por Massimiliano Ay, secretario politico del Partido Comunista (Suiza)
Leo en Facebook interminables debates entre camaradas sobre cuánto de izquierda
(más o menos extrema) es realmente el recién elegido presidente de Chile
Gabriel Boric. Los debates siempre son útiles y evitar creer que Boric sea el
nuevo Salvador Allende es correcto. Pero los comunistas saben que hay tiempo y
tiempo, manera y manera, de discutir esto. Menospreciar la victoria de Boric -
con una postura marxista-leninista pura y dura - hoy, en este momento, es un
error político y no tiene nada que ver con un análisis dialéctico materialista
cuidadoso y desapegado. Por el contrario, en este momento es un acto derrotista
que humilla al sentimiento popular que, a nivel de masas (y no de nicho), ha
buscado el cambio contra los herederos del fascismo de Pinochet y que ahora
mismo se vuelca en las calles de Santiago. Está bien no engañar, pero está mal
también desilusionar y no estar en las contradicciones que hoy expresa esa
parte de la sociedad chilena, de la clase obrera, del movimiento estudiantil,
que quiere una alternativa.
¿Quién es Boric? Empecemos por decir que no es un socialdemócrata, al menos en
el sentido de Bachelet: el Partido Socialista de Chile, de hecho, se opuso
primero a él y sólo en la segunda vuelta, tras un acuerdo que moderó el
programa presidencial, decidió finalmente apoyarlo. Boric viene de la
experiencia del movimiento estudiantil, que desafió al gobierno de derechas,
pero que tampoco fue blando con la socialdemocracia. ¿Se abrió Boric a los sectores
moderados durante la campaña electoral? Por
supuesto, ¿cómo iba a ganar si no? La táctica electoral no es la prioridad, el
juicio se construye sobre la acción política desde el momento en que asume el
cargo. Por supuesto, el nuevo presidente tampoco es comunista. De hecho ganó
las primarias derrotando al candidato del Partido Comunista de Chile (PCCh).
Sin embargo, Boric construyó todavia una lista de unidad con el PCCh como
prioridad, y al final ese fue el partido con mayor número de diputados en la
coalición (¡y las relaciones de poder cuentan incluso entre aliados!).
Un marxista no es un adivino: las relaciones de poder son dialécticas, las
fuerzas armadas chilenas y la derecha nostálgica son muy fuertes, también hay
presiones anticomunistas en la izquierda y en el entorno presidencial. Chile no
hizo una revolución y Boric no es Allende y, como dije antes, no hay que
engañarse pero tampoco desilusionarse, confundiendo ser vanguardia con ser una
élite presumida que no está contenta con nada. Por lo tanto, el enfoque
realista del PCCh de jugar todas las cartas en esta victoria es correcto y
inteligente.
En el contexto chileno actual, aunque Boric fuera un moderado de
"centro-izquierda" como dicen algunos periodistas (que no quieren
admitir el papel del PCCh), la victoria seguiría siendo histórica y los
comunistas la celebrarían porque después de 48 años se ha producido una ruptura
con el orden constitucional heredero del fascismo pinochetista. Marxista, en
definitiva, significa entender las prioridades en las distintas etapas de un
camino histórico, ¡no cotorrear sobre la revolución o hacer análisis de ADN de
un candidato! Hay tiempo y tiempo, manera y manera, para discutir y juzgar.
Y hay otra vara de medir en Suiza: basta con ver lo que dicen los expertos en América
Latina y pensar lo contrario. Cuando
RSI (TV estatal suiza) entrevista a derrotistas que menosprecian la victoria
chilena, vislumbran sólo las dificultades y prevén ya los desastres, con la
actitud intelectual de quienes sólo miran la política desde fuera sin
ensuciarse las manos, y cuando en su perfil de Instagram la propia RSI,
incoherentemente con su línea editorial, habla (¡asquerosamente! ) de
"extremos opuestos", entonces sabe que en Chile - ya sea que se
considere a Boric como reformista o se lo presente como revolucionario - algo
realmente sucedió... de positivo! Y eso es suficiente para mí.