domingo, 16 de diciembre de 2012

El tiempo y el guayabo











El tiempo y el guayabo


Estaba convencido que le había ganado tiempo al tiempo, unos segundos al menos; que en la práctica es bastante; sobre todo cuando en los andenes del metro, con la nieve hasta el cogote, te cierran las puertas delante de las narices.

El tiempo es el supervisor de la vida, de la muerte y no funciona para todos iguales; para el que perdió el metro y casi la nariz, se levantara más temprano o quizás no; hay algunos que andan corriendo toda la vida... se levantan temprano, por la experiencia de las puertas cerradas, pero el tiempo se les arranca mágico.

Fueron construidos para andar corriendo.

Cuando yo era cabro, el tiempo fue siempre un símbolo de hambre y de no tener colchón. Cuando empezaba a sentirlo con confianza, me palmoteaba con un puñal y me decía con su voz de tiempo...”se acabo el recreo”.

Aún siendo un niño-cabro, vi una matanza de obreros, aterrorizado, me escondí al interior de los damascos...

Así no podía seguir muriendo.

Tenía que saber, entender.

Ya tenía un sufriente conocimiento, que los tiempos tenían camisetas.
Dos cosas había que hacer: encontrar en mi cuerpo flaco y de orejas grandes; las enseñanzas del tamarugo, del chañar, del pimiento y... arrancar.

Enterré mi pistola de palo, desenterré mi hoja de zapatero, oxidada y “brava”.

En un saco harinero guarde mis pertenencias, ni calzoncillos ni calcetines había adentro: Salgo, no hace frio. El cantar de los grillos y el de un tren cercano, provocan en mi estómago hasta mis ojos, un nudo ciego, húmedo.

La ciudad esta oscura, cerca del mercado con olor a manzanas, encuentro un albergue.

Al otro día, temprano, dejo esas tierras en pena, que estrujaron a la sombra de jotes y cóndores, casi tres generaciones de mi familia.

Tanto tiempo de huacho, caminando siempre por “la orilla”, te da una identidad y una perspectiva.

La vida es una cosa viva, resbalosa y de preferencias. La vida puede ser un castigo, puede ser tu ira, tu venganza, tu placer, tu avaricia, tu muerte, el trampolín de otros...

Tu vida puede ser un regalo de los tiempos o un privilegio del averno.

Las vestimentas de tu vida, dependen de la estrategia y táctica, que tu clase y sus organismos, han puesto en práctica en tu tiempo contemporáneo.

Estas vestimentas, no tienen nada que ver con la NK o con las de H&M, Indiska; tienen más que ver, con esa puerta cerrada que vas a abrir.

Desde los tiempos viejos, que los seres humanos, se ha “necesitado” mutuamente para existir; no para colaborar “miti-miti”.  Unos, los menos, necesitan de los otros, que son muchos más, para que su existir sea mucho más ameno, contento y placentero. Los otros, los mas, necesitan de los menos, para pegarse con una piedra en el pecho, mientras gritan:

!Puta que tengo mala suerte!

¿Quien invento esta ”mala suerte” de vivir?

El Tiempo.

Cuando todavía andábamos en cuatro patas, a uno de nosotros, se le ocurrió pegarle al otro, un palo en la cabeza.

Lo hizo por choro; “por ver no ma”.


No demoro mucho el tiempo en explicarle que: el palo mata o aturde y que el choro, se puede quedar con las cosas del finado o del aturdido.

El tiempo y la aventura de vivir, de seguir existiendo, la curiosidad, le dio al hombre la posibilidad de achuntarle con el palo y hacer un hoyo, tirar una pepa de guayabo y despues con el tiempo, comer guayabas.

Los animales salvajes, que había logrado capturar, aprendieron también a comer guayabas.

El accionar del palo, le acelero la cachativa para hacer otros tipos de palos. Así nacieron las herramientas y los elementos para matar.

Gracias al tiempo y a los palos, se pudo hacer negocios con otros dueños de palos.
Entre tantos negocios, se dieron cuenta que era necesario, por los negocios, ser dueños de la tierra en donde hicieron el hoyo y  defenderla a palo limpio.

Así, el tiempo parió la propiedad privada.

Cuanto más negocios hacían, mas cosas tenían, faltaron brazos, los parientes atorrantes no daban a vasto.

Salio endemoniado y miserable, le pego un guaracazo al vecino, lo mato, se llevó a todos sus parientes, hombres y mujeres, niños; su tierra y el palo.

Para hacer más hoyos o para matar más vecinos.
Así nacieron los Imperios.
Así nacio el poseedor de la fuerza de trabajo: El esclavo.

El dueño de los hoyos, con el tiempo a su favor, empezo a ser muy poderoso. Acumulo palos y hoyos como loco, tantas guayabas almacenaron y tantas había en el mercado, que el mundo se saturó de guayabas...Adonde me meto las guayabas se preguntó... ¿y las que vienen?.

