Iván Ljubetic Vargas,
historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio
Recabarren, CEILER
El llamado terremoto de Valdivia alcanzó a 9,5 grados de
magnitud en la escala Richter y una intensidad XII en la escala de Mercalli .
Duró 10 minutos. Dejó 6.000 muertos y más de mil desaparecidos. En Valdivia, el 40% de las casas quedaron
destruidas; varios pueblos fueron barridos por la fuerza de las olas.
El sismo del 22 de
mayo de 1960 abarcó 13 provincias desde Talca a Chiloé, once de las cuales habían sido afectada por
un sismo el día anterior, el que alcanzó una magnitud de 7,5 grados en la
escala Richter y una intensidad de VII
en la escala de Mercalli. La zona más afectada ese 21 de mayo fue
Concepción.
En Temuco el remezón
del 22 de mayo fue muy fuerte y prolongado. Los edificios de altura se
cimbraron, pero resistieron.
“SIN NOVEDAD EN LA PROVINCIA ”
El Intendente de
Cautín, el poderoso latifundista
Oscar Schleyer, designado por el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez, aseguró
que en la provincia todo marchaba sin
novedad alguna.
Dos días después, el 24 de mayo, un piloto civil sobrevoló
el litoral costero de la provincia, y
“descubrió” que tres pueblos y
numerosas comunidades mapuches habían sido barridos por las olas. Así
ocurrió con Toltén, Queule y Puerto Saavedra. Fueron borrados del mapa.
En ese último pueblo, sólo una casa resistió los embates de las tres inmensas
olas, que arrastraron al resto 2
kilómetros tierra adentro. De sus 2.500 habitantes, 50 murieron
ahogados. Los otros alcanzaron a correr hacia
los cerros, alertados por las sirenas de los bomberos. Algunos se salvaron subidos a los
árboles.
Puerto Saavedra 22
de mayo de 1960
Peihueco, un pueblito indígena del interior de la
provincia, fue sepultado por un alud de tierra. Murieron 300 mapuches y
desaparecieron otros 50. Mayor número de víctimas hubo en las comunidades
costeras.
Contrariamente a lo afirmado por el Intendente, en Cautín
había novedades y dramáticas. Los damnificados del maremoto, que perdieron todo lo que tenían, debieron
permanecer sin ayuda alguna durante 48
horas. Y la inmensa mayoría de ellos eran gente pobre, que quedaron más pobres con los sismos y con la
insensibilidad de un gobierno que no era el suyo.
UN
“REFUGIO” EN NUEVA IMPERIAL
Los habitantes de Puerto
Saavedra, que no contaban con familiares en otras localidades a donde ir, fueron distribuidos en diferentes
lugares.
Muchos fueron llevados a Nueva Imperial. Para cien familias
se organizó un “Refugio” en el Liceo de Hombres, donde yo era Inspector
General. Las salas de clases se transformaron en dormitorios-comedores; la Inspectoría General ,
en despensa o bodega. Todo el personal del establecimiento asumió diferentes
responsabilidades. A mí me correspondió quedar a cargo de la despensa, ayudado
por varios alumnos.
Debíamos conseguir alimentos y distribuirlos diariamente
entre las cien familias de damnificados,
de acuerdo al número de miembros de cada una.
INSENSIBLIDAD Y ROBOS
La situación de los
“refugiados”, entre los cuales había muchos niños, era desesperante. No tenían nada. Dormían en el suelo, contando sólo con
algunas frazadas. La ayuda recibida de las autoridades fue muy escasa, por no decir nula. Por eso
constituimos brigadas que recorrían el comercio y los vecinos solicitando la
cooperación.
El personal del liceo y una buena cantidad de alumnos
debíamos trabajar todo el día en la
atención del Refugio. En las noches dejábamos turnos de emergencia.
El Gobierno de los gerentes
mostró su insensibilidad. No sólo no envió la
ayuda mínima, sino que, en manos
de sus funcionarios, se esfumó o se
desperdició gran parte de la importante
ayuda solidaria que llegó de diferentes
países.
Muy comentado en la zona fue el caso de un camión del Ejército,
repleto de ayuda, que salió desde el
Regimiento Tucapel de Temuco (los militares eran los encargados por el
Ejecutivo de concentrar y distribuir la ayuda)
con destino a Nueva Imperial y en los 35 kilómetros existentes entre
ambas ciudades desapareció.
UN CAMIÓN SOLIDARIO DESDE SANTIAGO
Estaba un día en la
bodega, cuando vino corriendo un
alumno. “Llegó un camión grande y una persona preguntó por usted”, me dijo.
Rápidamente me dirigí a la puerta del liceo. Allí estaba un hombre moreno, con
pinta de campesino o minero, al que no conocía. Nos saludamos. Hablando en forma lenta, sin levantar la voz
(después comprobé que era su manera de hablar), me preguntó si era el compañero Iván. Al
responderle afirmativamente, se presentó: “Soy César Cerda, dirigente de la CUT , y vengo a cargo de un camión con el aporte
reunido por los trabajadores para ayudar
a aliviar la suerte de los
damnificados que están en este refugio. Otros camiones iguales
que éste han sido enviados a otros
lugares. En Santiago, en el Partido, me dieron su nombre”.
La contribución que llegaba
era muy importante: colchones, frazadas,
alimentos, ollas, platos, tazas, etc. Los funcionarios del liceo, alumnos y
damnificados trasladamos todo eso a una sala desocupada y luego, en base a una
lista que tenía el compañero Cerda y con
la presencia de un representante de cada grupo familiar, distribuimos
la ayuda entre las cien familias, según el número de miembros de cada una
de ellas.
UNA
ASAMBLEA MEMORABLE
Habiéndose entregado las
cosas, se efectuó una asamblea a la que
concurrieron todos los damnificados en
condiciones de hacerlo, el personal del establecimiento, alumnos y algunos vecinos. Allí hubo una velada artística y
habló César Cerda. Explicó cómo los trabajadores habían reunido la ayuda. Que
así entendía la CUT
la solidaridad de clase. Uno de los damnificados agradeció emocionado,
señalando la diferencia del trato que
ellos habían recibido del gobierno y por parte de los trabajadores.
Casi justamente 16 años después, el 19 de mayo de 1976,
ese obrero que llegó con el camión
solidario a Nueva Imperial, fue detenido por
agentes de la DINA y pasó a formar parte de
la lista de detenidos desaparecidos.
César Cerda