jueves, 11 de febrero de 2021

EL COMPAÑERO INOSTROZA

 

 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

    

 


 

Era mayo de 1958 y yo ocupaba el cargo  de Secretario Político del Comité Regional Cautín de las Juventudes Comunistas de Chile. Imperaba  la Ley Maldita, que nos tenía en la ilegalidad. Debíamos actuar clandestinamente. 

Por entonces estábamos en una campaña contra la Ley Maldita. Una parte de ella era la propaganda mural. En todas las localidades de la provincia de Cautín donde teníamos bases se salía a escribir en las paredes:  Legalidad al Partido Comunista. JJ CC y la hoz con el martillo. 

Los rayados los hacíamos con unos lápices de esperma, que fabricábamos en un taller clandestino. Necesitábamos dos materias primas: velas  y tierra de color.

El sistema era sencillo: se derretía la esperma de las velas, previamente cortada en trozos y sacadas las mechas. Una vez derretidas, en un tarro al fuego, se le agregaba la tierra de color (usábamos negra o roja). Se revolvía bien. Luego se echaba la mezcla en un tiesto con agua y en ella, con las manos, apretando la  pasta, se le daba la forma de lápiz.

Con esos lápices, fáciles de llevar y esconder, hicimos rayados por años. Algunos intentaban borrarlos  pintando encima, pero con el calor del sol volvían a  aparecer. 

La tierra de color la aportaba la industria de baldosas de los  hermanos Alonso e Israel Neira, dos antiguos militantes comunistas.

En una reunión del Comité Regional se planteó el  cómo  conseguir la gran cantidad de velas que necesitábamos. El compañero Lucho Bórquez se propuso ir a conversar con el señor Emilio Inostroza, un  industrial progresista, para pedirle su aporte. Dos camaradas se ofrecieron para acompañarlo.

Al día siguiente aparecieron con un saco de paquetes de velas.

-Se cuadró don Emilio Inostroza, informaron en la próxima reunión del Comité Regional.  Ofreció darnos todas las velas que necesitáramos. 

Felicité a la comisión por el éxito de su gestión. Y agregué entusiasmado:

- Yo creo que ese ayudista merece que le llamemos compañero  Inostroza.

Quizás exageré un poco, porque vi en algunos compañeros una risita un tanto irónica. Con todo, desde ese día  empezamos a llamarlo  como yo  propuse. 

El compañero Inostroza siguió haciendo generosos aportes.

A medida que pasaba el tiempo iba tomando fuerza en mí la impresión de que algo raro había en referencia a ese ayudista. Algunas risitas irónicas, algunas frases escuchadas al pasar, un dejo de picardía con que lo nombraban, el ponerme  obstáculos para que yo lo conociera...

 

Un día, estando ambos solos, abordé a Lucho Bórquez y le dije a boca de jarro:

-               Dime, ¿quién es el ayudista  Inostroza?

-          No puedo, dijo todo cortado, es un secreto.

-          Pero ¿cómo puede haber secretos de ese tipo para el secretario político? ¿O tú piensas que no puedes confiar en mí?

-     No se trata de eso, replicó sintiéndose  acorralado, se trata de algo muy distinto.

-          Dímelo entonces, le exigí.

-           Mira, te lo voy a contar, pero no te enojes. El 18 de septiembre de  1943  fue fusilado aquí en Temuco un pobre hombre, acusado de asesinar el 10 de julio de 1941 a  dos ancianos a sangre fría. Se llamaba Emilio Inostroza Sepúlveda. Como ocurre en estos casos, después de su muerte, de bandido se convirtió en un santo popular y se tejió toda una leyenda sobre    los milagros que podía hacer la “animita”  del fusilado.

 

    


 -En el Cementerio General  de Temuco hay un lugar donde se le rinde culto. Hasta allí llegan miles de personas a hacerle rogativas y a ofrecerle pagarle con velas o una placa los favores concedidos. Hay madres que piden por un hijo enfermo, estudiantes que imploran ayuda para los exámenes, enamorados que claman por su amor desesperado... Si el finadito concede les favores, cumplen la manda. El lugar está lleno de placas  y de una gran cantidad de velas, incluso de paquetes de éstas, de los agradecidos creyentes.

 

            


-  Cuando vimos en el CR la necesidad de tener muchas velas, me acordé del “animita” de Emilio Inostroza  y me propuse conseguirlas. Con los que estábamos en el secreto, nos pusimos de acuerdo en no decirte la verdad, por temor de que te opusieras a nuestro método de conseguir las velas”.

 

No me enojé ni me opuse. Por el contrario, los felicité por la iniciativa. Fue así como el compañero Inostroza siguió  haciendo su aporte  de velas para la propaganda del CR de las Juventudes Comunistas de Cautín.