El Círculo Virtual de
Estudios Histórico-Políticos rinde homenaje a una de las víctimas del
holocausto nazi, a una muchacha judía llamada Ana Frank.
Lo hacemos cuando los viudos
de Hitler y de Pinochet siguen intentando borrar la memoria histórica,
pretenden justificar los crímenes perpetrados o se hacen cínicas autocríticas o
se disfrazan de democráticos.
Carlota Espina
Editora
En el 85º natalicio de Ana Frank: 12 de junio 1928-12 de junio 2013:
ANA FRANK SIGUE VIVIENDO DESPUÉS DE SU MUERTE
Iván Ljubetic Vargas
EN FRANKFURT AM MAIN
El 12 de junio de 1979
participamos en Frankfurt am Main, entonces República Federal Alemana, en un
acto que se efectuó frente a la casa en que
había nacido Ana Frank, cincuenta años atrás. Era la segunda hija del
matrimonio de Otto Frank y Edith
Frank-Holländer. La primogénita se llamaba Margot y
era tres años mayor que Ana.
Fue ese un evento de gran
contenido antifascista. Junto a las banderas de muchas organizaciones progresistas alemanas, hubo chilenas.
Los oradores entregaron antecedentes sobre esa
familia judía...
Cuando en 1933 asumió el poder Adolfo Hitler
en Alemania, Otto Frank decidió no esperar más y partió con los suyos a Holanda. Instaló un negocio en la calle
Prinsengracht Nº 263, una
típica casa del antiguo Ámsterdam. El edificio había sido construido en
1613, pero había tenido muchas
transformaciones. Como es frecuente encontrar en esa ciudad, el edificio tenía
dos casas juntas: una frontal y otra interior, hacia el patio trasero.
En mayo de 1940 el ejército
hitleriano invadió Holanda.
Otto Frank comenzó entonces a preparar en secreto un refugio en
la Casa Interior de Prinsengracht Nº 263. Le ayudaron dos antiguos
colaboradores suyos Koophuis y Kraler, además de Miep y Elli. Se llevaron clandestinamente una
serie utensilios domésticos.
El 6 de julio de 1942
ingresó la familia Frank en la Casa Interior.
Relata Ana en su Diario:
”Jueves, 9 de julio de 1942. Querida Kitty: Nos pusimos en camino bajo una lluvia persistente. Papá y mamá, cada uno con un bolso de compras atiborrado con toda clase de provisiones, y yo con mi cartera llena a rebosar... Por el camino, mis padres me fueron revelando poco a poco la historia de nuestro escondite... Desde hacía unos meses habían mandado trasladar allí parte de nuestros muebles, y asimismo ropa para el servicio y vestidos... El escondite se hallaba en el edificio donde estaban las oficinas de mi padre. Esto es algo difícil de comprender si previamente no se está al corriente de las circunstancias; por esto voy a explicarlo. El personal que trabajaba con mi padre no era muy numeroso; los señores Kraler y Koophuis, Miep, y por último, Elli Vossen, una mecanógrafa de veintitrés años. Todos ellos estaban al corriente de nuestra llegada. El padre de Elli, el señor Vossen, y los dos hombres que lo secundaban en el almacén no habían sido puestos al corriente de nuestro secreto.”
(Ana había recibido, entre
los regalos para su 13 cumpleaños,
el viernes 12 de junio de 1942, un
diario. Lo comenzó a escribir dos días después.
El
sábado 20 de junio explicaba: ”La falta de confianza es talvez mi mayor
defecto. De cualquier modo este es un hecho y es bastante doloroso tener que
reconocerlo. Por eso he decidido escribir este
Diario; con el fin de inventarme una imagen de una amiga que tanto
deseo. Quiero que este Diario se convierta en mi amiga. Y esta amiga se llamará
Kitty”. Esto lo anotaba Ana cuando aún
no tenía la menor idea de que debía trasladarse al refugio secreto).
EN LA CASA INTERIOR
En 1985 viajamos a Ámsterdam
y no perdimos la oportunidad de visitar
la casa donde la familia Frank,
junto a la familia Van Daan y el señor Dussel (que llegaron poco
después) vivieron ocultos durante 25 largos meses.
Entramos al edificio ubicado
en Prinsengracht Nº 263, junto a uno de los tantos canales de Ámsterdam,
convertido actualmente en un museo
contra la guerra y el fascismo. Lo recorrimos con emoción. La casa delantera
está separada de la casa interior por una puerta disimulada detrás de un
estante giratorio de libros, cuya parte superior está camuflada mediante un
mapa.
