Hace 115 años nació uno de los militantes y cuadro dirigente mas destacado
del Partido Comunista de Chile. Un obrero tipógrafo, que asumió la gran
responsabilidad de ser Ministro de Hacienda, del Gobierno de la Unidad Popular,
encabezado por el Compañero Presidente Salvador Allende.
Entregamos a nuestras lectoras y lectores del Boletín Rojo, un escrito
del historiador Iván Ljubetic Vargas.
En el año 1965, siendo Encargado de
Organización del Comité Regional Cautín del Partido Comunista, viajé a
Santiago. Concurrí a la sede del Comité Central, ubicado en Teatinos 416. Me
encontré con Don Américo, entonces Encargado Nacional de Finanzas, a quien no
conocía personalmente. Junto con saludarme muy fraternalmente me dijo:
“compañero, ¿puede mostrarme su carné partidario?”. Me quería pillar con las cotizaciones. Se lo pasé con orgullo.
Estaba rigurosamente al día.
Entonces le dije: “Perdón,
compañero Zorrilla, ¿podría mostrarme el suyo? Sorprendido, pestañó
repetidamente -como supe después- era su costumbre ante un problema. En voz
baja, titubeando, me explicó; “Es que…
la encargada de finanzas de mi célula se atrasó con las últimas estampillas”…
Así conocí a ese obrero tipógrafo,
gran dirigente comunista chileno. Uno de los pocos al que sus compañeros le han
llamado “Don” en señal de respeto y de enorme
cariño.
LOS PRIMEROS AÑOS
Américo Zorrilla Rojas nació en
Santiago el 22 de febrero de 1910. Su padre, Ramón Zorrilla, era pequeño
industrial gráfico; su madre, Benigna Rojas, de origen campesino.
En 1917 ingresó a una escuela
pública en Avenida Matta, entre Chiloé y San Francisco.
Estudió en los liceos Barros
Borgoño y Amunátegui. A los 14 años comenzó a trabajar como tipógrafo. Primero
en la imprenta de su padre, luego en otras. Ya a los 17 dominaba la profesión
de linotipista.
COMIENZA SU ACCIÓN SOCIAL
En 1931 participó en la fundación
de la Federación de Obreros Gráficos, de orientación comunista. Ese mismo año,
sin ser aún militante del Partido Comunista, realizaba tareas de propaganda
clandestina de la organización. Por ejemplo, la impresión de volantes en apoyo
a la huelga de hambre que llevaban adelante marinos presos en la Penitenciaría
por haber tomado parte en la insurrección de la Escuadra de comienzos de
septiembre de 1931.
En octubre de 1931 se casó con
Dora Álvarez, con quien tuvo dos hijos.
INGRESA AL PARTIDO DE RECABARREN
En 1932 recibió su carné de
militante comunista y asistió a su primera reunión de célula.
Así, lo evocaba el compañero Américo: “Recuerdo nítidamente
cuando ingresé al Partido Comunista en junio de 1932. Yo trabajaba como obrero
tipógrafo. Ya tenía contacto, yo de alguna manera cooperaba con los comunistas.
Pero fui en ese mes de junio de 1932 que asistí por primera vez a una reunión de célula. Recuerdo
perfectamente el lugar donde se realizó
y conservo vivos todos los aspectos de lo que fue esa reunión y de lo que
ocurría entonces en el Partido”. (“Don Américo, un chileno comunista”, página
20)
Ese mismo año participó como
delegado de la Federación de Obreros de Imprenta en el Soviet de Obreros,
Soldados, Campesinos y marinos, que funcionaba en la Casa Central de la Universidad de Chile, a cuya
cabeza estaba Elías Lafertte Gaviño.
Por entonces Chile vivía momentos
muy movidos. El 4 de junio de 1932, un golpe de Estado cívico-militar había
derrocado el gobierno derechista de Juan Esteban Montero e instaurado la
“República Socialista”, que duró sólo doce días.
En 1934, el nombre de Américo Zorrilla figuraba en las listas
negras de los patrones, lo que le impedía conseguir un trabajo en Santiago. Debió
trasladarse a Valparaíso, donde logró un puesto de trabajo en una imprenta. Durante
su estada en el puerto realizó una intensa actividad en su gremio.
