A 102 años del crimen de Punta Arenas:
Iván Ljubetic
Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
“El edificio de
Sobre los dramáticos sucesos ocurridos en Punta
Arenas en julio de 1920, la historia oficial señala que allí se produjo un
incendio en la sede de
Corría julio de 1920 y
gobernaba en Chile Juan Luis Sanfuentes. Un mes antes se habían efectuado las
elecciones presidenciales, en que triunfó Arturo Alessandri Palma.
En la provincia de Magallanes,
con un clima inclemente, se acumulaban
las tensiones.
Cuatro años atrás había
visitado la región, durante cuatro meses, Luis Emilio Recabarren. Con alegría
constató el excelente estado de orgánico de
Recabarren la reconoció como la más poderosa de América del
Sur.
Y ello no era mirado con buenos ojos por los patrones de
la zona.
“Pueblo de proletarios: ¡Unamos nuestro grito y nuestra
acción a la del heroico pueblo ruso, que también lucha por la redención humana!
¡¡¡Viva
la libertad!!!
¡¡¡Viva
Hijos
del pueblo te oprimen cadenas.
Esa
injusticia no debe seguir,
si tu
existencia es mundo de penas,
antes que esclavo prefiere morir”.
En Punta Arenas las fuerzas
reaccionarias preparaban manifestaciones en apoyo a la movilización de tropas
en la provocativa acción contra el Perú, conocida como la “guerra de don Ladislao”.
Estos círculos, autodenominados “patrióticos”, resolvieron
constituir una “guardia blanca”. Su primera tarea fue organizar una
manifestación progobiernista en la tarde del domingo 25 de julio de 1920, con
el objetivo de “defender la patria”.
Como era habitual todos los domingos, ese día
PROVOCADORES
Los “patrióticos” se reunieron
en
Plaza Muñoz Gamero, Punta Arenas, 1921
No lograron su objetivo. Los trabajadores no se dejaron
provocar. Cerraron las puertas de su sede y continuaron con su
actividad.
Finalizada la velada, los
dirigentes sindicales adoptaron medidas para proteger su local. Esa
noche se quedaron unos 70 obreros montando guardia. No ocurrió nada
extraordinario. Tampoco el lunes.
ATAQUE A
Alrededor de la una de la madrugada del martes 27 de julio
de 1920, soldados, policías y civiles, se concentraron cerca de la sede de
Seguían los forcejeos en la puerta, que no cedía. Una
cuarta descarga. Gritos de dolor de heridos. La quinta y última descarga.
El oficial mandó a cesar los disparos y ordenó el asalto de la
“guardia blanca”. Los civiles entraron disparando a diestra y siniestra. Incendiaron
el local y destruyeron la imprenta.
A lo menos doce obreros
murieron carbonizados o ultimados por las armas.
En 1922 fue publicado en Punta
Arenas un folleto titulado “Los horrorosos sucesos del 27 de julio”. Su autor se firma con el seudónimo Marcolín Piado. Fue
reeditado en julio de 1987. En sus páginas hay un documentado relato del
asalto, incendio y masacre a la sede de
Fue detenido el 30 de julio de 1920 en su hogar en Punta
Arenas. Lo condujeron a la comisaría. Era mediodía. Lo interrogaron y golpearon
salvajemente. A las tres de la madrugada del 1º de agosto fue sacado de su
encierro y subido a un camión del batallón Magallanes, que manejaba un soldado de apellido Vergara.
UNO QUE PUDO CONTAR
SU HISTORIA
El obrero Ulises Gallardo relata: “El camión, tras una
rápida marcha, nos dejó en la playa frente al taller Minerva. Descendimos todos
y mientras el inspector Román me apuntaba al pecho con un revólver, el
subprefecto Guzmán me ataba las manos
con cordeles. Enseguida este último me
introdujo un pañuelo en la boca colocándome otro por fuera que servía de
mordaza. Luego fui embarcado en un bote.
