lunes, 10 de junio de 2013

En el 85º natalicio de Ana Frank: 12 de junio 1928-12 de junio 2013






El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos rinde homenaje a una de las víctimas del holocausto nazi, a una muchacha judía llamada Ana Frank.

Lo hacemos cuando los viudos de Hitler y de Pinochet siguen intentando borrar la memoria histórica, pretenden justificar los crímenes perpetrados o se hacen cínicas autocríticas o se disfrazan de democráticos.

Carlota Espina
Editora







En el 85º natalicio de Ana Frank: 12 de junio 1928-12 de junio 2013:


ANA FRANK SIGUE VIVIENDO DESPUÉS DE SU MUERTE

                                                                                      

 Iván  Ljubetic Vargas

EN FRANKFURT  AM  MAIN

El 12 de junio de 1979 participamos en Frankfurt am Main, entonces República Federal Alemana, en un acto que se efectuó frente a la casa en que  había nacido Ana Frank, cincuenta años atrás. Era la segunda hija del matrimonio de Otto Frank y Edith  Frank-Holländer. La primogénita se llamaba  Margot y  era  tres  años mayor que Ana.
Fue ese un evento de gran contenido antifascista. Junto a las banderas de muchas  organizaciones progresistas alemanas,  hubo chilenas.

Los  oradores entregaron antecedentes sobre esa familia judía...

Cuando en 1933 asumió el poder Adolfo Hitler en Alemania, Otto Frank decidió no esperar más y partió con los suyos a  Holanda. Instaló un negocio en la calle Prinsengracht  Nº 263,  una  típica casa del antiguo Ámsterdam. El edificio había sido construido en 1613, pero había  tenido muchas transformaciones. Como es frecuente encontrar en esa ciudad, el edificio tenía dos casas juntas: una frontal y otra interior, hacia el patio trasero.

En mayo de 1940 el ejército hitleriano invadió Holanda.

Otto Frank comenzó  entonces a preparar en secreto un refugio en la Casa Interior de Prinsengracht Nº 263. Le ayudaron dos antiguos colaboradores suyos Koophuis y Kraler, además de  Miep y Elli. Se llevaron clandestinamente una serie utensilios domésticos.

El 6 de julio de 1942 ingresó la familia Frank en la Casa Interior. 

Relata  Ana en su Diario:

”Jueves, 9 de julio de 1942. Querida Kitty:  Nos pusimos en camino bajo una lluvia persistente. Papá y mamá, cada uno  con un bolso de compras atiborrado con toda clase de provisiones, y yo con mi cartera llena a rebosar... Por el camino, mis padres me fueron revelando poco a poco la historia de nuestro escondite... Desde hacía unos meses habían mandado trasladar allí parte de nuestros muebles,  y asimismo ropa para el servicio y vestidos... El escondite se hallaba en el edificio donde estaban las oficinas de mi padre. Esto es algo difícil de comprender si previamente no se está al corriente de las circunstancias; por esto voy a explicarlo. El personal que trabajaba con mi padre no era muy numeroso; los señores Kraler y Koophuis,  Miep, y por último, Elli Vossen, una mecanógrafa de veintitrés años. Todos ellos estaban al corriente de nuestra llegada. El padre de Elli, el señor Vossen, y los dos hombres que lo secundaban en el almacén no habían sido puestos al corriente de nuestro secreto.”

(Ana había recibido, entre los regalos para  su 13 cumpleaños, el  viernes 12 de junio de 1942, un diario. Lo comenzó a escribir dos días después.

El  sábado 20 de junio explicaba: ”La falta de confianza es talvez mi mayor defecto. De cualquier modo este es un hecho y es bastante doloroso tener que reconocerlo. Por eso he decidido escribir este  Diario; con el fin de inventarme una imagen de una amiga que tanto deseo. Quiero que este Diario se convierta en mi amiga. Y esta amiga se llamará Kitty”. Esto lo anotaba  Ana cuando aún no tenía la menor idea de que debía trasladarse al refugio secreto).

EN LA CASA  INTERIOR

En 1985 viajamos a Ámsterdam y no perdimos la oportunidad de visitar  la casa donde la familia Frank,  junto a la familia Van Daan y el señor Dussel (que llegaron poco después) vivieron ocultos durante 25 largos meses.

Entramos al edificio ubicado en Prinsengracht Nº 263, junto a uno de los tantos canales de Ámsterdam, convertido  actualmente en un museo contra la guerra y el fascismo. Lo recorrimos con emoción. La casa delantera está separada de la casa interior por una puerta disimulada detrás de un estante giratorio de libros, cuya parte superior está camuflada mediante un mapa.

