivamente con el régimen causante de todas las injusticias que agobian a
las clases trabajadoras de Chile. Las organizaciones obreras ven con honda
simpatía que vosotros, al levantarse contra las injusticias sociales, empezáis
a colocaros en el puesto que os corresponde, como parte integrante de nuestra
clase, y quiere marchar a vuestro lado en la batalla por la emancipación
definitiva.
"Hermanos marineros: El ultimátum que habéis recibido a vuestras
peticiones de mejoramiento económico por la clase ladrona que nos gobierna y
que ha estrujado la savia a nuestro pueblo, os está probando que si no vais
unidos con los trabajadores y si abandonáis las armas, seréis barridos por la
burguesía que nos gobierna.
"Compañero marino: Tú tienes los buques ya, dad armas a tus hermanos
de miserias y en 48 horas, los consejos de marinos, soldados, obreros y
campesinos le habrán dado a Chile un gobierno donde la miseria no impera.
"Marino hermano: date cuenta que lo que habéis hecho es lo más grande
y sin no lo lleváis hasta el final, si no te unes con los trabajadores, seréis
aniquilados por la oligarquía.
"Marino: el triunfo es tuyo: para que nada ni nadie te lo quite, únete
con los trabajadores.
"Ten presente: no dejes el arma".
COMIENZAN LAS ACCIONES
En la noche de ese sábado 5, el gobierno exigió la rendición incondicional
de los sublevados en Talcahuano. Fue rechazado por la marinería..
Domingo 6 de septiembre. Era muy temprano aún, cuando la flota surta en
Coquimbo, luego de calentar las máquinas, echando grandes penachos de humo,
levó anclas y abandonó la bahía. La intención del Estado Mayor era situarla en
mar abierto para ofrecer menor blanco al bombardeo de la aviación, que se había
concentrado en la base de Ovalle. Pero, poco después del mediodía, los barcos
retornaban para ocupar los mismos lugares donde estuvieron antes.
Eran las 15:30 horas. En Talcahuano, tropas del Regimiento Chacabuco
rompieron fuego contra el destructor Riveros, que se había acercado a tierra
para ayudar a sus compañeros amenazados por el Ejército. También lo atacó el
Grupo de artillería Silva Renard.
UN DRAMÁTICO RELATO
A las 17:00 horas, el regimiento O'Higgins cargó contra el Apostadero
Naval. Sobre este episodio, el sargento
Ernesto González, jefe de la insurrección de la marinería, relata:
"A borde del 'Latorre', en Coquimbo, todo el Estado Mayor seguía las
alternativas del combate a través de la acción de una radio estación. El
operador nos describió en detalle la ofensiva contra los fuertes...
"De pronto gritó: '¡Atención Coquimbo! ¡Ahora vienen contra nosotros!'
Y nos pidió que mantuviéramos el receptor encendido. Después de un silencio
oímos de nuevo su voz: 'Me parece que los fuertes nos están traicionando. Ninguno
dispara contra el Ejército que baja desde los cerros'.
"Pasado otro minuto dijo: 'Ahora los tengo aquí enfrente. Nos cascan
con todo: ametralladoras, artillería, armas cortas. Esto es un hervidero de
balas. Atención -dijo luego- ¡está cayendo gente!'... Transcurrieron tensos
minutos. 'Coquimbo -dijo- si me pasa algo dejaré sonando un pito largo y así
sabrán ustedes que ellos llegaron aquí y se termina la resistencia...'
"Enseguida describió con varios detalles el avance de las tropas
gobiernistas, inmensamente superiores en número y los desesperados esfuerzos de
los defensores del apostadero. Nosotros escuchábamos consternados, con profunda
emoción... Entonces el muchacho gritó a través del aparato: '¡Epa! ¡Ya están
subiendo hasta mi emplazamiento! ¡Vienen entrando los primeros!' Y después
oímos solamente un largo pitazo que marcaba, según la señal convenida por este
héroe increíble, la caída del apostadero Naval y también su muerte."
LA AVIACIÓN ATACA
No alcanzaban a comentar esos sucesos los miembros del Estado Mayor, cuando
se escuchó el grito de los vigías del Almirante Latorre: Aviones a estribor. Eran
las 17:30 horas del domingo 6 de septiembre. Se iniciaba el ataque aéreo contra
la Escuadra.
La aviación de guerra estaba comandada por su jefe, coronel Vergara,
hermano del Ministro de Guerra. Lanzó varios ataques sobre los barcos,
especialmente contra el Almirante Latorre. El ataque fue repelido vigorosamente
por la marinería.
El bombardeo duró 25 minutos y fue presenciado por los habitantes de
Coquimbo desde el muelle y sus inmediaciones, desde las partes altas de las
casas y de los cerros.
Un avión fue derribado y otros cinco averiados. De la Escuadra, sólo fue alcanzado el submarino H4 Quidora,
donde resultó un marino muerto y otros heridos. Fue la única nave averiada.
