REFLEXIONES DE UN MILITANTE COMUNISTA DE BASE EN TORNO A
LA DERROTA DE DICIEMBRE DE 2017 (X)
Iván Ljubetic Vargas, historiador
No hacerse el
harakiri,
pero tampoco hacerse
el leso.
CAPÍTULO X: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, UN PODEROSO ACTOR
POLÍTICO
Todos los seres humanos
tienen conciencia. Ésta puede ser conciencia verdadera, cuando corresponde
a sus reales intereses de clase, o
conciencia falsa, cuando no representa esos intereses.
La mayoría de la población,
aunque no tenga conciencia de ello, vive vendiendo su fuerza de trabajo a una minoría de grandes patrones. En
Chile, el 1% más rico concentra el 33% de los ingresos.
Si toda esa multitud de
trabajadores (incluidos los de la llamada “clase media”) tuviera una conciencia
verdadera, tendría en sus manos el poder político.
Pero no es así. La mayoría
de ella posee una conciencia falsa, creada por el incesante bombardeo de los
medios de comunicación en manos de la derecha. Ésta controla todos los canales
de televisión. Incluso TVN, “el canal de
todos los chilenos”, que en la última campaña electoral fue decididamente
piñerista. Otro tanto sucede con las radioemisoras. La prensa escrita está en manos de dos poderosos consorcios:
COPESA y El Mercurio.
Para la centro-izquierda
le es imposible competir de igual a
igual con la enorme maquinaria de los medios de comunicación de la derecha. Por
eso debe buscar, por todos los medios,
llegar a la gente: tener diarios, radios, visitar barrios y poblaciones,
no sólo en períodos de elecciones, para explicar en forma sencilla pero
convincente, que las radios que escucha,
el canal de la TV que ve, el diario que
lee, tienen un dueño. Que para ser
propietario de uno de esos medios hay que ser gente con muchos recursos. Que
ningún trabajador los posee. Y que, naturalmente, esa radio, canal de TV o diario tiene que transmitir, tanto en la
forma como en su contenido, lo que le conviene a su dueño. Nadie quiere
dispararse en un pie.
Por ello, esos medios no
entregan simplemente noticias. Lo que hacen es hacer propaganda, propaganda con
la intención de hacer pensar de una
manera que favorezca políticamente a los
dueños de esas radios, canales de televisión y diarios.
Debemos llegar a la gente
con constancia, con inmensa paciencia y con suma sencillez, para ir quitando poder a este actor político que
inunda las mentes con mentiras. Y esta es una tarea para toda persona
democrática.
No olvidar que la derrota
electoral de diciembre de 2017 fue, antes que nada, una derrota en el campo de
las ideas, una derrota ideológica. Ya es hora de pasar a la ofensiva en la
batalla ganar las conciencias de las masas.
A propósito de lucha
ideológica, un compañero respondiendo a mi reflexión (III), me escribe diciendo
“Y que hay de malo que un trabajador tenga tarjeta de crédito”.
Le respondo: Mirado desde
el punto de vista de los grandes comerciantes y de los medios de comunicación
que los favorecen, nada tiene de malo. Es “natural” que se use para propiciar
el consumismo. Pero para la gente sencilla, significa endeudarse, pagar
intereses gravosos y vivir viendo como esas deudas crecen continuamente.
La última Encuesta
Financiera de Hogares del Banco Central (BC) dejó en evidencia el nivel de endeudamiento de la población chilena. El
sondeo, difundido en noviembre de 2016,
reveló que el 73% de las familias mantiene obligaciones financieras,
tres puntos porcentuales más que en la primera medición de 2007. Pero la
penetración y tipo de deuda han desarrollado características distintas en cada
capa social, poniendo en riesgo a algunos hogares.
Así lo muestra un análisis
de la Facultad de Negocios de la Universidad del Desarrollo (UDD), que utilizó
como base los datos del Banco Central. A través de un indicador de carga
financiera -que considera el dinero
destinado al pago de intereses y amortización de la deuda sobre los ingresos
mensuales del hogar-, el estudio detectó a los hogares que atraviesan por
dificultades financieras. Generalmente, explica el documento, la literatura
económica define como “hogar vulnerable” aquel que destina entre 20 y 40% de su
ingreso mensual a pagar una deuda no hipotecaria. La UDD tomó como base un
umbral de 30%.
Bajo esos parámetros, la
casa de estudios identificó a 702.765 familias urbanas que destinan 30% o más
de sus ingresos mensuales al pago de deudas de consumo e intereses. Este grupo,
a su vez, equivale al 30% del total de hogares que reconoce mantener deudas no
hipotecarias; es decir, a través de tarjetas de créditos bancarias, préstamos
de consumo bancarios, tarjetas de créditos de casas comerciales, préstamos de
consumo de casas comerciales, créditos automotrices y créditos educacionales.
Y el estar amarrado a esas
deudas influye significativamente en el modo
de pensar de mucha gente. No es libre para hacerlo.
La afirmación del compañero
citado, muestra hasta qué grado ha
llegado la influencia de los medios de comunicación, un poderoso actor político. Y nos llama a dar mayor importancia
a la lucha ideológica.