Miguel Lawner y Luis Corvalán
LUIS
CORVALAN, COMBATIENTE EJEMPLAR
Por Miguel Lawner
LUIS CORVALAN, combatiente ejemplar. Después del fallecimiento en 1949 de
Ricardo Fonseca, Secretario General del Partido Comunista de Chile, el Comité
Central acordó publicar un libro en su memoria, responsabilidad asumida por
Luis Corvalán, quién tituló la obra : “Ricardo
Fonseca combatiente ejemplar”. Don Lucho nos dejó el 21 de Julio de 2010,
por curiosa coincidencia el mismo día en que murió Ricardo Fonseca 61 años
atrás. Hoy recordamos la pérdida de otro combatiente ejemplar. Corvalán entró a
las filas del Partido en 1931, con quince años de edad y ya involucrado en las
luchas sociales que acabaron con la dictadura de Carlos Ibáñez. Es el mismo año
de su ingreso a la Escuela Normal de Chillán, después de una infancia muy dura,
transcurrida en un hogar humilde, con una madre dedicada a la costura día y
noche, a fin de llevar el pan a sus cinco hijos. Desde entonces, Corvalán no
cesó de combatir hasta el último momento de sus días. Fueron 78 años entregados
a la causa de una vida mejor para los pobres de esta tierra. Sufrió el rigor
del sistema de dominación capitalista implacable en la defensa de sus
privilegios: Arturo Alessandri Palma lo exoneró del magisterio. Gabriel
González Videla ordenó su detención y tortura antes de relegarlo a Pitrufquen.
Carlos Ibáñez del Campo, lo envió al campo de concentración reabierto en
Piragua, y Pinochet lo confinó a la Isla Dawson y a otros campos de reclusión.
Expulsado de Chile en 1976, permaneció en el exilio durante siete años,
retornando el año 1983, viéndose forzado a vivir en la clandestinidad hasta la
recuperación de la democracia siete años más tarde. Su paso por la vida no fue
ciertamente un remanso de aguas quietas, pero las persecuciones no le generaron
rencores o amarguras. Por el contrario, fue reconocido como un hombre sencillo,
humilde, amable y tenaz en defensa de los intereses populares, granjeándose el
respeto de sus camaradas y también de muchos de sus adversarios políticos. Al
fallecimiento de Galo González, en 1958, don Lucho fue elegido Secretario
General del Partido Comunista, que recién había recuperado su legalidad.
Recibió una organización diezmada a raíz de la feroz persecución sufrida
durante el mandato de González Videla. En los quince años que mediaron desde
entonces, el Partido Comunista creció hasta convertirse en la mayor fuerza
política de Chile, contando a la fecha del golpe militar con unos 200.000
militantes además de otros 90.000 afiliados a las Juventudes Comunistas.
Bajo la conducción de Corvalán, el PC se esforzó por unificar a la
Izquierda chilena en torno a un programa claramente anti oligárquico y anti
imperialista. Con la organización del FRAP (Frente de Acción Popular), en 1956,
se consolidó el entendimiento con el Partido Socialista y otros partidos de
izquierda, estrechando la unidad política de la clase obrera. Grandes
movilizaciones de masas tuvieron lugar en la década del 60. La creación de la
CUT permitió elevar considerablemente la organización y la conciencia de los
trabajadores. Miles de familias sin casa -migrantes del campo a la ciudad establecidos
en las riberas del río o del zanjón de la Aguada, se hicieron dueñas de un
lugar apto donde vivir, gracias a la fuerza alcanzada por el Movimiento de
pobladores. Movilizaciones estudiantiles sacudieron las anacrónicas aulas
universitarias a lo largo de todo el país imponiendo profundos cambios en la
enseñanza. A partir del X Congreso del PC efectuado en 1956, el Partido señaló
públicamente la perspectiva de conquistar el poder por una vía pacífica,
aspiración considerada por muchos en un comienzo como inalcanzable. Pero este
objetivo correspondía a un correcto análisis de la situación económica y social
de Chile, y el Partido Comunista fue profundizando en una línea política
innovadora, impregnando al movimiento popular con esta legítima expectativa.
