Al cumplirse 177 años de la públicación de la Primera Edición de “El Manifiesto Comunista”. Cuya redacción del programa fue escrito por Carlos Marx y Federico Engels.
Presentamos a nuestros lectores y lectoras del Boletín Rojo, un escrito
del historiador Iván Ljubetic Vargas.
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
I.- ¿CUÁL FUE EL ORIGEN DEL
“MANIFIESTO”?
Exiliados alemanes que vivían en
París fundaron en 1834 la Liga de los Proscritos, una sociedad secreta
democrático-republicana. En 1836, sus elementos más avanzados dieron vida a la
Liga de los Justos.
A mediados de 1847 esta asociación
realizó en Londres su Primer Congreso, al que asistió Federico Engels.
En este evento efectuado en la más
estricta clandestinidad, se produjo el cambio de su nombre por el de Liga de
los Comunistas.
Entre fines de noviembre y comienzos
de diciembre de 1847, se celebró, también en Londres y clandestinamente, el
Segundo Congreso de la Liga de los Comunistas. Concurrieron Carlos Marx y
Federico Engels, que expusieron y defendieron la teoría que habían creado. Estos
nuevos principios fueron aprobados por unanimidad. El viejo lema de “Todos los
hombres son hermanos”, fue reemplazado por el de “Proletarios de todos los
países, uníos”.
El Segundo Congreso de la Liga
encargó a Marx y Engels la redacción de un programa.
Tal fue el origen del Manifiesto
del Partido Comunista.
El 24 de febrero de 1848 se
publicó en Londres, en idioma alemán, la primera edición del Manifiesto del
Partido Comunista, redactado por Marx y Engels.
II.- SOBRE EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA.
Es un texto breve. Su primera
edición tenía sólo 23 páginas.
Esta obra –pequeño libro que vale
por tomos enteros, al decir de Lenin-
consta de una Introducción y cuatro partes.
Se inicia con la famosa frase: “Un
fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”.
Agregando: “Ya es hora que los
comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus
tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto
del propio partido”
La primera parte tiene por título
“Burgueses y Proletarios”. Y allí se expone de entrada su tesis central: “La
historia de todas las sociedades hasta
nuestros días, ha sido la historia de la lucha de clases”.
En esa parte Marx y Engels escribieron (atención, pues parece que
no fue escrito hace ya 170 años) “Mediante la explotación del mercado
mundial, la burguesía dio un carácter
cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países... Ha quitado a la
industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido
destruidas y están destruyéndose
continuamente... En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones
que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal... Los bajos
precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas
las murallas de China...”
La segunda parte: “Proletarios y
Comunistas”, aplican a la práctica los enunciados de la Primera Parte.
La Tercera Parte: “Literatura
Socialista y Comunista”, se realiza la crítica a los diferentes corrientes
socialistas y comunistas existentes en esa época (mediados del siglo XIX).
La Cuarta Parte: “Actitud de los
comunistas respecto de los diferentes partidos de oposición”, finaliza
proclamando:
”Los comunistas consideran indigno
ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo
pueden ser alcanzados derrocando por la
violencia todo el orden social
existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista.
Los Proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen,
en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!”
III.- EN CHILE, CATORCE AÑOS
ANTES DEL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA
En 1834, catorce años antes de que
se publicara la primera edición del Manifiesto de Marx y Engels, los obreros
del mineral de Plata de Chañarcillo, ubicado cerca de Copiapó llevaron a cabo
la primera huelga obrera en nuestro
país.
Según el investigador Roberto
Hernández “El alzamiento de peones de 1834
se repitió más tarde, causando con ello una enorme intranquilidad en
Copiapó mismo, en donde la población llamada La Placilla era como una amenaza
constante”. (Hernández, Roberto: “Juan Godoy o el descubrimiento de
Chañarcillo”. Valparaíso, 1932. Tomo I, p. 69).
Lo de Chañarcillo fue una acción
espontánea, una elemental reacción a la superexplotación. El trabajo en ese
mineral era inhumano.