Al cruzarla, comprobamos la genialidad con que Ana Frank describió  la  Casa Interior en su Diario, con fecha jueves 9 de julio de 1942:  

“Frente a esta puerta hay una escalera muy empinada; a la izquierda, un corredor lleva a la estancia que desde ahora va a ser el hogar de los Frank, y al mismo tiempo el dormitorio del señor y la señora Frank. Al lado de ésta, otra habitación más reducida se ha transformado en el cuarto de estudio y dormitorio de las señoritas Frank. A la derecha de la escalera hay una habitación sin ventana alguna, con una pila de lavarse, y un pequeño reducto con un lavabo. Una puerta da acceso a la habitación que voy a compartir con Margot.

“Al abrir la puerta del rellano del segundo piso, uno se encuentra sorprendido de encontrar tanto espacio y tanta luz en el anexo de una casa tan vieja. Las casas que bordean los canales de Ámsterdam son las más antiguas de la villa. La pieza ha de servir de dormitorio del matrimonio Van Daan y, además de cocina, sala de estar, comedor y estudio o taller. Es muy espaciosa y hasta ahora había servido de laboratorio. Hay un horno de gas y un fregadero.

“Otra pequeña habitación, que es en realidad un pasadizo, va a constituir el dominio de Peter Van Daan. En esta parte trasera de la casa, hay también un desván y una buhardilla. Tengo, pues, el honor de introducirte en nuestro suntuoso anexo...”

Al recorrer  la Casa Interior  muchos detalles golpearon nuestra sensibilidad. Por ejemplo, en un muro vemos el mapa en donde el padre de Ana seguía el desarrollo de la guerra; en las paredes de la pieza de las dos niñas, fotografías  de artistas de cine pegadas por ellas; las rayas donde marcaban el crecimiento de los tres muchachos; la ventana de la buhardilla, la única que se podía abrir sin riesgos, desde donde pudimos ver la torre de la iglesia Westertoren, la misma que  Ana  solía contemplar. Recordamos lo que ella relata el sábado 11 de julio: “Ni papá, mi mamá, ni Margot  pueden acostumbrarse al carillón de la Westertoren que suena cada cuarto de hora. Yo, en cambio, lo he encontrado maravilloso, sobre todo en la noche, cuando un sonido familiar nos da aliento”.

En ese mismo día escribe la joven de 13 años: “Tenemos mucho miedo de que los vecinos nos oigan o nos vean... Me siento oprimida por el hecho de no poder salir nunca, y siento muchísimo miedo de que seamos descubiertos y fusilados”.

Estando allí, en la Casa Interior, nos imaginamos el temor que aplastaba a la muchacha judía y a los otros refugiados. Se puede palpar la situación terrible  que debieron vivir esas ocho personas.

 Ana cuenta en su Diario, con fecha martes 11 de abril de 1944:

“Las diez y media, las once, ni un ruido. Mi padre y el señor Van Daan, que estaban de vigilancia, volvían a vernos por turnos. A las once y cuarto  oímos que alguien se movía en la planta baja. En nuestra habitación, únicamente nuestra respiración era perceptible, pues todos estábamos como petrificados. Oímos pasos en el primer piso, en la cocina, y por fin en la escalera que conducía a la puerta disimulada. Nuestra respiración estaba cortada, ocho corazones latían hasta romperse oyendo aquellos pasos y unas sacudidas en la puerta del armario. Aquel momento es indescriptible. Yo me veía ya en las garras de la Gestapo aquella misma noche y  me dije: ‘Estamos perdidos’.  Alguien estaba tirando de la puerta del armario, una vez, otra, hasta tres veces. Algo cayó al suelo y los pasos se alejaron. Por el momento estábamos salvados...”

Los refugiados en la Casa Interior sólo pudieron subsistir gracias a la valiente y generosa solidaridad  de cuatro holandeses. Ellos eran el único contacto con el mundo exterior, los abastecían de alimentos, medicinas y cuanto necesitaban. Conseguir  esas cosas en un  país ocupado por lo alemanes, con la vigilancia de la policía nazi, donde todo estaba  racionado y se adquiría a través de cupones, no era tarea fácil. Y resultaba, además,  muy arriesgado hacerlas llegar. Ana se refiere a ello en su Diario el viernes 25 de septiembre: “Debo reconocer que nuestros protectores han demostrado tener muchísimo ingenio. Sería realmente imposible que alguien sospechase a dónde van a parar las provisiones que se compran para nosotros. Los holandeses son grandes personas, en realidad”.

