jueves, 22 de abril de 2021

LA SEGUNDA INTERNACIONAL

 

 

 

                                                 Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                 Centro de Extensión e Investigación

                                                 Luis Emilio Recabarren,  CEILER

 

 

                            

 Federico Engels

 

 

Con el cese de las actividades de la Primera Internacional las relaciones mundiales del proletariado se interrumpieron. Pero el movimiento obrero siguió avanzando por el camino de la acumulación de fuerzas  y de su preparación para  futuros combates.

Marx y Engels continuaron con su incansable labor en la dirección del movimiento obrero internacional. Con su labor teórica y práctica preparaban el terreno para la hegemonía del marxismo en éste.

El 14 de marzo de 1883, luego de una prolongada enfermedad, cesó de latir el corazón de Carlos Marx.

 

ENGELS Y LA  LUCHA CONTRA LOS “POSIBILISTAS”

Posterior a la muerte de Marx, diversos partidos obreros comenzaron a formarse en Europa y América debido al ascenso del capitalismo que, a la par de que entraba en su fase imperialista, necesitaba de más mano de obra para sostener ese crecimiento económico. El resultado: una mayor cantidad de personas que emigraban a las ciudades en busca de empleo, engrosaban las filas de la clase obrera y, al encontrarse en condiciones infrahumanas de vida y salarios miserables, decidían organizarse política y sindicalmente.

Entonces, Federico Engels se colocó a la cabeza del movimiento obrero internacional. Prosiguió el combate contra los enemigos del proletariado,  los oportunistas de derecha  y los anarquistas.

Hacia fines de los años 80 del siglo XIX, y como consecuencia de la gigantesca labor llevada a cabo por Marx y Engels, el marxismo logró ser reconocido como la teoría universal de la clase obrera.

Por otra parte, con la formación de los partidos de masa surgió la necesidad de una nueva Internacional.

Durante varios meses  Engels  salió al paso de los “posibilistas” (oportunistas que recibieron este nombre porque planteaban cambios “en la medida de lo posible”) que pretendían realizar un Congreso con el fin de tomar la dirección del movimiento obrero internacional.

 

EL CONGRESO DE PARÍS DE 1889

El 14 de julio de 1889, en el centenario de la Toma de la Bastilla, se reunió en París el congreso marxista internacional. Engels no asistió, por estar preparando el tercer tomo de “El Capital”.

A este evento concurrieron más de trescientos delegados. Entre ellos dirigentes obreros tan destacados como Guillermo Liebknecht, Augusto Bebel,  Paul Lafargue, Jules Guesde y  Gueorgi Plejanov.

En forma paralela los posibilistas convocaron a su congreso  que terminó en un completo fracaso.

El Congreso Marxista Internacional tomó algunas medidas importantes  como la lucha por la jornada laboral de 8 horas diarias con descanso los fines de semana. La conmemoración del Primero de Mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en honor a los mártires de  Chicago, como una jornada de expresión de la solidaridad internacional del proletariado, y como día de        revista de sus fuerzas combativas. También la conmemoración del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Este Congreso de 1889 fue el inicio  de la Segunda Internacional.

 

LA SEGUNDA INTERNACIONAL: SUS PRIMEROS CINCO AÑOS

Fue en 1890 cuando por primera vez los obreros de Europa salieron a la calle para conmemorar con grandes manifestaciones el 1º de Mayo. En algunos lugares hubo choques con la policía.

Con el desarrollo capitalista de la época muchos dirigentes obreros y socialistas en Europa  llegaran a la conclusión de que el capitalismo podría por sí mismo generar las condiciones para que los trabajadores vivieran bien e incluso avanzar progresivamente hacia el socialismo.  Surgió el revisionismo y el reformismo.

El  ala revisionista, encabezada por Eduard Bernstein, abandonó abiertamente una política revolucionaria en favor de una línea reformista. A la vez, el estallido de la Revolución de 1905 en Rusia comprobó que las revoluciones no eran cosa del pasado (como sostenían los revisionistas). Sin embargo y a pesar de ello, estas desviaciones oportunistas siguieron desarrollándose en los años siguientes.

Por otra parte, los actos terroristas de comienzos de la década del 90 del siglo XIX en varios países sirvieron de pretexto a las clases dominantes para aumentar la represión contra las organizaciones obreras. Los métodos de lucha de los anarquistas favorecieron la infiltración  en el movimiento obrero de provocadores y de espías.

Los anarquistas reclamaron su admisión a la Segunda Internacional en el Congreso de Zurich, celebrado entre el 9 y el 13  de agosto de  1893. Federico Engels, que asistía a ese Congreso, se opuso a semejante pretensión e hizo un llamado para que fueran   expulsados.  El Congreso aprobó una resolución que expulsaba a los anarquistas del seno de la asamblea.