EN LA IMPRENTA ANTARES
En 1938, el compañero Américo
regresó a la Capital, llamado por el Partido para que hiciera cargo del taller
de obras de la Imprenta Antares,
Volodia Teitelboim recordaba que ese tiempo era “muy jovencito, delgado, montando imprentas
clandestinas en medio de la noche. Ayudó
a la instalación la Empresa Antares, que editó “Frente Popular” –un gran
progreso para ese tiempo-, tabloide vespertino que jugó un papel decisivo en el
triunfo de 1938. Funcionaba en una casona semiderruida de la cuarta cuadra de
San Francisco.
“Tiempo de crisis, de real miseria
y de revolucionaria alegría, vales en el restaurant ‘La Hípica’ donde mataban a
medias sus hambres nuestros periodistas; meses de salarios inexistentes; días y
noches junto a la abigarrada clientela formada por las prostitutas de enfrente,
cartilleros, suplementeros trabajadores de amanecida”. (“El Siglo”, 22 de
febrero de 1970).
UNA IMPRENTA PARA “EL SIGLO”
Era necesario contar con una nueva
imprenta, tener una prensa popular. Ello se logró - según relata Volodia Teitelboim- “con plata
del pobre, quien se sacó un pan de la
boca para adquirir por fin lo que él nunca había tenido, una rotativa poderosa
y rápida como una locomotora. Salvador Barra Woll, Víctor Cruz aportaron su
experiencia en la materia, recogida a la vera de Recabarren. Pero el joven
Zorrilla trajo un aliento modernizador, un ritmo dinámico y organizado
indispensable para que una mañana los canillitas salieron gritando por las
calles el nombre del nuevo diario”. Fue
el 31 de agosto de 1940.
Añade Volodia que la historia de
El Siglo “un día dirá el papel del pueblo, del Partido, de los organizadores,
de los gráficos, que participaron en ella. Necesariamente tendrá que dedicar
una buena página a la labor desplegada por Zorrilla en la articulación de este
engranaje complicado que permitió sacar un diario que significó una revolución
y una revelación periodística para la época en que apareció” (Ibidem).
En 1940 fue nombrado administrador
de “El Siglo”. En 1941 pasó a ser su gerente,
cargo que ocupó hasta 1947.
TESTIGO DE UNA MASACRE
Américo Zorrilla estuvo en la
Plaza Bulnes el 28 de enero de 1946, cuando
durante gobierno del
vicepresidente Alfredo Duhalde carabineros perpetraron una masacre donde fueron
asesinados seis obreros, entre ellos, Ramona Parra, muchacha comunista.
El periodista y escritor José
Miguel Varas lo entrevistó:
- ¿Y usted conocía a Ramona Parra?
- Sí. Se le veía mucho en el local
del Partido o en la oficina del diario, a menudo con una hermana. Una morena,
la otra blanca. Llamaban la atención.
Ramona era una muchacha delgada,
pálida, de rostro muy agradable. Siempre con una sonrisa a flor de labios. Hay
una fotografía que se ha conservado para la historia, en la que ella va
detenida entre dos carabineros, a raíz de una de las manifestaciones tan
frecuentes en aquellos días. Ella va sonriendo, con su gesto habitual.
- ¿Cómo y por qué se produjo la
masacre?
- En mi opinión, la masacre de la
Plaza Bulnes fue una acción premeditada. No fue un hecho accidental... En un
momento determinado yo presencié desde muy cerca cuando un oficial dio una
orden, los carabineros pusieron una rodilla en tierra –toda una hilera de
carabineros- y apuntando hacia la masa de gente, empezaron a disparar. Fueron
varias descargas, por orden del oficial. Quedaron muchas personas heridas,
fueron seis los muertos...Recuerdo haber caminado entre los cuerpos que estaban
tendidos en el pavimento. Podría indicar, en la Plaza Bulnes, el sitio exacto
en que estaba Ramona Parra, muerta. Estaba en la vereda, pálida. Era la palidez
de la muerte. En su sien había un círculo, una perforación nítida, sin que saliera
sangre de ella. Al lado, de pie estaba su hermana y uno dos jóvenes más que la
miraban.” (Varas, José Miguel: “La piedra del medio”, en “Don Américo un
chileno comunista”, páginas 41 y 42)
EN TIEMPOS DE LA INFAMIA
En
1947 el Presidente González
Videla, traicionó el Programa jurado al pueblo y en octubre de ese año comenzó a perseguir a
los comunistas. En 1948 dejó de aparecer “El Siglo”. Entonces, Américo Zorrilla pasó a cumplir diversas
tareas clandestinas como colaborador del Comité Central.
