viernes, 16 de septiembre de 2022

EN EL 106 NATALICIO DE LUIS CORVALÁN LÉPEZ

 


Con la canción "Pongo en tus manos abiertas" de Víctor Jara, se inició el exitoso panel  en  homenaje al revolucionario chileno Luis Corvalán Lépez, organizado por el Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER., efectuado el miércoles  14 de septiembre de 2022, el mismo día en que se cumplía su 106 natalicio.

 

Un amplio público siguió vía zoom la realización del evento. Hubo participantes de diversas ciudades del país y del extranjero. Entre ellos desde Canadá y  Escocia.

 

Los dos expositores invitados María Eugenia Puelma y Marcos Barraza, en brillantes y didácticas intervenciones, se refirieron a la trascendencia actual de don Lucho Corvalán, a sus cualidades personales, a su método de análisis, a sus enseñanzas. Se subrayó la importancia que él siempre dio a los trabajadores, al fortalecimiento del movimiento sindical, su valiente crítica y autocrítica, su trabajo colectivo y la unidad de acción.

 

Como ya es tradicional, el cantautor  popular Carlos Jeldes, puso el marco artístico al acto, con hermosas canciones y un inspirado poema.

 

Me correspondió leer un trabajo sobre Don Lucho, que adjunto por si hubiera alguien interesado en leerlo.

 

Finalizó el evento con el himno de los trabajadores del mundo, La Internacional.

 

Un abrazo,

 

Iván Ljubetic Vargas

 

 


EN EL 106 NATALICIO DE LUIS CORVALÁN LÉPEZ



 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 




Una vez más nos reunimos un 14 de septiembre para recordar y rendir homenaje al compañero Luis Corvalán Lépez en el día de su natalicio.

 

En esta ocasión lo hacemos a diez días de haber sufrido una dolorosa derrota. No vamos a analizar lo ocurrido, pero deseamos recordar lo expresado por el compañero Luis Corvalán en el Informe al Pleno de Agosto de 1977 del Comité Central:

 

“No fuimos capaces, como Partido Comunista, de llevar la Revolución Chilena junto a nuestros aliados hasta el fin. Es claro, si nuestro Partido hubiese sido mucho más fuerte, mucho más capaz teórica, ideológica y políticamente hablando, la situación habría sido seguramente diferente, porque en tales condiciones habríamos podido, efectivamente, ser o convertirnos en esos días en la vanguardia reconocida de la clase obrera y del pueblo en general.

 

Dicho sea de paso, ésta es tal vez una de las más grandes lecciones que debemos extraer con vistas a construir un Partido todavía más grande y cualitativamente mejor.”

 

Preguntaréis  ¿por qué el CEILER cada año, desde su fundación en 2012, conmemora el natalicio de don Lucho?


Hay variadas razones: porque fue un imprescindible, al decir de Bertolt Brecht,  luchó toda su vida.

 

Porque fue un consecuente marxista-leninista-recabarrenista, tanto en lo ideológico como en lo práctico y porque hizo importantes aportes teóricos.

 

Porque durante los 31 años que ocupó el cargo de Secretario General fue un gran conductor del Partido Comunista de Chile.

 

Porque aplicó las normas leninistas de la dirección colectiva, del centralismo democrático, de la unidad de acción, de la crítica y la autocrítica.

 

Porque,  como lo expresé  en el año  2010, fue  la sencillez y la fraternidad comunista hecha persona.  Ocupó los más altos cargos en el Partido, pero mantuvo siempre esa modestia que sólo los grandes seres humanos pueden mostrar.

 

El 4 de septiembre de 1952 el exdictador Carlos Ibáñez ganó, por un impresionante margen, las elecciones presidenciales.

 

Ese año fui designado miembro del Comité Regional Santiago de las Juventudes Comunistas, del cual era Secretario Político Mario Zamorano. Me encomendaron la tarea de ser responsable de la distribución de la  revista ‘Principios’. En esa calidad fui citado a una reunión clandestina del Frente de Propaganda del Partido.  No recuerdo el lugar donde sesionamos. Pero sí el compañero que hizo un extenso, interesante y didáctico informe.

 

Era bajo de estatura, muy flaco, de nariz pronunciada, con un bigotito debajo de ésta, de mucho fumar y de convincente hablar.

 

Se llamaba Luis Correa. Tiempo después supe que se trataba de don Lucho. Así lo conocí, en una reunión de Propaganda, eludiendo la represión del gobierno del presidente  Carlos Ibáñez del Campo.

 

En marzo de 1958, al fallecer Galo González Díaz, secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán pasó a ocupar esa alta responsabilidad.

