miércoles, 5 de enero de 2022

PÍLDORAS CONTRA EL ANTICOMUNISMO. EL HERMANO JUAN

 


Iván Ljubetic



Explico algunas cosas. "Las píldoras contra el anticomunismo" son relatos sencillos, basados en hechos reales, que pretenden mostrar cómo somos, sentimos, actuamos y escribimos los militantes comunistas.  Es un intento por contribuir a derrotar ese "fantasma del comunismo" creado, usado y abusado por la burguesía criolla, la burguesía internacional (el imperialismo) y su expresión más feroz, el fascismo, para invadir naciones, explotar pueblos, apoderarse del poder y defenderlo. 

Los comunistas chilenos  somos seres humanos que, al igual que todos los trabajadores de la tierra, nacemos, vivimos, laboramos, sufrimos, gozamos, cantamos, pensamos, lloramos, soñamos, amamos. 

Lo que nos diferencia de los demás seres humanos es que pensamos, actuamos, hacemos nuestro lo que el compañero  Pablo Neruda proclamó al recibir el Premio Nobel de Literatura 1971: 

"Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes". 

Un abrazo comunista, 

Iván Ljubetic Vargas





PÍLDORAS CONTRA EL ANTICOMUNISMO

 

 

 

                                       Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                       Centro de Extensión e Investigación

                                       Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 


 

 

EL HERMANO JUAN

 

El 14 de agosto de 1994, conversando en Santiago con el periodista obrero Galvarino Arqueros, Premio Nacional de Periodismo, me relató una anécdota de mi tío Juan Vargas Puebla, que a éste le gustaba mucho contar.

 

“Resulta que durante una huelga de obreros de la construcción en Valparaíso, con grandes esfuerzos se logra reunir un fondo de resistencia para sostener el movimiento. Pero uno de los dirigentes se va, llevándose todo el dinero de ese fondo. Juanito Vargas jura que donde lo encuentre se las tendría que ver con él.

 

Algún tiempo después, Juan Vargas, militante comunista,  paseaba con una compañera por la Quinta Normal, lugar que  mucho le gustaba visitar. Algo le llama la atención en uno de los tantos grupos de canutos que predican los domingos. Al fijarse mejor, reconoce en el que está hablando al mismísimo ladrón de los fondos. Se pone rojo de furia y ve la tan esperada ocasión para aclararlo y  darle su merecido.

 

La compañera trata de calmarlo:

-Juan, no te precipites, no armes un escándalo. No olvides que eres un conocido dirigente político y sindical.

-Es que se la tengo jurada. Es ahora o nunca.

 

Y  Juan decidido, se acerca al grupo. El predicador, al reconocerlo, dice con voz emocionada, lastimera, plena de arrepentimiento:

 

-Hermanos, antes yo era un pecador. Un ladrón. Incluso en una ocasión robé unos dineros a unos obreros que en Valparaíso estaban en huelga. Pero el Señor me llamó y me mostró el camino de la verdad. Ahora soy otro. Estoy arrepentido de esa vida de pecador. Alabado sea el Señor, que me ha enviado al hermano Juan, para  que pueda dar testimonio de mi pecado. Alabado sea el Señor…

Juan  se detiene. Vacila. No sabe qué hacer. Se vuelve. Se aleja, sonriendo por lo bajo, de la picardía de su “arrepentido” hermano. 

Total, para otra vez será.