jueves, 28 de julio de 2022

TERROR EN EL SUR DEL MUNDO

 

 

 

A 102 años del crimen de Punta Arenas:

 

 

 

                                                                   Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                                   Centro de Extensión e Investigación

                                                                   Luis Emilio Recabarren,  CEILER

 

 


 

“El edificio de la Federación Obrera de Magallanes, el hogar de los trabajadores de este territorio fue incendiado entonces y carbonizados muchos de estos en cuya  bandera de redención social se cobijaban... Y aquí es necesario declarar que no es la bala homicida la que puede aplacar la sed de  libertad y bienestar que se busca con el noble esfuerzo de un trabajo honrado y perseverante” (Marcolín Piado: “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”.   Ediciones Avance. Punta Arenas, 1987)

 

Sobre  los dramáticos sucesos ocurridos en Punta Arenas en julio de 1920, la historia oficial señala que allí se produjo un incendio en la sede de la Federación Obrera de Magallanes, pero silencia quienes fueron los autores intelectuales y materiales de los hechos (conocidos públicamente), como también  la bárbara represión que se desató después del ataque al local de los trabajadores.

Corría julio de 1920 y gobernaba en Chile Juan Luis Sanfuentes. Un mes antes se habían efectuado las elecciones presidenciales, en que triunfó Arturo Alessandri Palma.

En la provincia de Magallanes, con un clima inclemente, se  acumulaban las tensiones.

 

 

LA PODEROSA FEDERACIÓN DE OBREROS  DE MAGALLANES

 

Cuatro años atrás había visitado la región, durante cuatro meses, Luis Emilio Recabarren. Con alegría constató el excelente estado de orgánico de la Federación de Obreros de Magallanes, que contaba con  más de seis mil afiliados y tenía un enorme respaldo económico. Sus bienes se calculaban en unos cien mil pesos, cifra enorme para la época.

 

Recabarren la  reconoció como la más poderosa de América del Sur.

Y ello no era mirado con buenos ojos por los patrones de la zona.

 

La Federación Obrera de Magallanes emitió una Declaración, que fue publicada el 16 de mayo de 1920 por el periódico ‘El Trabajo’, donde señalaba que “Luchará incansablemente hasta vencer los obstáculos que se presenten en el camino hacia las reivindicaciones de todos los derechos hasta hoy usurpados a la inmensa familia proletaria...

 

“Pueblo de proletarios: ¡Unamos nuestro grito y nuestra acción a la del heroico pueblo ruso, que también lucha por la redención humana!

 

            ¡¡¡Viva la libertad!!!

            ¡¡¡Viva la Revolución Social!!!

             Hijos del pueblo te oprimen cadenas.

             Esa injusticia no debe seguir,

             si tu existencia es mundo de penas,

             antes que esclavo prefiere morir”.

 

 

 

Recabarren (el primero  de arriba en la escala de la derecha) en Punta Arenas en 1916.

 

 

LA REACCIÓN SE MOVILIZA

En Punta Arenas las fuerzas reaccionarias preparaban manifestaciones en apoyo a la movilización de tropas en la provocativa acción contra el Perú, conocida como la  “guerra de don Ladislao”.

Estos círculos, autodenominados “patrióticos”, resolvieron constituir una “guardia blanca”. Su primera tarea fue organizar una manifestación progobiernista en la tarde del domingo 25 de julio de 1920, con el objetivo de “defender la patria”.

Como era habitual todos los domingos, ese día la FOCH  realizaba una velada artístico-cultural en su sede de calle Errázuriz, en un salón repleto de obreros y sus familiares.

 

PROVOCADORES

Los “patrióticos” se reunieron en la Plaza Muñoz Gamero. Finalizada concentración, iniciaron un desfile hacia la calle Errázuriz, con el propósito de provocar a los que estaban en el acto de la Federación. Entre los “patrióticos” iban numerosos empleados públicos y municipales, autoridades civiles y militares,  entre ellos los tenientes Guerrati y Robinson. Todos a voz  en cuello gritaban rabiosamente improperios contra los asistentes a la velada de la FOM (Federación Obrera de Magallanes).

