lunes, 6 de mayo de 2024

CALLE CONFERENCIA (II)

 


 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

                               

 


Anochecía el lunes 10 de septiembre de 1973, cuando Mario Zamorano, entonces Secretario de Organización de la Dirección Central,  se dirigió a la sede de Teatinos 416. Allí concurrió a un Pleno del Comité Central. Orlando Millas dio cuenta sobre la dramática situación que se vivía, sosteniendo que el golpe era inminente. Después Zamorano leyó la lista de los dirigentes que al día siguiente viajarían a provincias, para informar de lo visto en el Pleno a los Comités Regionales. La reunión finalizó pasadas las 22 horas.

 

Producido el golpe del 11 de septiembre de 1973, Mario Zamorano -como cientos comunistas- pasó a la clandestinidad.

Recuerda David Canales: “Mario Zamorano pasó a ser encargado de Propaganda, aunque yo lo veía siempre como el dirigente más elevado después de don Víctor (Díaz), pues tenía dotes de gran organizador y el mayor dominio de la línea política. Manejó desde el comienzo, en conjunto con Rafael Cortez, la cuestión de la Seguridad y la relación con el exterior, de modo que a mí me era muy cómodo trabajar con él”. (David Canales Úbeda: Entrevista efectuada en 2015, en “Operación Exterminio” de Carmen Hertz, Apolonia Ramírez y Manuel Salazar, página 99)

 

Hacia fines de diciembre de 1975, Mario Zamorano reemplazó como encargado de Organización al compañero Américo Zorrilla, cuando éste fue enviado al exterior.

Mario Zamorano se destacó en el difícil, lento  y arriesgado trabajo de reconstituir los vínculos entre los organismos de dirección  y bases. Por otra parte, existen numerosos testimonios sobre cómo ordenó, a nombre de la dirección clandestina, asilarse a cuadros dirigentes, como por ejemplo Orlando Millas, Eliana Araníbar y Manuel Cantero. Este último se asiló en la embajada de Honduras tras recibir un enérgico recado de la dirección. 

Mario Zamorano había conocido a Juan Becerra a comienzos de los años sesenta y se hicieron muy amigos. En 1974 Mario le pidió la usar la casa que Becerra tenía en calle Conferencia 1587, en el sector sur poniente de la comuna de  Santiago, para realizar reuniones cada dos o tres meses.

Mario visitaba también con frecuencia el hogar de la madre de su amigo, ubicada en la calle Alejandro del Fierro 5113, en Quinta Normal.

 

BUSCANDO A MARIO ZAMORANO 

A comienzos de 1976 la DINA montó un operativo  dirigido contra la Dirección del Partido Comunista.

Este se inició el día 29 de abril de 1976. Cerca de las 20 horas, agentes de la dictadura detuvieron en San Pablo con Las Rejas a María Teresa Zúñiga. Ella era cuñada de Juan Becerra y trabajaba en la fábrica de carteras que éste tenía en calle Conferencia 1587. Fue golpeada y la subieron a la fuerza a un  automóvil. Los agentes le señalaron que eran de la DINA y que querían saber el paradero de Mario Zamorano Donoso. Ella respondió que no lo conocía. Entonces los agentes la torturaron.

 

MONTANDO LA “RATONERA” 

Los agentes llevaron a María Teresa Zúñiga en un auto y se estacionaron a una cuadra de la casa de Conferencia 1587. Desde allí observaban a todos quienes entraban o salían del domicilio, ordenándole que identificara a todo aquel que llegara al lugar. 

Cerca de la 13 hora del 3 de mayo, llegaron otros dos vehículos en los que venían custodiados por agentes, Juan Becerra, su esposa, María Angélica Gutiérrez y su prima Eliana Vidal, los hicieron descender e ingresar al inmueble. Igual cosa obligaron hacer a María Teresa Zúñiga, la que una vez adentro se acostó ya que se sentía muy mal.  

En la casa se quedaron cinco agentes de brigada Purén de la DINA. Todos armados de metralletas. Ordenaron a los detenidos hacer una vida normal, pero no los dejaban salir del hogar. Incluso las compras las hacían los agentes de la DINA, quienes cambiaban de guardia todos los días. 

Todo estaba listo. Faltaba sólo esperar…