23 de mayo 1960,
cuando se conoció su captura:
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Adolf Eichmann, uno de los más feroces asesinos
nazi-fascistas, logró escapar desde las ruinas del Tercer Reich. En 1950 llegó,
como muchos otros criminales de
guerra, a Argentina. Compró una casa de tres
habitaciones en el humilde barrio de San Fernando, en el Gran Buenos Aires. Se
autobautizó como Ricardo Klement. Consiguió trabajo como técnico en una planta
automotriz.
Llevaba, junto a su familia, un tranquilo pasar. No
sospechaba que, desde hacía casi tres
años, la Mossad ,
la terrible policía de Israel, le estaba siguiendo los pasos. Eran las 20 horas
cinco minutos del 11 de mayo de 1960 cuando Ricardo Klement, que venía del
trabajo, se bajó del autobús a solo unos
metros de su casa. Alcanzó a caminar algunos pasos, cuando unos hombres se
precipitaron sobre él. No ofreció resistencia. Lo sacaron clandestinamente de
Argentina rumbo Israel.
Sólo doce días después,
el 23 de mayo de 1960, su familia y el mundo conocieron lo ocurrido.
Ello, a través del
comunicado Primer Ministro de Israel,
David Ben Gurión.
EL JUICIO AL CRIMINAL DE GUERRA
El juicio a Adolf Eichmann, el
arquitecto de la “solución final”, comenzó el 11 de abril de 1961 en Jerusalén.
Fue un acontecimiento
mundial. Por primera vez en la historia se utilizó el sistema de traducción
simultánea. Por primera vez, también, uno de los responsables del holocausto,
era juzgado en Israel.
Adolf Eichmann estaba en una de las esquinas de la sala de
audiencias, en una jaula de cristal. Desde allí asistió a su juicio, entre cuatro paredes de vidrio blindado. Permaneció con una aparente
indiferencia. Pudo escuchar
las acusaciones. Quince cargos que le imputaban. Tenía auriculares puestos,
pero parecía no oír
las declaraciones de los testigos, sobrevivientes de su plan de
exterminio. Ni se
preocupó de mirarlos siquiera una vez.
Se veía ocupaba rebuscando entre sus
papeles.
YA NO ERA EL PREPOTENTE JERARCA NAZI
Como todo individuo que, cuando está con el poder actúa
prepotente y sin misericordia, ahora el
genocida feroz, resultaba ser débil, actuaba como fiera cazada. Sin ningún brillo intelectual, con una lógica
gris y confusa. Un ser mediocre.
Peor aún, un cobarde. Ahí enfrentado al juicio por sus crímenes estaba
Eichmann, el fascista, el responsable de la muerte de millones de seres
humanos.
La humanidad progresista y también la otra, estaban expectantes. Cientos
de enviados de los medios más importantes del mundo acudieron al proceso.
FUE UN
JUICIO A LA
BESTIALIDAD FASCISTA
Pero no se trataba sólo de
juzgar a un criminal de guerra. Era un juicio a la bestialidad fascista, al plan
hitleriano del exterminio del pueblo judío.
Las palabras de apertura de las sesiones, pronunciadas por
el fiscal Hausner, lo establecían de modo contundente: "En el sitio en que
me encuentro hoy ante ustedes, jueces de Israel, para demandar contra Adolf
Eichmann, no me encuentro solo; conmigo se levantan, aquí, en este momento,
seis millones de demandantes. Pero ellos no tienen la posibilidad de comparecer
en persona, de apuntar hacia la cabina de vidrio un índice vengador y gritar,
dirigiéndose a aquel que está sentado en su interior: Yo acuso. (…) Por
eso seré yo su portavoz, y en su nombre levantaré este acta de acusación
terrible".
A
DIFERENCIA DE LOS TRIBUNALES NAZIS, TUVO DERECHO A SU DEFENSA
Sin embargo, los jueces no se
sometieron a las presiones políticas y nunca perdieron de vista el objetivo
principal del proceso: establecer la posible culpabilidad del acusado y la
medida de esa culpabilidad.
