Iván Ljubetic Vargas,
historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Un 19 de diciembre de 1886 nació en Salamanca,
provincia de Coquimbo, Elías Lafertte
Gaviño. Desde niño debió trabajar. Muy joven partió hacia la pampa del norte,
donde laboró en diversas actividades ligadas a la industria salitrera. Recién
había cumplido 21 años de edad, cuando vivió la trágica experiencia de la
masacre de
En junio de 1911 conoció a Luis Emilio Recabarren.
Trabajaba por entonces en
Lafertte describe así su primer encuentro con quien sería
su amigo y compañero:
“Cuando el tren llegó y
empezaron a bajar los viajeros, yo me preguntaba cual podía ser
Recabarren. De pronto vimos bajar a un hombre de cabellos y bigotes
negros, ojos capotudos y porte desgarbado. Usaba pantalones anchos y los
bolsillos de su chaqueta parecían llenos de papeles. Embarazado con tres o cuatro
maletas y algunos paquetes, miraba en torno suyo, como buscando a alguien.
Inmediatamente nos acercamos y nos saludó uno por uno”.
Lafertte relata que
acompañaron al dirigente a una pensión, se quedaron conversando hasta la
madrugada. Recuerda que “su charla era sencilla, tranquila, pero animada y
llena de grandes enseñanzas. Infundía confianza oírlo, se despertaba el
optimismo de uno, los deseos de actuar... Nos habló de la imperiosa necesidad
que teníamos los trabajadores de organizarnos, de unirnos, como única defensa
contra los abusos del capital”.
Esa conversación con el padre del movimiento obrero
chileno tendrá una decisiva influencia en la existencia del joven Elías.
Posteriormente escribirá: “Esa noche de junio de
Un año después,
participó en la fundación del Partido Comunista de Chile, que tuvo lugar
en Iquique, el 4 de junio de 1912.
En 1923, en el Congreso de Chillán de
El 19 de diciembre de 1924 tuvo el cumpleaños más triste de su vida: se suicidó su amigo,
compañero y maestro, Luis Emilio Recabarren.
Así lo relata el propio Elías Lafertte en su autobiografía “Vida de un Comunista”:
“La mañana del 19 de diciembre me hallaba en mi casa
cuando a eso de las diez vi entrar a Tomás Connally. Estaba pálido, con los
ojos saltados y las manos temblorosas. No alcancé a preguntarle qué le pasaba,
porque me dijo a boca de jarro:-- Recabarren ha muerto...Se suicidó esta mañana
de un tiro de revólver.
Me quedé mudo, sin creer tremenda noticia. Pero allí
estaba para atestiguarlo Connally, quien venía de la casa de Recabarren. Mi
mente se llenó de pensamientos atropellados, que se agolpaban, sin que pudiera
aclarar nada. ¡Recabarren muerto!...
Corrí por las calles, entre incrédulo y desesperado, hasta
llegar a la casa de Recabarren. La noticia de su muerte se había empezado a divulgar
y en la casa, junto a Teresa y a las hermanas de nuestro camarada, había
ya unos cuantos políticos y dirigentes obreros.
Entré a verlo. El cadáver estaba tal cual había sido hallado, en una pieza que servía de escritorio, donde guardaba libros y papeles”.
Los restos mortales de
Recabarren fueron velados en el local de
Sus funerales, efectuados el
21 de diciembre, fueron
multitudinarios. Una gigantesca columna caminó entre una doble fila de obreros
que, tomados de las manos, formaban dos cadenas humanas, que partían desde el
local de la calle Bascuñán Guerrero, seguían por Alameda, Estado, Mapocho,
Avenida
En la plazuela del Cementerio comenzaron los discursos.
Simultáneamente, desde pequeñas tribunas, hablaban diez o más oradores. Algunos,
a falta de tribunas, se subían a los barrotes de las ventanas de las casas y
desde allí despedían los restos de Recabarren. Hubo un instante en que conté
hasta quince personas hablando simultáneamente a la muchedumbre.
(Elías Lafertte: Vida
de un Comunista)