lunes, 7 de marzo de 2022

CHAÑARCILLO Y LA PRIMERA HUELGA OBRERA EN CHILE

 


Hace 188  años:

 

 

 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

 


En la edición del domingo 16 de diciembre de 2012 de “Las Últimas Noticias” se publicó un interesante artículo sobre el mineral de plata de Chañarcillo, que estuvo ubicado a 43 kilómetros al sudeste de Copiapó.  Su autor es Gonzalo Peralta.

Este mineral, que llegó a ser el más importante de Chile y el tercer más grande de América, fue descubierto por Juan Godoy, un  pirquinero copiapino el 16 de mayo de 1832. Lo descubrió pobre y murió en la miseria.

  

TESTIMONIO DE UN ESTADOUNIDENSE 

El autor cita la descripción hecha por el astrónomo y marino estadounidense James Gilliss, tras una visita hecha a la mina, en 1838, cuando llegó a Chile formando parte de una expedición de los Mares del Sur, comandada por el explorador y científico, el oficial de la Marina de USA, Charles Wilkes.

James Gilliss, al referirse a los explotados mineros de Chañarcillo, dice:

“Algunos pueden cargar arriba de sus hombros desde una profundidad de 100 metros cargamentos de 70 a 170 kilos de peso… Es bastante doloroso ver a estas personas medio desnudas saliendo de la mina con su pesada carga. Con su cuerpo deformado, con sus ojos inmóviles y el sudor que cae dese todos los músculos, tropezando hacia afuera de la mina, al aire fresco con un  horrible sonido de la respiración…”

La descripción realizada por James Gilliss tiene gran semejanza con lo relatado por el escritor y periodista, José Joaquín Vallejo, que usaba el seudónimo, Jotabeche, nacido en Copiapó, el principal centro  de la primera mitad del siglo XIX.

 

EL TESTIMONIO DE JOTABECHE 

José Joaquín Vallejo, con fecha 5 de febrero de 1842, escribió en “El Mercurio”, de Valparaíso, un artículo que tituló “El mineral de Chañarcillo”, donde señalaba: 

“A la vista de un hombre semi desnudo que aparece en la bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas de piedras (una arroba equivale a 11,5 kilos. Nota del autor), después de subir con tan enorme peso por aquella larga sucesión de galerías, de piques y frontones; al oír el alarido penoso que lanza cuando llega a respirar el aire libre, nos figuramos que el minero pertenece a una raza más maldita que la del hombre, nos parece un habitante que sale de otro mundo menos feliz que el nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja es una reconvención amarga dirigida al cielo por haberlo excluido de la especie humana. El espacio que media entre la bocamina y la cancha, donde deposita el minero los metales, lo baña con el sudor copioso que brota por todos sus poros; cada uno de sus acompasados pasos va acompañado de un violento quejido; su cuerpo encorvado, su marcha difícil, su respiración apresurada, todo, en fin, demuestra lo mucho que sufre” (Este artículo es citado por el historiador Domingo Amunátegui en su obra “Historia Social de Chile”, páginas  151- 152, editada en Santiago en 1932)

 

LA “CANGALLA” 

La primera reacción de los obreros ante tan feroz explotación fue individual: el robo del mineral, la “cangalla” usando los medios más increíbles.

En el artículo de Gonzalo Peralta se dice: “Pero quizás la medida de control más insólita consistía en que, tras cada jornada, en la oficina del mineral se congregaba una larga hilera de mineros, quienes bajo la adusta mirada de la autoridad, se bajaban los calzones para realizar una chocante rutina evacuativa, y así descubrir si entre sus extrañas había un trozo de plata o cangalla.

Luego vino la reacción colectiva de aquellos explotados obreros que el autor del artículo que nos preocupa califica de “díscolos mineros chilenos”.

 

LO QUE NO SE DICE EN ESE ARTÍCULO: LAS HUELGAS OBRERAS 

En 1834, a dos años de funcionamiento de Chañarcillo, se produjo un formidable levantamiento de los trabajadores de ese mineral. Fue la primera huelga obrera en Chile, uno de los cuatro primeros movimientos reivindicativos de los trabajadores en el mundo. Antes de éste, sólo se conocen tres movimientos. Todos de los obreros textiles franceses: en Lyon y en París. 

El historiador Hernán Ramírez Necochea en “Historia del Movimiento Obrero en Chile” (páginas 131 y 132) cita algunos testimonios sobre la primera huelga obrera en Chile. Tomaremos dos de ellos: 

El investigador Roberto Hernández, en su obra “Juan Godoy o el descubrimiento de Chañarcillo” (tomo I, página 69), refiriéndose a ese movimiento, dice: “El alzamiento de peones en 1834 se repitió, causando con ello una enorme intranquilidad en Copiapó mismo, en donde la población llamada La Placilla era como una amenaza constante”. 

Por su parte, Domingo Faustino Sarmiento, en el tomo I, página 44, de sus obras completas, escribe: “Tal es el minero en Chile… Chañarcillo, en un círculo de pocas cuadras contiene más de seiscientos, y los alzamientos  con el manifiesto designio de saquear las faenas y cometer toda clase de excesos, empiezan  a hacerse tan frecuentes, no obstante, la presencia del juez que suele ser un militar con fama de valiente para ser respetado…”

 

DESDE HACE 186 AÑOS 

Estos y otros testimonios, independientemente de la interpretación que den a los movimientos de los mineros, desmienten a aquellos historiadores, representantes de los intereses de las clases dominantes,  que pretenden que las primeras  huelgas obreras  en Chile surgieron en el siglo XX. 

Los porfiados hechos señalan que, en nuestro país, desde hace 186 años los trabajadores utilizan la huelga, una de sus armas para conseguir satisfacer, aunque sea en parte, sus necesidades.

Pero la lucha económica no basta. Se trata de continuar la obra iniciada por  Luis Emilio Recabarren y educar a los trabajadores, contribuyendo a crearles conciencia de clase, incorporarlos a la lucha política, para conquistar el poder político y construir el socialismo, única forma de conquistar –como diría el padre del movimiento obrero chileno- su redención definitiva.