Al cruzarla, comprobamos la
genialidad con que Ana Frank describió
la Casa Interior en su Diario,
con fecha jueves 9 de julio de 1942:
“Frente a esta puerta hay
una escalera muy empinada; a la izquierda, un corredor lleva a la estancia que
desde ahora va a ser el hogar de los Frank, y al mismo tiempo el dormitorio del
señor y la señora Frank. Al lado de ésta, otra habitación más reducida se ha
transformado en el cuarto de estudio y dormitorio de las señoritas Frank. A la
derecha de la escalera hay una habitación sin ventana alguna, con una pila de
lavarse, y un pequeño reducto con un lavabo. Una puerta da acceso a la
habitación que voy a compartir con Margot.
“Al abrir la puerta del
rellano del segundo piso, uno se encuentra sorprendido de encontrar tanto
espacio y tanta luz en el anexo de una casa tan vieja. Las casas que bordean
los canales de Ámsterdam son las más antiguas de la villa. La pieza ha de
servir de dormitorio del matrimonio Van Daan y, además de cocina, sala de
estar, comedor y estudio o taller. Es muy espaciosa y hasta ahora había servido
de laboratorio. Hay un horno de gas y un fregadero.
“Otra pequeña habitación,
que es en realidad un pasadizo, va a constituir el dominio de Peter Van Daan.
En esta parte trasera de la casa, hay también un desván y una buhardilla.
Tengo, pues, el honor de introducirte en nuestro suntuoso anexo...”
Al recorrer la Casa Interior muchos detalles golpearon nuestra
sensibilidad. Por ejemplo, en un muro vemos el mapa en donde el padre de Ana seguía
el desarrollo de la guerra; en las paredes de la pieza de las dos niñas,
fotografías de artistas de cine pegadas
por ellas; las rayas donde marcaban el crecimiento de los tres muchachos; la
ventana de la buhardilla, la única que se podía abrir sin riesgos, desde donde
pudimos ver la torre de la iglesia Westertoren, la misma que Ana
solía contemplar. Recordamos lo que ella relata el sábado 11 de julio:
“Ni papá, mi mamá, ni Margot pueden
acostumbrarse al carillón de la Westertoren que suena cada cuarto de hora. Yo,
en cambio, lo he encontrado maravilloso, sobre todo en la noche, cuando un
sonido familiar nos da aliento”.
En ese mismo día escribe la
joven de 13 años: “Tenemos mucho miedo de que los vecinos nos oigan o nos
vean... Me siento oprimida por el hecho de no poder salir nunca, y siento
muchísimo miedo de que seamos descubiertos y fusilados”.
Estando allí, en la Casa
Interior, nos imaginamos el temor que aplastaba a la muchacha judía y a los
otros refugiados. Se puede palpar la situación terrible que debieron vivir esas ocho personas.
Ana cuenta en su Diario, con fecha martes 11
de abril de 1944:
“Las diez y media, las once,
ni un ruido. Mi padre y el señor Van Daan, que estaban de vigilancia, volvían a
vernos por turnos. A las once y cuarto oímos
que alguien se movía en la planta baja. En nuestra habitación, únicamente
nuestra respiración era perceptible, pues todos estábamos como petrificados.
Oímos pasos en el primer piso, en la cocina, y por fin en la escalera que
conducía a la puerta disimulada. Nuestra respiración estaba cortada, ocho
corazones latían hasta romperse oyendo aquellos pasos y unas sacudidas en la
puerta del armario. Aquel momento es indescriptible. Yo me veía ya en las
garras de la Gestapo aquella misma noche y
me dije: ‘Estamos perdidos’.
Alguien estaba tirando de la puerta del armario, una vez, otra, hasta
tres veces. Algo cayó al suelo y los pasos se alejaron. Por el momento
estábamos salvados...”
Los refugiados en la Casa
Interior sólo pudieron subsistir gracias a la valiente y generosa
solidaridad de cuatro holandeses. Ellos
eran el único contacto con el mundo exterior, los abastecían de alimentos,
medicinas y cuanto necesitaban. Conseguir
esas cosas en un país ocupado por
lo alemanes, con la vigilancia de la policía nazi, donde todo estaba racionado y se adquiría a través de cupones,
no era tarea fácil. Y resultaba, además,
muy arriesgado hacerlas llegar. Ana se refiere a ello en su Diario el
viernes 25 de septiembre: “Debo reconocer que nuestros protectores han demostrado
tener muchísimo ingenio. Sería realmente imposible que alguien sospechase a
dónde van a parar las provisiones que se compran para nosotros. Los holandeses
son grandes personas, en realidad”.