Una de ella fue la de dirigir una proeza increíble: sacar pieza
por pieza la imprenta del Partido y trasladarla, sin que ello fuera descubierto
por los agentes de la policía, a diversos lugares de la capital.
En 1949 fue detenido y torturado
por la policía. Salió en libertad. En 1950 nuevamente apresado y relegado esta
vez a Chiloé. A su regreso de su
relegación en el sur, realizará otra
acción de enorme audacia.
LA EDICIÓN CLANDESTINA DEL “CANTO GENERAL”
Con su característica modestia,
Américo Zorrilla relató en 1981: “Tuve conocimiento concreto de esas empresas
del Partido en una reunión que a la que se me citó y en la cual participamos
tres personas: José Venturelli, un compañero al que llamaré Pérez (se encuentra
en Chile) y yo. Aquélla primera reunión tuvo por objeto plantear la tarea por
encargo de la Dirección del Partido. Este grupo permaneció en funciones hasta
que el libro salió a la circulación. A mí me tocó –agrega- ocuparme de
organizar la elaboración técnica, todo lo que se llama impresión del libro. El
compañero Pérez representaba, podríamos decir, el papel de editor y tuvo, entre
otras, la tarea muy importante de organizar la venta clandestina del libro. José
Venturelli, además de ilustrarlo con sus dibujos, dio la orientación artística en
cuanto a diagramación y formato.”
Luego explica que, para llevar
adelante la impresión del libro, tarea de su
responsabilidad directa, “se organizó otro que funcionaba absolutamente
independiente del grupo inicial, en otro plano”.
TAMBIÉN PARTICIPÓ DON LUCHO
La tarea que encabezaba el
compañero Zorrilla era totalmente nueva para el Partido. Antes se habían
publicado periódicos, folletos, volantes, pero un libro era otra cosa y, ahora
se agregaba el hecho de hacerlo toda bajo las medidas de la más estricta
clandestinidad.
Se trataba ahora de cinco mil
ejemplares de un impreso de 468 páginas y de formato grande. Se debían utilizar
alrededor de cuatro toneladas de papel.
Luis Corvalán entrega importantes
antecedentes de esa acción: “Américo Zorrilla montó un excelente aparato para
mover de una parte a otra el personal especializado y material necesario. Los
pliegos se doblaban en casa de un cura que tenía una pequeña parcela en
Conchalí. Una vez terminado el libro, la edición se distribuyó en diferentes casas
y se organizó la venta. La mayor parte se guardó en un fundo de la cordillera de Santiago, que
consiguió Víctor Bianchi. Éste trabajaba en la Sección de Bienes Nacionales del
Ministerio de Tierras y había participado eficazmente en la salida clandestina
de Neruda hacia territorio argentino, por el sur de Chile. Yo conocí a Bianchi,
porque en un tiempo colaboró con ‘El
Siglo’ con caricaturas. Fui encargado de hablar con él precisamente para guardar el Canto General. También
me correspondió ser corrector de pruebas del libro. Junto con Rodolfo Donoso. Parte
de este trabajo lo hicimos en un departamento que Olga Urtubia ocupaba en la
calle Victoria Subercaseaux, frente al Santa Lucía y al lado de una Comisaría
de Carabineros. Viajé, además, hasta Puerto Montt, organizando la venta del
libro”. (Corvalán, Luis: “De lo vivido y lo peleado”, página 55)
Precisamente fue el trabajo previo
del libro “que iba a llegar de México”, la razón del éxito de la venta de la
obra de Neruda.
ELUDIENDO LA POLICÍA
Explica Américo Zorrilla: “Los aparatos represivos
estudian atentamente la propaganda clandestina impresa y, a través de la
tipografía utilizada, pueden localizar a
menudo el lugar donde se hizo”.
Para evitar ser detectados, se
echó mano para imprimir el Canto General de una colección de matrices de
linotipia que el Partido tenía arrumbada, sin usar por quine años o más. Se le
pudo utilizar sin mayor riesgo.
