miércoles, 6 de julio de 2022

NIÑEZ Y JUVENTUD DE LUIS EMILIO RECABARREN

 


En el 146º natalicio del líder obrero (II)



                                                    Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                     Centro de Extensión e Investigación

                                                      Luis Emilio Recabarren,  CEILER

 

 


 


Luis Emilio Recabarren Serrano  nació en el cerro Playa Ancha de Valparaíso el 6 de julio de 1876. Sus padres, José Agustín Recabarren y Juana Rosa Serrano, eran modestos comerciantes. Tenía cinco  hermanas. Se llamaban Juana, María, Mercedes, Clara y Lidia. Y un hermanastro, Néstor.

Luis Emilio estudió cuatro años en la Escuela Santo Tomás de Aquino, de los padres Salesianos. Al cumplir los 12 años de edad, debió ayudar a sus padres a atender su pequeño negocio.


OBRERO DESDE  LOS 14 AÑOS

La familia se trasladó a Santiago. Allí, en 1890, el joven Recabarren, a la edad de 14 años, comenzó  a trabajar como tipógrafo en la imprenta Vicuña Mackenna.

Su oscura vida de explotado encontró una luz al conocer a una bella niña llamada Amelia. Pasaban juntos cuanto podían; conversaban, hacían fabulosos proyectos.


CON LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS

El 7 de enero de 1891, el muchacho fue conmovido por el inicio de la guerra civil contra Balmaceda. Sentía simpatías por los contrarrevolucionarios. Dentro del regimiento ‘Gendarmes’ de Santiago, leal al Gobierno, donde recién se había alistado, y era corneta, participó en la publicación de ‘El Opositor’, una pequeña hoja anti balmacedista. Fue descubierto. En un breve interrogatorio, reconoció valientemente su complicidad en la edición de esa hoja. Fue enviado a una celda, incomunicado. Su padre, don José, logró sacarle en libertad. Tuvo suerte. Se salvó de ser fusilado y al salir logró recuperar su puesto de trabajo en la imprenta. Había fracasado en su primera empresa “revolucionaria”.

 

NO HAY PRIMERA SIN SEGUNDA

Luis Emilio no se desanimó por la derrota en su primer intento contra Balmaceda. Se trazó un plan: ingresaría al ejército nuevamente, marcharía al norte y, una vez estacionado, buscaría la ocasión de pasarse a las filas opositoras. Entretanto leía la prensa y se informaba de las salidas de tropas al norte. A fines de julio se  presentó la ansiada oportunidad. El Gobierno organizó un convoy hacia el norte y preparó “La Imperial” para embarcar a los soldados.  Luis Emilio se ofreció como voluntario en la División Carvallo Orrego, destinada al frente de Coquimbo. Le preguntaron si había recibido instrucción militar. Al responder afirmativamente, le aceptaron sin más averiguaciones. Las tropas balmacedistas desembarcaron en Coquimbo. Pero no entraron en combate.

 

EN COQUIMBO DESCUBRE SU VOCACIÓN

La batalla se libraba sí en la conciencia del joven Luis Emilio. Al tomar contacto en el Norte Chico con una miseria que no conocía aún, se sintió muy golpeado. Comenzó a ver las cosas con otros ojos. Maduraba con rapidez. Se quedó en Coquimbo. Comenzó a identificarse con el pueblo. Poco a poco fue naciendo en él una conciencia social. Se sintió seguro de haber encontrado el verdadero propósito de su vida.

En septiembre cuando se iniciaba la primavera, se conoció en La Serena, donde estaba Luis Emilio, el triunfo de los contrarrevolucionarios. No le produjo alegría alguna.


UNA PRIMERA CRISIS
Volvió a la capital. Pronto le invadió una desconocida sensación de vacío. Sufrió una crisis. Era depresión. Estaba taciturno, encerrado en sí mismo. Sólo Amelia era una luz, que de pronto se apagó trágicamente. Todo sucedió muy rápido.

Una noche Amelia se quejó de dolores de estómago. Al comienzo nadie le prestó atención. Pero como se sentía cada vez peor, alguien se levantó a medianoche a buscar un calmante. Se lo tomó la niña. No pasó mucho rato cuando ella lanzó un alarido y comenzó a retorcerse presa de horribles dolores. Corrieron a su cuarto. La encontraron con violentas convulsiones, el rostro con una palidez verdosa. Luego de una terrible agonía, falleció.


UN GOLPE INESPERADO Y CRUEL

Luis Emilio trabajó hasta tarde esa noche en la imprenta. Una de sus hermanas salió a encontrarlo gritando ¡envenenada! El muchacho corrió a la casa de su novia. Entró sin golpear. Sin fijarse en nadie, sólo miró el cuerpecito cubierto con una sábana blanca. No dijo nada. Salió huyendo. No se detuvo hasta caer sobre su lecho, donde lloró amargamente.

