FOTO: OSCAR DANTE CONEJEROS ETCHEVERRY
miércoles, 20 de junio de 2012
Entre lo
viejo, lo nuevo y otros cuentos.
Reflexiones
en respuesta a Gabriel Salazar
Camila Vallejo Dowling
En relación a las últimas declaraciones y entrevistas realizadas por el
Premio Nacional de Historia profesor Gabriel Salazar, quisiera comentar algunas
cosas:
Primero que todo, mi más sincero respeto a la larga trayectoria del
profesor y su trabajo como historiador, cuya rigurosidad investigativa y aporte
al país no pongo en duda. Sin embargo, dicha consideración no disminuye mi
incomodidad ante comentarios que poseen un claro sesgo machista cuando se
refiere a mi persona así como descalificaciones a la profesión de los
geógrafos, insinuando que es una carrera menos reflexiva o muy acotada, cosa
que no comparto en lo absoluto.
Me parece positivo que el debate ponga sobre la mesa cuestiones
fundamentales a discutir en este momento histórico como el rol de los
movimientos sociales, la relación del Partido Comunista de Chile (y de los
partidos de izquierda en general) con esos movimientos, el papel de la juventud
comunista al interior del partido, la disputa (o no) del poder político en la
esfera institucional, el cambio en la institucionalidad misma y la vetusta
discusión sobre la “vieja” y la “nueva” forma de hacer política. Cosas ante las
cuales quisiera yo también hacer una reflexión.
Sin duda alguna que uno de los principales logros del movimiento del 2011
fue la capacidad de hacer volver la política a las calles, los hogares, los
liceos, las universidades, las plazas públicas, los lugares de trabajo. El 2011
se logró recuperar la política de su secuestro institucional que le ha impuesto
el neoliberalismo y re significarla como opción legítima de los movimientos
sociales. Hoy nadie puede dudar que el movimiento estudiantil y social ha sido
profundamente político y ha logrado, por primera vez desde el retorno de la
democracia, instalar con fuerza la conciencia sobre las perversidades del
modelo neoliberal, mercantilizador de la vida y lo espurio de una
institucionalidad política que requiere con urgencia ser superada.
Esto queda más que demostrado en el rechazo generalizado al lucro en la
educación y también en otros aspectos de la vida social como la salud o la
previsión; en cómo ha quedado en evidencia un modelo económico que genera
crecimiento empobrecedor dado su patrón acumulativo y abusivo; y en la muestra
de los impedimentos que esta institucionalidad, sumamente presidencialista y
con un parlamento binominalizado, genera para los posibles avances en las
reivindicaciones del movimiento social.
La crisis de representatividad del sistema político se debe a que ya por
más de tres décadas no ha sido capaz de dar respuestas a las necesidades del
mundo social, debido al eterno privilegio de resguardar los intereses de los
grandes empresarios nacionales y trasnacionales. A su vez, el duro
cuestionamiento a los partidos políticos del sistema es por haber mantenido y
utilizado esa institucionalidad política para privilegiar a ciertos sectores y
beneficiarse de paso, del modelo neoliberal y sus “bondades” económicas.
Si logramos comprender bien el cuestionamiento que hacen la ciudadanía y el
movimiento social, éste no es a la institucionalidad o a los partidos políticos
per sé, por el mero hecho de ser institucionalidad, sino a una
institucionalidad antidemocrática y profundamente neoliberal sustentada por
partidos, o más bien coaliciones, que han sido funcionales al mantenimiento y
profundización del modelo heredado de la dictadura.
Esto queda claro cuando constatamos que numerosos sectores del movimiento
estudiantil están trabajando por constituirse como partido; que muchos jóvenes
entran a militar en las filas de las juventudes comunistas o de otras
juventudes políticas; e inclusive, que muchos jóvenes y dirigentes de asambleas
ciudadanas se levantan como candidatos a concejales o alcaldes, desde distintas
trincheras políticas, para cambiar las reglas del juego dentro del poder
institucional local. Caracterizar en un conjunto homogéneo apartidista y
meramente asambleísta al movimiento social (asambleísmo que, como fin en sí
mismo, cae muchas veces en prácticas antidemocráticas), es de sumo equivocado e
irresponsable, así como lo es también el reduccionismo de que lo joven es puro
y bueno y lo viejo es sucio y corrupto.
