lunes, 6 de mayo de 2024

LA LUCHA CONTINÚA (VI)

 


 

 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

 
Fernando Ortiz Letelier

 

 

La detención y asesinato de Víctor Díaz, Mario Zamorano, Jorge Muñoz y Uldarico Donaire, miembros de la primera dirección clandestina del Partido Comunista fue un golpe muy duro y doloroso.

Pero no detuvo la lucha antifascista.

 

En el año 2001, cuando acumulaba antecedentes para escribir mi libro “Fernando Ortiz Letelier. Lecciones  de clase”, tuve la suerte de entrevistar a los dos héroes que, arriesgando su vida, lograron construir una nueva dirección del Partido Comunista, permitiendo que éste siguiera la lucha contra la dictadura. Con esos dos camaradas, Inés Cornejo y Víctor Cantero, habíamos estado entre los alumnos de una Escuela de capacitación político-ideológica en Moscú en los años sesenta.

 

Víctor Cantero,  con esa modestia de los verdaderos héroes me relató:

 

(La detención de los cuatro miembros a comienzos de mayo de 1976)  significó que quedamos sólo dos de la Dirección, la compañera Inés Cornejo (que hacía poco había sido relevada de esa responsabilidad) y yo. Obviamente, ninguno de los dos podíamos quedar a la cabeza del Partido en el interior. Estábamos ‘contaminados’ por nuestros vínculos con los camaradas detenidos.  Pero, al mismo tiempo, teníamos la responsabilidad de buscar a los compañeros que seguirían dirigiendo. Después de darles muchas vueltas al asunto y realizar varias consultas, llegamos a una conclusión: a la cabeza del Partido debía quedar el compañero Fernando Ortiz.

Durante meses logré eludir la persecución de los agentes de la dictadura, pero ellos secuestraron a mi hija Clara y a mi hermano Eduardo, el 23 de julio de 1976” (Víctor Cantero. Conversación con el autor. Santiago, 10 de junio de 2001)

 

Por su parte  la compañera Inés Cornejo me explicó: “Con Víctor intentamos constituir un equipo provisorio con Pedro Henríquez. A mí correspondió contactarme con él. Acordamos un punto de encuentro. Tomé un micro. Iba nerviosa por no llegar atrasada, mirando repetidamente el reloj. Parece que hizo sospechar a un individuo que iba en el último asiento, al que sorprendí observándome detenidamente. Entonces, me bajé mucho antes de llegar al punto acordado. Él también descendió y me enfrentó. Primero me preguntó la hora. Se la dije. Después, me dice: ¿Va a la reunión? Haciéndome la sorprendida, respondo: ¿De qué reunión me habla, usted?  La tercera pregunta: ¿Usted vive por estos lados? Yo no recuerdo que contesté. Pero al parecer fui convincente, porque me dejó ir. No tuve dudas de que se trataba de un agente. Tomé el primer micro  que pasó, luego un taxi... Era mayo de 1976. Lo concreto fue que por ese incidente perdimos el contacto con el compañero Henríquez. Tuvimos que decidir solos con Víctor. Yo conversaba también, por separado por razones de seguridad, con la compañera Virginia González, que había formado parte del equipo de Cuadros del compañero Cortés (Uldarico Donaire). Descartamos a todo compañero que hubiera tenido vínculos con los detenidos. Llegamos a la conclusión que el que reunía todas las condiciones para estar a la cabeza del Partido en la clandestinidad era Fernando Ortiz. A mí me correspondió conversar con él. Lo hice en junio del 76”.

“Fernando –recuerda Inés Cornejo- aceptó de inmediato. Intercambiamos ideas con él, Víctor y Virginia, siempre por separado, para ver quienes más integrarían el nuevo secretariado. Todos estuvimos de acuerdo en dos nombres: Waldo Ulises Pizarro y Eliana Ahumada. Ellos tres conformaron el primer equipo de Dirección clandestina después del terrible mes de mayo.

“Fernando –añade Inés- me dijo: Mi primera resolución es que usted, compañera, cumpla el acuerdo adoptado por la anterior Dirección de ‘descolgarse’ (Efectivamente, poco antes de las detenciones de calle Conferencia, el compañero Jorge Muñoz me había reemplazado en la Dirección. Y la reunión en que fue detenido  era la primera en que participaba en esa calidad). Lo mismo debe hacer- agregó Fernando- el compañero Víctor.

 

“Cumpliendo otra resolución –relata Inés Cornejo- debimos salir del país. A fines de octubre del 76 nos logramos asilar en la Embajada de Italia y a los pocos días salíamos hacia Roma. De ahí de inmediato a Moscú, ciudad en donde pude presenciar la celebración del 7 de noviembre de 1976”. (Inés Cornejo. Entrevistas con el autor. Santiago, 10 y 11 de junio del 2001)

 

En muy difíciles momentos debe iniciar su accionar la nueva Dirección. Las detenciones de mayo han producido un bajón en muchos militantes.  Por otro lado, las delaciones del ‘Fanta’ y otros jotosos, que no resisten las torturas y no sólo entregan antecedentes a los organismos represivos de la dictadura, sino que entran a colaborar con ellos, van estrechando el cerco policial en torno a los combatientes antifascistas.

 

En un relato de un miembro del Equipo de Dirección clandestina del Partido Comunista, que reemplazó a la encabezada por Fernando Ortiz, y publicada en ‘El Siglo’ bajo el título de ‘Meses de Zozobra’, se dice: “Fernando Ortiz corrió conscientemente los inmensos peligros de su misión, con gran decisión y coraje. Sabía de la persecución desatada en su contra, de su posible secuestro, e incluso de su asesinato. Me lo contó a mediados del 76 al atender a uno de sus equipos de trabajo. Caminábamos conversando cuadras y cuadras. Pero la persecución no podía detener su actividad, al contrario, la intensificaba” (‘El Siglo’, 2 al 8 de junio de 1991, página 18)

 

No sólo eso. Se puede asegurar que toma esa tarea con alegría.

 

“Hacia junio de 76 –relata María Luisa Azócar- tuve un breve encuentro con Fernando. En un momento me dijo que estaba muy contento porque tenía grandes responsabilidades en el Partido.  No le pregunté cuáles. No quise hacerlo. Él tampoco me lo dijo. Pero supuse que estaba la frente de la Dirección clandestina del Partido. Me pareció tan lógico y estuve muy satisfecha  que haya estado feliz por ello. Creo que para él representaba una cosa muy reparadora que el Partido lo colocara en esa responsabilidad, ya que en un momento se fue tan injusto con él a propósito del asunto de Reinoso y todo eso. Me di cuenta que para él era algo muy bueno. Y pensé que también era bueno para el Partido, nunca dudé de sus cualidades como dirigente” (María Luisa Azócar. Conversación con el autor. Santiago, lunes 25 de junio de 2001)