Adentro, el soldado que conducía el camión procedió a amarrarme las piernas a
la altura de los tobillos. Para ejecutar
esta acción se ocuparon unos alambres en uno de cuyos extremos se amarró una
piedra de regular tamaño. Habrían bogado
unos cien metros cuando los remeros (el
agente Otaíza y el soldado Vergara) cesaron en su tarea para tomarme uno de la
cabeza y el otro de los pies, largándome al mar como se bota un bulto
cualquiera después de columpiarlo para hacerlo despedir con fuerza. El impulso
del lanzamiento y el peso de la piedra me hicieron tocar fondo.
LUCHANDO CON
Para felicidad mía –continúa el obrero Ulises Gallardo- el
punto elegido por mis verdugos para fondearme no tenía mucha hondura. Una vez desligado de la mordaza, pude gritar
pidiendo auxilio; pero los que oyeron fueron mis verdugos, quienes por
contestación me acertaron un golpe de remo en la cabeza. Esto me hizo hundirme en el agua nuevamente
sin conocimiento. Al volver en mí, noté que iba arrastrado por la marea hacia
la playa. Entonces, luchando con la muerte, en un titánico esfuerzo, y como la
piedra que tenía sujeta a las piernas no era de mucho peso, hice una especie de
flexiones con lo que podía de vez en cuando sacar la cabeza a la superficie,
manteniéndome verticalmente. No puedo precisar cuánto tiempo permanecería en
esta forma que me martirizaba enormemente. Pero sí puedo decir que, en un
esfuerzo desesperado y ayudado por la corriente que me empujaba hacia la playa
y el bajo fondo, salí a tierra.
Densos nubarrones cubrían el firmamento y un manto de
tragedia y tristeza se cernían sobre el pueblo. Entre mis sufrimientos y dolores y con el terror de ser descubierto
pude llegar hasta el hogar del obrero Leopoldo Rodríguez, quien bondadosamente
me brindó protección. Me salvé y por esto he podido narrar estos hechos que me
tuvieron a punto de tener el mar por sepultura”. (Marcolín Piado: “Los
horrorosos sucesos del 27 de julio”)
Así termina el relato de
Gallardo. Muchos de sus compañeros no tuvieron esa suerte. Murieron
fondeados en el océano.
PARO DE PROTESTA
Los trabajadores de la mina de
carbón Loreto, perteneciente a la compañía Menéndez Behety, y ubicada a 9
kilómetros al Suroeste de Punta Arenas,
al conocer los luctuosos sucesos del 27 de julio de 1920 declararon un
paro de protesta. Sobre ellos cayó la represión del Ejército y de la policía.
Las autoridades provinciales
decretaron el Estado de Sitio y la censura de prensa y correspondencia. Sólo varios días después se supo lo sucedido en
Punta Arenas en el resto del país.
Y NO SE HIZO
JUSTICIA
El 27 de marzo de 1921, casi un año después de la criminal
acción contra la sede de
Finalmente, Marcos Quirell, de
CRÍMENES IMPUNES EN MAGALLANES
Hubo otros asuntos que no se
aclararon. Por ejemplo, lo que ocurrió con los obreros Eugenio Álvarez Avendaño y Liborio Barría
Díaz. Eugenio Álvarez desapareció el 12 de julio de 1920 y fue encontrado
ahogado el 7 de septiembre en la playa ubicada frente a la maestranza del
gobierno. Según todas las presunciones fue un crimen, porque testigos oculares
afirmaron que al retirar el cadáver del agua ni el lustre de los zapatos
había desaparecido aún. Las investigaciones fueron un
misterio. Lo mismo ocurrió con la muerte y el hallazgo del cadáver del obrero
Liborio Barría Díaz.
Durante 18 meses se produjeron crímenes misteriosos. Fue
la venganza de los reaccionarios contra los trabajadores de Magallanes que
habían logrado transformar su Federación Obrera en una poderosa organización de
clase.