Todavía, vuelto loco, se pregunta lo mismo.

Los esclavos que nacieron y desparramaron con su fuerza y existencia los guayabos, los esclavos que fueron el sostén de los Imperios, son nuestros antepasados...

Por nosotros también ha pasado el tiempo del guayabo.

A cuatro patas, vimos como algunos se enderezaban primero y los seguimos.

Cuando ese tiempo estaba muy viejo, estaban casi todos “enderezados” y se repartieron los oficios...

De allí viene la sabiduría popular de nuestros antepasados: “este cayo parado”.

De acuerdo con las cantidades de guayabas que se poseía, a los negocios y a sus cosas, los seres humanos se dividieron en grupos. A medida que el tiempo transcurría, los grupos se transformaron en clases sociales, sin tener la menor idea de lo que se les venia encima.

Los artesanos, fierreros, matones de esos tiempos, van a ser los pequeños empresarios, la pequeña burguesía codiciosa, “patera” de los señores de la vida y de los guayabos. En esos acontecimientos, se dislumbraba El Estado.

La derecha en Chile, desde su presidente para abajo, con algunos camuflados por otros lados, son sus dignos representantes.

La clase obrera, son los directos descendientes de los esclavos; los que obligados, cuidaban guayabos y guayabas… Y sobre todo, de los que pusieron por primera vez “el coco”, para que le pegaran un palo.  

Estamos hablando del año de la Cocoa, ni al Tata Dios se le había ocurrido tener un hijo…

Aún se era peludo, con los ojos bien adentro.

El tiempo parió a los Sumerios y ellos florecieron Mesopotamia. En esas regiones y en esos tiempos, los guayabos pasaban de mano en mano, de muerte en muerte. Cuando Babilonia creció fue envidiada y ultrajada por los hijos del desierto.

Nuestra América, tenía su propio tiempo, también habían dueños de guayabos caprichosos, que querían pirámides enormes como nichos. No se quien copio a quien, los egipcios, tenian los mismos arrebatos.

El tiempo se escribía con sangre… 

Los tiempos de ahora, son fotocopias del tiempo del hoyo y del guayabo.

Cuento estas cosas de esta manera, porque estoy orgulloso de mis creencias y de su casa. Cuento esto así, porque a veces me cuesta entender los conceptos, las cantidades, las ciencias.

Todavía quedó boca abierta al ver un avión inmenso, con 300-600 pasajeros a bordo, despegar tan liviano como un gorrión, digo estas cosas, porque me parece hermoso estar enamorado y a pesar de los tiempos transcurridos, me reten todos los días, calzonudo, la sigo esperando, con la guata en cosquilleo. 

Admiro el volar de los gansos, el abrigarse de los pingüinos, el flotar del colibrí:

 ¡Así es mi partido!

Siento el olor a pan, cuando me acuerdo de Sandino y su país, me siento fecundo cuando pienso en los Martí, me creo gigante, viajero por siempre atrasado del Granma, soy yakare sin dientes de Girón.

Porque me parece increíble, maravilloso tener cien años y ser tan jóven. Cien años insertos en esos tiempos de hoyos y guayabos. Estamos hablando de 3 millones de años atrás…más o menos.

Yo sé que existe mi morena Cuba, los bolivarianos, los hijos del altiplano, la blancura de Lima, yo entiendo de Nicaragua, de Ecuador, del Salvador; yo he muerto y resucitado en Argentina, yo estoy herido en Leningrado, soy una lagrima de arroz en Vietnam, soy un pedazo de imposible en lo posible, soy un chuncho vigilante en Corea del Norte, soy un ladrillo en el pais de Mao.

Cuento estas cosas así, porque me parece criminal e imposible, que en una mañana maldita e incierta, los hacedores de miserias, intentaran matar a los hijos de Recabarren y a otros hermanos también…A los descendientes de los esclavos de antaño…a los que son  exprimidos hasta la última gota de sangre, a los que con toda su alma, forjaron con generosidad y valentía un gobierno popular…

El pueblo, por primera vez en la historia del país, en una intensa lucha de clases, salían victoriosos a través de una lucha electoral.

Me habría gustado, este sábado 8 de diciembre del 2012, haber estado en el Estadio, … ser uno más de los 70 mil.

Tiene que haber sido una verdad de sueños.

Gracias a los tiempos, a la geografía humana, a la lucha de clases, se tienen otros calendarios. Cien años, toda una existencia siendo los ojos, el sentir, el crear, el hambre y la alegría del pueblo…Cien años, que en algunas horas, en un Estadio cantando, pasaron volando.

Si lo miramos con los ojos del guayabo…! pucha que somos cabros!.

Un saludo orgulloso, para todos los que limpiaron la vergüenza, de una casa construida para el deporte y la cultura.

Muchas gracias.

Horacio Alejandro Fischer Alquinta
2012-12-13