lunes, 7 de marzo de 2022

FEMINISMO Y LUCHAS DE CLASES (II)

 



A propósito del Día Internacional de la Mujer




                                       Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                       Centro de Extensión e Investigación
                                       Luis Emilio Recabarren,  CEILER

 

 


 

                                                    “La historia de toda sociedad

                                                      hasta nuestros días no ha

                                                      sido sino la historia de las

                                                      luchas de clases”

                                                     (K. Marx- F. Engels: “Manifiesto

                                                               del Partido Comunista”)

 

 

MUJERES COMBATEN JUNTO A SUS HERMANOS DE CLASE: FEMINISMO CONSECUENTE

 

Hay mujeres que, comprendiendo que lo fundamental es la lucha de clases,  combaten por los derechos  de sus congéneres y lo hacen codo a codo con sus hermanos clase.  Un ejemplo de ellas es Luisa Michell (Louise Michelle). 

Hacia 1870 la situación del Segundo Imperio de Napoleón III era muy complicada. Había enorme descontento popular. El emperador, intentando  salvar su imperio, declaró la guerra a Prusia el 19 de julio de 1870. Fue derrotado. El Imperio se derrumbó. 

Entonces las masas populares parisinas  llevaron a cabo  la insurrección  del 4 de septiembre de 1870.  El pueblo se tomó los edificios públicos exigiendo la República y la defensa de la patria. Se formó un  gobierno provisional formado por republicanos burgueses y también con elementos monárquicos. Los trabajadores que  no contaban con la organización suficiente ni con un partido revolucionario de masas no pudieron impedir que la burguesía tomara el poder. 

Los ejércitos franceses entraron en acción con bastante éxito, pero la traición del Gobierno Provisional quebró la resistencia del pueblo galo. El llamado “Gobierno Nacional”. fue en realidad el gobierno de la “traición nacional”.

El 17 de febrero de 1871 se constituyó  en Versalles el gobierno reaccionario de Adolphe  Thiers, que firmó la paz con los invasores prusianos. Los obreros de París no aceptaron someterse a ese gobierno. Se produjo el enfrentamiento entre dos clases: la burguesía y el proletariado.

 

LA PRIMERA  REVOLUCIÓN PROLETARIA DE LA HISTORIA 

Durante la revolución del 4 de septiembre de 1870, los obreros habían constituido la Guardia Nacional, que conservó armas y cañones.

Thiers ordenó a sus tropas entrar a París y desarmar a los obreros. En la noche del 17 al 18 de marzo de 1871, soldados gubernamentales marcharon en dirección a las colinas Montmartre, al norte de París, con el fin de apoderarse de los cañones emplazados por la Guardia Nacional. Dominaron al pequeño destacamento que custodiaba los cañones. Estos cayeron en manos de los soldados. Pero no podían llevarlos pues carecían de cabalgaduras. La alarma cundió por la ciudad. A la colina llegaron obreros y mujeres para impedir el traslado de la artillería. El general Le Comte dio orden de disparar contra la multitud. Los soldados no le obedecieron, le tomaron prisionero y confraternizaron con los obreros.

 

 

 


El 18 de marzo de 1871 todas las dependencias del Estado fueron ocupadas por destacamentos de la Guardia Nacional. En los edificios del  Ayuntamiento y del ministerio de Guerra flamearon banderas rojas.

¡Se había producido la primera revolución proletaria del mundo!

 

LA COMUNA DE PARÍS 

El 26 de marzo tuvieron lugar las elecciones para designar los miembros del Consejo de la Comuna. Concurrieron a las urnas 300 mil ciudadanos.

El 28, fue proclamada la Comuna de París. En ella participaron mujeres. Una de ellas se llamaba  Luisa Michell, que por entonces tenía cuarenta años de edad,  formó parte del Comité de Vigilancia, fue secretaria del Comité de Mejoras de mujeres Obreras y miembro del Comité Central de la Unión de Mujeres.

 

¿QUIÉN ERA LUISA MICHELL? 