Ocho años después de esa explosión
proletaria, el escritor José Joaquín Vallejo, que usaba el seudónimo de
Jotabeche, escribió en “El Mercurio” sobre las labores en Chañarcillo:
”A la vista de un hombre medio
desnudo que aparece en su bocamina, cargando a la espalda 8, 10 y 12 arrobas de piedras ( una
arroba equivale 11,5 kilos, por tanto, estamos hablando de 92, 115 y 138
kilos), después de subir con tan enorme peso por aquella larga sucesión de
galerías, de piques y de frontones; al oír el alarido penoso que lanza cuando
llega a respirar el aire libre, imaginamos que el minero pertenece a una raza
más maldita que la del hombre, nos parece un habitante que sale del otro mundo
menos feliz que el nuestro, y que el suspiro tan profundo que arroja al
hallarse entre nosotros es una reconvención amarga dirigida al cielo por haberlo
excluido de la especie humana.
“El espacio que media entre la
bocamina y la cancha, en donde deposita el minero los metales, lo baña con el
sudor copioso que brota por todos sus poros; cada uno de sus acompasados pasos
v acompañado de un violento quejido; su cuerpo encorvado, su marcha difícil, su
respiración apresurada, todo en fin, demuestra lo mucho que sufre”. (“El
Mercurio”, 5 de febrero de 1842)
IV.- ORIGENES Y DESARROLLO DEL
PROLETARIADO CHILENO.
A partir de los años 20 del siglo
XIX, Chile experimentó importantes cambios en su economía. Luego de haber roto la dependencia al rey
español, nuestro país pudo vender cobre y plata a Inglaterra. Con los recursos
recibidos, se ampliaron los minerales, se mejoraron y se construyeron caminos,
puentes, puertos; se empleó el ferrocarril. En todas esas faenas, que eran
formas capitalistas de producción,
laboró un trabajador de nuevo
tipo. Así surgió la clase obrera
chilena. Los primeros destacamentos de
ella, aparecieron en la región de Atacama.
Desde su nacimiento hasta
comienzos del siglo XX, el proletariado chileno alcanzaba la categoría que Marx llamó “una clase en sí”. O sea, existía
objetivamente, pero carecía de conciencia de clase y de organizaciones propias
en lo social y en lo político.
Tenía, eso sí, una capacidad de
lucha por reivindicaciones económico-sociales, como lo demostró Chañarcillo y
otras numerosas huelgas llevadas a cabo en el siglo XIX.
Al publicarse en Londres el Manifiesto Comunista, Chile
contaba con una población de algo más de un millón de habitantes, de los cuales
30 mil eran obreros, estando la mitad de
ellos ocupados en la minería.
V.- LA INFLUENCIA DEL SOCIALISMO UTÓPICO EN CHILE
Hacia mediados del siglo XIX, algunos núcleos
obreros habían alcanzado la madurez suficiente para acoger ideas del socialismo
utópico. Este había surgido en Europa en la primera mitad de ese siglo.
Sus representantes fueron los
primeros en criticar en forma apasionada y convincente las injusticias del
régimen capitalista.
Su doctrina era socialista, porque
aspiraba a crear una sociedad nueva. A instaurar, según decían ellos, “el reino de la razón y de la justicia
eterna”
Era utópico, porque resultaba incapaz de mostrar el camino para alcanzar la
sociedad que proponían. Ello, debido a que sus exponentes no comprendían que el motor del
desarrollo de la sociedad es la lucha de
clases.
Los teóricos más destacados del socialismo
utópico son los franceses Henri
Saint-Simon y Charles Fourier, junto con
el inglés Robert Owen.
En Chile el escritor y periodista
Martín Palma publicó en febrero de 1858
“El Cristianismo
Político o Reflexiones sobre el
Hombre y las Sociedades”. Es la primera obra que en nuestro país planteó las
ideas del socialismo utópico.
En 1864 Ramón Picarte Mujica concibió una
organización llamada “Sociedad Trabajo para Todos”, con el fin de ayudar a la gente necesitada. Para ello
recurrió a la clase adinerada. No
recibió apoyo alguno.
Mayor efecto tuvieron las ideas
del socialismo utópico en el espíritu de innumerables obreros y artesanos
semiproletarizados, que iniciaron la crítica social y pusieron la base a los
primeros anhelos reivindicativos.
