PÍLDORAS CONTRA EL ANTICOMUNISMO
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
EL COMPAÑERO MARIO
Lo
conocí en Marburg, Alemania Federal. Un compañero muy especial. No vidente, con
una alegría de vivir desbordante. Bueno
para las tallas y para reírse. Optimista. Bajo de estatura, de abundante corpachón. Bueno
pal diente. Con la picardía del chileno. De origen mapuche, de las tierras de
Osorno. De militancia socialista, que sufrió la crueldad de los fascistas.
Debió salir al exilio. Luego de pasar por varios lugares llegó a Marburg.
Nos
visitaba seguido en nuestro departamento de la calle Ortenbergstrasse 9. Nos
hicimos muy amigos. Le caía muy bien a Marcia. Nos comenzó a acompañar en las
actividades de la célula Alberto Molina. En las ventas de empanadas y en especial
en la venta de la edición alemana de la
revista “Don Reca” que editábamos cada dos los comunistas exiliados en
Fruto
de muchas conversaciones y del trabajo conjunto, se incorporó a las filas
comunistas, concretamente a la célula Alberto Molina.
Con
Mario Neculmán vivimos muchos momentos, que hasta hoy al recordarlos reímos a
carcajadas. Voy a contar dos:
En una
ocasión, en Marburg, un grupo de fachos organizó una exposición
anticomunista, apoyando la dictadura de Pinochet, en un amplio salón de
Un
mediodía, cuando
Un
segundo caso, que se repitió varias veces, fue el siguiente:
En noviembre
de 1983, fui designado como Encargado del Coordinador del Partido Comunista de
Chile en
Tuve una
idea para ahorrar dinero con los pasajes de los muchos viajes en tren. Mario me había contado que, por ser no vidente, tenía un pase especial para viajar
en tren gratis él y un acompañante en cierto radio alrededor de Marburg, donde
vivía. Por ejemplo ese pase servía para
ir a Giessen, donde se reunía la célula, y a Fráncfort, sede del Coordinador. Entonces,
Mario era una buena solución.
Le propuse que viajamos juntos en ocasiones. Mario aceptó muy contento de ser útil al Partido. Pero, me hacía sufrir haciendo siempre la misma broma: cuando el inspector del tren pedía los pasajes, sacaba una tarjeta con el menú de un restaurante de un compañero griego donde él cantaba –porque Mario le pega al canto y a la guitarra- y se la pasaba. Cuando al inspector le decía –naturalmente en alemán- esto no sirve, Mario le respondía, disculpe y le pasaba el pase. No sé cuántas veces le hizo la talla al mismo inspector. Y yo, muerto de vergüenza.
De esos hechos han pasado más de 30 años. Ahora yo resido en Ñuñoa. Mario, que ahora ha agregado a sus títulos el de ser ciudadano alemán, vive en Berlín y todos los días, todos lo santos días, me llama por teléfono, incluso a veces dos y tres veces. Él escucha las noticias sobre Chile y me las entrega, a veces con carácter de primicia. En un primer plano están las noticias sobre el Partido y las del Colo-Colo.
Así han
sido y son las historias del leal y buen compañero Mario Neculmán que, estoy
seguro, me llamará mañana antes o
después de leer esta píldora.