“El Informe al XII Congreso celebrado en Marzo de 1962 tuvo como título: “Hacia
la conquista de un gobierno popular”, en tanto que en 1965 se realizó el XIII
Congreso bajo el lema: “La clase obrera, centro de la unidad y motor de los
cambios revolucionarios”, y en Noviembre de 1969, el XVI Congreso levantó con
toda fuerza la consigna: “Unidad Popular para conquistar el poder”. (1) La
victoria de Salvador Allende en 1970, fue la culminación de un proceso
revolucionario singular, confirmando la factibilidad de las tesis elaboradas a
lo largo de tantos años, contando a don Lucho como uno de sus impulsores
fundamentales. Los mil días del gobierno de la Unidad Popular fueron otro desafío
mayor, pleno de realizaciones llevando a cabo los cambios estructurales
necesarios para poner los recursos nacionales a disposición de la mayoría de
los chilenos. El Partido Comunista, con don Lucho a la cabeza, se distinguió
por su apoyo al gobierno del presidente Allende.
Portada de: FERNANDO ORELLANA
La fotografía corresponde al antiguo local de
LAS JUVENTUDES COMUNISTAS DE CHILE
Calle Marcoleta 96, EN SANTIAGO
Don Lucho fue detenido días después del golpe militar. Se le mantuvo
aislado e incomunicado durante 50 días en la Escuela Militar hasta su envío a
la Isla Dawson en Noviembre de 1973. Allí se incorporó al grupo de quienes
habíamos sido confinados en la Isla con anterioridad. Recuerdo claramente que
cuando llegó a la COMPINGIM, donde nos encontrábamos recluidos, yo estaba fuera
del campo integrando el grupo encargado de plantar postes, faena que a esas
alturas desarrollábamos a varios kilómetros de distancia. Al regresar por la
tarde, nos sorprendió la noticia de su llegada junto con la de Anselmo Sule,
Julio Stuardo, Pedro Felipe Ramírez y Camilo Salvo. Corrí a saludarlo y me lo
encontré instalado en el Valdivia, ( 2 ) rodeado de compañeros con quienes
intercambiaba informaciones respecto a nuestras familias o de los eventuales
juicios anunciados contra los así llamados jerarcas del gobierno. Nuestra
incomunicación daba paso a las peores conjeturas, pero lo (1. Santiago Moscú Santiago. Apuntes del exilio. Luis Corvalán .
Ediciones Coirón. España. 1983. 2 COMPINGIM (Compañía de Ingenieros del Cuerpo
de Infantería de la Marina), era la base militar instalada en la Isla. A raíz
del golpe militar, se habilitó como lugar para alojar a los presos políticos
detenidos en Punta Arenas, y también a los altos dirigentes de la UP
trasladados desde Santiago, para quienes se dispuso de una barraca dividida en
dos compartimentos. Nosotros bautizamos uno con cabida para 8 compañeros con el
nombre de Sheraton; el otro, un espacio de 32 m2 destinado para 32 compañeros
lo bautizamos como Tupahe. A raíz de una visita de la Cruz Roja Internacional,
días antes del arribo de don Lucho, la comandancia del campo amplió las
instalaciones con otra barraca a fin de disminuir nuestro hacinamiento. Así
nació el Valdivia, replicando el nombre del renombrado hotel parejero de
Santiago.) cierto es que don Lucho estaba tan ignorante como nosotros
respecto a nuestras familias o nuestro futuro. Con todo lo vi tranquilo y al
consultarle como había ido a parar al Valdivia, me señaló que los compañeros
radicales, mayoritariamente agrupados en esa barraca, lo acogieron con gran
afecto, insistiendo en instalarse junto a ellos. En Dawson, don Lucho fue
objeto de particular hostilidad, según la guardia de turno, sin que jamás
perdiera su dignidad. La verdad es que podemos estar orgullosos del
comportamiento de todos nuestros dirigentes políticos, ya que actitud análoga
de altivez mantuvieron Clodomiro Almeida, Edgardo Enríquez, Hugo Miranda, José
Tohá o Daniel Vergara. Cuando Lucho llegó a Dawson, la Junta Militar
publicitaba con gran bombo el proceso caratulado “Contra Luis Corvalán y
otros”, en el cual se le solicitaba la pena de muerte. Un periodista de la
revista brasileña VISAO fue autorizado a entrevistarlo respecto a ese proceso,
encuentro realizado en el patio de nuestra barraca en presencia del comandante
del campo. Lucho le expresó al periodista el honor que sentía él y el resto de
nosotros por haber participado en el gobierno de Allende, razón por la cual no
tenía nada que temer. Concluyó la entrevista con una frase que dio la vuelta al
mundo: “Amo la vida pero no le temo a la muerte si he de morir por una causa
justa.” Por cierto que el mentado proceso jamás tuvo lugar.