DESPUÉS DE FEDERICO ENGELS, DOMINA EL OPORTUNISMO

El trabajo abrumador, sobrehumano, que Engels realizó durante largos años, quebrantó su salud. El 5 de agosto de 1895 dejó de latir su corazón.

Después de su muerte, los elementos oportunistas de la Segunda Internacional intensificaron sus actividades. Ello tuvo como base las condiciones existentes en esa época  del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo. Además, los éxitos obtenidos por algunos partidos socialistas en elecciones parlamentarios sirvieron para afianzar las falsas ilusiones acerca de la posibilidad de que, en  esos momentos, el proletariado  tomase el poder por vía pacífica. Incluso líderes como Bebel o Guesde sobreestimaron la importancia de la labor parlamentaria.

Los partidos de la Segunda Internacional comenzaron un proceso de degenerar de partidos de la revolución socialistas en partidos de las reformas sociales. Entre Marx y Engels por un lado, y Lenin por otro, media un período de dominio absoluto del oportunismo de la Segunda Internacional.

Habiendo expulsado de sus filas a los oportunistas de “izquierda”, a los anarquistas, la Segunda Internacional no adoptó medida alguna para depurarse de los oportunistas de derecha.


LENIN Y LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO

El oportunismo llegó al máximo en la Segunda Internacional. Sólo los bolcheviques, encabezados por Lenin, luchaban consecuentemente contra éste. Su lucha en Rusia era, al mismo tiempo, contra el oportunismo internacional.

Lenin puso al descubierto la esencia burguesa del oportunismo y exigió la total ruptura con él. Escribió: “Los bernstenianos (partidarios de Bernstein) aceptaban y aceptan el marxismo, excepto su lado directamente revolucionario” (Lenin: Obras Completas. Tomo IX, página 121)

Hacia comienzos del siglo XX, el centro del movimiento revolucionario internacional se había trasladado hacia Rusia.

Al calor de la lucha sin cuartel contra el oportunismo, Lenin forjó en Rusia del Partido Bolchevique en 1903. A diferencia de los partidos de la Segunda Internacional, el Partido Bolchevique fue, desde su origen un partido de nuevo tipo, combativo, armado de la teoría revolucionaria y estrechamente ligado a las masas.

 

                                 


 

LA REVOLUCIÓN DE 1905 Y LA SEGUNDA INTERNACIONAL

La Revolución de 1905 en Rusia abrió un nuevo período en la historia del movimiento obrero internacional. Influyó poderosamente en el surgimiento de una serie de levantamientos revolucionarios de obreros y campesinos en occidente y oriente. En las revoluciones burguesas en Persia, Turquía y China. En el despliegue del movimiento obrero de masas en Austria-Hungría, Alemania, Inglaterra y Francia.

La Revolución de 1905 colocó a la orden del día nuevas formas de lucha: la huelga general política, la insurrección armada, etc. Planteó el tema de la alianza de obreros y campesinos, bajo la dirección del proletariado.

Lenin elaboró la teoría de la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista, la que fue furiosamente rechazada por los jefes oportunistas de la Segunda Internacional.

 

EL CONGRESO DE STUTTGART (1907)

Entre el 18 y el 24 de agosto de 1907 tuvo lugar el Congreso de Stuttgart de la Segunda Internacional, en donde la lucha entre oportunista y los elementos revolucionarios alcanzó su expresión más aguda. Dos temas estuvieron al centro de la polémica: la cuestión nacional  y el peligro de una guerra.

Lenin combatió a los oportunistas por su apoyo al imperialismo en la guerra imperialista, pero llamó siempre a defender el suelo patrio en las guerras justas, en la lucha de los pueblos por la independencia de su país natal, en la lucha de los pueblos oprimidos contra las potencias imperialistas o en la guerra del proletariado triunfante contra la burguesía.

El Congreso de Stuttgart aprobó una resolución presentada por Augusto Bebel, Lenin y Rosa Luxemburgo que decía: En caso de una guerra imperialista, “los socialistas están obligados a empeñar todos sus esfuerzos  para hacerla cesar cuanto antes y … aprovechar la crisis económica y política provocada por ella para despertar la conciencia política de las masas populares y precipitar el derrumbe de la dominación de los capitalistas”.

 

EL CONGRESO DE BASILEA (1912)

Los días 29 y 30 de julio de 1912 tuvo lugar el Congreso de Basilea de la Segunda Internacional, con un solo tema en su orden del día: la situación internacional y la lucha contra la guerra. Ello debido a que las contradicciones entre las potencias imperialistas se habían agudizado gravemente.

El Congreso aprobó un Manifiesto contra la guerra, que parte decía:

“El Congreso reclama de los obreros de todos los países que contrapongan al capitalismo imperialista la fuerza de la solidaridad internacional del proletariado”.

