lunes, 25 de mayo de 2020

LA MASACRE DEL 25 DE MAYO DE 1922







                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER





1922 se inició muy mal para los trabajadores chilenos. Gobernaba Arturo Alessandri Palma, quien había triunfado en las elecciones presidenciales del 25 de junio de 1920, encabezando la Alianza Liberal.

Muy pronto sus demagógicas promesas de bienestar para la “chusma”, se habían disueltos como pompas de jabón. La crisis se agudizaba. Muchas oficinas salitreras apagaban sus fuegos y los obreros eran lanzados a la cesantía. El 3 febrero de 1921 soldados del Regimiento Esmeralda y policías habían perpetrado una terrible masacre en la oficina salitrera San Gregorio.

Muchos pampinos volvían a sus lugares de origen. Pero la mayoría se quedó en Santiago.


El escritor Manuel Rojas, Premio Nacional de Literatura 1957, describe muy bien el dramático momento vivido por los cesantes:

“Llegaron en barcos caleteros, amontonados, con sus pocas pilchas, sin saber a dónde iban ni donde se detendrían, en que trabajarían ni qué comerían, en que conventillo, ranchos o callampas tenderían sus huesos, con su mujer y sus hijos los casados, solos y amontonados los solteros: había una crisis, se vendió mucho salitre durante la guerra mundial, eso a pesar de que los alemanes no pudieron comprarlo en los  últimos tiempos –los gringos les hundían los barcos-  y se vieron obligados a sacarlo del aire; los alemanes pueden  inventar cualquier cosa, desde brutalidades hasta buena música y filósofos, y las compañías se hincharon de plata, salitre para todo el mundo, pedir no más, ahí están los rotos, no serán alemanes, no inventarán gran cosa, pero sacarán montañas de salitre, de carbón, de hierro, de azufre, de manganeso, de lana; antes sacaron montañas de plata; paguen y llévenselo, sí, las compañías ganaron mucha plata, los rotos lo indispensable, lo que le permitió seguir viviendo para seguir sacando montañas o ríos de materias primas: cuando piden, no piden gran cosa, pero siempre se les niega; cada huelga cuesta días, semanas, meses y a veces los milicos matan algunos huelguistas, los mataron en Iquique y los volverán a matar cualquier día; los pacos tampoco lo hacen mal, hay que defender la patria de estos rotos que sólo piden comida; pasan hambre, se joden...

“-Y ahora, ¿qué hacemos?
-Algo tenemos que hacer.

Nadie hará nada por ellos, ¿tantos años trabajando y no ahorraron nada?, ¿qué íbamos a ahorrar, huevón, si apenas nos alcanza para vivir?, ¿no ha leído a Carlos Marx?; entre la gallada venían quienes habían oído hablar de Recabarren y pagados sus cuotas a la Mancomunal de Obreros de Tocopilla y leído ‘El Despertar de los Trabajadores’; no crea que somos tan cerrados de mollera; tendremos que buscar algo, Juan, dicen que más discurre un hambriento que cien letrados, no esperes nada del gobierno, son pura boca...” (Manuel Rojas: “La oscura vida radiante”)

Relata Elías Lafertte: “Al día siguiente, Primero de Mayo, salí en un automóvil con Recabarren. Fuimos a visitar los albergues donde el gobierno de Alessandri mantenía en pésimas condiciones de vida y de salubridad, a los obreros del norte que había traído a Santiago a raíz de la paralización de numerosas oficinas salitreras. Estuvimos en tres albergues, donde encontré a algunos viejos compañeros de mis días de pampino. En todos ellos acogían a Recabarren con grandes demostraciones de cariño y respeto. En la tarde fuimos a un mitin en la Alameda, donde Recabarren pronunció un discurso lleno de contenido y agitación”. (Elías Lafertte: “Vida de un Comunista”, página 155)

El jueves 25 de mayo de 1922 salieron a la Alameda miles de cesantes y sus familiares. Pedían mejores condiciones de existencia.

El gobierno de Alessandri respondió enviando soldados. Fue  a los pies de la estatua de Bernardo O’Higgins, del Padre de la Patria, donde miembros del ejército   dispararon sobre la multitud desarmada. Cayeron varios asesinados y heridos.

Fue una de las ocho masacres perpetradas durante el primer gobierno de Arturo Alessandri Palma.  Este, además de asesino,  mentiroso. 

En una nota  confidencial enviada al Intendente de Tarapacá le decía:

“Recabarren es el tipo más cobarde y malo que yo jamás haya conocido. Agita a los obreros y se esconde como ocurrió en San Gregorio, en Santa Rosa y al pie de la estatua  de O’Higgins” ( Citado por Julio Pinto V. en “Luis Emilio Recabarren. Una biografía histórica”)                                                                          

Una vez más, intentando culpar a las víctimas de las masacres.