El 18 de septiembre de 1853,
surgió en Chile la primera Sociedad de Socorros Mutuos, llamada también Mutual.
Las mutuales, sin ser una
organización de la clase obrera, tuvieron entre sus socios a importantes
sectores obreros. Era un grupo de personas, que reunían un fondo social, a
través del pago de cuotas, que se utilizaba para ayudar a los socios enfermos y
a los familiares de los fallecidos. No eran entidades para llevar adelante la
lucha de clase del
Proletariado. Por el
contrario, representaban la tendencia de
conciliación de clases. En su seno podían coexistir patrones y obreros, pero
sobre todo la constituían artesanos.
VI.- EL MARXISMO LLEGA A NUESTRO PAIS.
Después de la Guerra del Salitre
(1879 – 1883) la clase obrera chilena experimentó un notable desarrollo. Ello,
entre otras razones, por la incorporación al proletariado nacional de los
pampinos que laboraban la industria del salitre, que hasta ese conflicto estuvo
en manos del Perú (Tarapacá) y Bolivia (Antofagasta). Hacia 1883 eran unos
4.500.
Se inició el período
del conocimiento del marxismo en Chile, que se prolongó hasta el primer
decenio del siglo XX.
Surgieron núcleos de obreros que
conocían el movimiento sindical europeo, sus luchas, las ideas que sustentan. Es
por entonces frecuente, que se mencionara a Marx y se citaran párrafos del
Manifiesto Comunista.
Veamos algunos ejemplos.
El periódico “El Pueblo”, de
Valparaíso, en su edición del 31 de agosto de 1892 publicó un Manifiesto de la
Sociedad Marítima de Socorros Mutuos, donde se sostenía:
”No olvidéis las palabras del gran
socialista Karl Marx: la gente de trabajo de todas partes del mundo debe ser
hermana. Ellas deben hacer causa común con los demás. Ellas tienen un mundo que
ganar y sólo las cadenas que perder”.
Ese mismo periódico, trae el 12 de
agosto de 1893 un artículo titulado “La Sociedad del Futuro”, en el cual se
hacen acertadas referencias a Karl Marx.
En febrero de 1896 se fundó en
Santiago el Centro Social Obrero, que en noviembre de ese año comenzó a editar
su órgano oficial “El Grito del Pueblo”, que difunde los principios del
socialismo científico. Con fecha 6 de diciembre proclama: “Somos socialistas.
¡Ya no somos un pueblo ignorante!
El 29 de diciembre aparece en sus
páginas el artículo “El Socialismo en Chile”. Lo firma alguien con el
seudónimo Karl Marx, que sostiene:
“Las ideas para esparcirse no
respetan nada... Atraviesan soberbias cordilleras como los Andes, para sentar
sus reales en el indolente Chile y convertir en hijos del pueblo, acostumbrados
a besar la mano del verdugo que los azota, en hombres libres que luchan sin
miedo por emanciparse del yugo burgués”.
Hacia 1896, uno de los
dirigentes de la Agrupación Fraternal
Obrera, llamado Luis Olea se declara marxista. En una carta publicada en “El
Proletario”, de Santiago, el 20 de septiembre de 1897 afirma:
”Diviso en esos temas al gladiador
temerario que desafiando las fieras humanas esgrime con la seguridad del éxito
las armas de la razón templadas en el yunque de las teorías de Marx... Tiemble
ya la burguesía por su porvenir, que el día fatal de la vindicación llegará al
fin, y entre los escombros de todo un régimen se alzará triunfante el sol del
socialismo”.
El 10 de octubre de 1897, “El
Proletario” trae un artículo firmado por una mujer, Úrsula Bello, donde se
señala:
”Nosotras, las que hemos cifrado
nuestro porvenir y bienestar en la ruda labor de los hombres de trabajo, las
que soportamos las injusticias y desigualdades del actual régimen social, nos
adherimos entusiastas a la falange de los nuevos redentores de la humanidad:
los socialistas”.
En esa misma edición, A.
Araya escribe: “Adelante compañeros de
sufrimientos en la grande idea del socialismo; unámonos como un solo hombre
para rechazar esta sociedad explotadora. ¡Viva el Socialismo! ¡Viva la
Revolución Social!”
