domingo, 2 de enero de 2022

UN PEQUEÑO DETALLE

 



PÍLDORAS CONTRA EL ANTICOMUNISMO

 

 

 

                                       Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                       Centro de Extensión e Investigación

                                       Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 


Fue en los primeros tiempos del exilio chileno en la República Federal Alemana. Entre los desterrados chilenos que residían en la ciudad alemana de Stuttgart, era famoso el compañero Teófilo. De profundas convicciones política, muy simpático, un poco arrebatado a veces y bueno para las tallas y el leseo.

Un día del verano de 1975 (en Alemania es verano  -y esto no por razones ideológicas- cuando en Chile es invierno), Teófilo prometió ante un grupo que lo escuchaba:

-Saben que más, he estado pensando que unos días de estos me subo a un tren, viajo a Fráncfort, voy a la Embajada de Pinochet  y le tomaré el pelo a los fachos.

Algunos se rieron, otros hicieron un gesto de aburrimiento, pero nadie creyó que hablaba en serio.

Pero Teo lo dijo y lo hizo. Un día jueves tomó el tren, se bajó en  Fráncfort, se las arregló para llegar a la Embajada, logró que  -a pesar de que no había concertado una cita previa- lo recibiera un funcionario de la sede diplomática. Feliz el Teo: se estaba cumpliendo magistralmente la línea estratégica de la operación “Chuleteo a los fachos”.

Planteó Teo  su situación y la natural petición: Yo, estimado señor, no soy político, nunca me metí en eso, pero por esos extraños designios del Señor hubo algún vecino que falsamente me denunció  de ser de la Unidad Popular. He llegado hasta aquí para solicitar que me reivindiquen, que pongan las cosas en su lugar y me borren la P del pasaporte y poder así regresar a la patria querida.

La entrevista fue muy cordial. Muchas preguntas del funcionario, algunas con el objetivo de pillar en una contradicción a Teófilo. Este respondió acertadamente, ganando el “gallito”. Una cosa le llamó la atención al solicitante. El funcionario miraba con atención su chaqueta… Teo  lo atribuyó a su elegancia en el vestir.

Después de una prolongada conversación, cosa no muy usual en la Embajada, el funcionario dio por finalizada la entrevista con la consabida fórmula: “Estudiaremos su petición, la respuesta se la haremos saber oportunamente, que le vaya muy bien”.

Teófilo salió de la sede con la sensación de haber tenido una derrota. La forma en que lo despidió el funcionario era muy decidora.

¿Qué he hecho mal? -se lamentaba el Teo- ¿En qué  fallé?

De pronto recordó las penetrantes miradas del funcionario a su elegante chaqueta. Se la sacó. La examinó. Ahí en la solapa izquierda brillaba -siempre vencedora- una insignia de la Unidad Popular.

Teo lanzó un “por la cresta” y concluyó filosóficamente: “he aquí el pequeño detalle que me jodió”.

Luego, cuando se conoció la batalla de Teófilo Soto, las risas de sus compañeros se escucharon  hasta en la tierra natal.