Editorial de El Siglo,
edición 1640 del 7 de diciembre de 2012
100 años del Partido
Comunista: ¡Al Estadio, al Estadio!
Culminan este sábado 8 de
diciembre las celebraciones por los 100 años del Partido Comunista de Chile.
No se trata, sin embargo
de lo que pudiera suponerse por “el peso de los años”, de una conmemoración
puramente nostálgica.
Y sin embargo de ello y
del legítimo privilegio del presente, es indispensable pensar a esta
organización política por su aporte a un siglo de la vida nacional.
Aunque pueda sonar a
reprochable auto referencia y sin perjuicio, también, de los necesarios
resguardos autocríticos, no es posible separar la trayectoria de este partido
fundado en 1912 por Luis Emilio Recabarren de la completa historia del país.
No es, por cierto, este
partido el único que pueda invocar sus servicios a la identidad nacional y a
los valores fundamentales de la democracia. Tampoco significa ello que se pueda
omitir en un recuento riguroso de estos 100 años los significativos aportes de
otras instituciones republicanas, de muy variada índole.
En alguna medida no exenta de
reservas, de ello no caben dudas, es posible datar el comienzo del siglo XX de
aquel 7 de diciembre de 1907 que vio la horrible matanza de la Escuela Santa
María de Iquique. Y tal vez, por qué no, su final se date en aquel trágico 11
de septiembre de 1973. Allí, en ambos luctuosos episodios, se quebró el mito de
una “unidad nacional” que siempre estará entre los paréntesis de la aguda lucha
de clases que protagonizan -al margen incluso de sus visiones- los adversarios
clásicos del ciclo capitalista: propietarios de los medios fundamentales de
producción, patrones y oligarquía de un lado; pueblo y asalariados, del otro.
Ciertamente, la historia no se
reduce a esquematismos y simplificaciones. Ella es más rica que su propio
reflejo en la conciencia de los antagonistas.
Y es allí en donde la prédica
constante de quienes desde el mundo popular han hecho cuanto les ha sido
posible por ilustrar al “soberano”, adquiere una importancia fundamental.
Bien podría sostenerse, y nos
atrevemos a postularlo aunque ello parezca en extremo simplificador, que el
gran identificador de los 100 años del Partido Comunista de Chile ha sido su
esfuerzo por dotar a los explotados -de todo “pelaje” y condición- de los
instrumentos que les permitan dar el paso desde su condición de “clase en sí”
-existente en tanto víctima de las explotaciones e injusticias de todas las
opresiones- a aquella condición de “clase para sí” que los habilita para
plantearse desde su condición irreductible y postularse desde esa adquirida
lucidez y autoconciencia como protagonista central de la historia y garante,
por ello mismo, de la continuidad y el “progreso” de la especie humana hasta
alcanzar los umbrales de un orden social superior: el socialismo.
Páginas y páginas, hasta hacerlas
incontables, podrían llenarse con los episodios y los nombres de quienes las
protagonizaron, y cuyo presencia se verifica desde las filas de este partido. Ello,
tanto en el campo de las luchas reivindicativas de todos los explotados,
marginados y “represionados”, como en las filas de quienes desde las alturas
tanto de las ciencias como del arte popular y “culto” han hecho aportes que
nadie podría negar.
Y llega este imperecible
contingente a las costas de su centenario. Y lo celebra con orgullo. Y ante las
evidencias de la crueldad de clase que ha sufrido junto a su pueblo, no exhibe
ni apetitos de venganza ni estériles resentimientos, sino la simple y dura
sentencia que proclama la extendida urgencia de “verdad y justicia”, en su más
rigurosa acepción.
Podrá parecer un extremo de
soberbia, como tal vez una discutible “resignación” ante las descalificaciones
y crímenes recibidos, pero lo cierto es que por la concepción de la sociedad y
de la historia que forma parte de su ideario siempre ha prevalecido en el
destacamento comunista la inteligencia que permite comprender, por encima de
las motivaciones de orden personal, las limitaciones que manifiestan en su
conducta y sus idearios aquellos que por su conciencia de clase -clase privilegiada
y explotadora- sufren la insalvable contradicción que interpone entre la verdad
y la ciencia sus intereses estrechos y la íntima convicción –por mucho que
hagan recurso al profeta Fukuyama- de que su predominio está afectado
insalvablemente por la dinámica de la historia y la evidente condición
provisoria del carácter de clase de las sociedades basadas en la explotación
del hombre por el hombre.
Estos 100 años que cumple el
Partido Comunista de Chile son, a la vez, una alerta poderosa que a todos nos
incita a mirarnos en el espejo de la historia y encontrar, en una fuente pura
de toda contaminación, el sendero que unitariamente nos conduzca tanto al
umbral de “las espléndidas ciudades” que citando a Rimbaud nos convidara Pablo
Neruda, como “a las anchas alamedas” que recogemos en el valioso legado de
Salvador Allende.
EL DIRECTOR