Cinco meses después, el 2 de agosto de 1958, el Presidente Ibáñez promulgó la ley que derogaba la Ley Maldita, engendro liberticida, que había utilizado en gran parte de su segundo gobierno.

 

La conquista de la legalidad determinó, entonces, una importante transformación al interior de la vida del Partido Comunista.

 

Como sostuvo el escritor y periodista José Miguel Varas en 1975, "el cambio de 'clima' dentro del Partido fue muy notable, y se debió a la legalidad, pero no sólo a ello. Hubo algo muy personal en Corvalán que influyó a crear una sensación de gran confianza en la posibilidad de criticar, de que cada cual pudiera dar su opinión sobre cualquier materia, unido todo ello a la idea de que el Partido no era un club de debates, de que de todas maneras había que ser muy firme en las cosas fundamentales...”

 

Y agregaba José Miguel Varas: "Hasta la llegada de Corvalán a la Secretaría General, el Partido era en mucho un Partido de obreros endurecidos, golpeados, resistiendo al enemigo.

Y Corvalán planteó la perspectiva completamente distinta, aunque lógicamente ello no era sólo cuestión de él, sino que correspondía también a un cambio en la situación:

 'Son ellos, los enemigos, los que tienen que estar a la defensiva. Ahora nosotros nos abrimos, ahora nosotros vamos a ser los dueños de la iniciativa aquí' ".

 

Julieta Campusano de ágil inteligencia y aguda observadora,  que  jugó un importante rol como miembro del Comité Central, tenía una opinión bien formada sobre su secretario general. Dijo en 1975:

 

“En realidad la impresión que da Corvalán  es que él pensaba, pensaba mucho, se hacía su propio análisis de la situación. Entonces el producto de ese análisis que él hacía, lo llevaba a la Comisión Política... Siempre sus intervenciones en la Comisión Política eran interesantes. E invitaba a los demás, que fuimos aprendiendo también, a que se pensaran las cosas, no a hablar por hablar, sino a que hubiera un análisis de los planteamientos para sacar una conclusión correcta, una línea correcta... 

 

A Corvalán, -agregaba Julieta Campusano- entre todos los méritos, yo le considero que tiene uno, el del trabajo colectivo. Cuando preparaba un informe, él lo llevaba a la dirección del Partido, para que se viera, para que se leyera, para que se le criticara.

 

No tenía ‘orgullo’ de su obra, de lo que él había hecho: cortaba, borraba, hacía de nuevo y recogía la opinión de todos, hasta del más modesto miembro de la dirección, que le podía hacer alguna sugerencia, algún alcance a lo que él había preparado. No es una personalidad que aplaste. Es una personalidad que está siempre en el medio del grupo...

 

Y lo otro es que él trataba de exigir más a los cuadros, que dieran más. Siempre estaba sosteniendo que cada uno de los miembros de la Comisión Política era capaz de dar más, y por lo tanto debía dar más”.

 

Su elevada capacidad político-ideológica, lograda en base a su permanente aprendizaje, su método de dirección colectiva,  sus cualidades personales, contribuyeron a mantener una colectividad marxista-leninista, con una gran y disciplinada militancia (en 1970 entre Partido y Juventudes Comunistas sumaban más de 200 mil militantes); con una bancada parlamentaria respetuosa de las decisiones del Comité Central. Un Partido con una ejemplar unidad de acción.

 

Un Partido, además, con una amplia política de alianzas y que  fue factor decisivo en la unidad de las fuerzas democráticas y populares.

 

Encabezado por don Lucho, el Partido Comunista fue el principal artífice de la Revolución chilena.

Luis Corvalán escribió en su libro : “El Gobierno de Salvador Allende” lo siguiente:

 

“En la gestación de la victoria de 1970 y en las realizaciones del gobierno del Presidente Allende, entregaron su contribución todos los partidos de la Unidad Popular. Eso está fuera de discusión.  Pero lo está también el hecho de que el Partido Comunista  de Chile fue el principal artífice de la Revolución Chilena.

 

Tuvo el mérito de vislumbrar la posibilidad de conquistar el gobierno por la vía  no armada y de jugarse con todo tras el

propósito de materializarla. Luchó incansablemente, durante años y años, por la unidad de las fuerzas antiimperialistas y anti oligárquicas alrededor de la clase obrera y en función de las transformaciones que maduraban en la sociedad. Definió acertadamente el carácter de la revolución y la política de alianzas.