VÍCTIMAS DE LA BARBARIE NAZI
El martes 4 de abril de 1944
anotó Ana en su Diario: “Quiero seguir
viviendo aún después de mi muerte... Cuando escribo me olvido de todo, mis
penas desaparecen y renace mi ánimo. Pero la cuestión capital es saber si
llegaré a escribir algo perdurable, si llegaré a ser periodista o escritora.
Con esta esperanza vivo, pues al escribir puedo dejar testimonio de mis
pensamientos, mis ideales y mis fantasías”.
Y el
martes 11 de abril de 1944
escribió: “Soy consciente de ser mujer, una mujer con una moral acendrada y
mucho valor. Si Dios me deja vivir, iré mucho más lejos que mi madre, no seré
una mujer insignificante. Tendré mi pueblo en el mundo y trabajaré para mis
semejantes. Tengo plena conciencia de que el valor y la alegría son dos
factores vitales”.
La joven judía, que por entonces
tenía 15 años no pudo cumplir sus sueños. El viernes 4 de agosto de 1944 la
existencia del refugio fue delatada. Irrumpió la policía nazi. Fueron detenidos
los 8 habitantes de la Casa Interior y los “protectores” Kraler y Koophuis. Uno
de los agentes tomó el maletín
de Otto Frank, donde estaba el diario de Ana, botó los manuscritos y echó en
ella las cosas de valor que encontró para robárselas.
Los diez detenidos fueron
llevados al cuartel de policía, de allí a la ciudad de Westerbork. El 2 de
septiembre condujeron a los 8 habitantes de la Casa Interior al campo de
concentración de Auschwitz, en Polonia.
Allí murió la madre de Ana. El señor Van Daan fue asesinado en la cámara de
gases. Igual suerte corrió su hijo, el joven Peter. El señor Dussel fue enviado
al campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo, donde murió, a igual que 50 mil
prisioneros de los 100 mil que pasaron por ese siniestro recinto.
A fines de octubre de 1944
Ana, Margot y la señora Van Daan fueron enviados al campo de Bergen-Belsen,
cerca de la ciudad alemana de Hanover.
Las tres murieron allí. Las hermanas Frank de tifus en marzo de 1945, a
poco más de un mes que ese campo fuera
liberado por tropas británicas.
El único de los refugiados
en la Casa Interior que sobrevivió al terror nazi fue Otto Frank. Tuvo la
suerte de ser salvado por soldados del
Ejército Soviético que liberaron el campo de exterminio de Auschwitz en enero
de 1945. También lograron subsistir los dos solidarios holandeses Kraler y
Koophuis.
Al regresar a Ámsterdam, Otto
Frank recibió de las solidarias Miep y Elli
los manuscritos de Ana, que
habían encontrado y guardado.
Finalizada la Guerra, se
publicó el Diario de Ana Frank. Ha sido
traducido a más de 50 idiomas en un tiraje total que se calcula en más 13 millones
de ejemplares.
EN BERGEN-BELSEN
Cuando en abril de 1945, los
ingleses liberaron el campo de Bergen-Belsen, luego de evacuar a los
sobrevivientes, lo quemaron totalmente, para evitar la propagación del tifus.
Actualmente existe en ese
lugar un cementerio.
En 1986, un grupo de exiliados chilenos fuimos invitados a una
serie de actos organizados por el Partido Comunista Alemán (DKP) en Hanover.
Uno de ellos consistió visitar Bergen-Belsen.
A la entrada vimos un pequeño muro donde se lee: “Bergen-Belsen. 1940
bis 1945”. Monumentos y memoriales por todas partes. Varias columnas en
recuerdo a los judíos que allí murieron. Más allá en una gran piedra se dice:
“Hier Ruhen 2.000 Toten. April 1945” (“Aquí descansan dos mil muertos. Abril 1945”).
Un monumento en homenaje a los soviéticos fallecidos. Ahí efectuamos una
solemne ceremonia, la que repetimos ante un
memorial de piedra negra,
coronada por la Estrella de David, donde está escrito: “Margot Frank
1926 – 1945 Anne Frank 1929 – 1945”.
Alrededor de éste muchas flores y fotografías de Ana.
Esa tarde de junio de 1986
flamearon banderas chilenas, junto a muchas otras, en Bergen-Belsen en homenaje a las víctimas de la bestialidad
fascista.
Se cumplió el anhelo
expresado por Ana Frank el 4 de abril de 1944: “Quiero seguir viviendo aún
después de mi muerte”. Ella y millones
de víctimas del fascismo siguen vivas en la memoria y los corazones de quienes anhelamos forjar
un mundo en que impere la Paz, la Justicia y el Amor.