Iván
Ljubetic Vargas, historiador
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Conocí a
Jorge Muñoz a comienzos de 1958, en el
III Congreso de las Juventudes Comunistas de Chile cuando ambos fuimos elegidos
miembros del Comité Central. Por entonces él estudiaba ingeniería
en
SUS INICIOS
Jorge Muñoz Poutays nació el
16 de diciembre de 1933. Fue el mayor de tres hermanos. Siendo un excelente
alumno, cursó sus estudios secundarios en el Internado Nacional Barros Arana. Estudió
en
En 1959 conoció a Gladys Marín,
con quien se casó en 1963. Tuvieron dos
hijos. Rodrigo y Álvaro.
EN EL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO
En
En el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista,
celebrado en Santiago del 23 al 29 de noviembre de 1969, fue elegido miembro de
su Comité Central.
Después del golpe fascista, se integró a la lucha contra
la dictadura. Formó de la parte primera dirección clandestina del Partido
Comunista, que encabezaba el compañero Víctor Díaz López, ocupando el cargo de Relaciones,
Universidad, Profesionales y Cultura. Su chapa era “Carlos”. Su enlace, la
compañera Marta Fritz.
CALLE CONFERENCIA
El día 4 de mayo de 1976 fue detenido, alrededor de las
20,30 horas, en calle Conferencia 1587, en un operativo de
Poco, después, el compañero Víctor Díaz fue detenido, el
12 de mayo, en una casa de Bello Horizonte 979, en Las Condes.
Estos héroes de la primera dirección clandestina del
Partido Comunista fueron conducidos al
cuartel de Simón Bolívar 8630, de
RECUERDOS DE SU HIJO ÁLVARO MUÑOZ MARÍN
Los Lleuques. Febrero de 1976.
Como Jorge, nuestro papá, estaba clandestino, se preparaba
con meses de antelación la salida a vacaciones. En la coordinación siempre
presente la tía Marta Friz (la mejor amiga de mamá), junto a los tíos Ricardo
Lobos (exonerado político de Tesorería General de la república el mismo 11 del
En febrero de ese año nosotros, Rodrigo y yo, estábamos de
vacaciones, como todos los veranos, en el campo de nuestros abuelos paternos,
con quienes vivimos a partir del 11 de septiembre del
Con Rodrigo hicimos los bolsos y al otro día a las 6 AM en
pie junto a Patricio viajamos a San Fernando, donde tomaríamos el tren rumbo a
Concepción. Aquí, nos esperaba Jorge en el terminal de trenes y tomamos
el auto junto a tío Ricardo para partir rumbo a los Lleuques, donde nos
esperaban el resto de la “tropa”.
Tía Silvia, se había conseguido una casa de una amiga
profesora, donde estaríamos 14 días. En esa cabaña, de tres piezas, dormíamos 9
personas. En una pieza tías Silvia y Marta, en otra Ricardo, Mauricio, Patricio
e Iván (los primos Lobos Marín) y en la última nosotros con nuestro viejo. Tío
Ricardo sólo pudo estar el fin de semana, tenía que volver a trabajar.
Hicimos de todo, caminar, ir a pescar, intentar buscar el
río toda una mañana y no encontrarlo. Todos los días nos bañábamos, jugamos
pichangas los Lobos Marín contra los Muñoz Marín, donde nuestros primos nos
ganaron en un divertido y picado partido.
También, nos colocábamos en
una loma a ver les estrellas y él, mi viejo, nos enseñaba el nombre de las
estrellas o alguna constelación. Cantábamos, a él le gustaba “canto a pampa… y
otras de caballos.
Estar en esos hermosos lugares
del sur, apartados de todo, pero siempre con el cuidado de que no fueran a ver
nuestro papá. Era un espacio, en nuestro país, alejado de las persecuciones,
detenciones, exilio, era un espacio donde nos cargábamos de buenas energías del
papá y él de sus hijos, acompañados de esta gran familia que se exponían sólo
por nosotros.
El estar con él ya era un cariño para mí, verlo reír, conversar, llamarme la atención cuando era necesario, disfrutar de la tierra, sus árboles…el último día yo no quería lavarme el pelo, lleno de tierra, y mi viejo me dijo…” Ya, trae agua y lavatorio” y bajo un sol radiante y entre grandes pinos me lavó el pelo…y esto fue algo que nunca olvidé”.
MARTA FRITZ SOBRE JORGE MUÑOZ
Marta Fritz narra: “Conocí a
Jorge, a través de Gladys, mi amiga, compañera y hermana. Me contó que se había
enamorado del joven ingeniero, que conoció en la población
Yo visitaba a Gladys en su casa, por supuesto que allí me topaba con Jorge, observaba que él, a diferencia de Gladys era más reservado, más serio, gustaba de la buena música, de la poesía, al comienzo yo le guardaba mucho respeto porque él era del Partido.
Varios años hicimos vacaciones juntos, un grupo de la jota, con sus hijos, nosotros lo llamábamos "comandante", él era muy disciplinado, muy querendón de sus hijos y protector de Gladys. Ella siempre me declaró que, con él, ella siempre se sintió segura.
Juntos estuvimos en San Fabián, en Lonquimay, en dos ocasiones. Estas salidas y vivencias de conjunto estrecharon nuestra amistad. Él siempre me aclaraba la situación política, me precisaba las razones de fondo de cada suceso, con mucha paciencia.
Tras el golpe militar, me debí contactar con Gladys, con sus hijos y también con él.
