martes, 19 de enero de 2021

PUPUYA (III)

 

 

III.- DOS PELIGROSOS AGITADORES

 

 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 


 

Durante el desayuno repasamos el programa que habíamos trazado la noche anterior, entre cataplasma y cataplasma.

Mario nos explicó de la decisión de irnos a buscar antes de llegar a Navidad, tuvo por base una información dada por un carabinero amigo en el sentido que a la Tenencia había llegado una orden desde San Antonio de detener a dos “agitadores” al llegar la micro.

Finalizado el desayuno, una hermana de  Mario, que trabajaba como operadora del único teléfono  y del correo de Pupuya, se dirigió a cumplir con sus labores. Pero volvió al  poco rato, en forma sorpresiva y muy agitada. Había recibido un mensaje telefónico dirigido a los carabineros de la aldea, en que se les ordenaba verificar si habían llegado hasta ese lugar dos agitadores comunistas. De ser así, se debía detenerlos. No le cupo duda que los dos agitadores éramos nosotros, por eso vino a avisarnos antes de llevar el mensaje a los carabineros.

Esta noticia venía a confirmar la información dada por el carabinero de Navidad.

Esto complicaba los planes. Lo primero era adoptar algunas medidas de seguridad. Contábamos con la ventaja de conocer antes que los carabineros de la localidad los mensajes enviados a ellos.

Con Goyito estábamos preocupados y algo nerviosos, pero al mismo tiempo nos sentíamos orgullosos de ser considerados “peligrosos agitadores”. Sobre nosotros pendía la espada de Damocles de la Ley Maldita.

La familia Navarro era conocida como comunista y sin duda sería una de las primeras casas a donde se dejaría caer la policía. Era necesario abandonarla. Pero ¿a dónde ir?

La idea salvadora se le ocurrió al padre de Mario: durante el día debíamos ocultarnos en un pajar que había no lejos de la vivienda. Las actividades efectuarlas de noche. Los pacos de aquí, afirmó, sólo actúan de día. Por tanto, en las noches pueden dormir incluso en casas de compañeros poco conocidos. Aprobamos su plan.

Provisto de mantas, algo de comer, beber y leer, nos fuimos a enterrar en la paja. Ahí pasábamos el día entre el  miedo que nos pillaran los pacos o nos picara una araña poto colorado, un peligroso arácnido que vive precisamente en la paja.

Los policías estuvieron muy activos ese día. Visitaron todas las casas de comunistas o sospechosos de serlo. Pero no se les pasó por la cabeza buscarnos fuera de las viviendas. Menos,  en un inocente pajar.

La hermana de Mario, desde su puesto de telefonista, se impuso de nuevos detalles con relación a nuestro caso. La Gobernación de San Antonio había recibido informaciones  en el sentido que los comunistas intentaban iniciar una ola de agitaciones en la zona campesina de Navidad-Rapel-Pupuya; que se había detectado el viaje de dos agitadores a esa región.

El comunicado no indicaba los nombres, pero aseguraba su militancia comunista.  Sobre el lugar concreto de la acción no se precisaba, pero se sospechaba que fuera Pupuya o sus alrededores.

Llegó la esperada noche. Nos reunimos  con la célula comunista, en medio del campo, junto a unos árboles y bajo la vigilancia de una hermosa luna llena. Informamos de nuestra misión: reunir fondos para el viaje de Mario.

Se analizaron varias ideas para reunir dinero y se concluyó que lo mejor era realizar una fiesta en la  playa  de Matanzas el domingo subsiguiente. Quedaban diez días para prepararla.

Los compañeros nos explicaron que esas fiestas a orillas del mar, era una vieja tradición en la zona, que la iniciativa iba a ser acogida con gran entusiasmo por los campesinos de la localidad, la mayoría de los cuales tenían gran simpatía por el Partido.

Además, esa actividad no  despertaría  sospecha alguna a los carabineros y sus soplones.

Nadie  imaginaría que una inocente fiesta campesina podría ser la forma que adoptaría la agitación que tanto temía el gobierno.