martes, 24 de marzo de 2020

PAMPA, PAMPINOS, LUCHAS Y MASACRES







I.- EL ESCENARIO: PAMPA, SALITRE, OFICINAS, CAMPAMENTOS


                                                                                Iván Ljubetic Vargas

1.  LA PAMPA SALITRERA
Desde la Guerra del Salitre (1879- 1883) el centro más importante del movimiento obrero chileno se había desplazado desde el Norte Chico, donde  surgieron los primeros destacamentos de asalariados, al  llamado Norte Grande, compuesto por las provincias de    Tarapacá y Antofagasta.
La pampa salitrera y los pampinos fueron escenario y actores, respectivamente, muy  importantes  en la historia de Chile.
Pampa es una palabra quechua que significa “lugar amplio y desolado”.
Entre los colaboradores del periódico “El Despertar de los Trabajadores”, de Iquique, fundado por Luis Emilio Recabarren en 1912,  hubo un zapatero anarquista, que solía escribir artículos y editoriales. Se llamaba Francisco Pezoa. Puso letra a un conocido vals de moda entonces. Su texto, cuyo titulo es “Canto a  la Pampa”,  se iniciaba así:
“Canto a la pampa, la tierra triste,
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación.
En donde el ave nunca gorjea
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó”.
Andrés Sabella, destacado poeta, narrador y periodista, que fue la voz de la pampa y de los puertos salitreros, escribió:
“Al pie de este sol: semillería de piedras, colores que envenenan muerte.
¡He aquí la fotografía de la pampa chilena! 
Y, sin embargo, allí ha sido –y es- la vida el acento dominador.
Vida que fue menester traer con el agua y el coraje, venciendo a la puna y a la sed, al acaso, al desengaño”.
Pablo Neruda nos habla del desierto nortino:
“El duro mediodía de las grandes arenas
ha llegado:
el mundo está desnudo,
ancho estéril y limpio hasta las últimas
fronteras arenales: escuchad el sonido quebradizo
de la sal viva, sola en los salares:
el sol rompe sus vidrios en la extensión vacía
y agoniza la tierra en un seco
y ahogado ruido de la sal que gime”.     
El escritor Baldomero Lillo, autor de “Subterra” y “Subsole”, señaló en una conferencia dictada en 1908 en la Universidad de Chile, en Santiago:
“Los que estamos habituados al espléndido  paisaje de nuestros campos, sentimos una opresora angustia al ver por primera vez  la desolada llanura de Tarapacá. Por donde quiera que se tienda la mirada, el desierto aparece a nuestros ojos, árido, desnudo, desprovisto en absoluto de vegetación. Ni un arbolillo, ni una planta, ni un ave, ni un insecto, nada que signifique vida animal o vegetal descubre la vista en aquella tierra muerta. Y para hacer más rudo el contraste, un sol implacable que no empañan nubes ni vapores envía desde lo alto torbellinos de fuegos devorador.
“En este yermo páramo, aisladas unas de otras se alzan oficinas salitreras que, desde   la distancia, parecen con sus altas y humeantes chimeneas y sus alargadas construcciones, inmóviles y grandes trasatlánticos”.

