sábado, 21 de marzo de 2020

LA INDELEBLE INSENSEBILIDAD DE LA DERECHA HACIA LA GENTE SENCILLA










Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren,  CEILER





La incapacidad, la falta de liderazgo, la ayuda económica a los empresarios,  los abusos contra los trabajadores, el bla-bla-bla tanto del Presidente Piñera como de sus ministros y funcionarios de cualquier cuantía, me ha recordado la experiencia que viví en mayo de 1960 en la Araucanía.

El  terremoto de Valdivia alcanzó a 9,5 grados de magnitud en la escala Richter y una intensidad XII en la escala de Mercalli . Duró 10 minutos. Dejó 6.000 muertos y más de mil desaparecidos.  En Valdivia, el 40% de las casas quedaron destruidas; varios  pueblos  fueron barridos por la fuerza de las olas.
El  sismo del 22 de mayo de 1960 abarcó 13 provincias desde Talca a Chiloé,  once de las cuales habían sido afectada por un sismo el día anterior, el que alcanzó una magnitud de 7,5 grados en la escala Richter y una intensidad de VII  en la escala de Mercalli. La zona más afectada ese 21 de mayo fue Concepción. 
En Temuco el remezón  del 22 de mayo fue fuerte y prolongado. Los edificios de altura se cimbraron, pero resistieron.  El Intendente de  Cautín,  el poderoso latifundista Oscar Schleyer, designado por el Presidente Jorge Alessandri Rodríguez, aseguró que  en la provincia todo marchaba sin novedad alguna.
Dos días después, el 24 de mayo, un piloto civil  sobrevoló  el litoral costero de la provincia, y  “descubrió”  que tres pueblos y numerosas comunidades mapuches habían sido barridos por las olas.  Así  ocurrió con Toltén, Queule y Puerto Saavedra. Fueron borrados del mapa. En ese último pueblo, sólo una casa resistió los embates de las tres inmensas olas,  que arrastraron al resto 2 kilómetros tierra adentro. De sus 2.500 habitantes, 50 murieron ahogados. Los otros alcanzaron a correr hacia  los cerros, alertados por las sirenas de los bomberos. Algunos se salvaron subidos a los árboles.
Peihueco, un pueblito indígena del interior de la provincia fue sepultado por un alud de tierra. Murieron 300 mapuches y desaparecieron otros 50. Mayor número de víctimas hubo en las comunidades costeras.
Contrariamente a lo afirmado por el Intendente, en Cautín había novedades y dramáticas. Los damnificados del maremoto, que  perdieron todo lo que tenían, debieron permanecer sin ayuda alguna durante  48 horas. Y la inmensa mayoría de ellos eran gente pobre, que  quedaron más pobres con los sismos y con la insensibilidad de un gobierno que no era el suyo.
Los habitantes de Puerto Saavedra,  que no  contaban con familiares  en otras localidades a  donde ir, fueron distribuidos en diferentes lugares.  Muchos fueron  llevados a Nueva Imperial. Para cien familias se organizó un “Refugio” en el Liceo de Hombres, donde yo era Inspector General. Las salas de clases se transformaron en dormitorios-comedores; la Inspectoría General, en despensa o bodega.  Todo el personal del  establecimiento asumió diferentes responsabilidades. A mí me correspondió quedar a cargo de la despensa, ayudado por varios alumnos.
Debíamos conseguir alimentos y distribuirlos diariamente entre las cien  familias de damnificados, de acuerdo con el número de miembros de cada una.
La situación de los “refugiados”, entre los cuales había muchos niños, era desesperante. No tenían nada.  Dormían en el suelo, contando sólo con algunas frazadas. La ayuda recibida de las autoridades  fue muy escasa, por no decir nula. Por eso constituimos brigadas que recorrían el comercio y los vecinos solicitando la cooperación.
El personal del liceo y una buena cantidad de alumnos debíamos trabajar todo el día  en la atención del Refugio. En las noches dejábamos turnos de emergencia.
El Gobierno de los gerentes mostró su insensibilidad. No sólo no envió la  ayuda  mínima, sino, que, en manos de sus funcionarios,  se esfumó o se desperdició  gran parte de la importante ayuda  solidaria que llegó de diferentes países.  Muy comentado en la  zona fue el caso de un camión del Ejército, repleto de ayuda, que salió desde el  Regimiento Tucapel de Temuco (los militares eran los encargados por el Ejecutivo de concentrar y distribuir la ayuda)   con destino a Nueva Imperial y en los 35 kilómetros existentes entre ambas ciudades  desapareció, yo estuve presente, en mi calidad de Presidente de la CUT Provincial Cautín, en la partida de misterioso camión militar. (Dos meses después del sino visité Puerto Saavedra, donde pude observar que unas veinte lanchas enviadas por Suecia estaban botadas, debido a que les habían robado los motores fuera de borda, en tanto los pescadores no podían salir porque el mar les había llevado o destruido sus embarcaciones. También contemplé con indignación media aguas  que amontonadas mientras decenas de familias no tenían techo en pleno invierno. Así cumplían los funcionarios del gobierno de derecha)