 

                                        Plaza Muñoz Gamero, Punta Arenas, 1921


No lograron su objetivo. Los trabajadores no se dejaron provocar. Cerraron las puertas de su sede y continuaron con su actividad.

Finalizada la velada, los  dirigentes sindicales adoptaron medidas para proteger su local. Esa noche se quedaron unos 70 obreros montando guardia. No ocurrió nada extraordinario. Tampoco el lunes.

 

ATAQUE A LA SEDE

Alrededor de la una de la madrugada del martes 27 de julio de 1920, soldados, policías y civiles, se concentraron cerca de la sede de la Federación. Llovía copiosamente y caía algo de nieve. Eran más o menos las dos, cuando  se escucharon ruidos sospechosos en uno de los pasillos del edificio.  Un obrero preguntó: ¿Quién vive? Un disparo fue la respuesta. De inmediato se produjo la primera descarga de fusilería contra los trabajadores. Luego un oficial del Batallón Magallanes golpeó la puerta exigiendo que la abrieran. Nadie contestó.  Un grupo con hachas y combos intentó derribar la puerta. Simultáneamente se produjo una segunda descarga.  De inmediato, la tercera.  

 

LA  MASACRE

Seguían los forcejeos en la puerta, que no cedía. Una cuarta descarga. Gritos de dolor de heridos. La quinta y última descarga.

El oficial mandó a cesar  los disparos y ordenó el asalto de la “guardia blanca”. Los civiles entraron disparando a diestra y siniestra. Incendiaron el local y destruyeron la imprenta.

A lo menos doce obreros murieron carbonizados o ultimados por las armas.

 

En 1922 fue publicado en Punta Arenas un folleto titulado “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”.  Su autor se firma con el seudónimo Marcolín Piado. Fue reeditado en julio de 1987. En sus páginas hay un documentado relato del asalto, incendio y masacre a la sede de la Federación Obrera de Magallanes y sobre la despiadada represión que siguió posteriormente. Se  reproducen  varios testimonios. Uno de ellos es del obrero Ulises Gallardo.

Fue detenido el 30 de julio de 1920 en su hogar en Punta Arenas. Lo condujeron a la comisaría. Era mediodía. Lo interrogaron y golpearon salvajemente. A las tres de la madrugada del 1º de agosto fue sacado de su encierro y subido a un camión del batallón Magallanes, que manejaba  un soldado de apellido Vergara.

  

UNO QUE PUDO CONTAR SU HISTORIA

El obrero Ulises Gallardo relata: “El camión, tras una rápida marcha, nos dejó en la playa frente al taller Minerva. Descendimos todos y mientras el inspector Román me apuntaba al pecho con un revólver, el subprefecto Guzmán me  ataba las manos con cordeles.  Enseguida este último me introdujo un pañuelo en la boca colocándome otro por fuera que servía de mordaza.  Luego fui embarcado en un bote. Adentro, el soldado que conducía el camión procedió a amarrarme las piernas a la altura de los tobillos.  Para ejecutar esta acción se ocuparon unos alambres en uno de cuyos extremos se amarró una piedra de regular tamaño.  Habrían bogado unos cien metros cuando los  remeros (el agente Otaíza y el soldado Vergara) cesaron en su tarea para tomarme uno de la cabeza y el otro de los pies, largándome al mar como se bota un bulto cualquiera después de columpiarlo para hacerlo despedir con fuerza. El impulso del lanzamiento y el peso de la piedra me hicieron tocar fondo.