Eichmann, gracias a la
intervención de sus juzgadores, pudo ejercer plenamente su legítimo derecho de
defensa. Tanto él como su defensor, el Dr. Servatius, se expresaron con
absoluta libertad en la Corte.
Frecuentemente, el presidente
del jurado puso freno a los excesos del fiscal o corrigió defectos de
traducción de los dichos de los testigos.
DESCARGOS
Eichmann esgrimió, hasta el
hartazgo, sus fundamentos defensivos
básicos. Él obedecía órdenes. Nada más. Por otro lado, sostenía, sus actos no
podían ser juzgados por otro país, por ningún país: sus actos habían sido actos
de Estado. Sólo se
encargó de llevar a cabo, y con una
extremada eficacia, aquello que era ley en su país, en la Alemania de la que
Eichmann era funcionario. Allí, la palabra del Führer era ley, no sólo para
Eichmann fue el responsable del traslado de millones de personas a los campos de
exterminio nazi.
CARGOS
Desde su lugar en la estructura burocrática nazi, Adolf
Eichmann organizó, sucesivamente, la expulsión de los judíos de Alemania, su
deportación de los territorios ocupados por las nazis y el traslado de millones
de judíos a los campos de exterminio.
En la
Conferencia de Wansee,
con Eichmann, como secretario, redactando las actas de la reunión,
dejando constancia para la posteridad, se decidió establecer "La Solución Final ".
Eichmann, entre los asesinos,
ocupaba un lugar de importancia. Era él quien los enviaba a la muerte.
Diariamente partían trenes a los campos de exterminio con 2.500 o 3.000 judíos
hacinados en los vagones de carga. No solo se ocupaba de los trenes. En el
juicio se aportaron como pruebas circulares y órdenes emitidas por Eichmann y
su oficina obligando a las autoridades locales de cada territorio para que los
judíos de diferentes nacionalidades fueran objeto inmediato de las
"medidas necesarias".
Eichmann conocía el destino
que les esperaba a los pasajeros de sus trenes. Hay registros de sus múltiples
visitas a Auschwitz y otros campos. El 31 de julio de 1941, Heydrich lo convocó a su oficina y
le dijo: "El Führer ha ordenado el exterminio físico de los judíos".
CONDENADO A MUERTE
En la madrugada del 31 de mayo de 1962. El gobierno
Israelí anuncia que rechaza todos los pedidos de clemencia recibidos por el
reo. Temprano llegó un ministro protestante. Le propuso leer la Biblia juntos. Eichmann se negó. Prefirió estar
solo los pocos minutos de vida que le quedan.
Bebía cortos sorbos y mantenía la
mirada fija sobre una de las paredes. Lo vinieron a buscar. En el pasillo solo se escuchaban sus pasos y
los de los guardias que lo escoltaban. Se cruzó con varias personas en el
camino, pero él no las miró. Le atan las piernas a la altura de
los tobillos y las rodillas. Sus patéticas palabras finales fueron:
"Dentro de muy poco, caballeros, volveremos a encontrarnos. Tal es el
destino de todos los hombres. ¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! ¡Nunca las olvidaré!".
NO APRENDIERON LA LECCIÓN
Sectores, cada vez más numerosos y desprovistos de un
mínimo de cultura política, apoyan consciente o inconscientemente, en diversos
países de la tierra a movimientos fascistas, sin reconocer lo que significaron
dictaduras fascistas como Mussolini, Hitler y Pinochet. Para ellos, simplemente
no existieron los horrendos crímenes perpetrados bajo la parda bandera
fascista.
Por otro lado, la mayoría reaccionaria de los judíos, al
parecer olvidaron los sufrimientos del holocausto y aplican hoy la misma
política de represión y muerte contra otros pueblos, especialmente el palestino.