Había nacido   en Vroncourt-la-Côte, departamento de Haute-Marne (Francia), el 29 de mayo de 1830. Era hija natural de una sirvienta, Marianne Michell, y del hijo de la mansión, Etienne Charles Demahis. Los abuelos maternos le dieron una educación liberal

 

                         

 


En 1850, después de la muerte de su abuelo, Luisa inició sus estudios para maestra. En 1851 Luis Napoleón Bonaparte dio un golpe de Estado e impuso el llamado Segundo Imperio. Gobernaba este “pequeño sobrino del gran tío”, cuando se recibió Luisa como profesora, pero ella se negó a prestar juramento ante Napoleón III. Esto le impidió ejercer en la enseñanza pública.

Entre 1852 y 1855 abrió escuelas en tres ciudades del departamento de Haute-Marne, en las que practicó una enseñanza basada en los ideales republicanos. En 1856 se trasladó a París, donde se dedicó a la educación durante quince años. Abrió una escuela en 1865 y otra en 1868. Apoyó todas las iniciativas progresistas, como, por ejemplo,  la creación de escuelas profesionales y orfanatos laicos.

Le interesaba la literatura. Escribió algunos libros, entre ellos uno de poemas, que firmó con el seudónimo “Eljolras”. Conoció a Víctor Hugo, una de las personalidades más famosas y respetadas de la época, con quien mantuvo una correspondencia entre 1850 a 1879.

Tomó contacto con los círculos revolucionarios, donde trabó amistad con Jules Vallés, Eugène Varlin, Raoul Rigault, Emile Eades. Fue colaboradora habitual de los periódicos de la oposición, como “El grito del pueblo”.

En 1862, se hizo socia de la Unión de los poetas” En 1869 fue elegida secretaria de la “Sociedad Democrática de la Moralización”, cuya finalidad  era ayudar a las obreras. Por entonces simpatizaba con el movimiento revolucionario fundado por el republicano socialista Luis A. Blanquier.

  

LA HEROICA LUCHA DE LOS COMUNEROS

La capital francesa estaba  cercada por los ejércitos enemigos, por los versalleses y los prusianos. Los comuneros se defendían  heroicamente.

El 21 de mayo de 1871, las tropas de Thiers, con apoyo de los invasores prusianos, lanzaron el asalto general. Un traidor les había revelado el punto débil de la defensa. Por ahí irrumpieron.

Una lucha encarnizada, terrible, se libró en las calles de París. Ese episodio pasó a la historia como la Semana de Mayo. 

Luisa Michell, profesora parisina, militante ardorosa de la Asociación por los Derechos de la Mujer, luchadora incansable, se unió, como muchas otras mujeres, a los obreros defendiendo  la Comuna de París, ese poder obrero que se alzaba por vez primera sobre la faz de la tierra.

Luisa Michell, fusil en mano, encabezó un batallón de mujeres. En las barricadas tomaron parte cerca de diez mil mujeres  obreras, socorriendo a los heridos,  levantando trincheras y luchando en ellas.

Se combatía contra  fuerzas muy superiores. Los comuneros defendían cada barrio proletario, cada casa.

En sus memorias  Luisa Michell  relató los últimos combates que libraron 200 comuneros en el Cementerio Père  Lachaise: “Un puñado de valientes en el cementerio contra un ejército entero. Se combate entre las tumbas, en las zanjas y en el interior de las bóvedas; se combate cuerpo a cuerpo, con sables, con bayonetas, a culatazos; muchísimo más numerosos, mejor armados, con sus fuerzas frescas reservadas para la presión en París, los versalleses masacran implacablemente a los valientes... Al caer la noche, un grupo de sobrevivientes de los heroicos defensores de París fue cercado y fusilado junto a los muros del cementerio”. 

(Ese muro, llamado “Muro de los Federados” es un lugar donde culminan las marchas de los trabajadores de París. Incluso, durante la ocupación nazi, a pesar de la estricta vigilancia ejercida por los soldados alemanes, en cada mayo aparecían flores rojas en ese lugar. Fue un símbolo de la resistencia).