 

Llegó a la conclusión de que la vía pacífica no excluía confrontaciones más o menos violentas,  como la toma de tierras por los campesinos y de terrenos por los pobladores de la periferia urbana, y que se requería ante todo de la unidad y de la movilización activa y constante de las masas. En la lucha por esta línea, cuya justeza demostró la práctica, libró un combate permanente contra las posiciones erróneas, contra el sectarismo de izquierda que cuestionaba su política y se oponía a las amplías alianzas y contra las tendencias  derechistas de conciliación con el enemigo”.

 

Un aporte  de Luis Corvalán a la teoría y a la práctica de la revolución fue plantear la tesis  de la  vía no armada y su relación con la violencia.  

 

Sostuvo que la vía pacífica no es sinónimo de pasividad; que se recorre en medio de aguda lucha de clases, de combates permanentes, de constantes enfrentamientos,

 

que no desalojan sino presuponen no pocas acciones violentas, como tomas de tierra, ocupaciones de terrenos para viviendas, luchas callejeras, huelgas ilegales, etc.

 

Su tesis permitió al  Partido Comunista  la comprensión correcta del carácter de la Revolución Chilena, la apreciación justa de la posibilidad de la vía no armada y de las formas concretas en que podía desenvolverse y, paralelamente, la tenacidad del Partido en la lucha por su línea la que le permitió al pueblo de Chile lograr la resonante victoria de 1970 y abrir paso al  Gobierno Popular.

 

Luis Corvalán, incluso, planteó su tesis de la vía no armada en eventos del movimiento comunista internacional, pero no fue acogida.

 

Durante el Gobierno Popular, el Partido Comunista se mantuvo fiel al Programa  de la Unidad Popular y leal al Presidente Allende.

 

El 11 de septiembre de 1973 los fascistas dieron el golpe de Estado.

 

Luis Corvalán fue detenido el 27 de septiembre de 1973. Estuvo como prisionero político en la Escuela Militar, en la Escuela de Infantería de San Bernardo, en Isla Dawson, Ritoque y Tres Álamos. Mientras estuvo en manos de la dictadura, envió mensajes plenos de fuerza y optimismo.

 

Proclamó: “No temo por mí. Amo la vida, pero no temo la muerte si fuera necesario caer por mi causa”.

  

Por su parte, la querida  compañera Lily se jugó por entero por su vida y su libertad.

Fue liberado por la solidaridad internacional, en especial de la Unión Soviética, el 17 de diciembre de 1976.

 

En Agosto de 1977, tuvo lugar en Moscú el primer pleno del Comité Central   del Comité Central del Partido Comunista de Chile  después del golpe fascista . Un evento donde se analizó la actuación de la colectividad  durante el Gobierno Popular y en los cuatro primeros años de la dictadura fascista, con un profundo sentido crítico y autocrítico.

 

En el Informe, rendido por Luis Corvalán,  se pregunta: “¿Qué se puede objetar de nuestro comportamiento del día 11?”  Y se responde:

 

“Se pueden hacer algunas objeciones. Por ejemplo, ese día quedaron en evidencia defectos en nuestro aparato orgánico que produjeron cierto grado de desconexión y esto nos impidió promover siquiera algunas acciones de resistencia con vista con que el repliegue se hiciera sin una brusca caída de la moral de las masas, en una forma más o menos consciente”.

 

Añade más adelante: “Los errores de ‘izquierda’ derivaron básicamente de no haber abordado de modo correcto una serie de problemas que dicen relación con el papel de la clase obrera como fuerza motriz y dirigente de una alianza muy amplia de las capas medias”


“Nosotros –afirma el Informe- hicimos una buena elaboración de nuestra línea durante todo el período de lucha que condujo a la conquista del Gobierno y se puede agregar que también en el período inicial del mismo,  pero no elaboramos suficientemente nuestra línea en relación de cómo resolver los problemas del tránsito de la conquista del Gobierno a la conquista de la totalidad del Poder, y del tránsito de una etapa a otra de la Revolución para llegar efectivamente al socialismo.

 

Por lo menos durante el último año de Gobierno trabajábamos al día, atendiendo los problemas cotidianos, abrumados por tareas prácticas, en tanto la reacción tenía un plan bien proyectado. Tal situación condujo a la pérdida de la iniciativa lo que, unido a todos los errores y complicaciones ya descritas, hizo que la Revolución Chilena pasara a la defensiva y esto, se ha comprobado una vez más, termina inevitablemente en la derrota”.

 

Don Lucho realizó gran actividad en el exilio.

El 11 de mayo de 1978, estando exiliado en Alemania Federal, viajé a Bonn a un Encuentro organizado por el Comité de Solidaridad Antiimperialista de la RFA (ASK) de las organizaciones de la  solidaridad con Chile y  los chilenos exiliados,  con el camarada Luis Corvalán que realizaba una gira por diversos países, luego de haber sido arrancado de las garras fascistas por la solidaridad internacional el 17 de diciembre de 1976.