La acción de la aviación contra la marinería sublevada fue, desde el punto
de vista militar, un rotundo fracaso.
En esa, como otras operaciones de represión contra los marineros en rebelión, la Fuerza Aérea pudo contar con
el concurso de pilotos civiles, que
concurrieron con sus propios aeroplanos.
LOS TEMORES DEL GOBIERNO
En los momentos en que tenía lugar el frustrado bombardeo en Coquimbo,
continuaban los combates en Talcahuano. "La lucha más cruenta -afirma el
historiador Ricardo Donoso en el primer tomo
de “Alessandri agitador y demoledor”- tuvo como escenario los Arsenales de la Marina, que se hallaba
defendido por unos 400 hombres, entre marineros y obreros, a los que se les
entregó armas. Su resistencia fue quebrantada por la acción de la artillería,
cayendo en poder de las tropas gran cantidad de prisioneros".
El domingo 6 en la noche, se efectuó una conversación entre el Ministro de
Relaciones Exteriores, Luis Izquierdo, y el almirante Edgardo von Schroeders. Este último relata que el
ministro le dijo: "Si la aviación vuelve a fallar en su proyectado ataque
a la Escuadra, la situación puede tornarse muy seria, pues se desprestigia la
única arma efectiva con que el gobierno cuenta para dominar a los sublevados. Es
de suponer que los insurrectos no esperen tranquilamente fondeados al lado de
la base de Ovalle; pueden llegar al norte, tratar de sublevar Iquique y Antofagasta, donde fácilmente
pueden dominar a los regimientos de guarnición, y en fin, cometer depredaciones
y actos de piratería.
"Me dijo -sostiene el Almirante- que en este caso vendría a dominarlos
la Escuadra americana. Contesté que de lo mismo se trató en la reunión con
nuestro Ministro (de Marina. Nota del autor),
pero mi opinión era que tuviese buen cuidado de no insinuarlo oficialmente,
pues si el país sabía que se había pedido el auxilio de los yankees, con este
objeto, me temo que el gobierno corra peligro de caer"
EL COMIENZO DEL FIN
Después del bombardeo se entregaron al gobierno los destroyers Riquelme,
Hyatt, Orella y Videla.
Lunes 7 de septiembre. En la mañana, los buques aún en manos de sus
tripulaciones, salieron del puerto de Coquimbo. El acorazado O'Higgins regresó
y se rindió.
Los marineros comprometidos en la rebelión estaban divididos. Cada vez eran
más los que deseaban llegar a un acuerdo con el gobierno. En el resto de las
naves, ya no se obedecía al Estado Mayor. En Coquimbo se rumoreaba que el
Almirante Latorre no se rendía porque "la tripulación y el Estado Mayor de
los insurrectos estaban en desacuerdo sobre el camino a seguir. Los primeros
deseaban entregarse y los segundos pensaban hundir al barco, conforme a lo que
han manifestado en otras ocasiones. Se informó que bandadas de aviones e
hidroaviones seguían la marcha del 'Latorre' con el objeto de obligarlo a
rendirse.
EL FIN DE LA INSURRECIÓN
Ese lunes 7 cayeron los fuertes del Morro, Punta de Parra y el Borgoño.
Según Ricardo Donoso, "en el combate de Talcahuano hubo un apreciable
número de bajas entre muertos y heridos, tanto de parte de los rebeldes como de
las tropas gubernativas. La captura de los fuertes puso en poder del gobierno
mil prisioneros y todo el armamento y municiones que existía en ellos".
En Valparaíso, regimientos del gobierno marcharon sobre la Escuela de
Comunicaciones, la Base Aérea de Quintero y el Regimiento Maipo a los que
obligaron a rendirse.
En la noche del lunes, el último bastión de la insurrección era el
Almirante Latorre. Acosado por los aviones, su tripulación terminó por levantar
bandera blanca.
El Boletín de Informaciones Nº 14 del gobierno, expedido el martes 8 de
septiembre a las 11 horas, señalaba que el Ministro de Guerra anunció que el
Latorre se había entregado en la base de Quintero. El Boletín Nº 15, de ese mismo día
a las 19:30 horas, afirmó que "las fuerzas de la Escuela de Infantería
habían tomado posición del principal barco rebelde, procediendo a desarmar a la
tripulación, que, lo mismo que las de las
otras naves sublevadas, sería sometida a Consejo de Guerra, que
aplicaría con todo rigor los Códigos Militares".
Liborio Justo -en un artículo
titulado “La Sublevación de la Escuadra”, aparecido en la revista “Punto Final”
del 26 de septiembre de 1971- sostiene que "hay fundadas razones para
estimar que antes de rendirse (el Acorazado Almirante Latorre) se sublevó la marinería contra el Estado
Mayor de la Tripulaciones a fin de disponer la rendición".
LAS CAUSAS DE LA DERROTA
¿Por qué fracasó la sublevación de la marinería de la Escuadra?