 2.  LAS OFICINAS SALITRERAS
En la Pampa  de Tarapacá la explotación del salitre se inició en  los primeros decenios del siglo XIX hasta 1979, año en que paralizó el último establecimiento elaborador de ese mineral.
 Pero el llamado Ciclo del Salitre en esa provincia abarcó un siglo: desde los años 30 del siglo XIX a los años 30 del siglo XX. Fue su período de mayor esplendor.
Durante este siglo, la producción salitrera conoció  básicamente dos sistemas de producción: el Sistema de Paradas y el Sistema Shanks.
En la primera mitad del Ciclo del Salitre de Tarapacá –que coincidió con la administración peruana- se utilizaba solamente caliche de alta ley. Cuando éste se agotaba en los campos de los alrededores, los elementos de producción se debían trasladar a otra parte. Por tanto, los establecimientos de explotación salitrera eran transitorios, simples “paradas” temporales.
De ahí la denominación de Sistema de Paradas.
Posteriormente, con el desarrollo de la industria del nitrato, se hizo imposible estar trasladando de sitio las plantas elaboradoras. Debieron establecerse en un lugar.
Al mismo tiempo, el aumento del movimiento de la producción y de la venta del salitre, obligó a los patrones a ocupar a un empleado en las tareas contables. Este trabajaba en una rústica dependencia a la que llamaban “oficina”. Muy pronto, ese nombre se hizo extensivo a toda la unidad productiva: los terrenos donde se extraía el caliche, los edificios y maquinarias donde se elaboraba el salitre, el campamento donde habitaban los obreros, etc.
Todo eso se conocía con el nombre de Oficina Salitrera.
En 1876, Santiago Humberstone, químico inglés establecido en Tarapacá, introdujo en la Oficina Agua Santa el Sistema Shanks. Este consistía en aplicar importantes avances técnicos y maquinizar el proceso de elaboración del salitre. Por ejemplo, se comenzó a utilizar el ferrocarril y no sólo carretas tiradas por mulas como se hacía hasta entonces. Además, se inició el empleo del petróleo –y no leña, como se hizo antes- en las calderas, así como las correas transportadoras.
Al ponerse en práctica el sistema Shanks se planteó un cambio drástico en las relaciones de producción, pues ahora todo el personal ocupado en la extracción, molienda, disolución, decantación, cristalización y transporte, quedaban concentrados en una misma empresa.
Surgieron así auténticas aldeas mineras en la pampa.
Con la introducción del Sistema Shanks –que coincidió con la administración chilena de Tarapacá- se inició la segunda parte del Ciclo del Salitre en esa provincia, que duró aproximadamente medio siglo y que estuvo caracterizado por una gran expansión de la industria salitrera.
Durante este período funcionaron en Tarapacá más de 200 oficinas salitreras,  agrupadas en once cantones. El cantón era una división territorial, que reunía un número de oficinas, teniendo como punto de referencia a un medio de comunicación portuaria para los embarques del salitre.
Esos cantones eran: Zapiga, Sal de Obispo, Pampa Negra, San Francisco, Negreiros, La Peña, San Antonio, Yungay,  La Noria, Cocina y Nueva Soledad.
En general, y salvo su mayor o menor importancia, las Oficinas eran entre sí muy parecidas. Tenían cuatro secciones bien definidas:
-         El extenso territorio donde se extraía el caliche (una costra a poca profundidad en que  el salitre está mezclado con otras sales, tierra, arena, piedras);
-         Las maquinarias y demás instalaciones donde se elaboraba el salitre;
-         Las oficinas de la administración, casas de jefes y empleados, pulpería y bodegas;
-         El campamento, las construcciones destinadas para viviendas de los obreros.

3.- LOS CAMPAMENTOS
Los primeros campamentos salitreros, de la época de las Paradas, fueron precarios, pequeños, estaban unidos a la planta de elaboración. Las viviendas eran de costra salina, que se mimetizaban con el paisaje, también  tenían cañas, cuero de llamas, escasa madera, pisos de tierra.
Los patrones ingleses levantaron grandes campamentos de calamina (zinc), que no resultaron más acogedores que los primitivos. Veamos un testimonio al respecto.
En la ya citada conferencia de Baldomero Lillo, dictada en la Universidad de Chile, en 1908, relató:
“Separados cien metros más o menos de las otras instalaciones, el campamento es en casi todas las Oficinas una serie de viviendas construidas de un modo tan simple y rudimentaria, que una ruca araucana, comparada con ellas, es un prodigio de confort y comodidad. Los muros, techumbres y paredes divisorias estas habitaciones están formados de planchas de hierro galvanizado sujetas por armaduras de madera. El piso es de tierra salitrosa y el techo tiene una altura suficiente para que un hombre de regular estatura pueda estar de pie. Carecen de ventanas, y la luz exterior penetra por la única puerta que da a una callejuela que es al mismo tiempo patio, corral y  depósito de basuras.
“Nada más triste y misérrimo que el interior de estas viviendas. Obscuras, sin ventilación, parecen más bien el cubil de bestias bravías que moradas de seres humanos. Un matrimonio y su familia ocupa dos piezas: una sirve de comedor, de cocina, de lavandería, de gallinero, etc., la otra es el dormitorio. En cuanto al mobiliario, todo es allí de una extrema miseria, ni siquiera existe lo indispensable. Tal es en general, y salvo raras y honrosas excepciones, la morada, el hogar, el sitio de refugio y de descanso que tras una tarea aniquiladora ofrece la Oficina a sus operarios”.
A lo anterior, se debe agregar que esas habitaciones para obreros carecían de agua potable, luz eléctrica y servicios higiénicos.
Otros testimonios recogidos hablan de campamentos con espacios bien limitados entre obreros y patrones, con muros periféricos, con guardias y jefes de población, con sus casas para solteros y casados.
Algunos campamentos llegaron a ser verdaderas cárceles, rodeados de altas paredes y vigilados todo el tiempo por los serenos (policía privada de los patrones) que impedían la entrada a toda persona que no perteneciera a la Oficina y la salida de quienes no tenían autorización para hacerlo.
Los patrones ingleses habitaban altas casas de madera. Con todo el lujo posible. Los funcionarios de la administración y altos empleados moraban en cómodas viviendas.