IV.- PREPARANDO
Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
De la reunión
salió un plan bien concreto. Lo principal era conversar con los campesinos y
ganarlos para que participaran en la fiesta. Nos distribuimos las tareas.
Los camaradas
aprobaron la idea de que pasáramos el día en el pajar y que realizáramos las
actividades de noche, pudiendo dormir incluso en casas de confianza.
-
Aquí los pacos se acuestan con las gallinas, afirmó
un compañero.
El de Pupuya era
un campesinado muy combativo. Muchos habían laborado en las minas de
cobre, del carbón o en las salitreras.
La conciencia de clase adquirida en esos centros proletarios no la habían
perdido.
Ello lo
constatamos tanto en las reuniones, en los intercambios de opiniones
personales, como en la manera en que cumplían las tareas asignadas.
Con Goyito
estábamos muy contentos con los resultados de nuestra labor. En las conversaciones
con los campesinos éste jugó un papel muy importante. De pocas palabras, su
extracción campesina y las experiencias vividas en el campo durante su niñez,
le permitían ubicarse muy bien y argumentar de una manera convincente.
Debo confesar
que al iniciar mi viaje con Goyito, no me imaginé nunca el rol tan decisivo que
jugaría en nuestra misión de “agitadores”.
Nos tenía harto
aburridos estar escondidos en el pajar.
Se lo hicimos saber a Mario. Lo conversó con su familia. Su hermana Adela tuvo la idea de disfrazarnos
de campesinos para que pudiéramos
pasearnos por la aldea. Tomando todas las precauciones del caso,
llegamos a casa de los Navarro un mediodía. Adela se esmeró en transformarnos
en jóvenes campesinos. Nos prestaron ojotas, pantalones, camisas y sombreros
apropiados. Mirándonos al espejo, aseguramos que ni nuestras madres nos
reconocerían.
Salimos
alrededor de las 5 de la tarde a dar nuestra primera vuelta. Recorrimos algunas
calles de la aldea. Estábamos mirando la vitrina de un negocio, cuando se nos
acercó un campesino que no conocíamos. Nos saludó, como acostumbraba toda la
gente del lugar. Dudó unos minutos. Luego nos dijo:
- Oigan... Por
ahí vienen unos pacos. Parecen que los buscan a ustedes. Córranse al tiro,
mejor.
Agradecimos al
desconocido amigo y nos fuimos a nuestro pajar.