Hace 64 años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El
viernes 4 de octubre de 1957, me encontraba haciendo clases en el Quinto
Humanidades del Liceo de Nueva Imperial. Era la primera hora de la tarde.
Golpearon la puerta de la sala. Se abrió y entró Herman Pérez, profesor de
Matemáticas y Física, militante socialista. Sin saludarme, me dijo emocionado:
- Recién informó la radio que
El resto de la tarde se desarrolló bajo el impacto
de la noticia, que en minutos fue conocida en todo el establecimiento.
Comentarios, preguntas, opiniones sobre el histórico acontecimiento.
Esa noche, no sólo nosotros dos con el colega
Pérez, estábamos frente al liceo. Éramos
varias decenas de personas: profesores, alumnos, vecinos.
Habían venido todos los militantes del Partido y de
las Juventudes Comunistas.
Eran las 20 horas y el cielo estaba raramente muy
despejado. Brillaban las estrellas. El colega Pérez explicaba algunos detalles
técnicos.
Esperábamos expectantes: queríamos contemplar con
nuestros propios ojos el primer artefacto enviado por el hombre al espacio.
Un alumno de sexto humanidades fue el primero en
verlo:
- ¡Ahí va, ahí va!, exclamó jubiloso. Es como una
estrella que se mueve lentamente.
Estalló entonces el grito colectivo: ¡Ahí va!, ¡Ahí
va! Y también los aplausos y los vivas
al sputnik y a
Seguimos con la mirada el majestuoso caminar del
viajero espacial por el firmamento del
sur de Chile.
Vi lágrimas en los ojos de viejos camaradas, en los del carpintero
Samuel Salas y en los del zapatero remendón Heriberto Muñoz. Estaban felices y
emocionados.
La velada del lunes 7 de octubre de 1957 del Centro
Pablo Neruda, de las Juventudes Comunistas, fue inolvidable. Hubo canciones dedicada a
Mi charla versó sobre el mismo tema. El colega
Herman Pérez entregó antecedentes sobre el primer satélite artificial de la
tierra:
- Es una esfera muy pulida de aluminio, de 58
centímetro de diámetro y 83 kilos de peso. Tiene dos pares de antenas de 2,4 y
2,9 metros. Fue este pequeño artefacto –concluyó Herman Pérez- el que ha
abierto el camino hacia las estrellas.
Lo más notable de esa velada del 7 de octubre de
1957, fue el número de fondo. Cerca de las 22 horas, las decenas de personas
que repletábamos el salón del Centro
Pablo Neruda, salimos a la calle para observar, una vez más, el paso victorioso del primer sputnik
soviético por el cielo de Nueva Imperial.