VÍCTIMAS DE LA BARBARIE NAZI

El martes 4 de abril de 1944 anotó Ana  en su Diario: “Quiero seguir viviendo aún después de mi muerte... Cuando escribo me olvido de todo, mis penas desaparecen y renace mi ánimo. Pero la cuestión capital es saber si llegaré a escribir algo perdurable, si llegaré a ser periodista o escritora. Con esta esperanza vivo, pues al escribir puedo dejar testimonio de mis pensamientos, mis ideales y mis fantasías”.

Y  el  martes 11 de  abril de 1944 escribió: “Soy consciente de ser mujer, una mujer con una moral acendrada y mucho valor. Si Dios me deja vivir, iré mucho más lejos que mi madre, no seré una mujer insignificante. Tendré mi pueblo en el mundo y trabajaré para mis semejantes. Tengo plena conciencia de que el valor y la alegría son dos factores vitales”.

La joven judía, que por entonces tenía 15 años no pudo cumplir sus sueños. El viernes 4 de agosto de 1944 la existencia del refugio fue delatada. Irrumpió la policía nazi. Fueron detenidos los 8 habitantes de la Casa Interior y los “protectores” Kraler y Koophuis. Uno de los agentes tomó el maletín de Otto Frank, donde estaba el diario de Ana, botó los manuscritos y echó en ella las cosas de valor que encontró para robárselas.
 
Los diez detenidos fueron llevados al cuartel de policía, de allí a la ciudad de Westerbork. El 2 de septiembre condujeron a los 8 habitantes de la Casa Interior al campo de concentración  de Auschwitz, en Polonia. Allí murió la madre de Ana. El señor Van Daan fue asesinado en la cámara de gases. Igual suerte corrió su hijo, el joven Peter. El señor Dussel fue enviado al campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo, donde murió, a igual que 50 mil prisioneros de los 100 mil que pasaron por ese siniestro recinto.

A fines de octubre de 1944 Ana, Margot y la señora Van Daan fueron enviados al campo de Bergen-Belsen, cerca de la ciudad alemana de Hanover.  Las tres murieron allí. Las hermanas Frank de tifus en marzo de 1945, a poco más de un mes  que ese campo fuera liberado por   tropas británicas.

El único de los refugiados en la Casa Interior que sobrevivió al terror nazi fue Otto Frank. Tuvo la suerte de ser salvado por  soldados del Ejército Soviético que liberaron el campo de exterminio de Auschwitz en enero de 1945. También lograron subsistir los dos solidarios holandeses Kraler y Koophuis.

Al regresar a Ámsterdam, Otto Frank  recibió de las solidarias  Miep y Elli    los manuscritos de Ana, que  habían encontrado y guardado. 
Finalizada la Guerra, se publicó el Diario de Ana Frank. Ha  sido traducido a más de 50 idiomas en un tiraje total que se calcula en más 13 millones de ejemplares.

EN  BERGEN-BELSEN

Cuando en abril de 1945, los ingleses liberaron el campo de Bergen-Belsen, luego de evacuar a los sobrevivientes, lo quemaron totalmente, para evitar la propagación del tifus.

Actualmente existe en ese lugar un  cementerio.

En 1986, un grupo de  exiliados chilenos fuimos invitados a una serie de actos organizados por el Partido Comunista Alemán (DKP) en Hanover. Uno de ellos consistió visitar Bergen-Belsen.  A la entrada vimos un pequeño muro donde se lee: “Bergen-Belsen. 1940 bis 1945”. Monumentos y memoriales por todas partes. Varias columnas en recuerdo a los judíos que allí murieron. Más allá en una gran piedra se dice: “Hier Ruhen 2.000 Toten. April 1945” (“Aquí descansan dos mil muertos. Abril  1945”).   Un monumento en homenaje a los soviéticos fallecidos. Ahí efectuamos una solemne  ceremonia, la que repetimos  ante un  memorial de piedra negra,  coronada por la Estrella de David, donde está escrito: “Margot Frank 1926 – 1945     Anne Frank 1929 – 1945”. Alrededor de éste muchas flores y fotografías de Ana. 

Esa tarde de junio de 1986 flamearon banderas chilenas, junto a muchas otras, en Bergen-Belsen  en homenaje a las víctimas de la bestialidad fascista.

Se cumplió el anhelo expresado por Ana Frank el 4 de abril de 1944: “Quiero seguir viviendo aún después de mi muerte”.  Ella y millones de víctimas del fascismo siguen vivas en la memoria  y los corazones de quienes anhelamos forjar un mundo en que impere la Paz, la Justicia y el Amor.