Selección de algunos trabajos de Luis Corvalán.
Libro publicado en Bulgaria en 1978
Para sobrevivir en la Isla, era indispensable hacer acopio de leña,
combustible con el cual alimentábamos la estufa que nos libraba de morir
congelados en la barraca. Diariamente salía una brigada de nosotros a recoger
leña desde el bosque Murillo, situado en la proximidad de nuestro campo. Era
necesario partir grandes troncos que yacían desparramados en el bosque,
abatidos por los incendios forestales que extinguieron la riqueza forestal de
la isla. Concluida la faena, los cargábamos al hombro hasta el patio de la
barraca y allí los partíamos en trozos para ser introducidos en la estufa.
Corvalán era puesto fijo en esta faena, ya que por su origen campesino era
ducho para reconocer troncos que aseguraban una mejor combustión, y además por
su destreza en el empleo del hacha. Mientras algunos de nosotros la
descabezábamos rápidamente por el uso desmedido de la fuerza, don Lucho se
lucía, practicando los cortes con gran precisión sin requerir un esfuerzo
excesivo. Una noche me encontraba cumpliendo turno de imaginaria (3) mientras
ya dormían todos mis compañeros, cuando divisé la luz de un cabo de vela
alumbrando en una de las literas. Me acerqué a indagar lo que ocurría y
encontré a don Lucho que permanecía despierto acostado en su cama, leyendo una
carta. Ese día nos habían entregado correspondencia, y Corvalán recibió una
misiva enviada por su hijo Luis Alberto que permanecía detenido en el campo de
concentración de Chacabuco. La carta había recorrido el país de extremo a
extremo llegando finalmente a su destinatario. Don Lucho la releía una y otra
vez mientras una lluvia copiosa azotaba sin piedad las calaminas de nuestra
techumbre. Intentaba escudriñar algún mensaje oculto que pudiera haber salvado
las censuras a las cuales se sometía nuestra (3 Imaginaria: En el lenguaje de la Armada, la persona que hace turno
de noche. En nuestro caso, encargado de alimentar permanentemente la estufa con
leña, a fin de evitar que se apague. Hacíamos un turno de 10 de la noche hasta
las dos y otro hasta las seis de la mañana.) correspondencia. Me la dio a
leer por si yo cachaba algo. No descubrimos sino el amor y el respeto de un
hijo por un padre ejemplar. Corvalán se mortificaba experimentando algún
sentimiento de culpabilidad, a raíz de la suerte corrida por su hijo, mezclado
con el orgullo de saberlo un jotoso abnegado y consecuente.
Conversamos largo rato respecto al golpe militar, y recuerdo que –con la
ingenuidad política que me suele caracterizar- le manifesté lo siguiente: “don
Lucho, no se preocupe. Esto no puede durar más de un par de años”, a lo cual él
replicó con increíble don de vaticinio: “Te equivocas Miguelito. Esto no dura
menos de quince años”. Nunca olvidé el ojo de don Lucho para juzgar – a pocos
meses del 11 de Septiembre del 73- la profundidad del golpe recibido. El 8 de
Mayo de 1974, a las tres de la mañana, irrumpió violentamente en nuestra
barraca el capitán, Zamora, comandante del campo de concentración en ese
momento. Nos ordenó empacar todas nuestras pertenencias y prepararnos para
viajar. Formamos en el patio aún de noche, muertos de frío, iluminados por los
faros de un par de camiones después de acopiar bultos y maletas en un rincón.