Julieta Campusano, en un artículo escrito en la revista ‘Principios’ de agosto-septiembre 1971, relata el verdadero drama sentimental que sufre  Luis Emilio, cuando muere Amelia, “la muchacha con quien caminaba abrazado, tejiendo las más risueñas esperanzas. Fue un golpe que le derribó y del que le costó mucho rehacerse”.

 

EN LOS ANDES

A  comienzos de diciembre de 1893, Luis Emilio y su hermana Mercedes viajaron a Los Andes, invitados por unos parientes, a pasar una temporada. Fueron recibidos con cariño y alegría.

Allí el muchacho tuvo un encuentro que le sirvió como bálsamo al dolor que le martirizaba el alma. Fue una prima, varios años mayor que él. Como la describe el escritor Fernando Alegría en ‘Como un árbol rojo’, una “figura arrancada de un sueño de su infancia, pequeña madre que le había mecido en sus brazos y arrullado con infantiles voces de ternura. Era ya una mujer. Reviviendo aquel pasado, cada gesto, cada palabra, recordaban gestos y palabras de un mundo de fábula.”


SE IMPONE LA VIDA Y LA PRIMA

Ella se llamaba Guadalupe. Los primos se sintieron atraídos. Él le contó su vida difícil, de la imprenta, de su despertar político, de  Amelia...

Amelia...

Guadalupe lo compadeció, sintiendo una gran ternura. Luis Emilio  le escribió versos que esta vez no rompió y se los dio a conocer:

 

         “¿Te acuerdas? Yo era muy niño y apenas

             sí conservo en mi  mente

             muy frágiles recuerdos de aquella época,

             para mí tan feliz y tan dichosa.

             Entonces, tiernamente,

             con toda la inocencia que se tiene

             en la infancia, yo te adoraba,

             cuando al gracioso arrullo de tu acento,

             me hacías dormir sobre tus brazos.

             Y lleno de contento me dormía...

             era feliz, te amaba...”

 

El 8 de diciembre de 1893, en la víspera de la partida del joven Recabarren, los primos se juraron amor eterno.

Al terminar las vacaciones, el amor había nacido entre ellos. Entre Santiago y Los Andes volaron los correos. Luis Emilio  estaba muy enamorado de Guadalupe y le escribió:

“Siempre  que yo en mis sueños miro el porvenir sólo veo un paraíso de esperanzas. Antes de amar, mi espíritu vagaba errante por el mundo y hubo momentos en que me creí perdido. Entonces clamé al cielo y no en vano, porque compadecido de mí, te puso en mi camino. Fuiste mi salvación, con tu amor volvía a vivir”.

Eran los primeros meses 1894.  Luis Emilio, que  tenía 17 años de edad, intentó postergar el matrimonio, pues era él,  el único sustento de su familia.

Pero Guadalupe fue inflexible, lo “convenció” que debía ir ahorrando para el casamiento. Por entonces, ganaba 21 pesos a la semana de los cuáles, 13 eran  para su madre y el resto lo depositaba en la Caja de Ahorros.

En los primeros meses de 1894, Guadalupe lo visitó en Santiago. Ambos mantenían hasta entonces en secreto su idilio. Pero ella al regresar a Los Andes, le escribió una carta donde le decía: “Le conté todo a mi mamá y está muy contenta... apresúrate a juntar plata para el matrimonio, no gastes en nada, anda poniendo en la Caja de Ahorros”.

El joven tipógrafo le pidió postergar, a lo menos,  la ceremonia religiosa pues no tenía la vestimenta adecuada.  Tratando de ser convincente, argumentó: “El matrimonio civil vale tanto como el eclesiástico y, sobre todo, Dios, desde el momento que nos amamos, nos ha bendecido y él desde el cielo ve nuestra necesidad, nos perdonará”.

La respuesta de Guadalupe fue tajante: “Es imposible... qué dirían mis parientes que yo fuera a darle primero la carne al diablo y luego los huesos a Dios”. 

Luis Emilio cedió  una vez más. Días antes de la ceremonia se atrevió a pedir una postergación de cinco meses. Le fue denegada.

Guadalupe doblegó la débil resistencia del primo. Ni siquiera estar enfermo con influenza lo salvó. El joven tipógrafo hizo todo lo que le impuso su futura esposa. Se casaron por la iglesia el 28 de febrero de 1985, para el día de Santa Guadalupe.  Luis Emilio aún no cumplía 19 años. Un año antes, se había inscrito en el Partido Demócrata. 


