Un día como hoy, 11
de marzo, hace 57 años, soldados del ejército perpetraron una terrible masacre
contra obreros y sus familias en el mineral de El Salvador durante una huelga solidaria con los
trabajadores de El Teniente. Asesinaron
a dos mujeres y seis trabajadores, dos de ellos comunistas. Gobernaba el democratacristiano Eduardo Frei Montalva.
Un abrazo,
Iván Ljubetic Vargas
Hace 57
años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El 1º de enero de 1966, los
mineros de El Teniente declararon una huelga exigiendo aumento de sus
remuneraciones.
PARO SOLIDARIO
En el mineral de El Salvador el paro fue total. Los trabajadores actuaron con disciplina y responsabilidad. Un Comando de Huelga dirigía las
actividades. Diversas comisiones tenían
a su cargo tareas concretas: la olla común para los huelguistas y familiares,
competencias deportivas, actos artísticos - culturales, cuidado de los niños,
disciplina, etc. El centro de todas
estas acciones era la sede del Sindicato.
El entonces ministro de Defensa
de Eduardo Frei Montalva, Juan de Dios Carmona, ordenó la ocupación militar de
El Salvador. No había razón alguna para
ello: allí reinaba la tranquilidad y el
orden. El operativo tuvo lugar el 11 de marzo de 1966. Fue realizado por
efectivos del Ejército.
TODO ESTABA TRANQUILO
Eran alrededor de las 14
horas. En la sede social, trabajadores,
mujeres y niños habían almorzado recién.
Algunos jugaban a las cartas, otros leían o conversaban. También hubo quienes dormitaban. Una comisión lavaba platos y servicios; otra,
ordenaba mesas y bancas. Los niños,
incansables, correteaban alegremente.
PROVOCACIÓN
De pronto alguien dio la voz de
alarma: soldados habían rodeado el local.
Los pequeños, asustados, corrieron a donde estaban sus padres. Hombres y mujeres se inquietaron.
El oficial a cargo de la tropa,
prepotente y altanero, ordenó desalojar la sede. La gente se negó. No había motivo para ello: estaban en su
local y no molestaban a nadie. Los trabajadores intentaron dialogar. La respuesta fue brutal. Los uniformados rompieron los vidrios de las
ventanas y arrojaron bombas lacrimógenas al interior. El aire se hizo irrespirable. Gritos de desesperación y de ira.
CON BALAS DE GUERRA
Todos salieron corriendo. Unas mujeres se envolvieron con banderas
chilenas, como buscando en el pabellón patrio una protección.
El capitán Alejandro Alvarado
Gamboa dio una orden. Y el estrépito de
una descarga se elevó por encima de los gritos y el ruido de las carreras.
Los soldados dispararon contra la
gente indefensa. Cayeron algunos. Otros siguieron corriendo. Una nueva descarga. Gritos y quejidos.
Para Iván Ardiles, un sobreviviente que en ese entonces tenía 7 años,
esta es una escena que no olvidará. “Yo me acuerdo de que el sindicato estaba
lleno de humo y lloraba mucho porque eran bombas lacrimógenas las que caían y
no se veía nada. Yo le decía a mi mamá que prendiera la luz porque me dolían
los ojos y ella me decía que no se podía mientras me mantenía escondido debajo
de un escritorio metálico. Más tarde, cuando salimos de allí - ya que los
trabajadores habían abierto las latas de las paredes del sindicato para escapar
- a mi mamá le pasó una bala”.
DOS MUJERES ASESINADAS
Una mujer, que llevaba una
bandera chilena fue asesinada. Se
llamaba Leopoldina Chaparro Castillo.
Tenía 36 años y estaba en avanzado estado de embarazo. Cerca de ella cayó otra: Marta Egurrola de
Miles, madre de tres hijos y otro por nacer.
Estas dos mujeres proletarias
eran igual a esa que utilizó la
propaganda democratacristiana en
Y SEIS OBREROS
También cayeron asesinados seis obreros. Entre ellos dos comunistas: Ramón Santos Contreras y Raúl Monardes.
Ramón Santos
Contreras había llegado al mineral de El
Salvador cuando aún no cumplía los 19 años. Era militante de las Juventudes
Comunistas. Se incorporó a la base Camilo Cienfuegos.
Conoció y se hizo inseparable amigo del
obrero Raúl Monardes, dirigente del Partido Comunista. Ambos realizaron una
incansable labor de revolucionarios. Ello, a pesar de laborar en una empresa imperialista estadounidense,
Ocho muertos y cuarenta heridos
fue el saldo de la masacre. Y, como
siempre, después de una matanza se pretendió culpar a las víctimas.
UNA VEZ MÁS AL
CRIMEN SE UNE
El gobierno de Frei Montalva, a
través de un comunicado oficial, suscrito por el Ministro de Defensa Carmona y
el Subsecretario del Interior, Juan Hamilton, sostuvo que:
“Elementos especialmente
adiestrados, a las 14 horas de hoy, realizaron un ataque masivo con armas de
fuego y otros medios de agresión en contra de la fuerza pública”.
Esta falsedad fue desmentida por
el propio oficial a cargo del operativo, el capitán de ejército Alejandro Alvarado
Gamboa. Este declaró haber dicho al
coronel Pinochet:
“Si usted quiere que yo cumpla
la orden que usted me dio de tomarme el Sindicato, tengo que disparar a matar y
ahí va a quedar la carnicería...”
CON PREMEDITACIÓN
Por lo demás, la masacre del 11
de marzo de 1966 fue la culminación de una serie de provocaciones llevadas a
cabo por el coronel Pinochet. Días
antes, había prohibido la entrada al mineral de comerciantes ambulantes. A los establecidos, les ordenó no otorgar
créditos a los huelguistas amenazándoles que, si desobedecían lo dispuesto,
serían detenidos, cancelados sus permisos y expulsados del campamento. Su plan era cercar por el hambre a los
trabajadores y sus familias. Cuando
comprobó que esas maniobras no surtían efecto, ordenó la detención y traslado
de dirigentes y algunos obreros. Aisló
el Mineral y luego vino la masacre.