“La composición mecánica –cuenta
Zorrilla- la hizo un solo linotipista... La compaginación la hizo un solo
hombre. La impresión estuvo a cargo de Manuel Recabarren”. Este obrero comunista, mencionado por don Américo,
fue detenido por agentes de la dictadura fascista el 30 de abril de 1976 y
desde entonces forma parte de la lista de detenidos-desaparecidos.
En varias oportunidades estuvo muy
cerca de ser descubierta la Operación Canto General.
Una de esas ocasiones se produjo
cuando la policía allanó la imprenta en que se imprimía el libro. Relata Américo Zorrilla: “Buscaban propaganda
clandestina. Mientras los agentes
revisaban por todos los rincones, el oficial a cargo de la pesquisa
observaba atentamente, afirmado en los pliegos recién impresos del ‘Canto
General’, hojas de 55 por
El Canto General de Pablo Neruda
se vendió en forma legal en Chile. Pero, como hemos visto, su impresión fue
clandestina. Tenía por pie de imprenta “Imprenta Juárez. México DF”.
DIRIGENTE DEL PARTIDO
El 25 de octubre de 1952, una
semana antes que el traidor abandone La Moneda, reapareció “El Siglo” y Américo
Zorrilla reasumió el cargo de gerente de la empresa.
El 3 de noviembre de ese año se
inició el gobierno del exdictador Carlos Ibáñez del Campo. Hubo algunos meses
con cierto clima de democracia en el país. Pero pronto Ibáñez comenzó la
represión contra el movimiento obrero. Fue así, como llevó adelante un proceso
contra el Partido Comunista. Con motivo de éste, Américo Zorrilla sufrió una
breve detención en 1955. Ese mismo año, la Dirección del Partido lo designó
Encargado Nacional de Finanzas.
RELEGADO EN PISAGUA
En 1956, durante el segundo
gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, Américo Zorrilla fue detenido y relegado a
Pisagua por algunos meses, junto con Luis Corvalán y otros dirigentes
comunistas, del Partido Socialista y otros sectores de oposición.
El escritor y periodista José
Miguel Varas, escribe en ’La misma Piedra del Medio’ que otro de los dirigentes
comunistas enviados a la caleta convertida en campo de concentración, Américo Zorrilla, narró algunas de sus
experiencias allí:
"Eso fue en 1956, un período
no muy largo, de algunos meses. Fue una relegación diferente de las del período
de González Videla, esta vez no sólo había comunistas, sino también socialistas
y militantes de otros partidos de izquierda. Fue una situación que ayudó al
proceso unitario...
"Allí en Pisagua –continúa
Américo Zorrilla- nosotros estábamos
bajo el control del Ejército. Todas las semanas iba una avioneta desde Iquique
y llevaba un médico. A la semana, el médico se iba y venía otro. En eso
apareció un médico italiano, que había peleado en la 'División Azul' de
Mussolini contra la Unión Soviética. Incluso había estado prisionero de los
soviéticos. Hablaba con mucho odio de los comunistas. Buscaba la conversación
con la actitud de un verdadero provocador. Al principio varios prisioneros
tuvieron violentas discusiones con él, pero al poco tiempo nos dimos cuenta de
que era un hombre lleno de contradicciones. Y surgió, extrañamente, una
corriente de comunicación. Se llegó a hablar con él con mucha confianza...
"Un día este hombre nos dijo:
'Miren, ustedes están aquí de puros huevones que son'. Le contestamos con
aspereza. Pero él insistió: 'Si ustedes quieren salir, yo los saco a todos'. Entonces
le entró una especie de locura a este hombre y empezó a declarar enfermos
graves a todos los compañeros. Se puso a trabajar como animal, catorce o
dieciséis horas diarias... Empezó a despachar informes a Iquique...
"Parece que se dieron cuenta,
o a lo menos sospecharon que había algo anormal, porque llegó otro médico en
actitud muy dura, que comenzó a llamar a los 'enfermos', entre ellos a mí, para
verificar la cosa...
"Yo alcancé a salir por este
mismo conducto".
UN GRAN ORGANIZADOR REVOLUCIONARIO
Volodia Teitelboim escribió
refiriéndose al compañero Américo Zorrilla: “Con todo, pienso que tal vez él
pasó demasiado tiempo entre la tinta, linotipias, las prensas y las fresadoras.