 

LUCHANDO CON LA MUERTE

Para felicidad mía –continúa el obrero Ulises Gallardo- el punto elegido por mis verdugos para fondearme no tenía mucha hondura.  Una vez desligado de la mordaza, pude gritar pidiendo auxilio; pero los que oyeron fueron mis verdugos, quienes por contestación me acertaron un golpe de remo en la cabeza.  Esto me hizo hundirme en el agua nuevamente sin conocimiento. Al volver en mí, noté que iba arrastrado por la marea hacia la playa. Entonces, luchando con la muerte, en un titánico esfuerzo, y como la piedra que tenía sujeta a las piernas no era de mucho peso, hice una especie de flexiones con lo que podía de vez en cuando sacar la cabeza a la superficie, manteniéndome verticalmente. No puedo precisar cuánto tiempo permanecería en esta forma  que me martirizaba  enormemente. Pero sí puedo decir que, en un esfuerzo desesperado y ayudado por la corriente que me empujaba hacia la playa y el bajo fondo, salí a tierra. 

 

 

Playa en Punta Arenas

 

Densos nubarrones cubrían el firmamento y un manto de tragedia y tristeza se cernían sobre el pueblo. Entre mis sufrimientos  y dolores y con el terror de ser descubierto pude llegar hasta el hogar del obrero Leopoldo Rodríguez, quien bondadosamente me brindó protección. Me salvé y por esto he podido narrar estos hechos que me tuvieron a punto de tener el mar por sepultura”. (Marcolín Piado: “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”) 

Así termina el relato de  Gallardo. Muchos de sus compañeros no tuvieron esa suerte. Murieron fondeados en el océano.

 

PARO DE PROTESTA

Los trabajadores de la mina de carbón Loreto, perteneciente a la compañía Menéndez Behety, y ubicada a 9 kilómetros al Suroeste de Punta Arenas,  al conocer los luctuosos sucesos del 27 de julio de 1920 declararon un paro de protesta. Sobre ellos cayó la represión del Ejército y de la policía.

Las autoridades provinciales decretaron el Estado de Sitio y la censura de prensa y correspondencia. Sólo  varios días después se supo lo sucedido en Punta Arenas en el resto del país.

 

 

Mina Loreto, Magallanes, 1920

 

Y NO SE HIZO JUSTICIA

El 27 de marzo de 1921, casi un año después de la criminal acción contra la sede de la Federación Obrera de Magallanes, los trabajadores se reagruparon y en un comicio público efectuado en la Plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas, solicitaron, a través de un documento, que interviniera en la Cámara el diputado Nolasco Cárdenas  para pedir al ministro Armando Jaramillo y al Presidente Arturo Alessandri Palma la reapertura del proceso.

Finalmente, Marcos Quirell, de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, fue nominado como Ministro en Visita. Se reabrió la investigación. Declaró gran cantidad de personas y las cosas poco a poco se fueron aclarando. Pero no se logró el restablecimiento de los cuantiosos bienes de la Federación y todos los intentos realizados para que la organización obrera volviera a tener la fuerza que tuvo antes de la masacre resultaron inútiles.

 

CRÍMENES IMPUNES EN  MAGALLANES

Hubo otros asuntos que no se aclararon. Por ejemplo, lo que ocurrió con los obreros  Eugenio Álvarez Avendaño y Liborio Barría Díaz. Eugenio Álvarez desapareció el 12 de julio de 1920 y fue encontrado ahogado el 7 de septiembre en la playa ubicada frente a la maestranza del gobierno. Según todas las presunciones fue un crimen, porque testigos oculares afirmaron que al retirar el cadáver del agua ni el lustre de los zapatos había  desaparecido aún. Las investigaciones fueron un misterio. Lo mismo ocurrió con la muerte y el hallazgo del cadáver del obrero Liborio Barría Díaz.

Durante 18 meses se produjeron crímenes misteriosos. Fue la venganza de los reaccionarios contra los trabajadores de Magallanes que habían logrado transformar su Federación Obrera en una poderosa organización de clase.