Zamora solicitó dos voluntarios para cargar todas nuestras pertenencias en uno
de los camiones. Nos presentamos Jaime Concha y yo, pero con su voz destemplada
como siempre, Zamora gritó: “A ver,…que se sume el flojo de Corvalán”.
Comenzaba a clarear cuando terminamos de cargar el vehículo y los tres
estibadores recibimos la orden de encaramarnos sobre los bultos, además de dos
conscriptos unidos a nosotros en calidad de vigilantes. Así iniciamos el viaje
rumbo al aeródromo de la Isla, situado a varios kilómetros de distancia.
Viajamos tendidos sobre bolsos y maletas, a los cuales nos aferrábamos con
desesperación, zarandeados sin piedad por las sacudidas del camión. Llegamos al
Río Negro, que normalmente traía un hilillo de agua, pero a raíz de lluvias
copiosas originadas durante la noche, el caudal había crecido en tal forma que
el conductor se vio obligado a buscar forma de vadearlo. Encontró finalmente un
lugar por donde cruzar cuidadosamente y llegamos a salvo al aeródromo donde
bajamos la carga. Allí permanecimos custodiados por los guardias en espera del
arribo de nuestros compañeros, que demoraron largo rato hasta aparecer
exhibiendo un aspecto lamentable ya que el perverso Zamora los hizo marchar
desde el campo, obligándolos a vadear el río Negro con serio riesgo para sus
vidas. Debieron despojarse de zapatos y calcetines, y armar una cadena humana
para evitar ser arrastrados por la corriente del río, cruzando el torrente con
el agua hasta la cintura. Fue la última de las vejaciones inferida por el
psicópata de Zamora. En todo caso, respecto a don Lucho, le salió el tiro por
la culata, ya que al tratar de agraviarlo ordenándole unirse a los cargadores
del camión, lo salvó del remojón y de las llagas en las plantas de los pies,
sufridas por el resto de nuestros compañeros en una travesía bastante riesgosa.
A su llegada a Santiago, el grupo de los presos dawsonianos fue enviado por un
par de meses a diferentes recintos de las fuerzas armadas hasta ser nuevamente
reunidos en Julio de 1974 en Ritoque, (4) Allí cambió nuestro régimen como
prisioneros de guerra. Dejamos de estar incomunicados y de efectuar trabajos
forzados, pudimos recibir una visita semanal de los familiares y mejoraron la
alimentación y las acomodaciones. Desarrollamos diversas iniciativas de
análisis y estudio sobre lo ocurrido y el futuro del movimiento popular,
rendimos un homenaje a Neruda con ocasión del primer aniversario de su
fallecimiento, algunos se dedicaron a perfeccionar su conocimiento sobre
idiomas extranjeros, y participamos en varios eventos culturales impulsados por
otros compañeros detenidos en el mismo campo. Don Lucho se esmeró en mejorar su
conocimiento de la lengua francesa. Estábamos recluidos en Ritoque cuando Radio
Moscú anunció en Abril de 1974, que la Unión Soviética había otorgado el Premio
Lenin de la Paz a Luis Corvalán, distinción celebrada con gran alegría por
todos los prisioneros.
