Editorial El Siglo del 7 al 13 septiembre 2012
El lastre derechista para un nuevo Chile
El gobierno insiste en mostrar la reciente aprobación del ajuste tributario
como un “nuevo éxito” de la administración de Piñera. Habría que aclarar que ninguno de los
proyectos de ley enviado por el Ejecutivo al Parlamento ha resultado finalmente
tal y como lo quería la derecha. Tanto la mal llamada “reforma tributaria” como
la “eliminación” del 7% en salud a los jubilados, el postnatal de 6 meses, el
bono Bodas de Oro, ni siquiera el
Presupuesto Nacional 2012, el salario mínimo, el ingreso étido y muchas otras
iniciativas han debido ser reformadas, mejoradas o simplemente eliminadas en su forma y fondo
por la oposición.
Este gobierno entra a la etapa final de su mandato con un lastre de
imprecisiones, fallas, incumplimientos y contra la corriente avasalladora de
los movimientos sociales que le exigen, precisamente, claridad y decisión para
solucionar los cada vez más graves
problemas sociales, la desigualdad y, en definitiva, enfrentar las tareas de la
reconstrucción post terremoto y maremoto
y terminar con la autocomplacencia y la administración gerencial del
país.
Está claro que el período de iniciativas prometidas por la derecha se
cierra sin contemplaciones y en un completo déficit político y también
administrativo. Los directores de grandes empresas, holdings y transnacionales
que asumieron cargos de gobierno se frustraron en su idea de incorporarse al
servicio público como si fuera una gran empresa comercial.
Volverán a sus cómodas oficinas con un par de fotografías de viajes, junto
a personalidades internacionales, pero con el sentimiento innegable de no haber
contribuido a satisfacer las demandas ciudadanas ni los justos reclamos de las
mayorías.
La oposición tampoco debe contentarse con ello. La falta de coordinación,
los continuos desencuentros y la vuelta de espaldas a problemas tan acuciantes
como los de la Educación, la Salud, la vivienda, la defensa del medioambiente,
la protección de los recursos naturales y la necesidad de una nueva
institucionalidad se manifestó a menudo en derrotas parlamentarias,
profundización de divergencias y miradas diferentes sobre la solución de
diferencias.
Cuando el senador Ignacio Walker, signado como representante del ala
derechista del PDC, se atrevió a
mostrarse partidario de una asamblea constituyente, puso el dedo en la llaga
para los sectores más reaccionarios en el gobierno y la oposición pero el mero
realismo político indica que las necesarias reformas estructurales que urgen al
Estado pasan por la más amplia participación ciudadana en la construcción de
una nueva institucionalidad.
Entrando en tierra derecha a la contienda electoral municipal, la oposición
tiene la obligación cívica de mostrar importantes grados de unidad como única
forma de enfrentar a una derecha que claramente tiene dos miradas sobre el
presente y futuro del país. El “pinochetismo” no ha quedado atrás y renace
desde sus cenizas en materia de derechos humanos, de represión, de prácticas
antidemocráticas contra el movimiento estudiantil, la cuestión de la Araucanía
y la mantención de las desigualdades sociales y económicas.
Un último intento de La Moneda por tratar de mostrar éxito en la lucha
contra la pobreza dejó al desnudo la hipocresía y la manipulación de métodos y
cifras para reducir las cifras de indigentes, sin considerar que la mitad del
país vive en condiciones precarias en materia de remuneraciones, con trabajos
precarios y con serias dificultades en materia de vivienda, transportes y
acceso a los bienes indispensables para la sobrevivencia de una familia.
Todo indica que el motor inicial con que los personajes “de excelencia” que
se hicieron cargo de la administración de nuestro país preparan sus maletas
para volver a sus fructíferas actividades privadas pero, no se trata de cambiar
a unos gestores y lobistas por otros, sino
definitivamente que las
organizaciones sociales y políticas tomen en sus manos los destinos de la
nación con un definido programa de gobierno que incluya todas las demandas que
la gente ha estado voceando en las calles de todo Chile desde hace demasiado
tiempo.
Los últimos capítulos de desencuentros, votaciones incompletas en el
Congreso y divergencias públicas en materias esenciales deben desterrarse si se
pretende en serio desplazar a la derecha del poder político que detenta. Sobran
intenciones pero faltan voluntades y nadie puede esperar actitudes mesiánicas
ni salvadoras que logren de un día para otro aunar esfuerzos y objetivos tan
pendientes como indispensables.