Allí tuve la oportunidad de abrazar al querido compañero Luis Corvalán Lépez.

  

Una foto aparecida en la contraportada de la edición N.º 7-8 de 1978, de la revista “Boletín Antiimperialista  de Información” (AIB), ha dejado plasmado ese abrazo,  con la lectura: “Alegre reencuentro: Iván Ljubetic y Luis Corvalán en el evento organizado por el ASK el 11 de mayo de 1978”.

 

El 3 de septiembre de 1980, Luis Corvalán proclamó en un acto en Moscú la Política de Rebelión Popular de Masas.

El 20 de agosto de 1983, ingresó clandestinamente a Chile.

 

Era mayo de 1989. Hacía casi un mes que yo  había llegado a Santiago para participar en el XIX Congreso del Partido. Fui citado y concurrí  al local de “Chile, ríe y canta”.  Nos reunimos gran cantidad de compañeros. Algunos viejos conocidos con los que no nos veíamos 16 o 30 años. Otros nuevos. Escuchamos el Informe del Comité Central al Congreso.

Después los delegados del exterior fuimos concentrados en un punto de Santiago, en donde nos entregaron copias del Informe para que lo estudiáramos durante un día.

 

A la mañana siguiente, en una esquina del centro, nos pasó a buscar una camioneta en la que partimos rumbo a la costa. Llegamos a una gran casa cerca del Pacífico, en San Sebastián.

Allí nos encontramos con muchos otros camaradas. Conversábamos alegremente.  

Trataba de reconocer a viejos amigos. De pronto se me acercó alguien que no ubicaba. Tenía una frondosa barba. Me dijo: “¿No me saluda, compañero Iván?”.  Por su voz supe que era don Lucho. 

En ese, el llamado XV Congreso, que en realidad fue el XIX, Luis Corvalán cesó en su cargo de Secretario General.

 

Es muy decidor constatar que los Estatutos aprobados en ese evento fueron los últimos en que se señaló que “El Partido Comunista de Chile se guía en su acción por los principios del socialismo científico, el marxismo-leninismo”.

En todos los Estatutos posteriores se elude esta definición.

A ello debemos sumar otros hechos:

 

En estos últimos tiempos, con sorpresa y malestar,  constatamos que un miembro de la Comisión Política  del Comité Central lanza opiniones que nada tienen que ver con la responsabilidad de un comunista. Militantes de la bancada de la Cámara votan según su gusto.

Ya no existe la unidad de acción que nos caracterizaba. Preocupa la violación de  normas leninistas de organización y funcionamiento.

Además, no siempre se practica la fraternidad comunista como lo hacía don Lucho.

 

Yo puedo dar testimonio de su conducta personal.

Cuando  conocí mejor a don Lucho fue  al retornar del exilio.

Regresé a Chile el 23 de octubre de 1990. Me quedé a vivir en Ñuñoa. Visité varias veces al compañero Corvalán en San Bernardo.

 

Siempre me recibió muy fraternalmente, como lo hacía con todos los compañeros. Me ayudó mucho cuando escribía ‘Don Reca’ y otros libros.

Me entregaba  informaciones y opiniones. Me prestó y regaló folletos y  libros suyos. Uno de estos fue ‘Camino de Victoria’, que me lo dedicó con hermosas palabras:

 

“A mi viejo y querido compañero Iván Ljubetic Vargas dejo en sus manos, ¡en buenas manos! este ejemplar de un libro que recoge la posición y la experiencia del Partido en un buen trecho de su vida. Luis Corvalán. San Bernardo, 11 de noviembre de 1998”.

 

Después  don Lucho se trasladó a Ñuñoa. Seguí visitándolo. Cuando no lo hacía me invitaba a hacerlo. Estuvimos juntos en muchos actos y reuniones. Siempre era de gran interés escucharlo. Era uno de esos dirigentes, como ya no quedan, dedicados a transmitir sus experiencias y conocimientos. Aprendí mucho de él. Fue un gran maestro.

Cuando tuve problemas con algunos dirigentes del Partido, él siempre me aconsejó sabiamente.  No se cansaba de repetir que lo que hay que cuidar por sobre todas las cosas es  la unidad del Partido.

 

¡Cómo no vamos a echar de menos a don Lucho!

¡Cómo no vamos a rendirle nuestro modesto homenaje! 

¿Preguntaréis, ahora,  por qué celebramos cada año su natalicio? 

Honor y gloria eterna al querido compañero Luis Corvalán Lépez