Nos demoramos quizás demasiado en descubrirlo como un gran organizador de la
actividad revolucionaria aplicada en cualquier campo. Cuando el descubrimiento
se hizo, contribuyó como nadie a desarrollar en el Partido el concepto de
finanzas de masas, a estructurar las entusiastas y bien concebidas campañas
económicas anuales. En que cada milita te asume el compromiso personal de hacer
conciencia en el pueblo de la necesidad de ayudar al combate, contribuyendo a
subvenir los gastos de una gran batalla que le interesa a él y a toda la
izquierda.
“Ha colaborado sin regatear nunca,
en ningún momento, su esfuerzo para dar al mecanismo total del Partido un
impulso renovador, más a tono con los tiempos que corren y con las
responsabilidades futuras.” (Teitelboim, Volodia, en “El Siglo” del 22 de
febrero de 1970)
MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL
En el decimoquinto Congreso
Nacional del Partido Comunista, efectuado en Santiago del 18 al 23 de noviembre
de 1958, Américo Zorrilla fue elegido miembro del Comité Central y fue
ratificado en su cargo de Encargado Nacional de Finanzas. Después del
decimosexto Congreso Nacional, que tuvo lugar en Santiago del 13 al 18 de marzo
de 1962, asumió un puesto en el
secretariado y en el decimoséptimo Congreso
Nacional celebrado en Santiago del 10 al 17 de octubre de 1965, fue designado miembro de la Comisión Política del Comité
Central.
Volodia Teitelboim se refiere a
él, diciendo: “En la Comisión Política y en el secretariado del Comité Central
del Partido Comunista, sus intervenciones son breves, exactas. Siempre dice lo
estrictamente indispensable. Sin pretensiones, da en el blanco, descubre el
ángulo preciso, pone en movimiento el eslabón que llevará la idea sin demora a
la práctica
Es absolutamente sencillo. Pero
como emana de él un natural señorío de pueblo, muchos .compañeros lo llaman
‘Don Américo’.” (Ibidem.)
EN EL GOBIERNO POPULAR
Durante la campaña presidencial
que culminó con el triunfo del candidato de la Unidad Popular, Américo Zorrilla tuvo a su cargo el trabajo
de propaganda del Partido Comunista.
En el acto solemne del 3 de
noviembre de 1970, en que asumió Salvador Allende la Presidencia de la
República, Américo Zorrilla juró como uno de los catorce ministros que
constituyeron el primer Gabinete del
Gobierno Popular.
En esa oportunidad, Allende
designó a cuatro ministros obreros. Tres de ellos comunistas:
Américo Zorrilla, en la cartera de
Hacienda; Pascual Barraza, Obras Públicas, y José Oyarce, Trabajo y Previsión
Social. El cuarto fue el socialista Carlos Cortés, en Vivienda.
El 17 de junio de 1972, Américo Zorrilla fue reemplazado en la
cartera de Hacienda por Orlando Millas. Entonces
volvió a retomar sus responsabilidades como miembro de la Comisión Política del
Comité Central.
EN LA LUCHA CLANDESTINA BAJO LA DICTADURA
Inmediatamente ocurrido el golpe
fascista del 11 de septiembre de 1973, el compañero Américo Zorrilla pasó al trabajo clandestino y se dedicó a
restablecer y desarrollar el trabajo de propaganda en las difíciles condiciones
del terrorismo de Estado.
En una entrevista, el periodista y
escritor José Miguel Varas, le pide:
- “Hábleme de Víctor Díaz. ¿Tuvo
contacto, reuniones con él?
-“Muchas. Yo trabajé como encargado de propaganda hasta los primeros meses de 1974.
-Poco después pasé a ser encargado
de organización. Yo era miembro de la Comisión Política. A principios del 74,
en condiciones muy riesgosas, tuvimos una primera reunión de la Comisión
Política. Desde abril me hice cargo del frente de organización y pasé a formar
parte del Secretariado, constituido entonces por Víctor Díaz, Rafael Cortés,
Mario Zamorano, Inés Cornejo y yo. Habitualmente nos reuníamos tres. Estuve
muchas veces con Víctor Díaz en los años 74 y 75. Aparte de las reuniones a
veces nos juntábamos para discutir determinados problemas. En ese tiempo se
hicieron algunas reuniones de Comisión Política y regularmente las del Secretariado.
