III.-
DOS PELIGROSOS AGITADORES
Iván Ljubetic
Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Durante
el desayuno repasamos el programa que habíamos trazado la noche anterior, entre
cataplasma y cataplasma.
Mario
nos explicó de la decisión de irnos a buscar antes de llegar a Navidad, tuvo
por base una información dada por un carabinero amigo en el sentido que a
Finalizado
el desayuno, una hermana de Mario, que
trabajaba como operadora del único teléfono
y del correo de Pupuya, se dirigió a cumplir con sus labores. Pero
volvió al poco rato, en forma sorpresiva
y muy agitada. Había recibido un mensaje telefónico dirigido a los carabineros
de la aldea, en que se les ordenaba verificar si habían llegado hasta ese lugar
dos agitadores comunistas. De ser así, se debía detenerlos. No le cupo duda que
los dos agitadores éramos nosotros, por eso vino a avisarnos antes de llevar el
mensaje a los carabineros.
Esta
noticia venía a confirmar la información dada por el carabinero de Navidad.
Esto
complicaba los planes. Lo primero era adoptar algunas medidas de seguridad.
Contábamos con la ventaja de conocer antes que los carabineros de la localidad
los mensajes enviados a ellos.
Con
Goyito estábamos preocupados y algo nerviosos, pero al mismo tiempo nos
sentíamos orgullosos de ser considerados “peligrosos agitadores”. Sobre nosotros
pendía la espada de Damocles de
La
familia Navarro era conocida como comunista y sin duda sería una de las
primeras casas a donde se dejaría caer la policía. Era necesario abandonarla.
Pero ¿a dónde ir?
La
idea salvadora se le ocurrió al padre de Mario: durante el día debíamos
ocultarnos en un pajar que había no lejos de la vivienda. Las actividades
efectuarlas de noche. Los pacos de aquí, afirmó, sólo actúan de día. Por tanto,
en las noches pueden dormir incluso en casas de compañeros poco conocidos.
Aprobamos su plan.
Provisto
de mantas, algo de comer, beber y leer, nos fuimos a enterrar en la paja. Ahí
pasábamos el día entre el miedo que nos
pillaran los pacos o nos picara una araña poto colorado, un peligroso arácnido
que vive precisamente en la paja.
Los
policías estuvieron muy activos ese día. Visitaron todas las casas de
comunistas o sospechosos de serlo. Pero no se les pasó por la cabeza buscarnos
fuera de las viviendas. Menos, en un
inocente pajar.
La
hermana de Mario, desde su puesto de telefonista, se impuso de nuevos detalles
con relación a nuestro caso.
El
comunicado no indicaba los nombres, pero aseguraba su militancia
comunista. Sobre el lugar concreto de la
acción no se precisaba, pero se sospechaba que fuera Pupuya o sus alrededores.
Llegó
la esperada noche. Nos reunimos con la
célula comunista, en medio del campo, junto a unos árboles y bajo la vigilancia
de una hermosa luna llena. Informamos de nuestra misión: reunir fondos para el
viaje de Mario.
Se
analizaron varias ideas para reunir dinero y se concluyó que lo mejor era
realizar una fiesta en la playa de Matanzas el domingo subsiguiente. Quedaban
diez días para prepararla.
Los
compañeros nos explicaron que esas fiestas a orillas del mar, era una vieja
tradición en la zona, que la iniciativa iba a ser acogida con gran entusiasmo
por los campesinos de la localidad, la mayoría de los cuales tenían gran
simpatía por el Partido.
Además,
esa actividad no despertaría sospecha alguna a los carabineros y sus
soplones.
Nadie imaginaría que una inocente fiesta campesina
podría ser la forma que adoptaría la agitación que tanto temía el gobierno.