ESTUDIO EN RITOQUE ABRIL/75 Miguel Lawner
PUBLICADO EN: ARAUCARIA DE CHILE N°2 - 1978
PAGINAS 68 - 69. LA HISTORIA VIVIDA
EXTRACTO DEL LIBRO "DAWSON" DE SERGIO VUSKOVIC
Años más tarde, al arribo de don Lucho a Moscú, se materializó la entrega
de ese premio, que incluía junto con la medalla, la suma de veinticinco mil
dólares. Corvalán resolvió remitir el dinero “a la Vicaría de la Solidaridad, a
través del Consejo Mundial de Iglesias, con el expreso deseo de que pudieran
servir de modesta ayuda para la atención de los familiares de los presos
políticos.” (5) De vez en cuando, alguno de los confinados en Ritoque era
trasladado temporalmente al campo de detención de Tres Alamos, ya sea para
prestar declaración en los juicios entablados por la Junta Militar, o por otros
motivos. En Mayo de 1975 se decretó mi expulsión del país y fui enviado a Tres
Alamos para coordinar los trámites previos a mi viaje. Allí me encontré con don
Lucho, que permanecía encerrado sólo en una pequeña sala de tres por tres
metros habilitada como celda con cerrojo de seguridad, cuyo mobiliario
consistía solamente en un par de literas dobles. A Corvalán le habían traído un
pequeño aparato televisor, con una radio disimulada en el equipo, apta para
escuchar onda corta y larga. Todas las noches, en medio del mayor sigilo,
manteníamos encendido el televisor sin sonido, a fin de escuchar Radio Moscú.
Lucho se había especializado en trabajar la onda, como le decíamos nosotros, es
decir, sintonizar cuidadosamente la frecuencia de Radio Moscú en un volumen
bajo, a fin de evitar ser sorprendidos por los guardias. De vez en cuando se
debilitaba o se nos perdía la onda, y Lucho volvía a recuperarla girando el
dial pacientemente, mientras permanecíamos con una oreja pegada al aparato. Así
pudimos enterarnos de la preocupación mundial por la suerte de Corvalán, ya que
se ignoraban las causas de su traslado a Tres Alamos, y circulaban alarmantes
rumores respecto al estado de su salud. Efectivamente don Lucho permanecía
privado de la atención médica necesaria, padeciendo un serio malestar estomacal
que no recuerdo y afectado por una infección dental muy molesta, (4 El gobierno de Allende construyó 14
Balnearios Populares a lo largo de Chile, destinado a servir como lugar de
vacaciones para los trabajadores. Después del golpe militar dos de ellos se
habilitaron como centros de detención: Ritoque y Puchuncaví. El resto se
entregó a las diferentes ramas de las fuerzas armadas o simplemente se vendió a
privados. 5 Luis Corvalán: “De lo vivido y lo peleado”. Memorias. Lom Ediciones
1997.) Seguíamos ambos recluidos en ese recinto, cuando se confirmó la
fecha de mi expulsión. Consciente del estado de su salud y preocupado por
dejarlo sólo, resolví hacerle un retrato lo más detallado posible a fin de
registrar su situación en la eventualidad de un desenlace imprevisible. Fue el
último de los dibujos realizado durante mi paso por los campos de
concentración, que ejecuté con cierta dosis de nerviosismo, por el temor de
dejar a Lucho expuesto a algún agravio sin testigo presencial. También porque
ignoraba como podría sacar mi retrato eludiendo los allanamientos. Anita
resolvió finalmente este asunto con un ingenio y aplomo admirables Allí está el
dibujo, cuyo original pertenece hoy al Museo de la Memoria y los Derechos
Humanos. Lucho está sentado en la litera, con un jockey y su tradicional
chamanto de vicuña cubriéndole los hombros. Está leyendo el Conde de
Montecristo, obra del novelista Alejandro Dumas en su versión original, lectura
autoimpuesta para mejorar su dominio de la lengua francesa. En el dibujo
detallo todos los objetos depositados sobre el cajón que nos servía de velador:
el famoso reloj cadena que don Lucho lucía invariablemente en uno de los
bolsillos de su chaleco, el choquero utilizado para beber café o tecito, un
paquete de cigarrillos Richmond, la lámpara de velador traída por mi cuñado,
una tapa de frasco utilizada como cenicero y otros artículos. Estampé la fecha:
ocho de Junio de 1975. Cuando Lucho lo vio terminado, examinó el dibujo
atentamente y con un ojo bastante certero resumió su opinión afirmando: “Te
resultó bastante bien, pero el pie izquierdo te quedó mas o menos nomás” Tenía
toda la razón. Al llegar al exilio me había propuesto rectificarlo, pero
después decidí conservarlo tal cual en beneficio de la memoria histórica y
mantuve el defecto advertido por el ilustre modelo. Así fue como el dibujo dio
la vuelta al mundo. Se imprimió en afiches, tarjetas portales y escarapelas que
circularon por tantos lugares, exigiendo la libertad de nuestro inolvidable
camarada y amigo.