Se puede afirmar que la rendición de los insurrectos no fue resultado
directo del bombardeo de la flota en Coquimbo. Lo que sí influyó, al parecer
significativamente, fue el haberse
gestado una suerte de contrarrevolución a borde de las naves alzadas.
Elías Lafertte se pregunta: ¿Cuáles fueron las causas de que una
sublevación que desde los primeros momentos había prendido como un reguero de
pólvora fuera vencida después de la
primera batalla? El mismo responde. "Hay muchas causas. Desde luego, faltó
una dirección segura, una espina dorsal ideológica a ese movimiento, que fue
esencialmente emocional, una improvisación que respondía a un clamor que hacía
presa en el ánimo de los marineros y suboficiales. Pero ellos no sabían a dónde
ir ni qué hacer. ¿Qué habrían hecho de triunfar su movimiento? Se levantaron en
realidad en respuesta a una indignación
desesperada, a un justo temor de perder su pan, pero carecían de
organización y dirección políticas. Sus jefes mismos, comenzando por Ernesto
González, no eran capaces de dirigir y encauzar el heroico impulso de sus
hombres".
OPINIÓN DE UNO QUE TOMÓ
PARTE
Pedro Pacheco Pérez, profesor comunista que participó en la insurrección y
que fue uno de los condenados a muerte, amnistiados gracias a la presión
popular, en un artículo titulado “Hace
Treinta Años” y publicado en “El Siglo” con fecha 2 de septiembre de
1972,explica:
"La mayor firmeza y combatividad se encontraban entre los tripulantes
de más baja graduación y con cierta experiencia, como los cabos. Los más
vacilantes fueron los suboficiales, los que, desgraciadamente, en mayor
proporción dirigieron el movimiento, debido a que los marineros los eligieron
impulsados por su respeto a la jerarquía".
Luego enfatiza: "El error más notable fue la falta de vinculación
orgánica con el pueblo. Era, por otra parte, natural que así fuera, pues nadie
sabía qué o quién había detrás del movimiento. Recién había caído el dictador,
el Partido Comunista recogía sus cuadros de la ilegalidad, la tiranía había
despedazado y corrompido gran parte del movimiento obrero".
Al mismo tiempo, Pacheco Pérez, define la insurrección de las Tripulaciones
como "una primera participación del pueblo armado en la solución de sus
problemas y de los problemas de la nación, con mucho de espontánea y con graves
errores políticos y orgánicos, pero una lección rica en enseñanzas".
OTRAS RAZONES
Liborio Justo señala que "los obreros en Santiago se habían visto
obligados a reanudar las tareas y otra vez andaban los tranvías. Además (la
escuadra en manos de las tripulaciones, Nota del autor) carecía de combustible
para ir muy lejos".
En la revista “Internacional Juvenil”, editada en Montevideo en diciembre
de 1931, se sostiene: "El movimiento de la marinería chilena, a pesar de
su extensión a toda la escuadra, de la solidaridad proletaria con que se ha
contado y de los comienzos de solidaridad en el ejército, no ha sido un
movimiento conscientemente político de los marinos, ni se transformó en un
verdadero comienzo de la revolución de todas las masas laboriosas de
Chile". Agrega que la sublevación
fracasó también "por falta de organizaciones comunistas en la Marina misma
y hasta por ausencia de propaganda previa del Partido".
NO HABÍA MADURADO EL FACTOR
SUBJETIVO
En lo referente a por qué el heroico movimiento de la marinería no se
transformó en el inicio de una revolución social en Chile, a las razones ya
expuestas, se deben agregar otras no
menos importantes.
Es necesario tener en cuenta que la sublevación de los tripulantes de la
armada tuvo lugar a sólo 35 días de haber sido derribada la dictadura de
Ibáñez. De ella, las dos fuerzas civiles
que apoyaron el levantamiento, habían
salido muy debilitadas.
La FOCH, al empezar septiembre de 1931, estaba bastante disminuida en
miembros e influencia, tanto por la represión, como por la grave cesantía que
castigaba a la clase obrera, especialmente al proletariado salitrero. A esto se
debe añadir el desarrollo logrado por los "sindicatos legales".
El Partido Comunista sufría serios problemas: una militancia muy reducida,
como resultado de la represión, de la traición y deserción de no pocos
militantes, entre ellos seis de los nueve parlamentarios elegidos en 1925 y
1926; con una estructura orgánica que recién iba adquiriendo la necesaria
eficacia; debilitado por la pugna de fracciones en su interior; con una
dirección central reconstituida hacía un mes;
carente de una acertada línea política y de una adecuada política de
alianzas; sin una política militar y con ninguna influencia en las fuerzas
armadas.
En otras palabras, en septiembre de 1931, no existía en Chile el elemento
principal del factor subjetivo -un Partido revolucionario- capaz de ponerse a la cabeza de una revolución social, aprovechando las
condiciones objetivas que ya habían madurado.