En este movimiento de construcción histórica no sólo han participado
activamente jóvenes y no tan jóvenes con convicciones, sino también
independientes y militantes de partidos y colectivos de izquierda que no
necesariamente se organizan bajo una estructura meramente horizontal. Por lo
mismo, señalar que el movimiento debe prácticamente “limpiarse” de sus
militancias y abandonar la “vieja” política es, además de un discurso agotado
de larga data histórica en los debates del mundo social, pretender eliminar una
parte importante del mismo movimiento social. Dicho discurso desvalora el
importante trabajo que miles de jóvenes militantes de la jota y de otras
agrupaciones políticas de izquierda han venido realizando durante muchos años
por el movimiento social, instándolo a debatir, politizándolo.
Soy una convencida de que la democracia es el gobierno del pueblo. Creo
importante superar esa visión de que todo es blanco o negro, de que o se
trabaja fuera de la institucionalidad política o se trabaja dentro de ella. Si
queremos radicalizar nuestra democracia y construir real soberanía política y
económica, no podemos simplemente fortalecer al movimiento social de espaldas o
al margen de la institucionalidad política a la que el profesor llama
mañosamente "clase" política, porque esa institucionalidad intacta
seguirá operando sin nosotros y contra nosotros gracias a que le hemos delegado
esa responsabilidad por omisión. La "clase" política de la que tanto
hablan algunos, no es más que un espacio en disputa entre distintos segmentos
de clase.
Construir movimiento social sin irrumpir en la esfera política esperando
pasivamente que tengamos las condiciones suficientes para hacer la revolución,
es a lo menos una irresponsabilidad de quienes de pueden esperar desde una
cómoda posición e intervenir intelectualmente de vez en cuando. Si de manera
exclusiva aplicamos hoy esa vieja receta -construir desde la marginalidad y en
la marginalidad - se nos pueden pasar muchos años, en los cuales unos pocos
seguirán apropiándose de riquezas que le pertenecen a todos. La crisis de la
salud pública y la educación pública requieren actuar con cierta inmediatez y
no en décadas más. Aquí nadie quiere caer en la impaciencia, pero debemos tener
un sentido de urgencia que nos haga avanzar con paso firme pero rápido, porque
se requieren soluciones ahora.
Lo que el movimiento social necesita para hacer los cambios es presionar y
construir desde dentro y desde fuera de la institucionalidad política, en un
proceso dialéctico. Un movimiento social debe irrumpir en la esfera política
para superarla, no para administrarla. No debemos permitir que sigan siendo los
mismos los que nos “representen” y que sean los mismos a quienes todos los años
debamos ir a exigirles los cambios que sabemos que no harán, porque están
diametralmente en desacuerdo con nuestros planteamientos.
Lo que necesitamos para profundizar nuestra democracia en base a lo que ha
venido señalando el movimiento social, desde Arica a Magallanes, es una gran
alianza social y política, no para que los partidos representen simplemente a
los movimientos sociales, sino para que les permitan participar directamente en
la esfera del poder. Una alianza que resguarde la independencia y la autonomía
de los movimientos sociales, pero que posibilite la construcción y aplicación
conjunta de un programa de transformación social.
Por último, quisiera aclararle al profesor Salazar que los jóvenes
comunistas no militamos para ser manipulados o “utilizados” para los fines de
los “viejos” del partido. Los jóvenes comunistas militamos porque tenemos la
clara convicción de que Chile necesita profundas transformaciones y que
aquellas transformaciones debe hacerlas el ser humano a través de la
organización y la acción colectiva. Entendemos a nuestro partido como una parte
activa del pueblo chileno y no como un ente externo a él. Por eso en estos 100
años de historia hemos sido y seguiremos siendo parte vital de los movimientos
sociales y del pueblo organizado más allá de lo coyuntural. Nunca hemos
necesitado dejar nuestra militancia para trabajar codo a codo con los movimientos
sociales y el actual escenario político tampoco nos llama a eso sino a todo lo
contrario: fortalecer aún más nuestro debate al interior del partido, hacerlo
más dinámico, poniendo más convicción y energía al esfuerzo que día a día
desarrollamos para construir un mejor Chile para todos y para todas.