SE INCORPORA AL PARTIDO DEMÓCRATA

En 1894, cuando tenía 18 años, Recabarren ingresó al Partido Demócrata. Era, por entonces, la única colectividad política donde podría militar un obrero por esos años. Eso lo comprendió Luis Emilio, a quien “sus inquietudes –como escribió Julieta Campusano- lo habían acercado hasta hombres que hablaban de cambios y de trabajadores”.

Se inscribió en el Partido Demócrata, pero no activaba por los problemas personales derivados de su complicado noviazgo con Guadalupe.

En ese momento de su existencia, Recabarren proseguía lentamente en su asimilar la literatura anarquista de someterla a la crítica de su espíritu de fuerte raíz cristiana. Poco a poco evolucionaba hacia el materialismo. Ello coincidió con su estudio de la realidad social chilena.


MÁS ACTIVO EN LO POLÍTICO

Después de su matrimonio comenzó  a frecuentar más regularmente las asambleas demócratas de Santiago. Intervenía en los debates. Ganaba aplausos por su elocuencia y los acertados análisis políticos. Tenía por entonces veinte años de edad.

En 1896 nació el primer hijo, Luis Hermenegildo. Ello, unido a sus esfuerzos por adquirir una imprenta propia para editar un periódico, lo alejaron momentáneamente de las actividades partidarias. Un año después volvió al Partido Demócrata, decidido a combatir por transformarlo en una entidad de los trabajadores chilenos.

En 1897 nació el segundo hijo, Armando. Las relaciones entre los primos eran complicadas. No se llevaban bien. “Ese matrimonio -como escribió Julieta Campusano-  no le procura la felicidad  tan buscada ni logra ningún instante de paz y armonía en la dura vida que se había señalado”.

 

AÑOS DIFÍCILES

El 22 de enero de 1899 apareció el primer número del periódico ‘La Democracia’, de Santiago. Uno de sus fundadores y redactores era Recabarren. Fue su primera actuación en la prensa popular. No resultó fácil mantener, casi sin recursos, ese diario. Fue así como, a pesar todos sus esfuerzos, debió suspenderse esa publicación a los pocos meses de iniciarse.

Casi al mismo tiempo recibió otro golpe, más terrible aún. Murió su hijo Armando, antes de cumplir los dos años de edad.

Fernando Alegría, en ‘Como un árbol rojo’, lo retrata así: “Cumplía los veintitrés años debatiéndose en la miseria. Era un obrero pálido y enjuto, vestido siempre con ropa oscura, muy endeudado y muy anárquico. Su primera aventura periodística había fracasado bajo la mirada hostil o escéptica de los viejos tiburones de la política. Y ahora la muerte le rondaba arrebatándoles a los hijos. Las canas prematuras eran marca de ruina en la cabeza”.

Pero resurgió desde las cenizas. El 14 de octubre de 1900 reapareció ‘La Democracia’. Luis Emilio tenía 24 años.

 

ES LA SÍNTESIS DEL DESARROLLO DEL PROLETARIADO 

“Recabarren, escribió Hernán Ramírez Necochea en ‘Origen y formación del Partido Comunistas de Chile’, vivió un constante proceso de desarrollo de su personalidad; tras ardua lucha librada consigo mismo, en su propia conciencia, logró superarse y adquirir, con caracteres cada vez más acentuados e indelebles los perfiles de un revolucionario a carta cabal y del más preclaro dirigente de los trabajadores que ha producido Chile.

“En cierto sentido, continúa Ramírez Necochea, la trayectoria de Recabarren desde su condición de miembro del Partido Demócrata hasta su calidad de fundador del Partido Comunista, desde su adhesión juvenil al reformismo de la tienda en que militó durante los primeros años de su vida, hasta su formación como revolucionario inspirado en el marxismo, desde su vinculación con sociedades mutualista hasta su calidad de dirigente máximo de la FOCH, desde su situación como dirigente sindical y político hasta su reconocida militancia y significación en el movimiento obrero internacional, representa una perfecta y completa síntesis de la trayectoria que recorrió el proletariado desde  fines del siglo XIX hasta principios de la tercera década del siglo XX”.


FUENTES:

Alegría, Fernando: “Como un árbol rojo” Editorial Santiago, impresión de 1968 (Santiago : Talleres de Prensa Latinoamérica), 

Campusano Chávez, Julieta: : “Luis Emilio Recabarren ilumina nuestro camino revolucionario”. Revista Principios N.º 140, agosto-septiembre 1971,

Ljubetic Vargas, Iván: “Don Reca”. Ediciones ICAL. Santiago, 1992 

Ramírez Necochea, Hernán: “Origen y Formación del Partido Comunista de Chile”. Editorial Progreso. Moscú, 1984