 

 

 


LA  DERROTA 

 El 28 de mayo cayó la última barricada levantada en el barrio proletario, en la calle de Ramponeau. La contrarrevolución había triunfado.

Lo del 28 de mayo fue sólo el inicio de la feroz matanza de los obreros parisinos.   Treinta y seis mil comuneros fueron masacrados,  Más de cuarenta mil arrojados a prisión y deportadas a lejanas colonias, condenados a trabajos forzados. Entre estos últimos estaba Luisa Michell.

Le habían seguido un juicio, iniciado en diciembre de 1871. En él no se defendió. Reconoció la responsabilidad por todas sus acciones. Con audacia  y orgullo planteó los objetivos de la revolución social. Dijo: “Ya que parece que un corazón que late por la libertad  tiene derecho sólo a una pequeña bala de plomo, exijo mi parte. ¡Si no sois cobardes, matadme!”

 

DESTERRADA 

Más tarde, desde la cárcel, le escribió al general Appert, que encabezaba los procesos:  “Si usted no quiere pasar por las formalidades legales, usted ya conoce bastante sobre mí para fusilarme. Estoy lista y el llano de Satory está cercano. Usted y todos sus cómplices saben muy bien que si salgo viva de aquí yo voy a vengar a los mártires. ¡Viva la Comuna!”

Hacia junio de 1872 habían sido procesados 32.905 comuneros y Luisa Michell observó que  no condenaron a muerte a ninguna de las mujeres más valientes que se distinguieron en la lucha por la Comuna, con el fin de cuidar la imagen de la contrarrevolución.

La condenaron a 15 años de trabajos forzados en Nueva Caledonia  (territorio de ultramar de Francia, ubicada en el océano Pacífico al Este de Australia). Intentó escapar, sin éxito, un par de veces. 

Amnistiada al cabo de 9 años, regresó a París convertida en una revolucionaria convencida. Fue recibida con un masivo acto de bienvenida por el pueblo parisino.

Efectuó una gira dictando conferencias por toda Francia, Bélgica e Inglaterra. Fue condenada en varias ocasiones a diversas penas de prisión. En una oportunidad se dictó la pena de un nuevo confinamiento. Pero no se llevó a cabo. Los multitudinarios funerales de su madre, donde concurrieron muchos grupos revolucionarios, hicieron retroceder a las autoridades reaccionarias.

En 1890 se exilió en Inglaterra, regresando a su patria en 1895.

 

LAS MEMORIAS DE LUISA MICHELL

 

 

                         


  

 

En 1898  Luisa Michell escribió “Memorias de la Comuna”. En ellas señaló: “La revolución es aterradora, pero su objetivo es ganar la felicidad para la humanidad. Tiene combatientes intrépidos, luchadores sin piedad, y los necesita. La Revolución saca a la humanidad de un mar de fango y sangre, y el océano en el cual miles de personas desconocidas viven como festín  para tiburones, y si la revolución debe causar dolor para alcanzar su victoria, es necesario...

“Cuando llegue la Revolución, tú y yo y toda la humanidad seremos transformados. Todo cambiará y mejores tiempos tendrán los gozos que la gente de hoy no puede comprender. Los sentimientos por el arte y la libertad seguramente se harán mayores, y la cosecha de ese desarrollo será maravillosa. Más allá de este tiempo pasado vendrá un día en el que la humanidad libre y consciente de su poder ya no torturará hombre o bestia. La esperanza vale todo el sufrimiento que sentimos cuando pasamos los horrores de la vida.”                

Luisa Michell continuó inalterable con su labor revolucionaria hasta el final de sus días.  Murió de pulmonía en 1905 en el Hotel Oasis de Marsella. Miles de personas participaron en sus funerales efectuados en París.

Fue, al decir de Bertolt Brecht, una imprescindible: luchó toda la vida.