Afiche de la Solidaridad de Dinamarca exigiendo la libertad para Luis Corvalán y todos los presos politicos. En él se ve claramente el dibujo de Miguel Lawner descrito con anterioridad.
Afiche N°66 que forma parte del libro "CHILE EN EL CORAZÓN", que fué editado por el Comité de Solidaridad de la República Democrática Alemana, en 1980. Es una recopilación de 223 afiches publicados por la Solidaridad Internacional con el pueblo chileno.
Tras su liberación en 1976, don Lucho fue requerido desde los cuatro
rincones del planeta para dar su testimonio sobre la situación chilena. El
aplastamiento sangriento de la innovadora experiencia llevada a cabo por el
gobierno de la Unidad Popular, el trágico fin del Presidente Allende y la
magnitud de los crímenes y atropellos a los derechos humanos cometidos por la
Junta Militar conmovían a la humanidad, generado un movimiento de solidaridad
internacional de inmensa magnitud. Corvalán fue recibido por las autoridades
políticas y sociales de casi todos los países europeos, visitó Cuba y otras
naciones latinoamericanas, así como algunos países de Asia y Africa. Su figura
se convirtió en bandera del movimiento de solidaridad internacional. En 1978
viajé a Moscú invitado por la Dirección del PC en el exterior, a fin de
coordinar algunas tareas del exilio. Me recibió en el aeropuerto una joven
soviética encargada de servir como traductora a nuestros compañeros, quién me
trajo en automóvil hasta el hotel del Partido comunista soviético, donde
hospedaría durante mi estadía en la capital moscovita. Me encontraba
registrando el ingreso al hotel, cuando la traductora me señaló con cierto aire
de solemnidad. “¿Ve esa puerta?.... Por allí entran los compañeros Secretarios
Generales” ¿Cómo?… contesté yo. ¿Por allí entra Corvalán” “Naturalmente”,
replicó ella. Afirmación que repliqué irónicamente desconcertando a la hermosa
pirivoshnik ( 6 ): “De manera que mi Secretario General ingresa por allí y yo
entro por la puerta de servicio” Recordé entonces mis visitas a la sede del
Comité Central del PC chileno situada en el segundo piso de una vieja casona de
calle Teatinos 416, esquina de Compañía (7). Al subir por una elegante escalera
de madera construida en piezas de caoba con balaustres tallados finamente, se
desemboca en un amplio hall central, al cual dan numerosos recintos. En el
costado sur, estaba la oficina de don Lucho, y la recuerdo con la puertas
abierta permanentemente, enfrascado en la lectura de los periódicos o
redactando algún documento Jamás debí solicitar audiencia para hablar con
nuestro Secretario General. No recuerdo en el Partido Comunista chileno rasgo
alguno de culto a la personalidad, como conocimos en la Unión Soviética. No
recuerdo conductas autoritarias de ninguno de nuestros dirigentes de la vieja
guardia. Todos se caracterizaron por su sencillez, además de su integridad
moral, aún en los tiempos de su mayor esplendor. En septiembre de 1980, los
miembros del Secretariado del Coordinador del Partido Comunista en Dinamarca,
fuimos invitados a asistir a un acto programado en un teatro de Estocolmo,
durante el cual don Lucho haría pública una declaración trascendental. Así fue
como tuvimos la primicia de escuchar el llamado del PC a tomar el camino de la
rebelión popular en Chile y hacer uso de las más diversas formas de lucha para
recuperar la democracia. Pinochet acababa de imponer su espúrea Constitución
Política mediante un plebiscito fraudulento, realizado sin Registros
Electorales, y cundía la desesperanza entre los chilenos ante la expectativa de
tener por delante otros 10 años bajo el imperio del dictador. (6 Pirivoshnik: Traductor en lengua rusa. 7
Teatinos 416: La mansión se mantiene tal cual hasta el día de hoy, pero con un
alto grado de deterioro.) La intervención de Lucho fue muy fundamentada,
como siempre ocurría con sus informes y levantó una ovación conmovedora con una
mezcla de aplausos y llantos. El llamado nos elevó el ánimo hasta las nubes. Un
año más tarde, en Septiembre de 1981, representantes de todos los partidos de
la Unidad Popular adhirieron públicamente a este manifiesto, declarando que “el
implacable empeño de la dictadura por afianzarse mediante el terror, legitima
plenamente el derecho del pueblo a la rebelión” (8)
Corvalán y Brezhnev
Corvalán retornó clandestinamente a Chile en 1983, año en el cual se
iniciaron las protestas contra el régimen que cada vez adquirieron mayor fuerza.
