PÍLDORAS CONTRA EL ANTICOMUNISMO
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Fue en
los primeros tiempos del exilio chileno en
Un día
del verano de 1975 (en Alemania es verano -y esto no por razones ideológicas- cuando en
Chile es invierno), Teófilo prometió ante un grupo que lo escuchaba:
-Saben
que más, he estado pensando que unos días de estos me subo a un tren, viajo a
Fráncfort, voy a
Algunos
se rieron, otros hicieron un gesto de aburrimiento, pero nadie creyó que
hablaba en serio.
Pero
Teo lo dijo y lo hizo. Un día jueves tomó el tren, se bajó en Fráncfort, se las arregló para llegar a
Planteó
Teo su situación y la natural petición:
Yo, estimado señor, no soy político, nunca me metí en eso, pero por esos extraños
designios del Señor hubo algún vecino que falsamente me denunció de ser de
La
entrevista fue muy cordial. Muchas preguntas del funcionario, algunas con el
objetivo de pillar en una contradicción a Teófilo. Este respondió
acertadamente, ganando el “gallito”. Una cosa le llamó la atención al
solicitante. El funcionario miraba con atención su chaqueta… Teo lo atribuyó a su elegancia en el vestir.
Después
de una prolongada conversación, cosa no muy usual en
Teófilo
salió de la sede con la sensación de haber tenido una derrota. La forma en que lo
despidió el funcionario era muy decidora.
¿Qué he
hecho mal? -se lamentaba el Teo- ¿En qué
fallé?
De
pronto recordó las penetrantes miradas del funcionario a su elegante chaqueta.
Se la sacó. La examinó. Ahí en la solapa izquierda brillaba -siempre vencedora-
una insignia de
Teo
lanzó un “por la cresta” y concluyó filosóficamente: “he aquí el pequeño
detalle que me jodió”.
Luego,
cuando se conoció la batalla de Teófilo Soto, las risas de sus compañeros se
escucharon hasta en la tierra natal.