Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
OCURRIÓ HACE 52 AÑOS
El jueves 3 de septiembre de 1970, Luis Corvalán, Secretario General del PC, pronunció un discurso por cadenas de radioemisoras. Llevaba por título "Mañana debemos triunfar" y en él afirmó:
"El momento que vivimos es favorable al triunfo y
al éxito... El día de mañana es decisivo. De la movilización masiva y a primera
hora hacia las urnas, de la vigilancia de los apoderados en cada mesa, del
control de los cómputos, del desbaratamiento de toda martingala, de la actitud
de cada uno de nosotros puede depender, en último término, el resultado que
arrojan las urnas...
"En manos del pueblo
está su futuro. El Partido Comunista lo llama a emplearse a fondo en la batalla
de mañana, a elegir a Salvador Allende Presidente de la república y a seguir
caminando unido en pos de sus nuevos destinos." (Publicado
por “El Siglo”, del 4 de septiembre de 1970)
Viernes 4 de septiembre de 1970. Desde las 7,30 comenzaron
a llegar los vocales y apoderados de las mesas en los diversos lugares de
votación. Había nerviosismo, tensión, expectación en el ambiente.
A las 8, empezaron a desfilar los ciudadanos. Emitían
su voto, algunos después de hacer cola durante horas. La gente, como era
costumbre, se vistía con su traje dominguero. Las elecciones eran para los
chilenos un día de fiesta. Las radios y la televisión hacían reportajes,
entrevistas, adelantaban vaticinios.
Las mesas que habían iniciado su funcionamiento a las
8, cerraron la votación a las 16. Las otras debían seguir recibiendo electores
hasta cumplir las 8 horas establecidas por
Los medios de comunicación de masas entregaron los primeros cómputos, muy parciales aún. Chile quedó de pronto desierto. Ni un alma en las calles. Toda la gente junto al televisor o la radio. La mayoría, en sus casas. Los dirigentes en los locales de las candidaturas.
A las 20 horas, según escribe Ignacio Gayango en
“Chile: el largo camino político al golpe”, página 8:
"El
Ministro del Interior, Patricio Rojas, avisaba telefónicamente a Jorge Alessandri
que su candidatura iba triunfando; al mismo tiempo, el Subsecretario retardaba
por varias horas la entrega de cómputos."
Los resultados parciales daban leve ventaja a Salvador Allende, que no votó en esa ocasión por estar inscrito en Punta Arenas. Los periodistas de radio y televisión contribuóan a crear confusión, algunos repetían una y otra vez que Allende lleva la delantera, pero que falta la mayor parte de los resultados de las mesas de mujeres.
En verdad, a esas horas nadie estaba seguro de nada.
Según afirma Joan Garcés en “Chile, el
camino político hacia el socialismo” (citado por revista Ercilla Nº 1935, del
16 al 22 de agosto de 1972, página 9):
"Muchos
y destacados dirigentes de la izquierda comprometida en la campaña electoral se
resistían a creer, hasta el término mismo de los escrutinios, que la vía
electoral pudiera llevarlos a otro resultado que a una nueva
frustración."
A las 22 horas tanques del Ejército aparecieron en el
centro de Santiago. Procedieron a rodear
Cerca de la medianoche, Chile estalló en gritos,
abrazos, lágrimas de alegría y banderas. Faltando cinco minutos para las 24
horas, el general Camilo Valenzuela, comandante general de
Jóvenes democratacristianos salieron a la calle y se abrazaban
con los de
"Salvador, felicitaciones por la victoria. Más honrosa mientras más dura y difícil. Ella le pertenece al pueblo, pero también es tuya. Radomiro Tomic." (Citado por José Lavretski en “Salvador Allende”, página 118)
Pero la derecha del PDC no tuvo igual actitud. Por el contrario.
Por su parte, la reacción -asustada con su propia
propaganda del miedo- se escondió en sus casas y palacetes. Cerraron a machote
puertas y ventanas. Algunos prepararon las maletas para salir del país. Otros,
comenzaron a conspirar para cerrarle el camino hacia
La gente allendista salió a la calle, entusiasta,
eufórica, pero serena y disciplinadamente. No hubo nada parecido al caos, a la
invasión de los barrios de los ricos, que anunciaba la campaña del terror.
El acto del 4 se inició al empezar el 5 de septiembre.
Fue en
Esa madrugada, Allende contrajo un compromiso:
"Para los que están en
la pampa o la estepa, para los que me escuchan en el litoral, para los que
laboran en la precordillera, para la simple dueña de casa, para el catedrático
universitario, para el joven estudiante, el pequeño comerciante o industrial,
para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de la tierra nuestra, para
todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi conciencia y ante el pueblo
-actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente leal en la gran
tarea común y colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes el
Compañero Presidente."
Más adelante, emocionado, señaló:
"¡Cómo siento en lo
íntimo de mi fibra de hombre, cómo siento en las profundidades humanas de mi
condición de luchador, lo que cada uno
de ustedes me entrega! Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomo
en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon
junto al pueblo y por el pueblo. Este triunfo debemos tributarlo en homenaje a
los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil
semilla de
Y finalizó categórico: "A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del Compañero Presidente." (Editora Quimantú: “Allende. Su Pensamiento Político”, páginas 10, 12 y 13)
Horas después, se conocen los cómputos oficiales. Concurren a las urnas 2.954.799 electores. Allende obtiene 1.070.334 votos, un 36,22% del total; Alessandri, 1.031.159 votos, un 34,9% y Tomic, 821.801, un 27,81%. Votos nulos y en blanco, 31.505.
"El triunfo de
“Esto que hoy culmina es una larga jornada” –dijo el candidato triunfante, cuando amanecía el 5 de septiembre- “Yo sólo tomo en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo”.
Tenía razón, una vez más, Allende. Ese 4 de septiembre no fue algo espontáneo. Era el resultado de un largo proceso de unidad y de luchas. Un camino iniciado, en los albores del siglo XX, por un obrero tipógrafo llamado Luis Emilio Recabarren.
El triunfo del 4 de
septiembre de 1970 abrió el camino para conquistar el Gobierno Popular,
encabezado por Salvador Allende, el más progresista y patriota de la historia
de Chile.