martes, 18 de septiembre de 2012

Víctor Jara, un verdadero ser humano.








Víctor Jara, un verdadero ser humano.


El pueblo de Chile tiene motivos de sobra para declarar el  orgullo por innumerables de sus hijos. Muchos de los cuales están hoy en el ideario universal y forman parte de sus valores culturales ; esos se han convertido en modelo de ser humano  por  la dignidad, entrega y valor que su tiempo les requirió .

Hoy, evocamos la enorme  figura de uno de ellos que, con su arte, su hombría e inteligencia, se empinó  convirtiéndose en figura universal y regio representante de un gran pueblo, sobre todo de esa parte que más ha hecho y hace, con  denodados esfuerzos,  en la forja de la Nación. Nos referimos a Víctor Jara Martínez.    

En el concierto de América Latina y en gran parte de este planeta, su nombre es sinónimo de  heroísmo y entrega en la  lucha por el bienestar de los humildes.  Pero además de gran calidad en la creación artística.  

Nace en el rural del centro-sur chileno; sus padres campesinos pobres – Amanda y Manuel –lo inician en edad temprana en las  laborares de  la tierra,  obligados por las carencias que golpeaban a la familia. A la vez que su padre le enseñaba el arado, Amanda, cantaora popular, le pone en sus manos una guitarra, iniciando el  apostolado cultural de su vida. Esta, la guitarra, se convierte desde entonces, en el arma que lo acompañará en mil batallas por  el bienestar y crecimiento humano de los pobres de su Chile tan querido. Las primeras notas al rasgar  las seis cuerdas, las conjugó bajo la batuta de Amanda  y al morir prematuramente su mentora, entra a un seminario en San Bernardo. Hasta entonces nada académico para su música y es  ahí el comienzo del aprendizaje ayudado por el conocimiento del canto gregoriano y la liturgia que oyó en esa institución.

Desde entonces no para de aprender y su dedicación  en la artes es, no sólo la de un intérprete, sino también la de un investigador y la de un maestro. Su curiosidad intelectual lo lleva a múltiples expresiones: El canto, la opera, el folklore el teatro, la danza, el teatro mimo, el baile, la dirección artística, la enseñanza, la creación y muchas otras expresiones que salieran de los sentido y del sentimiento. Su artesanía lo emparentó con otros grandes de la época, Pablo Neruda y Violeta Parra (Esta última  lo incita a seguir cantando).  A ellos y con ellos cantó y creó. Les dedicó hermosas páginas de su obra.

El teatro de la Universidad de Chile, Quilipayun, Cuncumén, Inti Illimani, el coro del Municipal y tanto más. Supieron de él, por su presencia, en otros países, Argentina, Uruguay, Cuba, Holanda, Checoslovaquia, Unión Soviética, Francia y una larga relación y en todos cosechó simpatía y admiración

Dijimos que su guitarra fue arma en su vida  y  agregamos ahora que siempre la puso al servicio de su pueblo y de los más altos ideales. Fue soldado de las causas nobles  de Chile  en el momento que le tocó vivir. El contenido de su arte nunca fue vano ni creo por necia vanidad, lo hizo siempre dándole un valor humano que llegara a todos los seres de nobles sentimientos y los sumara a la batalla por un futuro mejor.

Desde muy joven abrazó las ideas de los comunistas, ingresó a sus juventudes convirtiéndose en vanguardia y ejemplo. Se destacó en la lucha contra lo reaccionario y egoísta del sistema imperante y, al triunfo de la Unidad Popular con Allende a la cabeza, se sumergió en el ambiente victorioso y creador que impulsó las tareas que este movimiento por  un Chile distinto y mejor. Lo vimos en las movilizaciones de obreros, estudiantes, campesinos, de intelectuales y en general de pueblo. Cantó, bailo y compuso, siempre al servicio de la causa de los humildes.
Noche y día, en la ciudad o el campo, en la mina o la fábrica, en la pampa o en los cerros, en fin en  la patria y más allá, incansablemente trasmitió el mensaje del advenimiento popular, del socialismo que prometía el bienestar y la libertad; De ese  socialismo que ya transcurre en el  siglo XXI en el  Continente Americano, tierra de nativos y mestizos, de blanco y negros, en fin de hombres libres continuadores de irredentos que marcaron la marcha.

Víctor Jara Martínez, muere en las mazmorras improvisadas por la dictadura traidora y criminal, cae después de la tortura y el salvajismo ensañado en ese cuerpo hecho bronce y dignidad. Según compañeros que compartieron esos día, a Víctor no se le oye una queja ni aún cuando la culata de un fusil le destrozara las manos, esas mismas manos que hiciera vibrar los instrumentos para cantarle a la vida y al amor. Después de mutilar la joven estatura de un comunista lo  perforan con decenas de proyectiles que sacian la cobardía de los hechores y sus amos 

Un compañero que compartió su detención en la Universidad Técnica, le dice a Víctor “ creo que llegó la hora de cambiar la guitarra por el fusil “ y él contesta, “No, con ella quedan muchas batallas por dar “

La  demente vesanía por acallar su voz y su ejemplo pretendía amedrentar a millones de chilenos y latinoamericanos;  procuraba sembrar el miedo  en las almas y en los corazones de quienes estaban determinados a caminar hacia un nuevo amanecer. Craso error, las causas justas no mueren y siempre habrá hombres, mujeres y niños que recojan los estandartes y la estatura de nombres buenos.

Víctor, tu voz y ejemplo son el motivo primero para seguir luchando, para abrir las grandes alamedas que jóvenes y estudiantes ya empiezan a desbrozar

¡ Víctor Jara Martínez, está presente ¡     

Ricardo Claudio Carvajal
Coordinador del PC de Chile en Cuba