Comenzaron a multiplicarse los cacerolazos primero en Santiago y después en
todo el país. Las poblaciones levantaron barricadas y fogatas. El propio
dictador confirmó la existencia de un cordón de fuego rodeando la capital al
sobrevolar la ciudad en un helicóptero durante la protesta de Octubre de 1985.
Se produjeron sucesivos apagones de luz, aplaudidos por la inmensa mayoría de
la población, dejando a obscuras gran parte del territorio nacional. Las
movilizaciones estudiantiles lograron la expulsión de Federichi, rector de la
Universidad de Chile, e impusieron la elección libre de sus organizaciones. Los
diez años de la muerte de Neruda se recordaron con un acto en el Teatro
Caupolicán, congregando a los más altos valores de la cultura nacional.
La rebelión popular estaba en marcha y había arrinconado al dictador. El
imperialismo yanqui fue el primero en advertir los riesgos de un cambio
político verdadero en Chile. Cambió a su embajador y propició al igual que la
Iglesia Católica, alguna fórmula que permitiera una transición a un régimen
democrático a lo gato pardo, aislando al Partido Comunistas y a otras
organizaciones políticas de izquierda, cuyas luchas habían puesto en jaque a la
dictadura. El frustrado atentado contra Pinochet y el descubrimiento del
arsenal de armas ingresado clandestinamente por el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez, precipitaron la división de las fuerzas democráticas. Así nació la
Concertación que administró el país durante los veinte años, que sucedieron al
término del mandato del dictador. El XV Congreso del Partido Comunista
realizado en Mayo de 1989 y la Conferencia Nacional efectuada en Junio de 1990,
sancionaron un cambio radical en la dirección del Partido. Don Lucho continuó
siendo miembro del Comité Central, con responsabilidades menores en las tareas
del Partido. Se dedicó a escribir sus memorias, y así dieron a luz libros como
De lo vivido y lo peleado”, “Los Comunistas y la Democracia”, y “El gobierno de
Salvador Allende”. Fue bajo la conducción de don Lucho, que el Partido
Comunista logró impulsar un movimiento social y político capaz de alcanzar el
poder en Chile y de llevar a cabo las revolucionarias transformaciones
efectuadas por el gobierno de Salvador Allende. La humanidad entera dirigió sus
ojos hacia este apartado rincón del planeta, donde tenían lugar profundos
cambios económicos y sociales por una vía tan singular. Este ejemplo perdura en
la memoria histórica de los pueblos, siendo Luis Corvalán uno de sus
protagonistas fundamentales. (8 Luis
Corvalán: “Los Comunistas y la Democracia. Lom Ediciones. 2008.) Nos dejó
hace dos años. Personalmente perdí a un amigo y camarada, además de un maestro
excepcional.
Miguel Lawner.
Santiago, 21 de Junio 2012.
Foto: Oscar Dante Conejeros E.
En primer plano don Luis Barria, don Lucho Corvalán y la compañera Lily Castillo, en el Ex Congreso Nacional en la celebración de los 98 años de Salvador Allende.
Foto: Oscar Dante Conejeros E.
Don Lucho Corvalán festejando en la Tercera Fiesta del Regional Cristina Carreño el 30 de Enero 2010