El Manifiesto llamaba a los obreros del mundo a no cesar en la lucha por impedir el estallido de la guerra.

Pero este manifiesto quedó reducido a un trozo de papel.

 

TRAICIONANDO EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO

Al  estallar la Primera Guerra Mundial el 28 de julio de 1914, los dirigentes de la Segunda Internacional -traicionando los principios del internacionalismo proletario- llamaron a los trabajadores a defender su patria, es decir, a la burguesía de sus respectivos países.

Lenin escribió: “Los socialistas del mundo entero declararon solemnemente en 1912, en Basilea, que consideraban la guerra europea que se avecinaba como una empresa "criminal" y archirreaccionaria de todos los gobiernos, que debía precipitar el hundimiento del capitalismo engendrando inevitablemente la revolución contra él. Llegó la guerra y estalló la crisis. En vez de aplicar una táctica revolucionaria, la mayoría de los partidos socialdemócratas aplicó una táctica reaccionaria, poniéndose del lado de sus gobiernos y de su burguesía. Esta traición al socialismo marca la bancarrota de la II Internacional (1889-1914), y nosotros debemos tener una clara idea de qué es lo que ha provocado esta bancarrota, qué ha engendrado el socialchovinismo y qué le ha dado fuerza”.

Al mismo tiempo, Lenin planteó  abandonar el nombre de socialdemócrata en favor del de comunista para los partidos que se resistían a capitulación revisionista.

Los socialdemócratas en Europa tomaron una postura cada vez más reaccionaria, llegando al punto de asesinar a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht en 1919 y sabotear los procesos revolucionarios que surgían.

Tras el estallido de la guerra, los socialdemócratas —llamados despectivamente por el ala izquierda como “socialpatriotas”, “socialchovinistas” o “socialtraidores”— se ajustaron a la política de sus respectivos países, mientras que Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo organizaban a los socialistas internacionalistas para discutir cómo enfrentar la guerra.

Esto se expresó en las conferencias en Zimmerwald en septiembre de 1915 y la de Kienthal en 1916 (Suiza).

 

LA INTERNACIONAL DOS Y MEDIA

Tras el estallido de la Revolución Rusa y la toma del poder por los bolcheviques en 1917, la Segunda Internacional se fragmentó entre quienes seguían la línea de la antigua organización y quienes criticaban los aspectos más escandalosos de su política, aunque no compartían los métodos revolucionarios de los comunistas.

Estos últimos se agruparían en la llamada Unión de Partidos Socialistas para la Acción Internacional, también apodada como la “Internacional dos y media”.

Mientras tanto, los socialdemócratas en Europa tomaban una postura cada vez más reaccionaria, llegando al punto de asesinar a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht en 1919 y sabotear los procesos revolucionarios que surgían. Se dedicaron a administrar los estados capitalistas.


LA INTERNACIONAL SOCIALISTA

Las tendencias contradictorias de la Internacional “dos y medio” no podían coexistir. Los elementos más revolucionarios se unirían a la Internacional Comunista, y los más reformistas regresarían a la Segunda Internacional en 1923, renombrándose Internacional Obrera y Socialista. Continuó existiendo hasta finales de los años 30 y principios de los 40, cuando el surgimiento del fascismo en Italia, Alemania y España y el estallido de la Segunda Guerra Mundial (de la mano de la ocupación nazi) harían que prácticamente todos los partidos socialistas pasaran nuevamente a la clandestinidad.

Esta situación continuaría hasta 1951. En Fráncfort del Meno se reunirían nuevamente los partidos socialdemócratas para agruparse bajo el nombre de Internacional Socialista. Estos partidos abandonaron definitivamente el marxismo; como consecuencia  lógica de su política oportunista, conciliadora y reformista.

Entre los integrantes de esta “Internacional” están el PRI de Peña Nieto y el PRD de Abarca y Aguirre, los responsables de la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa en México. . Está también el PS francés de François Hollande que pretendió imponer una reforma laboral neoliberal, el SPD alemán que gobierna en coalición con la derechista Angela Merkel, el PASOK que junto a Nueva Democracia impuso planes de austeridad en Grecia, el PSOE que hizo lo mismo en España, el Partido Laborista que administró el gobierno en el imperialismo inglés, entre otros. En Chile están el PPD, el PS y el PR.

En resumen: ninguno de los miembros de esta organización representa los intereses de los trabajadores y difícilmente puedan clasificarse siquiera como partidos de izquierda. En Europa, son partidos “social imperialistas” que gobiernan al servicio de sus propias burguesías y en América Latina son parte de los regímenes capitalistas.

La creación de una organización internacional verdaderamente revolucionaria y consecuente sigue estando a la orden del día.