Después de la última reunión de Secretariado a la que me tocó asistir, Víctor
Díaz me pidió que me quedara con él en la casa, porque quería conversar conmigo
una serie de asuntos del Partido antes que yo saliera del país, hecho que
estaba en conocimiento de muy pocos compañeros. Llegué a Moscú en los primeros
días de febrero de
EXILIO Y RETORNO
Por razones de seguridad la
Dirección del Partido decidió la salida clandestina del país del compañero
América Zorrilla. Se estableció en Moscú, donde
asumió la responsabilidad de dirigir las grandes campañas de finanzas
llevadas a cabo por los comunistas chilenos repartidos por más de treinta
países destinadas a contribuir a las
luchas que en Chile se libraba contra de la dictadura fascista.
Retornó a la patria en 1986. Participó
en el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista, erróneamente llamado “XV
Congreso”, efectuado en mayo de 1989. En éste dejó de pertenecer al Comité
Central. Pero siguió militando activamente en la célula Pablo Neruda de San
Miguel.
Sin ser miembro de la dirección y
habiendo dejado de ser funcionario del Partido iba todos los días, con esa
responsabilidad y sencillez que le fue
proverbial, a la sede del Comité Central para
ayudar en lo que fuera necesario
en las tareas partidarias.
Una de sus preocupaciones era
cuidar de la tumba de Luis Emilio Recabarren en el Cementerio General.
UN CAMARADA EJEMPLAR
Durante el exilio, varias veces
estuve con Don Américo. Siempre fraternal, de un especial sentido del humor,
alegre, optimista.
Ya de regreso en Chile, tuve un
contacto más estrecho con él. Cuando le conté en 1991 que estaba trabajando en
un libro sobre Recabarren, me aportó materiales, testimonios y me llevó a
conversar con compañeros que habían conocido al fundador del Partido. Entre
ellos al exdiputado José Vega Díaz. Su
ayuda fue fundamental para que en junio de 1992 apareciera “Don Reca”.
UN MERECIDO HOMENAJE
Don Américo, militante comunista por 61 años, murió
el 20 de agosto de 1992.
El 22 de agosto de 1992 concurrí
al edificio Gabriela Mistral. Allí tuvo lugar
la clausura pública del XXVII Pleno del Comité Central del Partido
Comunista, realizado bajo la consigna: “Tierra, Vida, Humanidad. 500 años de
dependencia”. Informó Volodia Teitelboim, que inició sus palabras diciendo:
“Hace poco más de 26 años un
hombre grande, de físico pequeño, como Ministro de Hacienda del Gobierno
presidido por Salvador Allende, proponía el financiamiento para la construcción
del edificio donde hoy estamos reunidos. Hace poco más de 20 días ese mismo
hombre grande, de físico pequeño, en nombre del Partido Comunista de Chile inició las gestiones para que el XXVII Pleno
se celebrara en este edificio que él, anónimamente, había contribuido a erigir.
Por los tristes simbolismos de la
vida y de la muerte, una vez que termine
esta reunión partiremos a sus funerales.
Permanecerá en nuestras memorias el ejemplo de este obrero de imprenta,
de este constructor del futuro que dedicó su existencia entera a la causa del
pueblo, del Partido, del socialismo. Nuestro es el dolor de sus familiares.
Adiós, querido camarada Américo Zorrilla”. (Citado en Ljubetic Vargas, Iván:
“De la Historia del PC de Chile: La crisis que comenzó en los años ochenta”. Santiago, 2002, páginas 133 y 134)
UN IMPRESCINDIBLE
Finalizada la sesión nos dirigimos
al Cementerio General. Allí, cientos de comunistas, familiares y amigos, lo
despedimos en una emotiva ceremonia. Hablaron para rendirle homenaje Luis
Corvalán, Clodomiro Almeyda, Jaime Durán, Luis Salinas, Rodrigo Rojas y su sobrino
René Zorrilla.
Con La Internacional, cantada con
honda emoción, dijimos hasta siempre al comunista ejemplar, al imprescindible,
a Don Américo, que luchó toda su vida por un mañana mejor.