Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
“La historia
de toda sociedad
hasta nuestros días no
ha
sido sino la historia de las
luchas de clases”
(K. Marx- F. Engels:
“Manifiesto
del Partido Comunista”)
Con el surgimiento de las formas de producción en Chile (hacia la década de los años 30 del siglo XIX) apareció la moderna lucha de clases, la confrontación entre obreros y burguesía. En ella los trabajadores combaten a sus enemigos de clase a través de tres aspectos.
1.- La lucha
económica. Ésta la
libran los trabajadores para alcanzar objetivos económico-sociales: mejores salarios, jornadas
más cortas, seguridad laboral,
vacaciones, etc. En esta lucha los trabajadores deben contar con una
herramienta: el Sindicato clasista. Un
buen sindicato debe no sólo conducir al
triunfo de las reivindicaciones económicas, sino debe ser, además, una verdadera escuela de educación
clasista.
La lucha económica no resuelve los problemas de fondo de los trabajadores, pero los educa en la necesidad de la unidad, la organización y la movilización.
2.-La lucha ideológica. Es
la confrontación de las ideas revolucionarias con las ideas de la burguesía y
que permite derrotar las posiciones reaccionarias en las cabezas de los
trabajadores, crear la conciencia de clase
en ellos.
Y para eso la educación, cosa que comprendió muy bien Recabarren, es fundamental. En esta tarea, contamos con un instrumento formidable: el marxismo-leninismo.
3.- La lucha política. Sólo a través de ella, los trabajadores podrán romper sus cadenas, pues tiene por objetivo la toma del poder por los desposeídos. Para
lograr el triunfo final, los trabajadores
necesitan de un instrumento imprescindible: el Partido revolucionario.
La forma mayormente
utilizada es la lucha económica. Los trabajadores confeccionan un pliego de
peticiones. Lo presentan a los patrones. Hay negociaciones. Si no se llega a
acuerdo, recurren entonces a la huelga. Los gobiernos antipopulares se colocan
al lado de los empresarios y, en muchas ocasiones, han transformado un
conflicto económico en un hecho político. Utilizaron las fuerzas represivas del
Estado (fuerzas armadas y policía) para
reprimir el movimiento de los trabajadores,
perpetrando horrorosas matanzas.
Una de ellas fue la masacre de
El 21 de noviembre de 1907,
apareció publicado en el periódico “
Lo que pedían eran cosas
mínimas. Por ejemplo:
La elevación de sus
salarios de acuerdo con el alza del costo de la vida.
Poner fin a los abusos con las fichas y las pulperías. Colocar fuera de éstas (que
eran almacenes de la misma empresa) una balanza para pesar lo adquirido y un
metro.
Tener un mínimo de seguridad en las faenas:
rodear con rejas las chancadoras, donde se molía el caliche, y los cachuchos
donde se hervía a altas temperaturas el caliche triturado
Disponer
de un local para una escuela nocturna.
Estas justas peticiones fueron rechazadas por los patrones.
Entonces, el
martes 10 de diciembre de 1907 estalló la huelga en la oficina salitrera
San Lorenzo. En los dos días siguientes
el movimiento se extendió por toda la pampa de Tarapacá. De 84
Oficinas salitreras que funcionaban, pararon 76, con un total de 37.141
obreros.
El
viernes 13, miles de huelguistas, mujeres y niños iniciaron la heroica marcha hacia Iquique.
Allí esperaban la solución del conflicto,
con la ayuda del gobierno de Pedro Montt.
De
todas las oficinas salitreras en paro salieron caravanas. En la que salió de la
oficina Alianza, abundaban las mujeres. Una de ellas, era Águeda Muñoz, que
marchaba llevando a sus tres hijos.
Marinos conducen las ametralladoras que debutarán en Chile asesinado mujeres, obreros y niños.
Por su
parte, el gobierno envío barcos de guerra y soldados a Iquique.
El sábado 21 de diciembre,
los pampinos, mujeres y niños estaban en
Se acercó el General Silva Renard en un caballo blanco y, luego de un toque de clarín, gritó una orden. Al mismo tiempo uno de los hijos de doña Águeda se puso a llorar. Quería hacer pichí. Tanto escándalo hizo que la mamá, abriéndose paso en medio de la apretada masa, fue con sus hijos a los baños de la escuela. Estaban allí cuando se produjo la salvaje masacre. Quizás el chiquillo con sus gritos les salvó la vida. Entre los tres hijos había una niña. Se llamaba Ángela Henríquez. Tenía tres años.
Relata Elías Lafertte en “Vida de un Comunista”: “El general Silva Renard fríamente dio la
orden de fuego. El ruido de los disparos fue ensordecedor. Los fusiles
disparaban contra la azotea, mientras las ametralladoras tres veces lanzaron
sus cargas de muerte contra el grueso de los pampinos, tres ráfagas, bastantes
para llenar la escuela de cadáveres”.
La matanza de Iquique tuvo dos objetivos:
1. aplastar un pacífico
conflicto reivindicativo de los obreros del salitre de Tarapacá;
2. destruir un potente
movimiento sindical, que amenazaba los intereses de la burguesía. En el año
1900 habían surgido las Mancomunales, los primeros sindicatos de obreros Hacia 1907 existían en numerosas ciudades del
país, desde el norte salitrero hasta el lluvioso sur de Chile.
En diciembre de 1907, no
sólo fueron sepultados los obreros, mujeres y niños asesinados en
También desaparecieron las
Mancomunales y se abrió un período de reflujo en el movimiento sindical
chileno.
Con el correr del tiempo, Ángela siguiendo el
ejemplo de doña Ángela, su madre que trabajó con Luis Emilio Recabarren, se
incorporó a la causa comunista.
En Iquique conoció a don
Marcial Sierra, viejo pampino, autodidacta y simpatizante del partido de
Recabarren. Se casaron. Tuvieron siete hijos. Se trasladaron a Santiago.
Instalaron su hogar en el barrio Estación Central. Y allí nació Sola Sierra,
nieta de doña Ángela, e hija de esa niña
llamada Ángela, que 28 años atrás se habían salvado de morir
en la masacre de
Como escribió Luis Advis en
“A los hombres de la pampa que quisieron protestar,
los mataron como a perros porque había que matar.
No hay que ser pobre, amigo, es peligroso.
No hay ni que hablar, amigo, es peligroso.
Las mujeres de la pampa se pusieron a llorar y también las matarían
porque había que matar.
No hay que ser pobre, amiga, es
peligroso.
No hay que llorar, amiga, es peligroso.
Y a los niños de la pampa que miraban, nada más,
también a ellos los mataron porque había que matar”.
De esta forma la burguesía criolla aplastó, utilizando una vez más la violencia, un pacífico
conflicto económico de los trabajadores. Fue un sangriento capítulo de
las luchas de clases de la historia de
Chile.