El tiempo y el guayabo
Estaba convencido que le había
ganado tiempo al tiempo, unos segundos al menos; que en la práctica es
bastante; sobre todo cuando en los andenes del metro, con la nieve hasta el
cogote, te cierran las puertas delante de las narices.
El tiempo es el supervisor de la
vida, de la muerte y no funciona para todos iguales; para el que perdió el
metro y casi la nariz, se levantara más temprano o quizás no; hay algunos que
andan corriendo toda la vida... se levantan temprano, por la experiencia de las
puertas cerradas, pero el tiempo se les arranca mágico.
Fueron construidos para andar
corriendo.
Cuando yo era cabro, el tiempo
fue siempre un símbolo de hambre y de no tener colchón. Cuando empezaba a
sentirlo con confianza, me palmoteaba con un puñal y me decía con su voz de
tiempo...”se acabo el recreo”.
Aún siendo un niño-cabro, vi una
matanza de obreros, aterrorizado, me escondí al interior de los damascos...
Así no podía seguir muriendo.
Tenía que saber, entender.
Ya tenía un sufriente
conocimiento, que los tiempos tenían camisetas.
Dos cosas había que hacer:
encontrar en mi cuerpo flaco y de orejas grandes; las enseñanzas del tamarugo,
del chañar, del pimiento y... arrancar.
Enterré mi pistola de palo,
desenterré mi hoja de zapatero, oxidada y “brava”.
En un saco harinero guarde mis
pertenencias, ni calzoncillos ni calcetines había adentro: Salgo, no hace frio.
El cantar de los grillos y el de un tren cercano, provocan en mi estómago hasta
mis ojos, un nudo ciego, húmedo.
La ciudad esta oscura, cerca del
mercado con olor a manzanas, encuentro un albergue.
Al otro día, temprano, dejo esas
tierras en pena, que estrujaron a la sombra de jotes y cóndores, casi tres
generaciones de mi familia.
Tanto tiempo de huacho,
caminando siempre por “la orilla”, te da una identidad y una perspectiva.
La vida es una cosa viva,
resbalosa y de preferencias. La vida puede ser un castigo, puede ser tu ira, tu
venganza, tu placer, tu avaricia, tu muerte, el trampolín de otros...
Tu vida puede ser un regalo de
los tiempos o un privilegio del averno.
Las vestimentas de tu vida,
dependen de la estrategia y táctica, que tu clase y sus organismos, han puesto
en práctica en tu tiempo contemporáneo.
Estas vestimentas, no tienen
nada que ver con la NK o con las de H&M, Indiska; tienen más que ver, con
esa puerta cerrada que vas a abrir.
Desde los tiempos viejos, que
los seres humanos, se ha “necesitado” mutuamente para existir; no para
colaborar “miti-miti”. Unos, los menos,
necesitan de los otros, que son muchos más, para que su existir sea mucho más
ameno, contento y placentero. Los otros, los mas, necesitan de los menos, para
pegarse con una piedra en el pecho, mientras gritan:
!Puta que tengo mala suerte!
¿Quien invento esta ”mala
suerte” de vivir?
El Tiempo.
Cuando todavía andábamos en
cuatro patas, a uno de nosotros, se le ocurrió pegarle al otro, un palo en la
cabeza.
Lo hizo por choro; “por ver no
ma”.
No demoro mucho el tiempo en
explicarle que: el palo mata o aturde y que el choro, se puede quedar con las
cosas del finado o del aturdido.
El tiempo y la aventura de
vivir, de seguir existiendo, la curiosidad, le dio al hombre la posibilidad de
achuntarle con el palo y hacer un hoyo, tirar una pepa de guayabo y despues con
el tiempo, comer guayabas.
Los animales salvajes, que había
logrado capturar, aprendieron también a comer guayabas.
El accionar del palo, le acelero
la cachativa para hacer otros tipos de palos. Así nacieron las herramientas y
los elementos para matar.
Gracias al tiempo y a los palos,
se pudo hacer negocios con otros dueños de palos.
Entre tantos negocios, se dieron
cuenta que era necesario, por los negocios, ser dueños de la tierra en donde
hicieron el hoyo y defenderla a palo
limpio.
Así, el tiempo parió la
propiedad privada.
Cuanto más negocios hacían, mas
cosas tenían, faltaron brazos, los parientes atorrantes no daban a vasto.
Salio endemoniado y miserable,
le pego un guaracazo al vecino, lo mato, se llevó a todos sus parientes,
hombres y mujeres, niños; su tierra y el palo.
Para hacer más hoyos o para
matar más vecinos.
Así nacieron los Imperios.
Así nacio el poseedor de la
fuerza de trabajo: El esclavo.
El dueño de los hoyos, con el
tiempo a su favor, empezo a ser muy poderoso. Acumulo palos y hoyos como loco,
tantas guayabas almacenaron y tantas había en el mercado, que el mundo se
saturó de guayabas...Adonde me meto las guayabas se preguntó... ¿y las que
vienen?.