Estaba un día en la  bodega, cuando  vino corriendo un alumno. “Llegó un camión grande y una persona preguntó por usted”, me dijo. Rápidamente me dirigí a la puerta del liceo. Allí estaba un hombre moreno, con pinta de campesino o minero,  al  que no conocía. Nos saludamos.  Hablando en forma lenta, sin levantar la voz (después comprobé que era su manera de hablar), me  preguntó si era el compañero Iván. Al responderle afirmativamente, se presentó: “Soy César Cerda, dirigente de la CUT,  y vengo a cargo de un camión con el aporte reunido por los trabajadores para ayudar  a  aliviar la suerte de los damnificados que están en este refugio. Otros camiones iguales que  éste han sido enviados a otros lugares. En Santiago me dieron su nombre”.
La contribución que llegaba era  muy importante: colchones, frazadas, alimentos, ollas, platos, tazas, etc. Los funcionarios del liceo, alumnos y damnificados trasladamos todo eso a una sala desocupada y luego, en base a una lista que tenía  el compañero Cerda y con la presencia de un representante de cada grupo familiar,  distribuimos  la ayuda entre las cien familias, según el número de miembros de cada una de ellas.
Habiéndose entregado las cosas, se efectuó una  asamblea a la que concurrieron  todos los damnificados en condiciones de hacerlo, el personal del establecimiento, alumnos y algunos  vecinos. Allí hubo una velada artística y habló César Cerda. Explicó cómo los trabajadores habían reunido  la ayuda. Que  así entendía la CUT la solidaridad de clase. Uno de los damnificados agradeció emocionado, señalando la diferencia  del trato que ellos habían  recibido  del gobierno y  por parte de los trabajadores.
Casi justamente 16 años después, el 19 de mayo de 1976, ese obrero dirigente comunista de la CUT, que llegó con  el camión solidario a Nueva Imperial, fue detenido por  agentes de  la DINA y pasó a formar parte de la lista de  detenidos desaparecidos.

Los sismos de mayo de 1960, además de comprobar una vez más la insensibilidad e inoperancia del gobierno de Alessandri, mostraron  la capacidad de convocatoria y realizadora de la CUT y de los partidos populares, así como la inmensa solidaridad internacional. Cuba, por ejemplo, envió toneladas de azúcar y de medicinas.

La CUT  se hizo cargo del transporte y reparto de la generosa ayuda enviada por Cuba. A nosotros nos correspondió esa tarea en Cautín.


Cuatro días después, el 21 de mayo, varias provincias agrarias del sur de Chile son golpeadas por un fuerte terremoto, acompañado de devastadoras salidas del mar en la región costera. Especialmente afectada es el litoral de la provincia de Cautín. El maremoto barre con pueblos como Puerto Saavedra y Toltén, con viviendas de pescadores y campesinos. Muy dañadas quedan algunas comunidades mapuches.
Este drama, vivido por miles de chilenos, sirve para mostrar la insensibilidad e incapacidad del régimen de los gerentes. Numerosos países envían generosa y abundante ayuda. La mayor parte de ésta “desaparece” en las manos de las autoridades y de los militares encargados de distribuirla.
Ante la carencia de una efectiva ayuda a los miles de damnificados, la CUT decide reunir alimentos, frazadas, colchones, medicinas, etc. y entregarlos directamente a las víctimas de la naturaleza y de las autoridades. Sindicatos y federaciones recolectan dinero y todo tipo de elementos necesarios para los damnificados. Caravanas de camiones viajan hacia la zona afectada. Allí, los dirigentes nacionales de la CUT, responsables de las caravanas, en conjunto con los consejeros provinciales y locales de la Central Única, distribuyen lo reunido.

El 17 de julio, el FRAP realiza un mitin en el Teatro Caupolicán de Santiago. En representación del PC interviene Orlando Millas. En parte de su discurso señala:
“La hermana más querida entre las repúblicas latinoamericanas, la joven y hermosa República de Cuba, está haciendo lo que habremos de hacer todos los demás en este continente.
“Hay gente que en Chile que no se da cuenta de este viraje histórico, de que ha llegado la hora en que América Latina entra al escenario mundial.
“Llamamos a la solidaridad con el gran pueblo de Cuba”.[1]





[1] Ibidem., p. 122