Ya en nuestros primeros encuentros, tanto, directos, como a través de enlaces, él fue enfático, en aclararme que tomara como primera tarea a sus hijos y los padres de él, la señora Juanita y a don Onofre. Por supuesto que también tenía vínculos con Gladys en su clandestinidad inicial y luego en su asilo en la embajada de Holanda. Así por mi intermedio se enviaban las cartas, los recados, los mensajes en diversas formas
Pasado un tiempo, a pesar de lo delicado de la situación, nos hicimos el propósito del encuentro con sus hijos, Álvaro y Rodrigo, en especial, cuando Gladys logra salir al exilio.
Ambos ya me habían dicho
firmemente que se oponían a que sus hijos salieran del país, pues aspiraban que
se pudieran criar en el ambiente familiar constituido por la familia de Jorge y
la de Gladys. Ellos,
por sus responsabilidades y la trágica situación del país tenían claro lo
difícil que sería para ellos hacerlo en la clandestinidad o fuera del país.
Gladys, por su agitada vida en el exterior y su reingreso clandestino a Chile
en 1978 era imposible, que pudiera ofrecer un hogar mediamente normal a sus
hijos. Esta resolución, no siempre fue entendida por algunas personas. Yo me
mantuve firme y se cumplió lo que ellos me indicaron.
Con todos los cuidados del caso, con la ayuda de queridos
compañeros, comenzamos a vernos con los niños. Un gran rol cumplió ex
compañeros de
Jorge – asumiendo muchas medidas de seguridad – buscaba con apoyo de Ricardo armar formas de encuentro con los niños. Armaban partidos de futbol, caminatas u otros juegos. También Jorge les enseñaba diversas cosas, controlaba indirectamente sus estudios. Cada vez que nos lográbamos encontrar, conversábamos lo que podríamos hacer más tarde, otros posibles encuentros, lugares, apoyos para ello.
Con Jorge también realizaba labores de enlace con otros compañeros. Él me entregaba tareas. Recuerdo una de ellas, en que debía traerle un teléfono. No debía anotarlo. No lo encontré difícil. Pero, no hice más que llegar a la casa de encuentro con Jorge, él me pide el número. Lo había olvidado. Él me dice comienza a recordarlo, porque no te puedes ir, sin entregármelo. Escribe, me dice, ¿pero ¿qué voy a escribir, le respondo, sino me acuerdo? Escribe números. Nerviosa ponía números, los combinaba. El esperaba, pasaba el rato. Yo repetía, no me acuerdo. El insistía ¡escribe! y así seguí. De repente, salió un número, éste, éste, indiqué. Con toda su calma me dijo: espera. Lo anotó, salió, volvió. Ese era el número, nos abrazamos. Ahora sonreía.
Él era muy estricto con la hora. Creo que nosotros - los que trabajamos en clandestinidad -logramos entender lo importante que es la puntualidad. Los chilenos por naturaleza no somos puntuales. Así fue, como en una ocasión me llamó fuertemente la atención, por atrasarme unos minutos.
Al comienzo yo le preguntaba: ¿cuánto tiempo durará esta
situación?- un par de años, era su respuesta. Fuimos ilusos al comienzo en
ello.
En el 75, por su
orden salí a reunirme con Gladys a Colombia donde residía su madre, Adriana
Millie, una gran mujer, maestra, directora, madre de cuatro hijas. De ella
heredó Gladys su inteligencia y consecuencia.
Él me dio un verdadero decálogo de instrucciones: reserva,
observar la naturalidad al actuar, que no trajera nada conmigo. Todo guardado
en la cabeza y la advertencia, si me detenían, “debes aguantarte mínimo dos
días”, así alcanzamos a mover la dirección interior. Sólo dos días, me repetía.
Felizmente, todo salió bien, estuvimos un mes juntas con Gladys, inolvidable.
Así continuamos juntos en diversas tareas, hasta el fatídico 4 de Mayo del 76, cuando detienen a Jorge. Fue horrible. Llegó la compañera que era enlace. Él le había dicho: “si no llego las 17 horas, tú avisas a Marta”.
Ella, con fiebre, una fuerte bronquitis, llegó deshecha. Para mí fue un golpe terrible. Me acompañó a avisar al compañero con el que me contactaba. El insistía en tranquilizarme. Yo digo, presentemos un recurso de amparo, él me dice no todavía no. Aviso a su hermano, Mario, con quien también tenía contacto. No dormí esa noche. Al día siguiente camino al liceo donde hacía clases en Recoleta, me topé de casualidad, con Isolina – la compañera de Mario Zamorano - nos abrazamos, a ella también le habían dicho lo mismo, “esperar”. No había nada que esperar los hechos estaban consumados.
Mil acciones realizamos por saber algo, sobre su paradero.
Viví el sufrimiento de sus padres, ya ancianos, de los niños, que buscaban
no exteriorizar mucho sus sentimientos. Fue un golpe a toda la familia de Jorge
y la de Gladys. Acudimos a todos los medios
posibles, pensando conseguir algún dato, nada, un calvario. Cuando Gladys
ingresa clandestina, siempre mirábamos a las personas que pedían limosnas, a enfermos, pensando “a
lo mejor lo torturaron y lo tiraron a la calle”.
El golpe final, fue cuando se logra saber que había estado en el Cuartel Simón Bolívar, a cuarenta y tantas cuadras de la casa de sus padres hacia el oriente.
Honor y gloria, a Jorge, mi amigo y compañero. Marta”.
(Marta Fritz:
Testimonio escrito. Santiago, 26 de septiembre de 2017)