Todavía, vuelto loco, se
pregunta lo mismo.
Los esclavos que nacieron y
desparramaron con su fuerza y existencia los guayabos, los esclavos que fueron
el sostén de los Imperios, son nuestros antepasados...
Por nosotros también ha pasado
el tiempo del guayabo.
A cuatro patas, vimos como
algunos se enderezaban primero y los seguimos.
Cuando ese tiempo estaba muy
viejo, estaban casi todos “enderezados” y se repartieron los oficios...
De allí viene la sabiduría
popular de nuestros antepasados: “este cayo parado”.
De acuerdo con las cantidades de
guayabas que se poseía, a los negocios y a sus cosas, los seres humanos se
dividieron en grupos. A medida que el tiempo transcurría, los grupos se
transformaron en clases sociales, sin tener la menor idea de lo que se les
venia encima.
Los artesanos, fierreros,
matones de esos tiempos, van a ser los pequeños empresarios, la pequeña
burguesía codiciosa, “patera” de los señores de la vida y de los guayabos. En
esos acontecimientos, se dislumbraba El Estado.
La derecha en Chile, desde su presidente
para abajo, con algunos camuflados por otros lados, son sus dignos
representantes.
La clase obrera, son los
directos descendientes de los esclavos; los que obligados, cuidaban guayabos y
guayabas… Y sobre todo, de los que pusieron por primera vez “el coco”, para que
le pegaran un palo.
Estamos hablando del año de la
Cocoa, ni al Tata Dios se le había ocurrido tener un hijo…
Aún se era peludo, con los ojos
bien adentro.
El tiempo parió a los Sumerios y
ellos florecieron Mesopotamia. En esas regiones y en esos tiempos, los guayabos
pasaban de mano en mano, de muerte en muerte. Cuando Babilonia creció fue
envidiada y ultrajada por los hijos del desierto.
Nuestra América, tenía su propio
tiempo, también habían dueños de guayabos caprichosos, que querían pirámides
enormes como nichos. No se quien copio a quien, los egipcios, tenian los mismos
arrebatos.
El tiempo se escribía con
sangre…
Los tiempos de ahora, son
fotocopias del tiempo del hoyo y del guayabo.
Cuento estas cosas de esta
manera, porque estoy orgulloso de mis creencias y de su casa. Cuento esto así,
porque a veces me cuesta entender los conceptos, las cantidades, las ciencias.
Todavía quedó boca abierta al
ver un avión inmenso, con 300-600 pasajeros a bordo, despegar tan liviano como
un gorrión, digo estas cosas, porque me parece hermoso estar enamorado y a
pesar de los tiempos transcurridos, me reten todos los días, calzonudo, la sigo
esperando, con la guata en cosquilleo.
Admiro el volar de los gansos,
el abrigarse de los pingüinos, el flotar del colibrí:
¡Así es mi partido!
Siento el olor a pan, cuando me
acuerdo de Sandino y su país, me siento fecundo cuando pienso en los Martí, me
creo gigante, viajero por siempre atrasado del Granma, soy yakare sin dientes
de Girón.
Porque me parece increíble,
maravilloso tener cien años y ser tan jóven. Cien años insertos en esos tiempos
de hoyos y guayabos. Estamos hablando de 3 millones de años atrás…más o menos.
Yo sé que existe mi morena Cuba,
los bolivarianos, los hijos del altiplano, la blancura de Lima, yo entiendo de
Nicaragua, de Ecuador, del Salvador; yo he muerto y resucitado en Argentina, yo
estoy herido en Leningrado, soy una lagrima de arroz en Vietnam, soy un pedazo
de imposible en lo posible, soy un chuncho vigilante en Corea del Norte, soy un
ladrillo en el pais de Mao.
Cuento estas cosas así, porque
me parece criminal e imposible, que en una mañana maldita e incierta, los
hacedores de miserias, intentaran matar a los hijos de Recabarren y a otros
hermanos también…A los descendientes de los esclavos de antaño…a los que
son exprimidos hasta la última gota de
sangre, a los que con toda su alma, forjaron con generosidad y valentía un
gobierno popular…
El pueblo, por primera vez en la
historia del país, en una intensa lucha de clases, salían victoriosos a través
de una lucha electoral.
Me habría gustado, este sábado 8
de diciembre del 2012, haber estado en el Estadio, … ser uno más de los 70 mil.
Tiene que haber sido una verdad
de sueños.
Gracias a los tiempos, a la
geografía humana, a la lucha de clases, se tienen otros calendarios. Cien años,
toda una existencia siendo los ojos, el sentir, el crear, el hambre y la
alegría del pueblo…Cien años, que en algunas horas, en un Estadio cantando,
pasaron volando.
Si lo miramos con los ojos del
guayabo…! pucha que somos cabros!.
Un saludo orgulloso, para todos
los que limpiaron la vergüenza, de una casa construida para el deporte y la
cultura.
Muchas gracias.
Horacio Alejandro Fischer
Alquinta
2012-12-13