“El Proletario” en su número del
17 de octubre de 1897 proclama:
”La lucha de clases, desconocida
hasta ayer en Chile, se empeñará desde hoy, frente a frente proletarios y
burgueses, artistas y profanos, reformadores y reaccionarios, víctimas y
verdugos”.
En octubre de 1897 se funda en
Santiago la Unión Socialista, que plantea tener por objeto “implantar el Socialismo
en Chile”. Como respuesta al ataque
realizado a una asamblea de socios por una turba de matones enviados por la
Intendencia de Santiago, se transformó el 8 de diciembre de 1897 en el Partido
Socialista. Este tendrá una existencia de no más de dos años.
En Punta Arenas se fundó en 1897
la Unión Obrera. En su periódico “El Obrero” proclamó con fecha 2 de enero de
1898:
“La lucha de clases se desarrolla donde quiera que existan
burgueses y proletarios”.
En febrero de 1898 se creó en
Santiago el Partido Obrero Francisco Bilbao, que el 26 de ese mes afirmó en su
periódico “El Trabajo”:
“El obrero no debe esperar nada de
tantos falsos apóstoles. Su emancipación social, política y económica debe ser
obra del obrero mismo y esto lo conseguirá mediante la unión que hace la
fuerza, formando el partido de los explotados”.
En 1907 escribió Luis Emilio Recabarren:
“La emancipación de los
trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, ha dicho Karl Marx hace
60 años en Alemania y esta frase inmortal es el faro que nos guía y vivirá
unida con otra del mismo autor: ¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
VII.- SE INICIA EL PERÍODO DE LA
APLICACIÓN DEL MARXISMO A CHILE
Hacia 1910 se inició el período de la aplicación
del marxismo a la realidad chilena, con la aparición de obras marxistas en el
propio país.
Luis Emilio Recabarren Serrano
(1876 – 1924) es el primer autor marxista en nuestro país y uno de los tres
primeros de América Latina, junto al cubano Julio Antonio Mella (1903 – 1929) y
al peruano José Carlos Mariátegui (1894 – 1930).
Recabarren escribió en 1910 tres obras de carácter
marxista:
- “La
huelga de Iquique en diciembre de 1907. La teoría de la Igualdad”;
- “Pobres
y ricos a través de un siglo de vida republicana” y
- “Mi
Juramento”.
Son éstas las primeras expresiones
en el país de la doctrina elaborada por Marx y Engels.
Por entonces el proletariado
nacional vivía un momento muy importante de su historia.
Las ideas del marxismo han sido
acogidas por no pocos sectores obreros. La labor de educador de masas de
Recabarren está dando sus frutos. Madura la conciencia de clase en importantes
núcleos proletarios.
En 1900 habían surgido las Combinaciones Mancomunales
Obreros, las primeras organizaciones de carácter sindical en el país, que
desaparecieron con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, perpetrada
el 21 de diciembre de 1907. Pero, gracias a la tenaz labor de Recabarren y
otros revolucionarios, el movimiento sindical de clase se ha ido
reconstruyendo.
1912 es un año de trascendencia
muy grande en la Historia de Chile. Entonces ya se han creado las condiciones
objetivas y subjetivas para el surgimiento del Partido revolucionario de los
trabajadores chilenos.
Y en ello, la influencia del
Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels publicado en Londres el 24 de
febrero de 1848, fue muy grande.
Bibliografía:
- Engels, Federico: “Del
Socialismo Utópico al Socialismo Científico”
- Marx, Carlos y Engels, Federico:
“Manifiesto del Partido Comunista”
- Ramírez Necochea, Hernán: “Historia del Movimiento Obrero en Chile”
- Ramírez Necochea, Hernán: “Origen y Formación del Partido Comunista de
Chile”
- Ljubetic Vargas, Iván: “Breve
Historia del Partido Comunista de Chile”
- Ljubetic Vargas, Iván: “Don Reca”
- Ljubetic Vargas, Iván: “El
Manifiesto cruza mares y cordilleras” en revista “Alternativa” Nº 7, ICAL, enero-febrero-marzo 1998, pp.