jueves, 28 de julio de 2022

ASALTO AL CUARTEL CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES

 

 

 

                                                        Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                        Centro de Extensión e Investigación

                                                        Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

 

Cuartel Carlos Manuel de Céspedes

 

El asalto al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, provincia de Granma, tuvo como objetivo apoyar el simultáneo asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y  desviar la atención de los  efectivos de la dictadura. Así se evitaría el envío de refuerzos desde Bayamo hasta la ciudad de Santiago de Cuba, donde estaba ubicado ese otro bastión militar.

Los hechos del 26 de julio de 1953 fueron la respuesta del pueblo cubano ante la situación creada por Fulgencio Batista con el golpe de estado el 10 de marzo de 1952. Fue la búsqueda de un camino, a través de una revolución, que permitiera erradicar los males económicos y sociales producto del control norteamericano en la Isla.

Fidel Castro, joven revolucionario, encontró un camino para combatir con éxito a la tiranía y desencadenar la insurrección armada popular; la forma más alta de la lucha de masas.

A principios de 1953 ya Fidel Castro  tenía estructurado el plan táctico para el inicio de la lucha armada. Aglutinó, preparó los hombres y acopiaron las armas al tiempo que desarrollaban otras acciones.

El asalto a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes y Moncada, llevado a cabo por los jóvenes revolucionarios, no  tenía por objetivo alcanzar el poder, sino era una acción sorpresa para desarmar al enemigo y armar al pueblo, a fin de iniciar la revolución.

Fue evidente que el hecho marcó un hito histórico, revolucionario. Su vigencia después del desembarco del yate Granma es aún incuestionable en el acontecer histórico cubano y en el desarrollo político posterior de América Latina.

 

EL ASALTO AL CUARTEL CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES

El 25 de julio de 1953 la ciudad de Bayamo, en el oriente cubano, mostraba absoluta normalidad. No había indicio de que una veintena de jóvenes procedentes de la capital del país aguardaban en un hotel en espera de una orden para tomar por asalto el cuartel de la ciudad.

El plan inicial consistía en que el jefe de los asaltantes, vestido de militar, se acercaría a la entrada principal del cuartel acompañado por un residente en la ciudad, muy conocido por la guarnición, quien identificaría a su acompañante como amigo y solicitaría que le permitieran pasar la noche allí con el argumento de que al otro día seguirían para Santiago de Cuba. Una vez adentro, desarmarían a la posta y obligarían a abrir la reja de entrada para darles paso a los demás asaltantes. Estos se encargarían de neutralizar a los restantes soldados que dormían y de abrirles la verja trasera a los demás revolucionarios para completar la ocupación del cuartel.



               

Estaba previsto, además de la toma del cuartel, que poco después un destacamento de mineros destruyera con explosivos los puentes, de manera tal que las fuerzas de la tiranía se encontraran con el casi insalvable obstáculo del río Cauto que les impediría acudir en ayuda de la guarnición del Moncada.

Al no presentarse el individuo que serviría de acompañante al jefe de la acción para engañar a los militares, la táctica tuvo que cambiar. Veintiún hombres armados, dirigidos por Raúl Martínez Ararás, Antonio “Ñico” López, Gerardo Pérez Puelles, Orlando Castro y Pedro Celestino Aguilera, partieron al amanecer para el combate.

Comenzaron a avanzar sigilosamente hacia la parte trasera del cuartel para llegar tenían que atravesar dos cercas. Pasaron por debajo de la primera, pero entre esta y la segunda encontraron un montón de latas de conserva, con las que tropezaron y el ruido puso sobre aviso a la posta del cuartel.

Fracasado el factor sorpresa del que dependía el éxito de la acción, el débil armamento de los revolucionarios no podía enfrentar con efectividad el fuego de los militares, y los revolucionarios decidieron retirarse. La mayoría de los atacantes salvaron sus vidas gracias a la ayuda valiente y desinteresada de vecinos de Bayamo y otras localidades de la actual provincia de Granma.